Conmemoración de La Batalla de Navas de Tolosa 2019




Entre el doce y el dieciséis de Julio, la localidad jienense de Santa Elena albergó los actos conmemorativos que la Orden de Caballeros de la Santa Cruz del rey Fernando III organiza anualmente en recuerdo homenaje a los héroes y mártires cruzados, que gloriosamente vencieron a los ejércitos almohades en La Batalla de Las Navas de Tolosa, el dieciséis de Julio del año del Señor de 1212.


Anualmente, el sábado más cercano a la fecha de La Batalla, es la jornada elegida tanto para el nombramiento de nuevos caballeros de la Orden (este año se conmemoró el octavo centenario de su fundación por el rey Fernando III como Militia Sancta Crux), como para el acto homenaje a quienes -con su sacrificio en el Campo de Batalla aquella inolvidable jornada- rompieron las cadenas de la esclavitud con que amenazaban a los reinos hispánicos, y por extensión a toda La Cristiandad, las huestes del miramamolín an-Násir. Además, en la conmemoración no faltaron las ya tradicionales y emotivas reposiciones del pendón de Castilla tanto en La Era del Rey como en La Mesa del Rey, conferencias histórico-culturales, una comida de hermandad y la imprescindible celebración religiosa en la iglesia de Santa Elena.

La A.C.T. Fernando III el Santo, como depositaria en Palencia de la Encomienda de Castilla, estuvo presente en los actos rememorando las hazañas de aquellos antepasados que combatieron en La Batalla de Navas de Tolosa -milicias concejiles y mesnadas nobiliarias- bajo el mandato del rey Alfonso VIII de Castilla, y junto con los reyes Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra, así como con caballeros cruzados llegados desde León, Portugal y diferentes lugares de la Cristiandad europea, hace hoy algo más de ocho siglos.


Placa conmemorativo VIIIº Centenario de la creación de la Militia Sancta Crux
Pendón de Castilla en La Era del Rey
Mesa del Rey (Campamento de Alfonso VIII el Noble)
Miembros de la A.C.T. Fernando III el Santo con Don Nicolás Callejas (Maestre de la Orden)
Campo de Batalla (Cerro de las Viñas)




Presentación del libro: Vasco Núñez de Balboa, el español que descubrió un Oceáno.


Monumento dedicado a Vasco Núñez de Balboa en Panamá
Aprovechando el Vº Centenario de la muerte del Adelantado de la Mar del Sur y gran conquistador extremeño Vasco Núñez de Balboa en Panamá; hemos organizado una conferencia sobre su vida y hazañas en el Centro Social y Cultural Blanca de Castilla, a cargo del escritor guipuzcoano José Andrés Álvaro Ocáriz, quién recientemente ha publicado un libro titulado: "Vasco Núñez de Balboa, el español que descubrió un Océano".

Además, y aprovechando la presencia de Álvaro Ocáriz en Palencia, también se presentará una edición crítica del "Trafalgar" de Benito Pérez Galdós, publicado recientemente por el mimo autor. 


Lunes ocho de Julio a las 20:30 horas
Centro Social y Cultural Blanca de Castilla
C/ Mancornador Nº5, Palencia

Breves notas sobre el carlismo palentino (IV); Marcos Tarrero Fernández



Si hubiéramos de buscar un ejemplo de un militar de brillante trayectoria y absolutamente desconocido, no cabe duda de que Marcos Tarrero sería el modelo perfecto. A pesar de ello y al contrario de lo que inicialmente hubiese podido parecer, componer esta breve reseña no ha sido especialmente difícil, pues en el Archivo General Militar de Segovia se conserva un extensísimo expediente que nos ha permitido hacerlo, simplemente transcribiendo su Hoja de Servicios completada con aquellos datos que de la 1ª Guerra Carlista sabemos que fue protagonista.

Anotaremos en primer lugar que nació en Valdeolmillos, pueblecito de la comarca de El Cerrato, el día 25 de abril de 1791, y que fue militar desde siempre, pues con tan solo trece años sentó plaza de soldado en el regimiento de Guardias Españolas. Con él y formando parte de la división del mando del teniente general Juan Carrafa entró en 1807 en Portugal en apoyo del ejército del mariscal Jean Andoche Junot, cuando todavía éramos aliados de Napoleón, participando en el combate de Coímbra. No consta en su Hoja de Servicios, pero hemos de suponer que, como toda aquella división, su regimiento fue desarmado en junio de 1808 por los franceses y que fue tras regresar a España, cuando se sumó a la lucha contra los invasores. A partir de aquí el relato de su Hoja de Servicios es, por momentos, bastante confuso, pero vamos a intentar desenredarlo. No parece que haya duda de que, todavía con su regimiento, asistió al combate de Medina de Rioseco (14 de julio de 1808), en el <<que fue herido y prisionero>> y llevado a Burgos, donde pudo escaparse y unirse en Astorga al ejército del general Joaquín Blake, pasando a formar parte del regimiento de infantería Mallorca. Tampoco parece que deba dudarse de que participó en la retirada de Astorga de las tropas anglo-españolas ante el avance de Napoleón, formando parte del llamado ejército de la Izquierda mandado por el marqués de La Romana, sustituto de Blake. Los españoles, azotados por el hambre y el frío eligieron la ruta que, salvado el puerto de Foncebadón, les permitiría por Ponferrada pasar a Galicia. El día 2 de enero de 1809, su retaguardia sería alcanzada en el camino que lleva de Turienzo de los Caballeros a Foncebadón, por la caballería francesa dirigida por Jean Baptiste Franceschi. El sacrificio de aquellos hombres permitiría que se salvase el resto, pero nuestro biografiado cayó nuevamente prisionero  y <<conducido a Vitoria donde se volvió a escapar>>, pudiendo reunirse en Salamanca con su unidad, ahora, a las órdenes del general Gregorio García de la Cuesta. A continuación anotaba Tarrero que participó <<en la acción de Logroño, dirigida por el General Castaños, en que padeció dispersión su cuerpo y se fue a la Liébana>>. Lo que no puede ser nada más que un fallo de memoria de nuestro biografiado. La única batalla que perdió Francisco Javier Castaños a orillas del Ebro fue la de Tudela (23 de noviembre de 1808). A la que pudo asistir perfectamente Tarrero, pero necesariamente antes que al combate habido camino del puerto de Foncebadón. Eso significaría que fue en la batalla de Tudela cuando fue hecho prisionero por segunda vez y conducido a Vitoria y que fue tras la lucha sostenida en la cuesta de Foncebadón, cuando se dirigió a La Liébana, algo por otra parte natural, si tenemos en cuenta que aquel puerto se encuentra en la cercana provincia de León. En cualquier caso, allí, en La Liébana y siguiendo la narración de su Hoja de Servicios, se puso a las órdenes del brigadier Juan Díaz Porlier que <<le destinó al cuerpo de Tiradores de Castilla>>, en realidad  <<2 castilla="" de="" tiradores="" voluntarios="">>. Con dicho cuerpo, habría participado en la toma de San Vicente de la Barquera, entrada en Santander y defensa de Puente Arce <<donde fue herido de bala en un brazo>> y batalla de Gradefes (16 y 17 de octubre de 1809), tras la que sería incorporado al regimiento de <<Húsares francos de Valladolid>>. Durante esta etapa inicial de su aventura militar había ascendido a cabo 1º (con antigüedad de 15 de abril de 1809), sargento 2º (30 de junio de 1809) y sargento 1º (1 de agosto de 1809), pero tras su paso a caballería, su carrera militar de dispararía.

Y puesto que ahora sus combates serán los propios de una guerrilla, los transcribiremos tal y como él los narró: <<Quintanilla del Duero [hoy Quintanilla de Onésimo], donde se hicieron prisioneros 180 franceses que iban conduciendo el correo desde Peñafiel a Valladolid. = En la de Baltanás, donde se cogieron 194 dragones de a caballo y se remitieron al General Mendizábal [Gabriel] en Potes, habiendo recibido un balazo en el brazo izquierdo sin separarse por eso de su Regimiento. = A las inmediaciones de Torquemada hicieron prisionera a la escolta francesa que conducía el correo de Burgos a Valladolid, compuesta de 110 suizos y condujeron al mismo punto de Potes. = En el ataque de Santa María de Nieva hicieron también prisionera su guarnición francesa que ascendía a 100 infantes y 20 húsares de a caballo, remitidos igualmente a Potes. = Un correo que iba de Madrid a Francia al transito por Olmedo con 80 infantes, remitidos al mismo punto, y salió herido de bala en un muslo>>.

