Por Castilla, por Las Españas!!!



Sirva este sublime poema de Don Ricardo León como símbolo de la Castilla que amamos y exigimos reponer.. La de la cruz y la espada; la de nobles todos, ricos-hombres y hombres-pobres; la grande, viril y honrada; la que con inigualable lealtad siguió a sus Reyes y se entregó por y para las Españas; la gran evangelizadora que fue nueva Roma; la que ha de resurgir, para que resurja España…

Y la contraponemos a las falsas “Castillas modernistas” desmembradas que nos venden sin rubor mil traidores y cobardes.. La Castilla triste, burguesa y revolucionaria; mísera y abandonada; con mil nombres, estrellas rojas y pendones morados; a la que mantienen hundida, para que no resurja España…

  Solo la Cruz y la Espada castellana, salvarán a España



En el nombre del Padre que crió toda cosa, 

y en el nombre del Hijo, que hubo muerte gloriosa; 

del Espíritu Santo, de la Virgen Piadosa; 

de mi madre Castilla, quiero hacer una prosa. 

¡Tú, que domar supiste las frentes altaneras, 

y en todos los castillos, en todas las fronteras, 

en mares ignorados y en tierras forasteras, 

erguiste tus blasones, clavaste tus banderas! 

¿En dónde están aquellos ejércitos cristianos, 

castigo de los déspotas, terror de los paganos: 

los firmes caracteres, las vencedoras manos, 

la fuerza de los duros varones castellanos? 

Ya los viejos leones se han tornado corderos; 

las lanzas, las lorigas, en bolsas y tinteros, 

y en mentirosas plumas los viriles aceros; 

que las armas de hogaño son plumas y dineros. 

Hoy se esgrimen las lenguas, pero no las espadas, 

y es blasón de las honras el vivir deshonradas. 

¡Mío Cid! ¿Qué dirías de estas gentes letradas, 

que reniegan agora de sus gestas pasadas? 

Ahora que las gentes se juzgan por mejores, 

son pocos los leales, son muchos los traidores, 

las leyes y costumbres alcándaras de azores, 

e iguales, por lo pérfidos, vasallos y señores. 

¡Oh Dios! Tú, que moviste en mis patrias montañas 

a Pelayo y a los suyos, haz que nuevas hazañas 

restauren la grandeza de las viejas Españas, 

limpiándolas por siempre de facciones extrañas. 

El yelmo está enterrado, la lanza está partida, 

los muros están rotos, la raza está dormida... 

¡Sea de los infieles tu España defendida! 

Si Tú no la socorres, la tengo por perdida... 

¡Varones castellanos, volved por vuestro honor! 

Que entre muerte y deshonra, la deshonra es peor. 

Despertad en el nombre de Dios, nuestro Señor, 

que es España su huerto y es Castilla su flor. 

"Sitios Fernandinos", Castillo de Santa Catalina (Jaén)



  Como si de un coloso se tratara, así se alza, protector, el castillo de Santa Catalina sobre la ciudad de Jaén y toda su comarca. La Historia nos transmite que su conquista a manos del Rey Fernando III el Santo, acaecida el 25 de noviembre de 1246 tras un largo asedio, se logró de forma heroica, como bien nos recuerda Andrés Marco Burriel en sus memorias para la vida del Santo Rey Fernando III, -San Fernando fue el primero en tomar la lanza y comenzó a alentar a los suyo diciéndoles “buenos dichos de osadía”; “Santa osadía, basada en la confianza que en Jesucristo tenía puesta, y le rebosaba del pecho en las palabras y en la sonrisa”- y con estas arengas del Rey, la tropa castellana se lanzó hacia el último bastión moro con la fe en la victoria; y antes de caer el sol de aquel lejano día de invierno, como nos recuerda el Padre Retama _ la mortandad de la morisma fue espantosa-, se rindió la fortaleza. Justo tras la entrega de la plaza cuenta la leyenda que el propio Rey clavó su espada en la parte más empinada del risco, y mandó rezar un “Te Deum” a todas sus tropas.. Actualmente, sobre el lugar donde el Rey formalizó la Reconquista del Reino de Jaén se levanta una enorme cruz.




  Hoy, poco queda de la vieja fortaleza musulmana -Alcázar viejo- sobre la que se levantó un parador de turismo en los años sesenta, pero sí podemos disfrutar del castillo cristiano levantado por el propio San Fernando y al que advocó a la protección de Santa Catalina de Alejandría. Aún así, son muchos los recuerdos que se mantienen del Santo Rey en este lugar, lo que hace que el castillo de Santa Catalina se mantenga firme como símbolo y homenaje a la fabulosa gesta reconquistadora hispana de la Castilla del Rey Fernando III el Santo.




