La ignorancia, el aburguesamiento y el odio programado, son las principales
armas con que cuentan los usurpadores de la legitimidad patria para confundir y
“tele”-dirigir al pueblo en pos de sus propias ambiciones. Parte fundamental de
este plan de control se perpetra por medio de la (muchas veces burda)
manipulación de los símbolos, y no hay símbolos que enardezcan más la rabia de
estas tristes masas apesebradas que las banderas, símbolo máximo de las
tradiciones y libertades de un pueblo.
En España, de esto, como de casi todo lo malo, sabemos
bastante. La más zafia y grotesca manipulación la vemos en la llamada “bandera
republicana” cuya franja morada añadida durante la
II República se impuso por medio de una
vulgar mentira, basada en el presunto hallazgo de un pendón castellano comunero
amoratado por el tiempo, y que nos cuentan confundió a propios y extraños
haciéndolos creer que el color propio castellano no era el “rojo carmesí”, sino
el morado “masón”. Y digo morado masón, porque fue la logia castellana
“Sociedad de los Caballeros Comuneros”, también llamados “Hijos de Padilla”
quienes eligieron, y posteriormente impusieron este color a partir del ya
lejano año de 1821. Tardaron más de cien años en conseguir que el morado
llegara a la enseña nacional, pero ahí acabó, y aún hoy tenemos que ver con
cierto sonrojo pendones de Castilla insultantemente amoratados, así como
banderas tricolores “republicanas”, como símbolos del odio y la ignorancia para
vergüenza y bochorno de todos los españoles de bien.
No es el único caso de usurpación de símbolos históricos, ya
que por ejemplo otro tipo de bandera se ha convertido lamentablemente en muy
popular, me refiero a la bandera estrellada originada en Cuba a mediados del S.
XIX. Fue un tal Narciso López, francmasón, quien creó esta bandera
caracterizada por un triangulo equilátero que simboliza la grandeza del poder
que asiste al Gran Arquitecto del Universo y cuyos lados iguales aluden a la falsa
divisa masónica de libertad, igualdad y fraternidad; la estrella de cinco
puntas refiere la presunta perfección del maestro masón: fuerza, belleza, sabiduría, virtud y caridad.. Esta
bandera, fue utilizada como patrón por la masonería en el resto de lugares en
que actuaron contra los intereses de España. Así, hoy podemos ver diseños similares
tanto en tierras ya tristemente desarraigadas de España además de Cuba; como Puerto Rico,
Filipinas, Argentina, Uruguay, Brasil o el Sahara español; así como en diferentes regiones de nuestra
Patria, siendo Cataluña la que –mancillando la histórica y gloriosa senyera-
lamentablemente la ha acogido con más fuerza, como nuevo símbolo de la creciente usurpación
de su verdadera naturaleza, tradición e historia.
Además, tenemos el caso vasco, cuyas banderas históricas
representativas de las libertades e historia provinciales, hijas de sus viejos fueros,
han sido poco menos que eliminadas en favor de una bandera de un partido
político con ambición nacionalista que imitó la divisa del Reino Unido de la Gran Bretaña –no sin el apoyo
de la masonería británica- desvirtuando, al igual que en Cataluña, su naturaleza
y tradición. Y así, con esa enseña política, humillarse arrojándose
simbólicamente a los brazos de la “Pérfida Albión”, enemigo secular de España y
la Fe Católica, y
como no, refugio tradicional de infinidad de logias masónicas.
Como vemos, lo que se nos acaba imponiendo como símbolos, no son fruto de errores, avances o
casualidades, si no más bien las consecuencias de un plan oculto perfectamente
trazado, dispuesto a eliminar del orbe cualquier esperanza para las libertades
del hombre, empezando por los propios símbolos. No es casualidad por tanto, que España -ejemplar garante de libertades y principal sustento de la Tradición Católica- haya sido especialmente agredida desde
hace siglos por los grupos que forman el “nuevo orden mundial”…
Pero eso es otro tema, hoy hablamos de falsas banderas, de la era pos-revolucionaria
modernista masónica que padecemos seguiremos hablando, Dios mediante, otro día.
24/06/2015
Luis Carlón Sjovall A.C.T. Fernando III el Santo
Por su aspecto físico —hechuras para rellenar con soltura un
amplio traje talar; mofletes gordezuelos; barba descuidada; pelo rizado, ralo, recolocado
estratégicamente como si tratase de ocultar los indicios de una tonsura
reciente o de una alopecia galopante— podría decirse que el concejal tiene el aspecto
de un fraile cillerero. De esos que llevan siempre el hábito manchado de vino,
con rastros de grasa y migas de pan pendiendo de la pechera. Su apariencia
descuidada recuerda a la del monje cillerero Remigio da Varagine de El
nombre de la rosa, encarnado en la adaptación cinematográfica de Jean
Jacques Annaud por el actor austriaco Helmut Qualtinger.