Hacemos, no obstante, un inciso en su narración para resaltar su ascenso, al que posteriormente pondremos fecha, su nuevo destino e incluso ya al frente de su escuadrón su participación en batallas de especial relevancia. Refería: <<Mandando ya un escuadrón en el Regimiento Húsares de Castilla, en Fuensaldaña a las inmediaciones de Valladolid hizo más de 100 franceses prisioneros y setenta muertos, cuando más empeñados estaban saqueando el pueblo y de su orden fueron conducidos al cuartel general del Sr. Mendizábal, pero tuvo la desgracia de ver expirar un hermano suyo que era teniente capitán [graduado] de su mismo escuadrón. = En el valle de Esgueva al frente de su escuadrón hizo 200 prisioneros franceses con una pieza de a cuatro, dispersos del ataque de los Arapiles que entregó al General Wellington en Valladolid. = Se halló en el sitio de Burgos y en su retirada. = En la acción de Becerril de Campos y Paredes de Nava, donde se atacó una columna francesa de 2.500 hombres haciéndolos 140 prisioneros y rescatando además los ganados que conducían para la guarnición de Palencia. = En el ataque de Frómista del que resultó 80 húsares prisioneros remitidos al cuartel general del Sr. Mendizábal en Potes. = En la acción de Fuentes de Valdepero. = En la de Villarramiel. =  En la de Villacarralón de Campos en la que se hicieron 219 prisioneros de caballería pertenecientes a la división del General Carrier, saliendo herido de bala en una pierna. = En el ataque de Calabazanos  hizo con su escuadrón 44 prisioneros artilleros de a caballo, que presentó al Sr. Gobernador de Palencia D. Teobaldo Rodríguez Gallego. = Se halló en el ataque de Melgar de Fernamental. = En el de Quintana del Puente, donde con su escuadrón hizo prisionero el correo de Francia con su carro y la escolta de 84 caballos que condujo al cuartel general de Potes. = Se halló en la memorable batalla de Vitoria. = En el sitio y toma de Pamplona>>[1].

Cortando así, de forma tan brusca pero normal en las lacónicas reseñas de las Hoja de Servicio, su destacadísima participación en la Guerra de la Independencia, pero permitiéndonos reseñar ahora sus ascensos: alférez (con antigüedad de 4 de enero de 1810), teniente (2 de abril de 1810), capitán (8 de abril de 1811), sargento mayor (12 de julio de 1811) y comandante de escuadrón (15 de marzo de 1812), ya al frente de un escuadrón de <> y correspondiente a las últimas acciones reseñadas. Después, como la mayoría de aquellos hombres, pasaría a ocupar diferentes destinos, normalmente en situación de reemplazo y a la espera de retiro. Pasaría en dicha situación destinado al regimiento de Dragones de Villaviciosa y posteriormente al depósito de oficiales de caballería de Alcañiz, hasta que con fecha 19 de abril de 1816, se le diese el retiro.

Le sacarían de la paz de su hogar en su pueblo natal, pues allí se establecería tras contraer por aquella época matrimonio con Francisca Álvarez Nieto, los acontecimientos que tras los pronunciamientos revolucionarios de Las Cabezas de San Juan, desatarían la guerra civil que se llamó de la Constitución (1821-23). No lo cuenta, pero habremos de suponer que se involucró en alguna conspiración realista de las muchas que se sucedieron a lo largo de aquellos años, pues si reseña que, el 25 de junio de 1821, <<fue conducido preso al juzgado de primera instancia de Carrión de los Condes>>[2]. Circunstancia que no le permitió participar activamente en la guerra, pues como el mismo contaba no pudo fugarse de su prisión hasta principios del año 1823, dedicándose entonces, según sus manifestaciones, a organizar una partida de caballería que presentaría en Valladolid a Carlos O’Donnell[3]. Pero sabemos que el teniente general O’Donnell, nombrado capitán general de Castilla la Vieja por la Junta Provisional de Gobierno de España e Indias, que había entrado en España al amparo de las fuerzas mandadas por el duque de Angulema[4], no se haría cargo efectivo de su mando hasta su entrada en Burgos el día 26 de abril de 1823 y que no llegaría a Valladolid hasta mediados del mes de mayo. O’Donnell permanecería en la capital vallisoletana hasta el día 5 de agosto, cuando se dirigió a tomar parte en el sitio de Ciudad-Rodrigo, por lo que encontrándonos en las postrimerías de aquella contienda y no constándonos que Tarrero acompañase a O’Donnell, debemos  deducir que se mantuvo en la capital vallisoletana a modo de guarnición realista. Siendo la siguiente información que conocemos que, el día 1 de mayo de 1824, se le dio nuevamente el retiro, solicitando entonces su ingreso en el Cuerpo de Voluntarios Realistas, obteniendo el mando del tercio de caballería de Realistas de Villada el día 13 de abril de 1825. Años después, concretamente el día 18 de diciembre de 1832, sería nombrado jefe de la caballería de Realistas de la provincia de León[5]. Ya por entonces se vivía en España un clima de enfrentamiento, prácticamente de guerra civil, entre quienes defendían el Orden Político Cristiano y los derechos del Rey como su principal valedor y quienes entendían que ni el Rey ni la Iglesia debían tener parte en el Ordenamiento Jurídico, pues solo a la Nación (perdida su esencia estrictamente cultural y devenida en nación política) correspondía dictar las Leyes que debían regirla. Unos veían en D. Carlos, hermano de Fernando VII, el adalid de sus principios y los otros, en la esposa del monarca y su entorno, imbuidos de las ideas de la Revolución, el camino para conseguir sus aspiraciones. Los choques entre unos y otros se harían frecuentes, incluso antes de que la muerte de Fernando VII desatase la que se llamó Primera Guerra Carlista. Y uno de los primeros escenarios de aquellos enfrentamientos sería León y nuestro biografiado uno de sus protagonistas. Un episodio desconocido de nuestra historia y al que entendemos debemos prestar la debida atención. Acudiremos para su relato al que hizo, no muchos años después de aquellos sucesos, Juan Antonio Suárez, tal vez excesivamente prolijo pero muy interesante y que reseñaremos, siguiendo su formato, día a día, y advirtiendo que están escritos con muy poca parcialidad.

Día 12 de enero de 1833: <<Los Jefes de Voluntarios Realistas de la ciudad de León invitan al General Comandante de las Armas de la misma, a que se digne concurrir con su Estado mayor, al acto y ceremonia de la Jura del Estandarte de la Caballería de aquel instituto, que debía celebrarse el siguiente, en San Miguel del Camino. S.E. ofrece asistir a dicho acto, y permite la salida del Escuadrón de aquella Capital para el indicado punto, lo que se verifica en la tarde del mismo día>>[6].

Día 13 de enero de 1833: <<El Comandante General de las Armas de León, Mariscal de Campo D. Federico Castañón[7], sale en la mañana de este día con su Ayudante de Campo y cuatro ordenanzas de Caballería, para asistir al juramento del estandarte de la Caballería de los Voluntarios Realistas de aquella Provincia, reunidos al efecto en San Miguel del Camino, cuya enseña ha sido costeada por el Reverendo Obispo de aquella Diócesis, el Excmo. Sr. D. Joaquín Abarca [Blanqué]. Se principia el acto, asistiendo todo el concurso a la misa del Espíritu Santo, que celebró el Canónigo D. Pedro Pascual García, Capellán del Escuadrón, Gobernador que había sido de aquella Mitra por más de dos años, después de caída la Constitución del año 1823. Enseguida se procede a la jura del referido estandarte, y el citado Canónigo pronuncia una plática análoga al objeto de aquel acto. El Comandante General, a cuya noticia habían llegado ya los movimientos intentados en la provincia de Toledo, que en unión con Asturias, Burgos y la Provincia de su mando, se disponían para proclamar Rey de España al Infante D. Carlos, trata de retirarse a la ciudad, pretextando ser día de correo. Los Voluntarios redoblan sus instancias para que los acompañe en la comida, a lo que tiene que acceder S.E., so pena de pronunciar un desaire, o de manifestar a las claras su desconfianza. Durante la comida se notan síntomas de sedición, por ciertas palabras que incauta o meditadamente sueltan algunos Voluntarios, a las que contesta con carácter el Oficial D. José Álvarez Reyero, Ayudante de S.E.; pero habiéndose impuesto los Jefes, queda concluido el altercado, que si bien no produce consecuencias, es bastante para acrecentar los recelos y la vigilancia de S.E. Al llegar a la ciudad tiene noticia el General de que se prepara un refresco y banquete para la noche del día siguiente, a cuyo regocijo, como apéndice de la celebración de la jura, deberán concurrir los Voluntarios forasteros, con el ánimo de pronunciarse juntos en rebelión>>[8]
Día 14 de enero de 1833: <>>[9].