Manifiesto 23-Abril, Villalar no es nuestra fiesta


Rey San Fernando junto a los verdaderos símbolos de Castilla y de León

  Desde la propia fundación de la ACT Fernando III el Santo, hemos venido reclamando a quien nos quisiera escuchar, y parece que va cuajando, la necesidad de que la Comunidad Autónoma de Castilla y León, heredera artificial y mutilada de la vieja Corona de Castilla -por obra y gracia de la Constitución del setenta y ocho- tenga una festividad acorde con su gloriosa Historia, y en la que puedan sentirse representados con orgullo la mayoría de los castellano-leoneses.

  Por ello, entendemos que siendo el Rey Fernando III el Santo quien unificó los primigenios reinos de León y de Castilla bajo una misma Corona, su festividad, el treinta de mayo, es la fecha más apropiada para conmemorar los lazos históricos que nos unen a los castellanos y leoneses desde hace ya casi ocho siglos.


  Además, y puesto que todos los años hay mal entendidos con nuestra postura, aclaramos para quienes opinen que criticamos la Historia y Derechos de Castilla sin razón, al pedir la no conmemoración del 23 de abril en Villalar, que en este caso no discutimos las razones que en su día tuvieron los “comuneros” para levantarse ante su Rey, sino la manipulación que de los hechos acaecidos en el S. XVI se ha perpetrado en época contemporánea. Tampoco decimos que quien quiera celebrar ese día no lo haga, pero nunca imponiendo a todos los castellano-leoneses la obligación de unirse a dicha fecha, con la que tantos, se sienten tan poco identificados. 

MANIFIESTO

Villalar no es nuestra fiesta

Vemos con interés y cierto orgullo como va fraguando en distintos ámbitos de nuestra tierra castellano y leonesa la propuesta de nuestra Asociación, en la que pedimos desde hace años que la festividad de San Fernando, sea también la de la Comunidad Autónoma de Castilla y León. Y es que no es de recibo, que la derrota de una parte de la nobleza castellana en el S. XVI durante la llamada “Guerra de las Comunidades”, -levantamiento que el romanticismo del S. XIX ensalzó al estilo de los falsos mitos del nacionalismo vasco y catalán- y que al igual que en esas tierras ha sido reivindicado por los sectores más de extrema izquierda a partir de los años setenta del pasado siglo, pase por ser el día grande de Castilla y León. Este día no une, sino que separa, por mucho que se empeñen los políticos en vendernos una fiesta que año tras año manifiesta ser un absoluto fracaso, demostrado en el desinterés general que por esta fiesta sienten la mayoría de los castellano-leoneses. Sin duda, no hay mejor fecha para recordar nuestra Historia y sentirnos orgullosos de nuestra querida tierra que el 30 de mayo, día de San Fernando, rememorando así al más noble hijo de esta tierra, que unió a los Reinos de Castilla y de León bajo la misma corona para siempre, en el ya lejano año de 1230.

A.C.T. Fernando III el Santo


Espada Lobera; La mentira republicana



  Un año más llega el 14 de abril, y con él vuelven los voceros que exigen el regreso de la República, pero no de una cualquiera, sino de la tenebrosa “II República Española”, la cual se caracterizó por ser el sistema que amparó las acciones más nocivas y brutales de la milenaria historia de España. Estos defensores del “republicanismo”, ya lo sean de la nefasta república del 31, o de cualquier otra en sus múltiples variantes, no son como nos cuentan defensores de las libertades, sino inspiradores de proyectos que anhelan dar una nueva vuelta de tuerca sobre lo que queda de España, con la aviesa intención de someter o eliminar a quienes no piensen como ellos. Todo ello, una vez más, nos lo venderán como un cambio a favor de nuestros derechos y libertades, a los que nuestra moderna condición de “ciudadanos”, parece ser nos hace merecedores.

  Realmente, en la España actual vivimos ya en una “República”, revolucionaria concretamente, en la que en realidad los “ciudadanos-votantes” pintamos poco. Tengamos claro como principio básico, que ninguna de las llamadas repúblicas engendradas con los ideales de la Revolución, tiene nada que ver con el sentido clásico de las que existieron en la antigüedad en Grecia o Roma. Así, podríamos calificar perfectamente al sistema actual como “Tercera República Española”, siempre añadiendo los calificativos de internacionalista, masónica, modernista y coronada. Como todo sistema antinatural, no tiene un fin positivo, y así, aprovechando la bien trabajada ignorancia general, se la coloca una corona para seguir despistando al personal alimentando el odio hacia la verdadera Monarquía, mientras se saquean los restos que aún sobreviven en nuestra maltratada Patria. Utilizan el nombre de “Reino de España” o “Monarquía Española” para definir este sistema gobernado realmente por entidades financieras extranjeras, utilizando a funcionarios bien pagados, como si de sátrapas otomanos se tratara, los cuales no tienen inconveniente moral en desahuciar y pervertir a sus compatriotas; o en el caso del coronado de turno reconocer que su legitimidad fue otorgada por las leyes del 78, o en todo caso, como bien recuerda mi buen amigo Javier Barraycoa, por las leyes de sucesión del Régimen surgido del 18 de julio del 36. Así, este nuevo invento modernista, sirve de dique y distracción de todas las frustraciones del pueblo, mientras los sátrapas del “NOM” continúan ejerciendo los designios de entes extraños a nuestro Reino, desmantelando nuestra cultura y libertades a cambio de la falsa promesa de que un día llegará una nueva “república”, por y para los “ciudadanos”.  No cabe duda que es una maquiavélica y genial manera de inculcar al pueblo un rechazo hacia la verdadera Monarquía,  único garante, de las libertades y derechos de los hombres. De las de los hijos de España en este caso concreto.