Este concejal con aires de fraile rijoso y glotón se ha
hecho famoso por sus tweets. Aunque lo primero que habría que remarcar
es que, en su caso, más que gorjeos, sus píldoras de ciento cuarenta caracteres
parecen ladridos o carcajadas de hiena hambrienta. No solo por ese cinismo
cruel que desprenden, sino por el humor bilioso y revirado del que hace
permanentemente gala. Un supuesto sentido del humor que él, a modo de excusa
para tontos, trata de definir como humor negro.
Tanto este asunto del concejal, como en general los últimos
casos de tuiteros escupiendo gracietas salvajes sin venir a cuento evidencian que
en España hemos perdido el poco sentido del humor que nos quedaba. La falta de cultura
e inteligencia habituales por estos lares han destruido los escasos restos de
humor que sobrevivían a duras penas. ¿Pero realmente alguna vez llegamos a
tener sentido del humor? Permítanme que lo dude. Como el que pierde el paladar
a base de ingerir cantidades ingentes de comida podrida, lo más probable es que
no seamos capaces de reírnos de nada porque estamos hartos de humoristas de
tres al cuarto que pueblan las televisiones soltando patochadas escritas por
guionistas de bolsillos vacíos y cajones repletos de mierda.
La
izquierda en esto se lleva la palma. En gran medida por esa supuesta
superioridad moral que les hace sentirse más inteligentes, más cultos, más
guapos y más graciosos. Pero si algo caracteriza al sentido del humor de la
izquierda es su desagradable y nauseabundo contenido político. Son expertos en
utilizar la broma como si de una maquina de picar carne se tratase. Por eso las
chanzas de ese fraile cillerero que aguantó de concejal de cultura el mismo tiempo
que dura una fiesta etílica y loca siempre apuntaban contra los que no pensaban
como él, contra los que no eran de su cuerda, contra aquellos cuyo
sufrimiento le provoca risa en vez de dolor.
Hace mucho tiempo me enseñaron que una persona con sentido
del humor no se pasa todo el día contando chistes como un payaso. Alguien con
sentido del humor se caracteriza, sobre todo, por saberse reír de sí mismo, lo
cual no casa mucho con el estilo sectario de este amago de comisario político. Porque
cuando se le escucha hablar queda claro que se toma a sí mismo mucho más en serio
que a las víctimas de sus chistes.
Este fantoche cargado de resentimiento y malafollá,
aunque haya dimitido a medias, sigue con su cota de poder intacta. Aunque no le
han permitido que imponga sus directrices en el mundillo cultural, ya ha
encontrado a unos cuantos defensores que están de acuerdo en que humillar a los
que no piensan como ellos está bien siempre que sean contrarios a su ideología.
¿Qué habría ocurrido si alguna de sus bromas hubiesen sido dirigidas contra la
población palestina de Gaza, contra los presos de ETA o contra el gobierno de
Venezuela? No hace falta que respondan; ya lo hago yo: le habrían obligado a
renunciar a su acta de concejal; y, como le sucedió a Remigio da Varagine en El
nombre de la Rosa, le habrían paseado encima de un carromato hasta la
hoguera virtual que la progresía aviva a diario contra los que osan quebrar los
inmutables principios de lo políticamente correcto.
Conferencia impartida por Don Juan José Lucas, Vicepresidente primero del Senado y Ex-Presidente de la Junta de Castilla y León en Autillo de Campos (Palencia) con motivo del 798 Aniversario de la Proclamación de Fernando III el Santo como Rey de Castilla.
Queridas amigas, queridos amigos; señoras y
señores
Autillo, centro de la historia de Castilla y León
y de España, escenario privilegiado de la proclamación de Fernando III como rey
de Castilla, es un hito imprescindible de nuestra tierra y de nuestra patria. Pero
lo es también en la vida, el compromiso público y los afectos de quien os
habla. Gracias por esta invitación y esta oportunidad de compartiros mi visión
acerca de una empresa histórica formidable que está a punto de cumplir
ochocientos años: la definitiva consolidación del histórico-proyecto castellano
y leonés como columna vertebral del histórico proyecto español. La construcción
de Castilla y León y España como realidades imperecederas.
Todo empezó en Autillo en los últimos días de la
primavera de 1217. Autillo es uno de esos grandes escenarios de la historia en
donde nada termina, porque todo comienza. Un joven llamado Fernando, casi
adolescente, se convierte en rey de Castilla. No estaba destinado a serlo, y su
padre, Alfonso IX de León, no quiere verle erigido en soberano castellano.