Nos permitimos aquí hacer una breve interrupción en la transcripción para subrayar que, por mucho que se empeñe el autor en hablar de la rebelión prevista por los Realistas, la circunstancia que precipitaría aquellos acontecimientos sería la detención de Mariano Rodríguez[10], involucrado también en la conspiración descubierta tras el prematuro pronunciamiento del coronel Juan Campos y España el día 31 de diciembre de 1832, al frente de algunos Realistas de la provincia de Madrid. Pero debemos señalar que, siendo ciertos e indiscutibles todos aquellos proyectos de pronunciamiento, no debían ponerse en marcha hasta la muerte de Fernando VII. Sigamos ahora con el relato de lo sucedido en León.

Día 14 de enero de 1833 (continuación): <<Reunida la tropa de Realistas en la plaza en formación de batalla, y dadas las aclamaciones de Viva el Rey y su Augusta Esposa, manda S.E. tocar la Orden General, y después de haber prevenido en ella que se restituya cada uno a su casa al toque de Fagina, pasa a la suya con objeto de llevar a cabo el cumplimiento de lo mandado por el Gobierno, tocante al preso Rodríguez, a hora que serían sobre las cinco de la tarde. = Mas entonces la fuerza de Realistas, en lugar de cumplir con lo que el General acababa de disponer, forma en columna de honor, y desfila por delante del palacio Episcopal, vitoreando a S. Ilma. (que asomado al balcón saluda placentero y satisfecho, con afectuosas demostraciones de júbilo), y se dirige enseguida hacia su Cuartel, en donde permanece sin disolverse. = Mientras, el General en persona se traslada a la casa del preso para ocupar sus papeles, que pudieron haberse ocultado desde el momento de su prisión, por cuanto un Clérigo de íntimas conexiones con aquel, y que acababa de presenciarla, marchó apresurado a participarlo a su familia; se presenta en la casa de S.E. el capitán de Granaderos Don Benito Castrillón para hacer presente, que tanto el Escuadrón como el Batallón reclamaban la libertad del preso, y que si no se accedía inmediatamente, estaban decididos a conseguirla con las armas. El Ayudante Reyero, que recibió tan osada demanda, le contesta que Rodríguez estaba arrestado por orden expresa de S.M., y que a nadie interesaba más que a los Voluntarios Realistas el acatar y obedecer las Soberanas disposiciones, añadiendo, que en cualquier evento se hallaba dispuesto y decidido a defender a todo trance la casa de S.E., y a perecer antes que faltar a los deberes que como militar y Ayudante de S.E. tenía obligación de cumplir. Castrillón se separa en el acto, restituyéndose al Cuartel a conferenciar con los ya sublevados Realistas, y a la media hora vuelve con la misma pretensión, acompañado de D. Antonio Valdés, segundo Comandante del segundo Batallón de Infantería[11], pero levantada ya la máscara de todo pudor, y produciéndose en términos los más descompuestos e insolentes. Reyero les contesta en los mismos que lo había hecho la vez pasada, y afeándoles su conducta, les dice que debían perecer en su Cuartel antes que permitir se consumase la rebelión; pero que en todo caso, se hallan decididos entre tanto, él y sus dependientes a defender la casa de S.E. del allanamiento con que la amenazaban; oído lo cual se retiran aquellos, prorrumpiendo en mil denuestos y amenazas>>[12].

Interrumpimos nuevamente el relato, para  insistir en nuestra anterior apreciación sobre que el detonante de lo sucedido fue la detención de Mariano Rodríguez de Abajo, como el texto seguramente sin pretenderlo, demuestra. Continuamos la transcripción.

Día 14 de enero de 1833 (continuación): <<Llegadas a tal punto las cosas, dispone Reyero avisar al General de lo ocurrido, quien se restituye inmediatamente a su casa, a hora que serían como las seis de la tarde, trayendo consigo los papeles que acababa de ocupar a Rodríguez, y solo consistían en escritos viejos e inconexos, junto con dos cartas; y enterado de todo lo que pasaba, tanto por su Ayudante y Secretario Reyero, como por uno de los Comandantes del Batallón de Infantería, se decide a presentarse en el Cuartel, acompañado de su sobrino y Ayudante D. Federico Castañón, y del Ayudante de Plaza D. Manuel de Juan, disponiendo que Reyero quede en custodia del preso, y de los caudales y papeles de las Oficinas de Policía Y Comandancia General. = Trascurre entre tanto un período como de hora y media de absoluta calma, hasta que el Comandante Valdés, el Ayudante de la Inspección D. Joaquín Gata, y D. Marcos Terrero, Comandante del Escuadrón puestos a la cabeza, aquellos de cincuenta infantes, y éste de treinta caballos, se presentan en el Cuartel del Provincial, atropellan la guardia de muy poca fuerza, y reconocen el edificio, persuadidos que hallaran allí al preso Rodríguez; pero cerciorados de que no estaba, y con noticia de que permanecía aún en casa de S.E., se dirigen a ella desde luego, fuerzan la guardia, compuesta solo de cuatro hombres y un Cabo del 3º de Línea (única fuerza del Ejército que se hallaba en la Plaza, y que con un Subalterno del mismo Cuerpo habían ido para llevarse unos quintos), y se introducen en el zaguán, a tiempo que el Ayudante de S.E. bajaba a contenerlos. El Comandante Valdés y el Ayudante Gata se echan sobre él y le aseguran, en tanto que el preso Rodríguez baja precipitadamente la escalera, se reúne a los amotinados, y sus primeras palabras se dirigen a excitar a sus compañeros a que den muerte a Reyero, gritando en alta voz que no estaban seguros mientras viviese; uno de los Realistas aserta entonces una pistola, y le dispara a quemarropa, por entre las cabezas de Valdés y Gata; tiro del que indefectiblemente hubiera perecido Reyero, a no haberlo podido desviar con prontitud, echándose sobre el brazo del agresor; de la cual resulta quedar herido, o por lo menos quemada la oreja izquierda de Valdés. En esta coyuntura se presentan en la escalera D Isidoro y D. Mariano Acevedo, hermanos políticos del General, con sus escopetas de caza; Reyero tiene lugar de desprenderse de sus enemigos y de ir por sus pistolas; y en vista de esto abandonan inmediatamente la casa los Realistas; cierran sus puertas los tres indicados, apostándose en las rejas de aquella, y el grupo amotinado se dirige nuevamente para su cuartel en medio de la mayor algazara>>[13].

Hacemos ahora un nuevo paréntesis propiciado esta vez por el propio relato que, tras reseñar lo sucedido en la residencia de Castañón, detalla lo ocurrido en el cuartel de los Realistas. Anotaba:

Día 14 de enero de 1833 (continuación): <<Antes de continuar, es forzoso dar una idea del estado en que se hallaba la tropa situada en el Cuartel, y de las escenas ocurridas con S.E. y los amotinados. El General, según hemos insinuado, había salido de su casa con dirección al Cuartel de Realistas, en compañía de dos Ayudantes; y antes de llegar a dicho punto encontró ya testimonios del atrevimiento de los revoltosos, pues fue detenido en actitud hostil por varios centinelas apostados en las bocacalles, que le dieron el quien vive, hasta llegar a la guardia de la puerta, que lo recibió con las mismas precauciones, y no le franqueó el paso hasta que se hubo dado a conocer. Los amotinados tenían además varias patrullas de Caballería rondando la población, y establecidos puestos avanzados en las avenidas de la misma. Al llegar al sitio en que se hallaban formadas en batalla los de Infantería, y por cuartas y a grandes distancias los de Caballería, siendo ya como las ocho de la noche, recorre S.E. la formación, y deteniéndose en su centro, convoca a los Jefes y les pregunta en alta voz una y muchas veces, ¿por qué estaban todavía formados, y por qué no se había cumplido la Orden General, en que se había prevenido su disolución al toque de Fagina? = Las contestaciones nada satisfactorias que recibe patentizan a S.E. desde luego, que se trabaja por llevar a cabo la empezada sublevación; pero firme en su propósito, resuelve permanecer al frente de aquellos, a fin de imponerles con su presencia, e impedir que se desbanden por la ciudad, y se entreguen a los desórdenes consiguientes; y levantada la voz,  declara que dicha fuerza queda en reten permanente, mandando echar pie a tierra a la Caballería, y que se interne en la cuadra baja, mientras que la Infantería suba al piso principal; disposición a que todos se someten. Formada de nuevo la Infantería en dicha cuadra, se coloca S.E. en el centro, y empieza a exhortar con dulzura a sus individuos, manifestándoles cuan criminal era su falta de obediencia y respeto a la Autoridad, apartándose de lo que una tropa armada debe al orden, a la tranquilidad pública, y a las terminantes  disposiciones del Soberano; más en tanto que S.E. se esmera en infundirles aquellos principios, para traerlos al camino de la obediencia, preséntase turbulenta y osadamente el Comandante D. Antonio Valdés, e interrumpiendo su alocución, le intima que se entregue arrestado, pues ni él ni los Voluntarios reconocen ya su Autoridad para nada; y enseguida de acto tan descomedido, manda desfilar, dirigiéndose a la puerta principal. El General se interpone, los detiene, les manifiesta que su Autoridad emanaba del Soberano, y que deberían pasar por encima de su cadáver, antes que consintiera por su parte que se la ajara en lo más mínimo; demostración que no solo impone al desaforado Valdés, sino que también alienta al gastador N. Belilla, y al tambor José de la Asunción, para que declaren altamente, que no pensaban obedecer a nadie más que a sus jefes naturales, el Comandante D. Antonio Ocón y el Sr. Comandante General. El Comandante Ocón responde inmediatamente que no quería mandar soldados que no sabían obedecer, y que por lo mismo renunciaba a su bastón; añadiendo algunas observaciones sobre la común obligación de obedecer al Soberano y Autoridades Constituidas; con lo que burlado el cabecilla en su plan, se ausenta en el acto, y el Comandante General vuelve a tomar la palabra, aprovechándose del profundo silencio en que quedó sumergida la reunión con el imprevisto desenlace de aquel incidente. Y si bien no dejan de interrumpirle de vez en cuando siniestros murmullos de muera, o viva, consigue al cabo restablecer el orden, secundado en su tesón por la Compañía de Granaderos, que se resuelve a no dejarse dirigir por sus Oficiales; y dispone que se traslade el Batallón a otra cuadra más capaz, y se coloquen centinelas en las puertas interiores, a fin de evitar toda confabulación con los que pudiera haber por la parte exterior, y de fomentar con esto la escisión que afortunadamente se introdujo en algunas otras Compañías. Los Voluntarios le piden pan y vino, y S.E. les concede solamente lo primero, a cuya hora, que serían las once de la noche, salen el Abanderado y el Sargento de Brigada a ocupar todo el que tuvieran los panaderos, y a su vuelta se distribuye a más de una ración por plaza, mandando al efecto arrimar las armas y reunirse sentados. Durante este intermedio, en que al parecer había calmado la efervescencia, envía el General una Comisión al Reverendo Obispo y al Ayuntamiento, para que se le reúnan en dicho Cuartel, con el fin de prestar el debido apoyo a su Autoridad, para apagar de todo punto aquel movimiento sedicioso, y restablecer la tranquilidad en todas sus partes>>[14].

Parece que la conspiración no estaba tan preparada como querían dar a entender, de hecho, parece que las autoridades militares fieles a la deriva doctrinal que experimentaba España tenían muy claro, posiblemente desde hacía ya bastante tiempo, con quienes podían contar en el cuerpo de Voluntarios Realistas, seguramente quienes también les tenían al tanto de todas las confabulaciones más o menos quiméricas que allí se fraguaban. En cualquier caso, el autor retomaba su relato para narrar las medidas que de inmediato tomaron aquellas autoridades. Contaba:  

Día 14 de enero de 1833 (continuación): <<Mientras tenían lugar en el cuartel las expresadas ocurrencias, se daban disposiciones importantes en la ciudad por los interesados en la represión de aquel acto subversivo, que interesan al conocimiento de los pormenores de los sucesos que se describen. Habiéndose esparcido un rumor vago de que el General se hallaba arrestado en el Cuartel, el Ayudante y Secretario de S.E. D. José Álvarez Reyero, arrostrando todos los azares del compromiso, se constituye en Subdelegado Principal de Policía y en Comandante de Armas de la Plaza, ínterin se presenta el Teniente Coronel D. Santos Sopeña, Oficial de mayor graduación de la misma. Encargado de este mando interino, oficia al momento al Presidente del Ayuntamiento para que disponga su reunión, al Intendente de Rentas D. N. Eguía, y al Reverendo Obispo, para que se reúnan en junta con aquella Corporación haciéndoles responsables de la tranquilidad del pueblo y seguridad personal de S.E., y con el fin de que calmada aquella escandalosa efervescencia, se procediese al nuevo arresto de Rodríguez; y acto continuo se emplea en dar parte circunstanciado de cuanto acaba de ocurrir al Excmo. Sr. Capitán General de Castilla la Vieja, Duque de Castroterreño[15], así como al Teniente General D. Pedro Sarsfield [Waters], General en Jefe del Ejército de Observación de la Frontera de Portugal, cuya vanguardia se hallaba en Benavente, manifestando a dichos superiores Jefes el compromiso de aquella Capital, para las disposiciones que tuviesen a bien tomar; entretanto dicho Jefe y el Ayudante Reyero reúnen en casa de S.E. a varios individuos, amantes del legitimo Gobierno de S.M., a quienes arman y municionan, apostándoles enseguida en las avenidas inmediatas, para apercibirse a la defensa, en caso de ser atacada la expresada casa. Todos los vecinos honrados y todos los que tenían que temer por sus intereses, o por opiniones contrarias a los amotinados, toman diferentes precauciones; algunos se arman en su propia defensa, permaneciendo en sus casas, y otros se reúnen en la del General, donde se había situado el Teniente Coronel Sopeña; quien oficia además al Jefe de una partida de Infantería y Caballería de Carabineros de Costas y Fronteras, que se hallaba en Valencia de D. Juan, para que se presente al momento a cooperar al restablecimiento del orden, y con igual precaución dirige sus órdenes al Comandante de Voluntarios Realistas de Mansilla de las Mulas, que se hallaba en buen sentido. = Reunidas entretanto en las Casas Consistoriales las Autoridades locales, civil y eclesiástica, no juzgan conveniente pasar al Cuartel según se les prevenían por S.E., sino que se contentan con mandarle una Comisión de su seno, para que se apersone con la Junta en aquellas Salas. S.E. se resiste a separase del punto en que se halla, único objeto de toda su atención, y vuelve a insistir en que se trasladen al Cuartel; la Comisión vuelve con la misma instancia; y aunque era crítica y delicada la posición de S.E., resuelve, no obstante, concurrir a la reunión, esperando conciliar todos los extremos, y obtener el mejor resultado con la franca cooperación de todos. Así, pues, sale el General para las Casas Consistoriales, dejando el Cuartel a cargo de D. Blas Galindo (llamado también por S.E. y Jefe que había sido de aquel mismo Batallón, antes de haber sido destinado al de preferencia), y reunido S.E. a las antedichas Autoridades, expone en breve reseña cuanto había ocurrido, desde el toque de fagina de aquella tarde, y solicita a todos, los medios más prontos y eficaces para cortar de raíz un mal de tan trascendentales consecuencias. Merece particular atención el acalorado debate que se promovió en este estamento entre el Reverendo Obispo y el Comandante General, para que lo omitamos, contra nuestro propósito de ser concisos en la exposición de tan complicado suceso>>[16].

Nosotros no estamos de acuerdo y por eso vamos a omitir el cruce de argumentos irrelevantes para nuestra historia y que ni tan siquiera sabemos se ajustan a la realidad, ya que el obispo de León nunca pudo dar su versión. Volvemos por ello a los hechos, tal que los narraba el autor de esta crónica:

Día 14 y madrugada del 15 de enero de 1833: << […] se ofrece el reverendo Obispo a pasar al Cuartel, acompañado de dos Regidores. Sale efectivamente con los indicados, y al llegar al punto de la rebelión, les habla fríamente de orden, a lo que algunos amotinados replican sin el menor miramiento ni decoro, que no era este el tono con que antes les había hablado, y que no más pasteles, porque ya estaba dado el golpe. Durante la ausencia del General, los amotinados de Infantería pidieron otra vez vino, que les fue concedido por el Comandante encargado del Cuartel a instancia de los de Caballería, que pasaron a ofrecérselo, como expresión suya, y por varios eclesiásticos que lo introducían furtivamente por la puerta falsa del Cuartel, mientras que otros en las cuadras les hablaban con calor; y en este intermedio salió del edificio una fuerte partida mandada por un Realista empleado en la Contaduría del Cabildo, para atacar la casa del General; pero hallando apercibidos a los que la defendían, regresaron aquellos a su Cuartel. En tal estado, S.E. resuelve pasar de nuevo al Cuartel, en donde vuelve a exhortar a cada uno al orden y a la obediencia, les manda que se acuesten en sus puestos, lo que se verifica sin repugnancia, y ya desde aquella hora, que eran las dos y media de la madrugada, permanece vigilando el local, acompañado de los Oficiales del Batallón, y dispersando algunos menos dóciles, que se ocupaban en hablar de las ocurrencias del día. Aunque S.E. hizo buscar en varias ocasiones de la noche al Comandante del Escuadrón Matías Terrero[17], al preso fugado D. Mariano Rodríguez, y a los ya citados Valdés y Gata[18], no por esto consiguió reunirlos, porque se hallaban fuera del Cuartel, expidiendo órdenes de convocatoria a los Realistas de Ordás, Astorga, Bembibre, Villafranca y demás, con el objeto de llevar adelante su plan, que era posesionarse del mando de la Plaza, del cual debía quedar investido el D. Mariano Rodríguez, reunir los catorce batallones de la Provincia, y ponerse en comunicación con los de Asturias, Burgos y Toledo, que creían en igual estado de rebelión, para proclamar Carlos V. Durante la noche fue muy difícil despachar partes, porque los rebeldes habían ocupado los puentes con partidas de Infantería y Caballería, y los vados no estaban practicables; no obstante pasaron tres para Valladolid, por el arrojo y amor al Servicio de S.M. de las personas que los conducían>>[19].