  No seamos ilusos; de “Repúblicas” está lleno el mundo, desde las actuales Corea del Norte y China, pasando por Francia, Grecia, Italia o las repúblicas americanas, hasta las amortizadas republicas del este de Europa, norte de África o la anteriormente recordada II República Española, que ni siquiera escondió el color morado, símbolo inequívoco del poder masónico, y que intentaron colocárnoslo en la bandera como si fuera el histórico color del Reino de Castilla. Todas ellas tienen el mismo patrón, con sus miserables mentiras e ideales post-revolucionarios. De verdad creemos que la idílica y tan anhelada “República” es solución de algo en el mundo actual, y más con los mimbres que contamos? Claramente No, y es que si España fue grande, lo fue por ser monárquica; si garantizó como ningún otro pueblo las libertades y derechos de sus hijos, lo fue por ser monárquica; si fue la nueva Roma e inigualable impulsora de las artes y la cultura, lo fue por ser monárquica; si conseguimos despojarnos del yugo islámico, fue por ser monárquicos..  Y si pensamos en todo lo que perdimos, tenemos que pensar en la infección "guiri" sufrida desde el S. XVI, que desembocó finalmente en la falsa monarquía liberal del S. XIX, precursora de todas estas “modernas repúblicas”, “repúblicas socialistas” y “repúblicas-coronadas”, que tanta “igualdad”, “fraternidad” y “libertades” nos conceden tan generosamente.

España, o es monárquica, o no será...

14/04/2015
Luis Carlón Sjovall
A.C.T. Fernando III el Santo

Espada Lobera; La era de la ignominia



  Desde que una serie de “cerebros”, y por motivos nada claros, decidieran imponer hace ya más de cinco años comenzando en Túnez las conocidas como “primaveras árabes”, los cristianos en territorio musulmán viven en un invierno permanente. Un invierno, que al igual que el de una conocida serie televisiva, parece no tener final. En este tiempo hemos visto raptos de mujeres y niños con el objetivo, no camuflado por parte de los líderes terroristas, de venderlos como esclavos, o utilizar como concubinas a las menores de edad. También tenemos que sobrellevar semana tras semana, como estos asesinos, a los que solo parece combatir seriamente la -según nos cuentan- abominable República Árabe Siria de Bashar Al-Asad, cometen matanzas terribles desde Libia y Nigeria hasta Iraq o la propia Siria.

  Curiosamente, desde los medios occidentales, esos mismos que elevaron a la categoría de héroes de las libertades a los periodistas de la blasfema y degenerada revista “Charlie Hebdo”, nos recuerdan a diario que organizaciones asesinas como el mal llamado “Estado Islámico”, "Boko Haram" o "Al-Qaeda" actúan a la manera de los tiempos medievales, lo cual es curioso, pues cualquiera que conozca algo de Historia sabrá que nunca la población civil fue utilizada como objetivo específico hasta la llegada de las guerras o conflictos contemporáneos. Pero lo cierto es que quienes califican de medievales a estas oscuras organizaciones terroristas, no nos dicen que actúen como musulmanes medievales, sino como medievales a secas, introduciendo de facto en el término a cualquier ejército cristiano de la tan "conscientemente" defenestrada Edad Media, y especialmente a los ejércitos cruzados. Y es que, no vaya a ser que a alguien le de por conocer las virtudes y libertades que en el medievo cristiano se garantizaban y disfrutaban, y a la que tanto colaboró el buen hacer de esos ejércitos de cruzados.

