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Estado de Poza
No cabe duda de que las piedras nos hablan con mucha más
autoridad que la mayoría de las personas; pero para poder comprender lo que nos
transmiten, es preciso observarlas con el corazón para así reconocer en ellas
la memoria que nos transmiten. Haciéndolo así, entenderemos, sin que nada ni
nadie nos turbe el conocimiento, lo que en verdad un día fuimos, y de este modo
recuperar lo que en verdad debemos ser.
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La Historia de España está escrita en las piedras de sus
castillos, iglesias, cruceros, murallas blasones, lápidas y monumentos; y es
así en tanto que todos los pueblos que pasaron a lo largo del tiempo por la
Península Ibérica nos dejaron su legado cultural, siendo la Roma cristiana
quien finalmente logró forjarnos el trascendental sentido que nos unificó como
pueblo. Y ese sentido, se transformó en destino esencial desde aquel glorioso
día en que el rey Don Pelayo se levantará con la Cruz en Covadonga frente al
invasor extranjero.
Para quienes como el que suscribe estas líneas, hemos tenido
la dicha de ser castellanos y vivir en sus tierras, las piedras de nuestro pasado
forman parte del paisaje cotidiano. Personalmente, desde muy joven siempre me
sentí atraído por la mística que desprenden, hasta el punto de aprender a “escucharlas”,
y es quizá en buena parte por ello que entiendo el mundo de manera diferente a
la mayoría de mis contemporáneos. Sin duda, en este mundo posmoderno donde la
búsqueda de la belleza, la justicia y la virtud, parecen haber perdido su
sentido, las piedras de nuestra tierra nos recuerdan cual sigue siendo nuestro
destino y deber. Sirva como ejemplo de este sentir, una pequeña parte del pasado
que desde muy joven me transmitieron las viejas piedras del lugar en que nací.
Fue durante la etapa que transcurrió entre finales del siglo
XIII, desde el nombramiento del séptimo Señor de Rojas, Don Juan Rodríguez de
Rojas, como primer Señor de Poza, y el nombramiento de Don Juan de Rojas y
Rojas -ya en el siglo XVI- como primer Marqués de Poza, cuando se configuró la actual estructura
arquitectónica del caserío del Monte del Rey, nombrado generalmente como
“castillo” en las crónicas y mapas antiguos, y que a buen seguro albergó en
numerosas ocasiones a los diferentes reyes de Castilla que durante este tiempo
fueron, dando así nombre al lugar.
Si bien el extenso monte que comprendía dicha propiedad en la época, así como
numerosos territorios de las actuales provincias de Palencia y Burgos,
pertenecían a la casa de Rojas al menos desde el siglo X, es durante el tiempo
en que gobiernan los Señores de Poza (Señorío originario de la localidad de
Poza de la Sal en la comarca burgalesa de La Bureba), cuando establecen en el
Monte del Rey, uno de sus palacio-fortalezas principales; produciéndose así
durante ese tiempo algunos de los hechos históricos más significativos
ocurridos en el lugar. Actualmente, aún se pueden contemplar en el Monte del
Rey tanto el viejo caserón principal construido seguramente durante el gobierno
del tercer Señor de Poza, así como la pequeña iglesia consagrada a San Bruno, y
que fue añadida al “castillo” en el siglo XVI, ya en época del marquesado de
Poza.
Las antiguas crónicas heráldicas, nos indican que el primer Señor de Poza fue
Don Juan Rodríguez de Rojas (nacido en 1285), quien además ostentaba los
títulos de séptimo Señor de Rojas, Señor de Pedrajas, Justicia Mayor de la Casa
del Rey y Adelantado Mayor de Castilla. Este Juan Rodríguez, fiel colaborador
del rey Sancho IV el bravo, casó con Doña Urraca Ibáñez de Guevara, matrimonio
del cual nacieron Martín Ruíz de Rojas, Juan Ruíz de Rojas, Ruy Ruíz de Rojas y
Hernán Ruíz de Rojas.
El segundo Señor de Poza fue Don Lope Díaz de Rojas (nacido hacia 1310), quien
además era Señor de Rojas, Merino Mayor de Guipúzcoa, Prestamero Mayor de
Vizcaya y Adelantado Mayor de la frontera. Fiel colaborador del rey Pedro I de
Castilla, casó con Doña Sancha de Velasco, de cuyo matrimonio nacieron Ruy Díaz
de Rojas, Sancho Sánchez de Rojas y Sancha Díaz de Rojas.
Don Sancho Sánchez de Rojas (nacido sobre 1330) fue el tercer Señor de Poza,
siendo probablemente durante su gobierno cuando se construyó el “castillo” del
Monte del Rey. Este Sancho, que ganó fama en vida combatiendo a los moros de
Granada, casó con Doña Juana de Toledo, naciendo de esta unión Lope Sánchez de
Rojas y Sancha García de Rojas. Su hijo Don Lope no llegó a ser Señor de Poza,
al morir antes que su padre, pero es posible que el escudo de la Casa de
Mendoza que se conserva pertenezca a su esposa Doña María, hija de Pedro
González, Señor de Mendoza y Mayordomo del rey Juan I de Castilla.
Doña Sancha González de Rojas (nacida sobre 1360) fue la cuarta Señora de Poza.
Mujer de recio carácter castellano, casó con Don Diego Fernández de Córdoba,
Mariscal de Castilla y Señor de Baena con quien se encuentra enterrada en la
Real Colegiata de San Hipólito de Córdoba. De este matrimonio nacieron Juan
Rodríguez de Rojas, Pedro Fernández de Córdoba y Sancho de Rojas, quien fuese
obispo de Astorga y Córdoba.
A la muerte de Sancha, la sucedió como quinto Señor de Poza su hijo mayor Don
Juan Rodríguez de Rojas (nacido sobre 1380), quien sirvió lealmente a los reyes
Juan II y Enrique IV de Castilla. Contrajo matrimonio con Doña Elvira Manrique
de Lara, naciendo del enlace Gómez Manrique de Rojas, Mencía de Rojas, Diego de
Rojas, Sancha de Rojas y Marina de Rojas.
En 1493, Don Diego de Rojas y Manrique de Lara (nacido sobre 1430) sucedía a su
padre como sexto Señor de Poza. Casó con Doña Catalina de Castilla -nieta de
Pedro I el cruel-, y de cuyo enlace nacieron Catalina de Rojas, María de Rojas
y Elvira de Rojas.
Doña Elvira Manrique de Rojas (nacida hacia 1460), fue la séptima Señora de
Poza, contrayendo matrimonio con Don Diego de Rojas Pereira, a la sazón Señor
de Monzón y Cabía. De este enlace nacieron Juan de Rojas, Isabel de Rojas,
María de Rojas y Mencía de Rojas.
Don Juan de Rojas y Rojas (nacido sobre 1485 en Monzón de Campos), fue el
octavo y último Señor de Poza, y por lo tanto primer Marqués de dicho nombre,
además de ostentar los títulos de Señor de Monzón y de Cabía. Obtuvo el título
de marqués en 1530 a manos del rey Carlos I de España, en agradecimiento a su
lealtad durante la guerra de las comunidades de Castilla; siendo en esta época
-septiembre de 1527- cuando las crónicas flamencas recogen la presencia del ya
Emperador -con quien Don Juan mantenía una estrecha amistad- en el Monte del
Rey durante varias semanas.
Luis Carlón Sjovall (9-08-2016)