Día 15 de enero de 1833: <<A las seis y media de la mañana de este día, el Comandante General de las Armas de León, que no había salido del Cuartel de Voluntarios Realistas desde la noche anterior, con motivo del movimiento sedicioso de los expresados; en vista de la docilidad que habían manifestado en ausencia de los Cabecillas, manda que se retiren a sus casas, y que los del Escuadrón se dirijan a sus respectivos lugares de residencia. Los Realistas de Infantería cumplen con su orden; pero los de Caballería salen formados por la puerta falsa del Cuartel con su Comandante Terrero, que se les había reunido, y bajo el pretexto de obsequiar a la Compañía de Astorga, se dirigen reunidos a la Virgen del Camino, distante una legua de la capital, en cuyo transito se les agregan los demás Cabecillas. Rodríguez, Gata, etc., etc.[20], y con ellos otro individuo procedente de Toledo, titulado Oficial de los ex - guardias de Corps. En aquella reunión, verificada en lo alto de la Cruz del Trobajo, según unos, o en Nuestra Señora del Camino, según otros, se declara General el D. Mariano Rodríguez, como designado ya de antemano para ponerse al frente de la sublevación, y patentiza con los demás Cabecillas sus planes revolucionarios; pero desde luego se niegan a tomar parte en ellos todos los Realistas de Astorga, como los de la Bañeza, Villamañán, Benavides, San Juan y Palacios de Valduerna, antes bien se separan para restituirse a sus hogares. Los Cabecillas dejan el estandarte en la Ermita de la Virgen del Camino (otros dicen que se le llevaron), y se trasladan a Espinosa y Ordás, para disponer la reunión de los catorce Batallones de la Provincia, con cuyo objeto habían expedido las correspondientes circulares de convocatoria durante la noche anterior. A consecuencia de las referidas se van presentando sus individuos en León en el mismo día de la fecha, lo cual mueve al Comandante General a comisionar a sus Ayudantes para que salgan montados extramuros de la ciudad, con el objeto de comunicar a los convocados, que la orden que se les había expedido no emanaba de la legitima Autoridad, y de que circulen al momento las contraordenes necesarias; y con esto queda aquella capital en la más completa tranquilidad. A las diez de la misma mañana S.E. da parte de las pasadas escisiones al Excmo. Sr. Capitán General de Castilla la Vieja, y manda publicar la ley marcial, con la observancia de los Decretos vigentes de 17 de Agosto de 1825, y 1º de Octubre de 1830. = Ya antes, y a las nueve de la misma, habían entrado en León, por una parte los Carabineros que se hallaban en Valencia de D. Juan, y por otra los Voluntarios Realistas de Mansilla, y a poco rato un Oficial de Caballería con 14 caballos, con cuya fuerza, y la que tenía de antes, dispone S.E. formar una columna, al mando del Teniente coronel D. Santos Sopeña, para perseguir a los pronunciados>>[21].

En esa misma obra, aparte de recoger la llegada del capitán general de castilla la Vieja a León el día 20[22], en la reseña sobre los acontecimientos que tuvieron lugar aquel día, recoge un despacho recibido en la capital leonesa y que también trascribimos. Informaba:

<<Los rebeldes, a consecuencia de sus convocatorias, consiguieron reunir en el Concejo de Ordás hasta 800 hombres, que se les huían la mayor parte por las noches, habiéndose quedado con 200 poco más o menos, de los mejor armados y más comprometidos en su partido; esta fuerza ha desaparecido también; pero aunque se dice dispersada, se ha retirado con su acuerdo, para estar prontos a la primera orden, y se han dirigido los Jefes a hacer otra reunión en el Concejo de Omaña y lugar de Vega de Atienza; y se cree que vayan así recorriendo otros distritos, para reunir después la fuerza con que puedan contar, que estamos seguros les abandonarán, al primer amago de persecución, quedando siempre mientras permanezca armada, dispuesta a concurrir a cualquier llamamiento>>[23].  

El día 21 llegaría a León el general Juan González Anleo con la vanguardia del ejército de Observación, quien, al día siguiente, procedería al desarme de todos los Realistas de la ciudad, 400 hombres de infantería y 80 de caballería[24]. No cabe duda de que la presencia de aquellas tropas en la provincia y la salida en su persecución de la columna aprestada por el general Castañón, hacia inviable los planes de los sublevados, que terminarían por dirigirse a Portugal para unirse allí a D. Carlos, desterrado más o menos subrepticiamente por el R.D. de 13 de marzo de 1832[25]. La derrota de D. Miguel de Portugal ante las tropas revolucionarias que defendían los derechos de su hermano D. Pedro y de su hija María de la Gloria, obligaría a D. Carlos y a los suyos a embarcarse rumbo a Inglaterra, zarpando el día 3 de junio de 1834. Algunos de los hombres que allí se les habían unido pudieron seguirles, pero no todos. Algunos de éstos conseguirían regresar a España, otros permanecerían presos en los pontones de Lisboa hasta el final de la guerra, muchos de ellos morirían. Nuestro protagonista relataba en su Hoja de Servicios: <<En 1834 le hicieron prisionero los portugueses a la raya de Portugal, pueblo de Manzalvos[26] y conducido a Lisboa donde estuvo retenido en los pontones de la Abadía hasta que le libraron pasaporte para Londres en Julio de dicho año>>[27]. A continuación refería: <<A fines del mismo desembarcó en Francia por donde entró en las Provincias y de orden superior fue agregado en clase de Coronel de Caballería a la división castellana mandada por el brigadier D. Santiago Villalobos>>[28]. Información que aprovechamos para anotar que su Hoja de Servicios figura su ascenso a teniente coronel mayor con antigüedad de 4 de noviembre de 1833 y a coronel con la de 15 de abril de 1834[29], fechas, ambas, en las que se encontraba en Portugal al lado de D. Carlos. También para apuntar que, desde el inicio de la contienda, en el Norte y a las órdenes de los sucesivos jefes de aquel ejército carlista, incluido Tomás de Zumalacárregui, siempre hubo unidades castellanas procedentes de la dispersión de los primeros pronunciamientos mandados por jefes que habían participado en ellos como Jerónimo Merino[30], Ignacio Alonso-Cuevillas[31], Santiago Villalobos[32], José María Arroyo[33], Basilio Antonio García[34] y tantos otros, a los que se sumarían jefes y oficiales llegados de todos los rincones de España, los procedentes de sus continuas reclutas y pasados del ejército isabelino, hasta constituir la que sería famosa división de Castilla del ejército Real del Norte. Pero, son muy pocos los datos que respecto a esta etapa de su vida narra Tarrero en su Hoja de Servicios. Aún así, trataremos en base a ellos reconstruirla, al menos en parte.