  Un claro ejemplo de esto, sucedió precisamente en la actual Siria un 8 de abril de 1271, cuando tras más de un mes de asedio al simbólico coloso de piedra del Krak de los Caballeros, el poderosísimo sultán mameluco Baibars, acordó un salvoconducto con los hermanos hospitalarios de San Juan que defendían la mítica fortaleza cruzada, que les permitió llegar a salvo y con honores hasta la todavía cristiana Trípoli. Este hecho, demuestra que en la Edad Media el sentido honorable del deber estaba generalmente por encima del objetivo final, a diferencia de lo que hoy vemos en los poco objetivos medios de comunicación occidentales. O es que debemos llamar medieval por su salvajismo extremo a los bombardeos occidentales sobre Hiroshima, Nagasaki, Londres, Coventry, Berlín, Dresden, o los más recientes de Belgrado, Bagdad o Gaza?, y en cambio no es medieval el comportamiento del sultán Baibars, o el del Rey San Fernando cuando concedía cartas de libertad a los habitantes musulmanes de Sevilla, Córdoba o Jaén tras ser reconquistadas? Por poner unos simples ejemplos. O quizá depende de quien sea el que bombardea y asesina, le podemos considerar medieval o civilizado? Porque supongo que esta gente intenta convencernos que medieval es sinónimo de bestializado y modernista lo es de civilizado, cuando como vemos, nada está más lejos de la realidad.

  Esa realidad nos muestra a poco que tengamos vista, que no hay mundo que deteste y desprecie tanto a la humanidad, y concretamente a la de fe cristiana, como la modernidad revolucionaria en la que en España estamos imbuidos hasta el corvejón. Ya no voy a entrar en los cuanto menos oscuros orígenes del DAESH y demás organizaciones asesinas, ni a las razones reales que produjeron las revueltas desde Túnez hasta Ucrania, pero sí digo que muchos españoles nos sentimos avergonzados de esta España descreída, y esta Europa, que mientras ciega se regodea en su degeneración nihilista a pasos agigantados, no es capaz de ver como pierde sus tradiciones y libertades, mientras se islamizan sus calles de forma dirigida a marchas forzadas. Esta misma Europa que da la espalda vergonzosamente al verdadero baluarte de la civilización en oriente, las familias cristianas, las cuales habitan esas tierras desde muchos siglos antes de que aparecieran los mahometanos, y que ofrecen un ejemplo de martirio y heroísmo que Occidente, ya no es capaz ni de comprender.

8/04/2015
Luis Carlón Sjovall
A.C.T. Fernando III el Santo


La Espada Lobera del Rey San Fernando


Espada Lobera
“Fijo, vos sodes el postrero fijo que yo hobe de la Reina Doña Beatriz, que fue muy sancta et muy buena mugier, et sé que vos amaba mucho. Otrosí, mas non vos puedo dar heredat ninguna….. mas dovos la mi espada Lobera, que es cosa de muy grant virtud et con que me fizo Dios a mi mucho bien”

  Con estas palabras entregaba en herencia el Rey de Castilla Don Fernando III el Santo (en su lecho de muerte) su preciada espada Lobera a su hijo menor, el infante Don Manuel.

  Razones tenía el Santo Rey para apreciar esa espada que tantos momentos de gloria le dio, y que de muy joven (al poco de proclamarse Rey de Castilla) buscó en el monasterio de San Pedro de Arlanza (Burgos); donde como un tesoro la guardaban los monjes, en la esperanza de que fuese utilizada para nuevas gestas; desde que allí mismo fuese enterrado, más de dos siglos antes su anterior dueño, el Conde Don Fernán González.  

  Fue sin duda la Lobera fiel compañera en el glorioso camino del monarca, sirviéndole de altar en sus oraciones de campaña, y de cetro poderoso, símbolo de justicia y firmeza en sus labores reales.

  La importancia de la Lobera, no se queda solo (que no sería baladí) en el hecho de ser el arma con el que contaron dos de nuestros más gloriosos próceres, como nos enseña la tradición sobre el Rey San Fernando y el primer Conde de Castilla. Su verdadera mística va mucho más allá, ya que con ella, sus dueños no conocieron derrota frente al infiel ni el malvado, ni desordenes en sus reinos y dominios, ni injusticia en sus deberes que les demande la Historia.

  Con la Lobera venció el Conde Fernán González a las tropas del Califa Abderramán III, en Simancas (939), en Sepúlveda (940), y en San Esteban de Gormaz (955), y fundó el condado de Castilla, germen del que fuera posteriormente el reino heredado por San Fernando. El Rey Santo, reconquistó con ella los reinos de Córdoba (1236),  Murcia (1243), Jaén (1246) y Sevilla (1248); además de unificar para siempre los reinos de Castilla y de León; siempre fiel a ese comportamiento cristiano que no sólo le convirtió en Rey victorioso, justo y Santo, sino que le concedió el sobrenombre de “Campeón invicto de Jesucristo”, como le renombró el Papa Inocencio IV.