Para ello, lo primero que tenemos que apuntar es que por aquella época Santiago Villalobos mandaba habitualmente entre 200 y 250 jinetes castellanos, por lo que, teniendo en cuenta que un escuadrón  solía reunir entre 90 y 120 hombres, podemos decir que mandaba dos escuadrones, que pertenecientes al organigrama del ejército real del Norte, se denominaron 3er regimiento Provisional. Pero no sabemos exactamente cuando se unió Tarrero a ellos. Si nos atenemos exclusivamente a lo reseñado en su Hoja de Servicios, parece que estaríamos hablando del verano de 1834, pero la Gaceta de Madrid recogía la noticia, enviada por el comandante de armas de Verín, de su prisión en febrero de 1835[35]. Y puesto que su Hoja de Servicios, como la mayoría de las confeccionadas en la época, fiadas a la memoria del protagonista, están repletas de inexactitudes cronológicas, hemos de dar por buena la fecha de febrero de 1835 para su prisión, lo que implicaba que desde la salida de D. Carlos de Portugal había vagado por el país vecino, imaginamos, que intentando regresar a España, y como consecuencia, también aceptamos que su llegada a Francia fuese a finales de julio y su entrada en España a principios del mes de agosto de ese año de 1835. Seguramente se dirigió en cuanto estuvo en España a unirse al cuartel real que, el día 9 de ese mes de agosto, se había establecido en Puentelarrá abandonado por los cristinos. Y entendemos como probable que ese fuera el lugar donde Tarrero se unió a Villalobos, porque sabemos que a la caída de la tarde del día 10, pasó por allí el jefe cántabro con 130 caballos[36], número lógico tras las duros enfrentamientos y persecuciones sufridas en sus incursiones por tierras cántabras y palentinas a principios de año. Pero alejándonos de especulaciones y remitiéndonos a su Hoja de Servicios en la que reseña su participación en los combates de Salvatierra y Arlabán, nos centraremos en éstos. El combate sostenido entre el castillo de Guevara y Salvatierra tuvo lugar durante los días 27 y 28 de octubre de 1835 y en él se enfrentaron los generales Nazario de Eguía[37], a quien D. Carlos acababa de dar el mando del ejército carlista del Norte y su homólogo isabelino Luis Fernández de Córdova[38]. No vamos a intentar ni tan siquiera un resumen de aquella batalla, pues es lo suficientemente conocida como para quien tenga interés en conocer sus detalles pueda, sin demasiados problemas, encontrarlos, solamente anotaremos que su resultado fue incierto, atribuyéndose ambos jefes la victoria. Lo mismo sucede con la siguiente que mencionaba y que tuvo lugar durante los días 16 y 17 de enero de 1836, teniendo el dispositivo carlista a las órdenes del nuevo jefe de su ejército Bruno Villarreal[39] y Ruiz de Alegría, su centro en el alto y venta de Arlabán, donde los carlistas derrotaron, esta vez sin duda, al ejército cristino mandado por nuevamente por Luis Fernández de Córdova. Vuelve después de citar estas dos batallas a existir un gran vacío en la Hoja de Servicios de nuestro biografiado, pero puesto que nada dice que nos haga suponer lo contrario, debemos pensar que siguió a las órdenes de Villalobos. Por tanto, que debió asistir el 5 de marzo al desgraciado choque de Orduña, en el que 1er batallón de Tiradores de Castilla fue aniquilado por el sorpresivo ataque del ejército del mando de Baldomero Fernández-Espartero[40], sin que el escuadrón de Villalobos que le protegía, pudiese evitarlo, pudiéndose conocer los pormenores de aquel encuentro, en el despacho, demasiado parcial, que el jefe cristino firmaría ese mismo día en Berberana[41]. También, debió concurrir al combate, ocultado por la prensa oficial cristina[42], sostenido el 19 de mayo en las proximidades de Quincoces de Yuso, en el que Villalobos, con su escuadrón, aniquiló a la compañía de granaderos del 2º batallón del regimiento del Rey, pudiendo consultarse su despacho, tampoco modelo de imparcialidad, firmado en Salinas de Añana el día 21, en la Gaceta de Oñate[43]. Rellenado ese hueco, retomamos su Hoja de Servicios, que nos introduce en uno de los periodos más interesantes para el carlismo castellano, el de las expediciones, a las que, naturalmente, vamos a dedicar especial atención.

Anotaba Tarrero que en 1836 <<siguió la expedición de Gómez>>. De esta famosísima expedición, dirigida por Miguel Gómez Damas, ahora tan solo apuntaremos que, sería el día 26 de junio de 1836, cuando emprenderían la marcha sus componentes desde Amurrio, para regresar el 19 de diciembre a Orduña, tras recorrer España de este a oeste y de norte a sur y haber andado más de 4.600 km, siempre acosados por columnas superiores y de haber combatido contra los generales Juan Fernández Tello, Ramón Pardiñas, Baldomero Fernández-Espartero, Narciso López, Isidro Alaix, Juan Antonio Escalante, Felipe Ribero y Ramón María Narváez. Pero, siendo nuestro protagonista coronel de caballería, podemos reseñar que la caballería expedicionaria se limitaba a su salida al 2º y 3er escuadrón Provisional de Castilla, unos 180 jinetes, mandados por el recién ascendido a brigadier Santiago Villalobos, siendo el comandante del 2º Provisional Eugenio Barbadillo[44] , que entendemos que llevaba de segundo a Victoriano Vinuesa[45] y el comandante del 3º Provisional nuestro protagonista, siendo su segundo Juan José Pérez Argüelles[46]. Resumía Tarrero su participación en tan brillante aventura, anotando en primer lugar, que hizo <<con su escuadrón 400 prisioneros en Barco de Soto de Asturias y habiendo sido herido de bala al romper la línea del General Tello>>[47]. Debiendo aclarar, que el combate que los expedicionarios mantuvieron el día 6 de julio en Barco de Soto (Soto del Barco) sobre el río Nalón, fue contra el entonces coronel Ramón Pardiñas que esperó a los carlistas al otro lado del río, a pesar de lo cual los expedicionarios mandados por el brigadier marqués de Bóveda de Limia[48], segundo jefe de la expedición, les cargaron haciéndoles más de 300 bajas y 521 prisioneros. Aunque también es cierto que, el día 27 de junio habían derrotado al brigadier Juan Fernández Tello en Revilla de Pienza, habiendo hecho a los cristinos 600 bajas y 667 prisioneros, y muy bien pudo ser herido allí Tarrero, quien concluiría su participación en la expedición  reseñando que estuvo <<en la toma de Almadén>>[49], entonces fortificada y defendida por el general Manuel de la Puente[50]. Asaltada la población el día 23 de octubre, resistió hasta la mañana del 24, cuando el general cristino tuvo que capitular, quedando prisionero con otros 1.767 hombres. Luego, recogería su participación en el sitio de Bilbao, pues ciertamente, apenas tras un breve descanso, aquellos hombres fueron incorporados al sitio de la capital vizcaína, teniendo incluso su infantería una destacada participación en los momentos decisivos de la famosa batalla de Luchana, el día 24 de diciembre de 1836.

Continuaba su Hoja de servicios reseñando que <<a las órdenes del Marqués de Bóveda se halló en los ataques de Orduña, de Zornoza y Villanueva de Mena por el general Espartero>>[51]. Redacción, que representa un problema para su correcta identificación, fundamentalmente por su imposible correlación temporal en período coherente. En cualquier caso, entendemos que se refiere al combate, ya reseñado, sostenido por los defensores de Orduña atacados por Espartero el día 5 de marzo de 1836; al choque sostenido por Espartero en Zornoza, durante los días 20 y 21 de marzo de 1837, tras la derrota del ejército liberal anglo-español en la batalla de Oriamendi (16 de marzo de 1837), que obligó al general cristino a retirarse hacia Bilbao, hostigado por los carlistas y obligado a defenderse en la citada población vizcaína, y al ataque a la línea carlista sobre el valle de Mena, en el intento de Espartero por llegar hasta Balmaseda; línea defendida por el marqués de Bóveda de Limia, quien había sido ascendido a mariscal de campo por su destacada intervención en la batalla de Villar de los Navarros  el 24 de agosto de 1837 y designado comandante general de Castilla, tras el regreso de la expedición Real (26 de octubre de 1837), ataque que se concretó en la batalla llamada de Medianas y Bortedo, que se desarrollaría durante los días 30 y 31 de enero de 1838, falleciendo en ella, el primer día de los citados, el marqués víctima de una bala de cañón. Luego, anotaría Tarrero, en otro claro error cronológico que, <<en 1838 salió con la expedición Zaratiegui>>[52].

Desde la salida de la <>[53], que llevaría a D. Carlos a las puertas de Madrid, a pesar de sus éxitos iniciales[54], era evidente que el Gobierno cristino iba a movilizar todos sus recursos para evitar su avance y que las columnas en su persecución irían multiplicándose. Siendo la salida de Espartero de Navarra, al frente de ocho batallones, para sumarse a su seguimiento, lo que convenció a José Ignacio Uranga[55], quien había asumido el mando en el Norte a la salida de los expedicionarios y a Juan Antonio Zaratiegui, de la necesidad de enviar a Castilla una nueva expedición que amenazando a Madrid, obligase a los cristinos a retirar tropas de las que acosaban a D. Carlos, para proteger la capital del reino. Imaginamos que para despistar a sus enemigos, los nuevos expedicionarios que habría de mandar Juan Antonio Zaratiegui[56] salieron divididos en dos cuerpos, uno al mando del propio Zaratiegui, lo haría el 19 de julio de 1837 desde Quintana, mientras que el otro, dirigido por Juan Antonio Goiri[57], lo efectuaría al día siguiente desde Amurrio, no marchando combinados hasta el día 25, estando ya en tierras de Montes de Oca. La expedición, tras tomar Segovia (4 de agosto de 1837), amenazar Madrid (combatió en Las Rozas el día 11 de agosto de 1837), regresaría a Burgos, donde se reuniría con la expedición Real, combatiendo junto a ella en Retuerta (5 de octubre de 1837), para luego volverse a separar y regresar al Norte el día 19 de octubre. Como al hablar de la <>, reseñaremos primero la composición de su caballería. Su comandante general era el brigadier Francisco Ortigosa[58] y se componía de dos escuadrones de Lanceros de Navarra: el 2º, a las órdenes del comandante Ramón Mendívil y el 4º, dirigido por el comandante Antonio Osma; el llamado escuadrón Cántabro, mandado por el comandante Bernardo Alonso Gago[59] y el de la Legitimidad, a las de Francisco Gutiérrez-Quijano[60], con el que inicialmente cabalgaría nuestro biografiado, quien anotaba en su Hoja de Servicios que se quedó <<en la Sierra de Comandante General de la Caballería hasta la reunión de Zaratiegui con D. Carlos>>. Para explicar lo anotado por Tarrero, debemos apuntar que no fue hasta el día 29 de julio, cuando se reunieron, entre Puentedura y Covarrubias, los dos cuerpos en los que hasta entonces habían estado divididos los expedicionarios, aprovechando Zaratiegui para mandar hacia la Sierra a la Junta de Castilla, que había acompañado a Goiri, para asentarse, fortificarse y reclutar y organizar cuantos mozos les fuera posible, mientras él, con el resto avanzaba hacia Madrid. Así lo explicaba Antonio Pirala:

<[61]
, oficial del país, que iba en la misma expedición, a cuyo amparo dejó también los dos cuadros castellanos, que tenían sobre cuatrocientos hombres, al cargo del coronel don José Barradas[62]. También quedó unido a estos jefes el ingeniero arquitecto don Pedro Ansoleaga, para que, elegido un sitio oportuno en lo interior de la sierra, se fortificase. El jefe don Victoriano Vinuesa[63] recibió a la vez la comisión de levantar gente, y todos estos oficiales obtuvieron instrucciones sobre el modo como habían de arreglar su conducta>>[64].  

Informaba el jefe político de Soria, con fecha 2 de agosto: <<Unos mil hombres de la expedición facciosa estaban el día 31 [de julio] en Hontoria del Pinar, y entre ellos corría la voz de pasar a San Leonardo, pueblo ya de esta provincia>>[65]. No puede haber duda, por tanto, de la existencia de esta columna desgajada del cuerpo principal expedicionario, ni de su misión. Sin embargo, en el texto del historiador madrileño no se menciona a Tarrero, aunque esto no significa que no estuviese, pues otros muchos jefes y oficiales que participaron en la expedición tampoco se citan, como por ejemplo Feliciano Blanco[66], quien posteriormente mandaría la caballería castellana. Zaratiegui, de regreso de su aproximación a Madrid, repasaría el Duero por Vadocondes el día 18 de agosto, mandado a Goiri con la división vizcaína en busca de Barradas, que por entonces se encontraba en San Leonardo. Tras una escaramuza sostenida el 20 en Palacios de la Sierra, se reunieron Goiri y Barradas, que se sumaron a los demás expedicionarios el 23, en Covarrubias. Sabemos que Zaratiegui destituiría a Barradas, descontento con él, por no haber conseguido fortificar lugar alguno como se le había pedido, lo que no tuvo que significar que Tarrero sufriese la misma suerte. Después de reorganizar a sus hombres, Zaratiegui emprendió la tarea de controlar aquellas comarcas. El 5 de septiembre tomaba El Burgo de Osma y el 10, Lerma, que decidió convertir en la capital de la Castilla carlista. Allí, el 11, antes de marchar hacia Aranda de Duero, dejó instalada a la Junta de Castilla y a Goiri, como comandante general. Goiri daría el mando de la Sierra al coronel Marrón[67], manteniendo, dando crédito a su relato, a Tarrero como jefe de la caballería. Zaratiegui entraría en Valladolid el 18 de septiembre, para luego regresar a Burgos para reunirse con la <>, en Aranda de Duero, el día 28 de septiembre. Recordemos que Tarrero contaba que, fue entonces cuando dejó su mando de la caballería castellana, hemos de suponer que tras que Zaratiegui de regreso en Burgos reorganizase sus tropas, dando el mando a Feliciano Blanco. Anotaba luego en su Hoja de Servicios, que se halló <<en la acción de Covarrubias>>[68]. Pero parece evidente que se refiere a la batalla que normalmente se conoce como de Retuerta a la que ya hicimos mención.  Tras aquel combate, en el que se enfrentaron por un lado, las expediciones reunidas de D. Carlos y Zaratiegui contra las divisiones reunidas de Espartero, barón de Carondelet [69]y Manuel Lorenzo[70], que aunque de resultado equilibrado, a pesar de la superioridad numérica de los cristinos, supondría el detonante del repliegue carlista hacia el Norte, seguramente con Tarrero agregado a la caballería del mando de D. Carlos, por lo que hay que suponerle de regreso el día 26 de octubre. Siendo el siguiente dato de su Hoja de Servicios que, <<siguió la expedición del Conde Negri mandando una brigada de Caballería hasta su dispersión>>[71].

Una de las expediciones carlistas menos estudiada es, sin duda, la que el conde de Negri[72]. Nosotros en nuestro trabajo sobre el <>[73] ya intentamos dejar constancia de su objeto e importancia, al subrayar que su sacrificio, atrayendo sobre sí las diversas columnas que actuaban en Castilla, permitió que Merino trabajase con la libertad suficiente como para reclutar dos nuevos batallones e intentar fortificar la meseta de Carazo. Ahora tan solo podemos anotar que, salió el día 14 de marzo de 1838 de Orduña, integrada por ocho batallones de infantería más el cuadro de un noveno, una sección de artillería con dos piezas de montaña. Respecto a su caballería, a la que como hemos hecho hasta ahora, quisiéramos prestar especial atención, debemos anotar que la falta de estudios sobre esta expedición nos hace difícil establecer su composición y mandos con total seguridad. Parece ser que su jefe fue el brigadier Luis López Delpán, aunque por aquellas fechas nuestro biografiado ostentaba también dicho empleo con antigüedad de 28 de diciembre de 1837 y si como el mismo dice mandaba una brigada, habremos de suponer que había dos y por tanto, cuatro escuadrones formando el 2º y 3º Provisional de Castilla, a los que habría que sumar el escuadrón Cántabro. A partir de estos datos podemos deducir Eugenio Barbadillo, también brigadier desde el año anterior, mandaría el 2º Provisional y Tarrero el 3º. Respecto al mando de los escuadrones, solamente podemos asegurar la presencia del coronel José María Arróspide[74] al frente de uno de los del 3º Provisional y de Epifanio Carrión[75] al frente del Cántabro. El día 19 de marzo se separaría Merino, para dirigirse a la comarca de Pinares para cumplir sus órdenes de recluta y fortificación, acompañándole el escuadrón Cántabro y el 2º Provisional. Sería la destrucción de la expedición en las cercanías del puerto de La Brújula, el día 27 de abril de 1838, la que obligaría a Merino a dirigirse al Maestrazgo, como también lo harían algunos de los jefes y oficiales que escaparon de aquel desastre, como lo haría Tarrero, según recogía en su Hoja de Servicios, en la que exactamente anotaba: <<marché al Ejército de Cabrera>>[76].

El resto de su participación en aquella guerra ya sería testimonial y el mismo la resumiría en dos líneas: <<En Marzo de 1839 volvió a las Provincias con 9 caballos solos. = Fue destinado de cuartel al pueblo de Guernica, de don le trasladaron a Tolosa y después a Elizondo, pasando de aquí a Francia>>[77]. Desde el país vecino se adheriría al Convenio de Vergara, regresando a España e iniciando los tramites para que se le reconociese su empleo de brigadier de Caballería, lo que conseguiría el 30 de junio de 1843, con antigüedad de la fecha del Convenio, 31 de agosto de 1839, designándosele cuartel en Valladolid. Allí residió, aunque fueron constantes sus peticiones de licencias para tomar baños, alegando su estado de salud, viajando con frecuencia al Norte y en alguna conspiración debió andar metido, puesto que sabemos que en mayo de 1860 estuvo preso, aunque por breve tiempo, en Madrid. Anotando, para concluir, que falleció en Valladolid el día 27 de enero de 1866, encontrándose en posesión de la Cruz y Placa de San Hermenegildo[78].