  Actualmente la milenaria Lobera descansa en la Capilla Real de Sevilla, cerca del cuerpo del Rey Don Fernando. Allí espera el momento en que el Rey legítimo de Castilla y de la Monarquía Hispánica la reclame de nuevo simbólicamente para devolver las glorias y libertades, otrora conseguidas, a nuestra Patria.

24/03/2015
Luis Carlón Sjovall
A.C.T. Fernando III el Santo


Festividad de los Mártires de la Tradición 2015



Una representación de la ACT Fernando III el Santo estuvo presente en los actos centrales de la Festividad de los Mártires de la Tradición desarrollados en la localidad madrileña de El Pardo, el sábado 14 de marzo, presididos por S.A.R Don Sixto Enrique de Borbón Parma, Duque de Aranjuez y Abanderado de la Santa Tradición.

S.A.R Don Sixto de Borbón trasladó a los presentes un emotivo discurso, en el cual recordó la necesidad de redoblar esfuerzos en estos tiempos difíciles, en los que la presencia del Tradicionalismo es más necesario que nunca, como única salvación posible ante la ruina modernista que nos rodea y destruye imponiendo su miseria moral.
La Festividad de los Mártires de la Tradición, instituida en 1895 por el Rey Don Carlos VII, en carta desde su exilio en Venecia “es una fiesta nacional en honor a los mártires que, desde principio del S. XIX, han perecido a la sombra de bandera de Dios, Patria y Rey, en los campos de batalla, en el destierro, en los calabozos y en los hospitales; y designo para celebrarla el día 10 de marzo de cada año, día en que se conmemora el aniversario de la muerte de mi abuelo Carlos V”“Debemos procurar sufragios a las almas de los que nos han prececido en esta lucha secular, y honrar su memoria de todas las maneras imaginables, para que sirvan de estímulo y ejemplo de los jóvenes y mantengan vivo en ellos el fuego sagrado del amor a Dios, a la Patria y al Rey”.

Representantes de nuestra Asociación en los actos organizados en El pardo

San Fernando y la Santísima Virgen María de Valgañón


Nuestra Señora de Valgañón
  Consagrada el 7 de noviembre de 1224, por el obispo Don Mauricio de Burgos, la hoy conocida como Iglesia de la Virgen de Tresfuentes fue impulsada por los reyes Doña Berenguela y Don Fernando III de Castilla en la primavera del año 1218 con el fin de acatar el deseo expresado por Nuestra Señora, a la pastorcilla Inés, de “habitar aquí, en este pueblo para siempre”.

  Aunque hoy día la localidad de Valgañón pertenece a La Rioja, en el S. XIII pertenecía a la diócesis de Burgos, y fue así que llegando a Burgos la noticia de la aparición de la Virgen, el obispo Don Mauricio se lo trasladó a los reyes. Estos, que se encaminaban hacia Nájera, decidieron hacer un alto en Valgañón, donde tras conocer a la pastorcilla, decidieron crear el templo que aún hoy podemos contemplar. La tradición nos cuenta que el propio Rey colocó la primera piedra de la actual ermita de Tres Fuentes de Valgañón.

  Hoy en día, aún se conserva una leyenda que da fe del año en que esto sucedió, y dice así: “CONSECRATA EST ECCLESIA EPI BURGUENSIS MAURICI DEI VII. MENSIS NOMBRIS ANNO CHRISTO MCCXXIIII”

Tres Fuentes de Valgañón
Ermita de las Tres Fuentes de Valgañón construida por el Rey Fernando III el Santo

LEYENDA DE LA VIRGEN DE VALGAÑÓN

  Hallábase Inés cierto día apacentando cuidadosa, como de costumbre sus ovejas en el verde y ameno monte que llaman la Dehesa, y estando recostada junto a un risueño arroyuelo formado por un manantial que poco más arriba nacía, vio que bajaba del monte una hermosísima Señora, bella como el sol naciente entre nubes de rosa y nácar; de esbelto talle y semblante dulce y amoroso. 
Entre temblores inspirados por la grandeza y majestad de tan extraordinaria visión, sentía Inés como embargado y confortado su ánimo de una dulce confianza y todavía fue mayor su alegría cuando, deteniéndose delante de ella, oyó de los amorosos labios de la Señora estas sencillas palabras; con dulce acento pronunciadas:  

"Dime, Inés, ¿qué haces aquí?”. 

Inés contestó enseguida:  

"Guardo, Señora, aquestas ovejas que mis padres confiaron a mis cuidados”. 
"Y dime: ¿por qué razón ayunas hoy?" 
“Porque es viernes y tengo devoción de ayunar en obsequio de María Santísima todos los viernes del Año". 
“Me agrada tu devoción tanto como tu inocencia pero te dispenso del ayuno. Porque he determinado confiarte un encargo importantísimo, para ti y para todos los habitantes de este pueblo de Valgañón. Escúchame pues, atentamente: Yo soy, hija mía, la Virgen María, Madre de Jesús y quiero habitar aquí, en este pueblo para siempre. Pero son tantos los pecados con que ofenden a mi querido Hijo aquestos paisanos tuyos, que han demorado hasta el presente, el cumplimiento de mi deseo. Está ya próxima a llenarse la medida de la justicia divina, y antes que el Cielo descargue sobre ellos su justa cólera, quiero usar de mi amor y misericordia con estos moradores. Baja, pues a Valgañón. Cuéntales este suceso y diles que si en el plazo de cuarenta días no se arrepienten de sus muchas culpas, y se enmiendan y corrigen, todos serán destruidos sin que quede piedra sobre piedra en todo su territorio. Si se arrepienten, desde ahora les prometo ser su especial protectora y habitar aquí entre ellos”.

 Llegó Inés a su pueblo rebosante de felicidad y, al mismo tiempo, impaciente por comunicar a sus vecinos el contenido del mensaje recibido de labios de la Señora. Sin embargo, la inmensa alegría que la acompañó mientras descendía de la Dehesa, pronto se trocó en motivo de aflicción por la actitud de rechazo que encontró en las primeras personas a quienes refirió el contenido de su misiva. Ninguno dio crédito a sus palabras; pero, no obstante, los moradores de Valgañón no tardaron en conocer lo que Inés decía haber sucedido en el monte.
 Les refirió con todos sus detalles la historia de tan maravilloso suceso; pero  ninguno dio crédito a las palabras de Inés. Tratáronla de ilusa unos, otros de loca y visionaria y, los más, diciendo que estaba soñando y no sabía lo que decía, aunque ella se esforzaba una y otra vez para convencer a sus paisanos de la veracidad de los hechos referidos.
 Ante esta inesperada situación, y discurriendo cómo podría influir con mayor convicción en el ánimo de sus convecinos, ¿qué hacer? En primer lugar, no debía descuidar su diaria ocupación de pastora. El trabajo encomendado por sus padres, debía ser atendido y continuarlo con la mayor diligencia y dedicación, si cabe.
  Al día siguiente, muy de mañana, salió con su rebaño, según acostumbraba, en busca del pasto que sus ovejas necesitaban, en tanto que su pensamiento iba a los felices momentos vividos al lado de la Señora ya la amarga desilusión que le proporcionaron sus paisanos.
 Vencida la penosa ascensión a la Dehesa, se encontró de nuevo en el lugar del prodigioso encuentro. Su recuerdo volvió a representársele con vivos colores a Inés, contrastando aquella sublime escena con el soberbio endurecimiento de su pueblo, con lo que renovó las amargas horas vividas al tener que soportar a tantos incrédulos.
  Aquella angustia apenas duró unos instantes, pues de inmediato, hizo su aparición por segunda vez la Virgen María, y todas las angustias que momentos antes experimentó la joven, se disiparon al instante y la alegría volvió a resplandecer en su rostro cuando la Santísima Virgen María se dirigió de nuevo a nuestra pastorcilla, de esta manera:

"¿Es posible, Inés, que ese pueblo ingrato y soberbio se muestre todavía duro y rebelde a mis maternales voces ya tus palabras inocentes?”  
"Señora, contestó Inés entre sollozos y lágrimas: Es verdaderamente terco y duro este pueblo mío y, por eso, le compadezco más. Creo que si vos misma no me dais una señal patente de vuestra aparición con que den crédito a mis palabras, no habrá remedio para estas gentes, y su perdición es segura"  
"No; no quiero que perezcan, (dijo la hermosa Señora, como hablando consigo misma) y porque veas, Inés, cuanto deseo tu salvación y también la de tu pueblo llégate a mí y te daré como señal un prodigio permanente"  

  Acercóse tímida la humilde pastorcilla, y sintió que la Santísima Virgen imprimía con dulzura inefable los cinco virginales dedos de su diestra mano en su mejilla izquierda, traspasando al mismo tiempo todo su ser una conmoción tan agradable e intensa que la hacía completamente feliz y dichosa. Al mismo tiempo oyó de sus celestiales labios, estas cariñosas frases: 

"Ahí llevas una nueva señal, con la cual te creerá tu pueblo y quedaron en el rostro de la jovencita las bellísimas huellas que señalaron dedos virginales que conservó hasta su muerte”.  