[1] Archivo General Militar de Segovia. Expediente personal del brigadier Marcos Tarrero Fernández.
[2] Ibid.
[3] Carlos O’Donnell y Anethan
[4] Luis Antonio de Borbón y Borbón.
[5] Archivo General Militar de Segovia. Expediente personal del brigadier Marcos Tarrero Fernández.
[6] Juan Antonio SUÁREZ: Fastos Españoles o Efemérides de la Guerra Civil desde octubre de 1832 a día de 1833 (2 tomos). Madrid. Imprenta de Don Ignacio Boix, 1839 a 840 (tomo I, p. 110).
[7] Federico Castañón y Lorenzana.
[9] Ibid., tomo I, pp. 115 a 117.
[10] Mariano Rodríguez de Abajo. Natural de Astorga (León). Indicaremos, siempre que lo sepamos, el lugar de nacimiento de los carlistas castellanos.
[11] Antonio García Valdés, comandante del batallón de infantería de Realistas de Nuestra Señora del Camino o Virgen del Camino a poco más de 6 km de León.
[12] Juan Antonio SUÁREZ: óp. cit., tomo I, p. 117.
[13] Ibid., pp. 117 a 118.
[14] Ibid., pp. 118 a 120.
[15] Prudencio de Guadalfajara y Aguilera.
[17] Se puede comprobar que la precisión del autor, en cuanto a nombres se refiere, es bastante discutible.
[18] Joaquín Gata Gómez.
[19] Juan Antonio SUÁREZ: óp. cit., tomo I, pp. 122 a 123.
[20] Sabemos que también estuvieron entre los sublevados Andrés Gregorio García y Cástor Apaolaza, ambos posteriormente destacados jefes carlista. También se fugaría de la ciudad para reunirse en Portugal con D. Carlos el obispo de León que sería ministro universal de D. Carlos.
[21] Juan Antonio SUÁREZ: óp. cit., tomo I, pp. 124 a 125.
[22] Ibid., tomo I, p. 131.
[23] Ibid., tomo I, pp. 132 a 133.
[24] Ibid., tomo I, p. 134.
[25] D. Carlos, su esposa Dª. María Francisca de Braganza, sus hijos D. Carlos Luis, D. Juan Carlos y Fernando María, su cuñada María Teresa, princesa de Beira (título ostentado por los primogénitos de los reyes de Portugal) y el hijo de ésta, D. Sebastián Gabriel y su esposa María Amalia de Nápoles, salieron de Madrid el día 16 de marzo, llegando a Elvas el 22 y a Lisboa el 29. Regresaron a Madrid D. Sebastián y su esposa, el resto de la familia real se vería envuelto en la guerra civil que asolaba al país vecino.
[26] Este pueblo está efectivamente en la frontera, pero ya en España, en la provincia de Orense.
[27] Archivo General Militar de Segovia. Expediente personal del brigadier Marcos Tarrero Fernández.
[28] Ibid.
[29] Ibid.
[30] Jerónimo Merino Cob. Natural de Villoviado (Burgos).
[31] Ignacio Alonso-Cuevillas y Remón. Natural de Cervera del Río Alhama (La Rioja).
[32] Santiago Villalobos Rozas. Natural de Villamoñico de Valderredible (Cantabria).
[33] José María Arroyo García. Natural de Huérmeces (Burgos).
[34] Basilio Antonio García y Velasco. Natural de Ventosa (La Rioja).
[35] Gaceta de Madrid núm. 59 (sábado, 28 de febrero de 1835).
[36] Fermín de SOJO Y LOMBA: <El Mariscal Mazarrasa. Edición Homenaje a D. Fermín de Sojo y Lomba
. Santander. Institución Cultural de Cantabria. Centro de Estudios Montañeses. Diputación Provincial de Santander, 1972 (p. 196).
[37] Nazario Eguía y Sáenz de Buruaga.
[38] Luis Fernández de Córdova y Rodríguez de Valcárcel.
[39] Bruno Villarreal y Ruiz de Alegría.
[40] Baldomero Fernández-Espartero y Álvarez de Toro.
[41] Gaceta de Madrid núm. 445 (miércoles, 9 de marzo de 1836).
[42] Solamente se publicó una breve noticia en el periódico El Nacional núm. 124 (sábado, 28 de mayo de 1836).
[43] Suplemento a la Gaceta Oficial núm. 61 (martes, 24 de mayo de 1836).
[44] Eugenio Barbadillo de Miguel. Natural de Puentedura (Burgos).
[45] Victoriano González de Prado Vinuesa. Natural de Neila (Burgos).
[46] No queremos tampoco olvidarnos del coronel Antonio Moya, inspector del Arma ni de que, en León, en los primeros días de agosto, con los voluntarios presentados se pudo organizar un nuevo escuadrón que se denominó 4º Provisional de Castilla, dándose su mando al comandante Vinuesa; que en Córdoba, en los primeros días de octubre, se formaría el 5º Provisional de Castilla poniéndose a su frente el comandante Carlos Tassier Orta; que también en Córdoba, el brigadier Manuel Armijo Aguilera sustituiría a Santiago Villalobos muerto el día 30 de septiembre a la entrada en la ciudad. Debiendo mencionar también al comandante Manuel Añón Mir que mandaría a caballería aragonesa que se unió a la expedición y la participación en la expedición de algunos de los más destacados jinetes castellanos, aparte de los mencionados, como la de los entonces capitanes Epifanio Carrión Gómez, Modesto de Celis Mier, Agustín Rey Santos, Pedro Nozal del Barco o Higinio Rodríguez-Navamuel y Rodríguez-Navamuel.
[48] José Pimentel y Lemos de Montenegro.
[49] Archivo General Militar de Segovia. Expediente personal del brigadier Marcos Tarrero Fernández.
[50] Manuel de la Puente Aranguren.
[51] Archivo General Militar de Segovia. Expediente personal del brigadier Marcos Tarrero Fernández.
[52] Ibid.
[53] El cuartel real se puso en marcha el día 15 de mayo de 1837 desde Estella.
[54] Huesca (24 de mayo de 1837) y Barbastro (2 de junio de 1837).
[55] José Ignacio Uranga y Azcune.
[56] Juan Antonio Zaratiegui y Celigüeta.
[57] Juan Antonio Goiri y Olavarrieta.
[58] Francisco Ortigosa Chávarri.
[59] Bernardo Alonso Gago Cavias. Natural de San Román de Hornija (Valladolid).
[60] Francisco Gutiérrez-Quijano y Hoyos-Quevedo. Natural de Somaoz (Cantabria).
[61] Silvestre Navazo de Teresa. Natural de Hontoria del Pinar (Burgos).
[62] José Barradas Carrillo.
[63] Victoriano González de Prado Vinuesa. Natural de Neila (Burgos).
[64] Antonio PIRALA CRIADO: Historia de la Guerra Civil. Y de los partidos liberal y carlista (6 vols.). Madrid. TURNER /Historia 16, 1984 (vol. IV, p. 189).
[65] Gaceta de Madrid núm. 978 (sábado, 5 de agosto de 1837).
[66] Feliciano Blanco González. Natural de Quintanilla del Agua (Burgos).
[671] Miguel Manuel Marrón y Santa Cruz. Natural de Nájera (La Rioja).
[69] Luis Ángel de Carondelet y Castaños.
[70] Manuel Lorenzo Oterino.
[71] Archivo General Militar de Segovia. Expediente personal del brigadier Marcos Tarrero Fernández.
[72] Ignacio de Negri y Mendizábal.
[73] José Antonio GALLEGO GARCÍA: El Cura Merino. El vendaval de Castilla. Biografía de Jerónimo Merino y Cob: textos y documentos (2 vols.). Legardeta. Foro para el Estudio de la Historia Militar de España, 2018.
[74] José María Arróspide y Chascó.
[75] Epifanio Carrión Gómez. Natural de Frómista (Palencia).
[76] Archivo General Militar de Segovia. Expediente personal del brigadier Marcos Tarrero Fernández.
[77] Ibid.
[78] Ibid.

José Antonio Gallego
Funcionario de Carrera, Historiador carlista y colaborador de la A.C.T. Fernando III el Santo