  Con estas gloriosas y patentes señales se presentó nuevamente en su pueblo, que lleno de admiración y asombro, la contemplaban sin apenas atreverse a acercarse a ella: tanta era la veneración y tan grande el respeto que infundía aquella faz marcada. No fue necesario que Inés emplease muchas palabras para hacerles comprender la realidad del nuevo milagro pues, aquellos signos de su cara les sirvieron de punto de reflexión para acabar de comprender que estaban ante un acontecimiento singular, de forma que los insultos y burlas recientes, se convirtieron en lamentos al reconocer anteriores culpas y extravíos, preludio de un formal arrepentimiento.  
  Unos se entregaron humildemente; otros sintieron deseos de cambiar su modo de vivir y, los más reacios, quedaron apercibidos. El ambiente espiritual de la villa se fue caldeando y ya se sentía en las gentes la necesidad de recuperar la amistad con Dios. 
  Durante varios días se suceden en el templo diversos actos penitenciales que, de manera individual y espontánea, realizaban los vecinos de Valgañón, y ante este espontáneo y general movimiento de conversión, se reunió el venerable Cabildo y noble Ayuntamiento para tratar acerca de lo que convenía hacer; y acordaron que todos los habitantes fuesen vestidos de penitencia hasta el cerro de la Dehesa en donde, según el testimonio de Inés, se había aparecido María Santísima. Era, dice la tradición, un espectáculo tierno y conmovedor el ver a todo un pueblo llorar públicamente sus pecados; sus rostros angustiados, tristes sus semblantes, de tosco sayal vestidos, cubiertas de ceniza sus cabezas.  
  Ya los negros pendones y estandartes tremolaban a los vientos y hasta las sagradas imágenes y la santa y adorable Cruz, iban con velos negros cubiertas, la ordenada  procesión va caminando hacia la Dehesa, muchos con los pies desnudos, y todos, clero y pueblo clamando arrepentidos al Señor con cánticos de sincero dolor. Suben la empinada y escabrosa cuesta que conduce a la Dehesa, precedidos y guiados por la ya admirada pastorcita; la cual, lleva sobre sus débiles hombros un pesado madero y ya cerca del cerro, manda Inés que se detengan todos y, ella sola, cargada con su cruz, rendida de fatiga, pero animada y de forma prodigiosa fortalecida, dirige con ligereza sus pasos hacia la cristalina fuente.
  Allí la bella encantadora imagen se le aparece irradiando mil fulgores y le dice: 

“No tengas ningún temor: deja ya el pesado leño y acaben tus lágrimas y pesares. Ve, ve ligera y di a tu pueblo que ya mi Hijo ha oído tus clamores. Ha visto su contrición y aceptado sus penitencias y que, por su misericordia, ya están perdonados. Que se despojen de sus lutos y que me busquen en este lugar y me bajen a la villa porque quiero desde hoy ser protectora perpetua de Valgañón”. 

  Así habló la Virgen y, al momento, desapareció. La encantadora niña voló a comunicar a sus paisanos tan buena nueva y los encontró postrados en tierra y humilladas sus frentes mientras imploraban del Cielo favor y clemencia.  
  Cuando Inés comunicó a su pueblo la existencia de la imagen que la Virgen María había puesto de manifiesto ante sus ojos no fue posible contener un momento más el ardiente deseo que todos tenían de contemplar la Veneranda Imagen. Apresurando el paso, hallaron en le fuente el hermoso simulacro de la Madre de Dios con un bellísimo Niño, risueño y apacible, sentado sobre sus celestiales brazos y reclinado en su amoroso pecho.

  Con veneración, los sacerdotes, después de rendirse a las plantas del Cordero y de su Santa Madre, cargan sobre sus hombros venerables el peso virginal y, juntos con todo el pueblo, entonan himnos y cánticos de regocijo y alegría, mientras descienden de la montaña portando la imagen de Nuestra Señora hacia la ermita en que decidieron entronizarla hasta disponer de otro santuario más acorde con la importancia y santidad de la imagen.

6/03/2015
Luis Carlón Sjovall
A.C.T. Fernando III el Santo

Palentinos ilustres; Antón de Carrión (S. XVI)


  Como en todo acontecimiento memorable de la Historia de España, en la Conquista del Perú también participó un palentino. Fue este, Antón de Carrión, uno de los héroes que bajo el ilustre nombre de los “trece de la fama” acompañó a Francisco Pizarro en su segunda expedición, negándose en la Isla del Gallo a retroceder, y así ser participe en el descubrimiento y conquista del inmenso Imperio Inca peruano.

Placa conmemorativa en Carrión de los Condes
  No son muchos los datos que tenemos de nuestro ilustre paisano, pero de lo que sabemos, podemos concretar que era un hidalgo natural de la localidad palentina de Carrión de los Condes, y que probablemente acudió a América sobre el año 1520. Una vez allí, colaboró fielmente con Pizarro en sus expediciones llegando a alcanzar el grado de alférez mayor. Una vez de vuelta a Panamá, tras la odisea peruana, las crónicas nos recuerdan que defendió la Conquista ante las acusaciones de desobediencia, y que finalmente, tras ser reconocidos los héroes, fue condecorado con el título de Caballero de la Espuela Dorada, al igual que todos sus compañeros hidalgos que formaron parte de los “trece de la fama”.

"Por este lado se va a Panamá, a ser pobres, por este otro al Perú, a ser ricos; escoja el que fuere buen castellano lo que más bien le estuviere", Francisco Pizarro traza la raya en la isla del Gallo que encumbró a los trece de la fama.
 La Historia nos recuerda que Francisco Pizarro inició la Conquista del Perú en 1524 con 112 hombres y cuatro caballos en un solo navío. Sus socios Diego de Almagro y Hernando de Luque se quedaron en Panamá con la misión de contratar más gente y salir posteriormente con ayuda y víveres. A finales de septiembre de 1526, cuando habían transcurrido dos años de viajes hacia el sur afrontando toda clase de inclemencias y calamidades, llegaron a la Isla del Gallo exhaustos. El descontento entre los soldados era muy grande, llevaban varios años pasando calamidades sin conseguir ningún resultado. Pizarro intentó convencer a sus hombres para que siguieran adelante, sin embargo la mayoría de sus huestes eligieron regresar a panamá. Allí, en la Isla del gallo, se produce la acción extrema de Pizarro, de trazar una raya en el suelo obligando a decidir a sus hombres entre seguir o no en la expedición descubridora. Tan solo cruzaron la línea trece hombres: los “trece de la fama”, o los “trece caballeros de la Isla del Gallo”.


  Pizarro y los “trece de la fama” esperaron en la isla cinco meses por los refuerzos prometidos, los cuales finalmente llegaron de Panamá en barco enviados por Diego de Almagro y Hernando de Luque, al mando de Bartolomé Ruíz. Allí encontraron a Pizarro y los “trece” hambrientos y acosados por los indios. Inmediatamente, Pizarro, sin dudar, mandó poner rumbo hacia el sur con el objetivo de conquistar cuanto antes el Imperio Inca. En el momento en que Pizarro, al mando de 168 hombres llega a tierra peruana, se encuentra con que los incas se encuentran metidos de lleno en una “guerra civil” por el dominio del Imperio. Así, en un principio, Pizarro se pone del lado de Atahualpa en la guerra, siendo recibidos los españoles por el inca de forma amistosa. Pero al poco tiempo, parece ser que por el desprecio de Atahualpa a una Sagrada Biblia, los españoles se levantan contra el inca, haciéndole prisionero y ejecutándolo posteriormente. Una vez muerto Atahualpa, el desconcierto de los indios fue aprovechado por los Pizarro y sus hombres para hacerse con el poder y convertir al salvaje pueblo inca en hijos de la Monarquía Católica Hispánica.

20/02/2015
Luis Carlón Sjovall
A.C.T. Fernando III el Santo

Presentación del libro "España contra Cataluña, Historia de un fraude"


El miércoles 18 de febrero tuvo lugar la presentación del libro "España contra Cataluña, historia de un fraude" de Jesús Laínz en la Biblioteca Pública de Palencia.

En esta ocasión el libro de Jesús Laínz nos retrata con hechos y datos los posibles orígenes de la "antiespañolidad" actual que se respira en amplios sectores de la actual sociedad catalana, así como, éstos se basan en tergiversaciones y modificaciones de la historia de la relación de Cataluña con el resto de España.


Aunque son muchos los asuntos que preocupan a Jesús Laínz de los que , en su opinión, acechan y debilitan a España, quizá sean los movimientos separatistas los que más ha analizado. Así podemos encontrar en su biografía literaria libros que analizan este fenómeno que se arrastra desde al menos el desastroso S. XIX español. 


No había pasado una semana de la derrota de Cavite cuando La Veu de Catalunya afirmó que los catalanes "estamos clavados a una barca que hace agua; si queremos salvarnos hemos de aflojar las ataduras". Un siglo largo después, Oriol Pujol, ante el congreso de su partido de marzo de 2012, agradeció a su padre y a Artur Mas que hubieran enseñado a los catalanes "cómo superar los escollos y huir de estas aguas podridas que nos ahogan".
Entre ambas metáforas náuticas ha transcurrido un siglo de ingeniería ideológica destinada a convencer a los catalanes de que España es la eterna enemiga de Cataluña, de que todos los males vienen de ellay de que el único camino hacia la felicidad y la prosperidad es el de la independencia.
La culpa exclusiva de la España castellana por el desastre del 98, la condena de todo el pasado de España, la inferioridad racial de los españoles, la manipulación de la historia, la utilización de la lengua como arma política, la agitación del odio, la complicidad de la izquierda, la parálisis de la derecha y el recurso final al "España nos roba" son los temas principales de este trepidante repaso, tan riguroso como mordaz, por el problema más grave con el que se enfrenta la España del siglo XXI.