Pero, en 1230, ese joven castellano sucederá a su padre, y se convertirá en rey
de León también. Y, en apenas dos décadas, cambiará la historia de España y de
Europa para siempre. Porque, Castilla y León se convertirá en el pilar central
de un proyecto histórico destinado a convertirse en uno de los grandes motores
de la historia de la humanidad: el proyecto español.
La figura de Fernando III pervivirá, y en toda su
vigencia, mientras Castilla-León y España pervivan también como proyecto
sugestivo de vida en común. Y lo harán, como decía don Julián Marías,
"siempre que seamos leales a nuestro futuro". Es decir, siempre que
seamos leales al futuro de grandeza que diseñó Fernando III. Un futuro de
grandeza que hoy se plasma en el marco de paz, libertad y concordia que fuimos
capaces de construir, y hemos sido capaces de compartir, en esta España
constitucional de 1978.
Y con ese objetivo último, que en mi caso, y en
el de mi generación, es la obra de nuestras vidas, es decir, la conversión de
España en una gran sociedad, me gustaría ser capaz de examinar, con todos
vosotros, las tres imborrables lecciones históricas que, a mi juicio, nos dejó
en herencia el reinado y el tiempo de San Fernando: la unidad, la proyección internacional, y la ejemplaridad. Para
Castilla-León, y para España.
1.
Unidad para la vertebración de Castilla-León y de España
La primera lección es, en efecto, la de la
unidad. Y, más que la unidad, la vertebración política, territorial, jurídica,
y en la identidad, de Castilla-León. A partir del reinado de Fernando III, es
sabido, Castilla y León habrían de permanecer unidas. Y la unidad es un valor
de Estado. El formidable despliegue castellano que, durante el reinado de
Fernando III, en apenas dos décadas, permitió que Castilla llegara de mar a
mar, del Cantábrico al Mediterráneo, y de la desembocadura del Bidasoa a la desembocadura
del Guadalquivir, es fruto de ese empeño en la unidad. Baeza, Úbeda, Jaén,
Córdoba, Murcia, Cartagena, Sevilla, la influencia en el Algarve y en la propia
Granada... Las principales ciudades del mundo se incorporaron a la Corona castellano y leonesa,
aportando nuevas dimensiones estratégicas a un actor político consolidado como
el reino más extenso de Europa.
Fernando III lideró un proceso de expansión territorial sin parangón en la historia de la Europa bajomedieval por su celeridad y su dimensión. Y fue posible en la unidad. Sólo en la unidad. Siempre en la unidad. Cuando los castellano y leoneses, y todos los españoles, nos unimos, no es que seamos más fuertes: somos imparables. Y la historia nos lo ha reiterado una y otra vez. Eso, y lo contrario.
La vocación unitaria de los reinos hispánicos
durante toda la Edad Media
es constante. Se inicia cuando los primeros catalanes de la historia pidieron
al futuro Carlomagno regirse por el Liber
Iudiciorum, es decir, por el derecho
del reino visigodo de Toledo, o lo que es lo mismo, por su propio derecho
español, e hispani,españoles, fueron llamados por el rey de
los francos cuando en 785 accedió a su pretensión. A partir de entonces,
castellanos y leoneses, aragoneses y navarros compartieron el ideal histórico
de la reconstrucción de ese primer reino español hasta que los Reyes Católicos
lo materializaron.
Fernando III casó a su primogénito Alfonso con
Violante de Aragón, hija de Jaime I de Aragón, conquistador de Valencia y de
Mallorca, quien habría de acudir en auxilio de su yerno Alfonso X, cuando en
1265 los musulmanes de Murcia se rebelaron porque, decía el rey Jaime, si no
intervenía "es España entera la que se pierde". Cuando Fernando III falleció
en Sevilla, en 1252, se encontraba preparando una expedición al Norte de
África, un Norte de África que era parte integrante de España desde el Bajo
Imperio Romano, con su provincia Mauritana Tingitana en la diócesis de
Hispania, y durante el reino visigodo de Toledo. España no termina en los
Pirineos ni en el Estrecho de Gibraltar. Ya decía José Bergamín que
"España, ni grande ni pequeña: sin medida".
La visión de Fernando III era, pues, plenamente
hispánica. Tanto su política matrimonial como su acción estratégica y militar
perseguían crear las condiciones para la paulatina integración de los reinos y
territorios peninsulares. Y, por otra parte, era una visión compartida por ese
gran rey español llamado Jaime I de Aragón. Fernando III trabajó para la unidad.
Como todas las grandes personalidades de la historia. No hay grandeza en la
llamada a la ruptura o a la fractura. Romper es siempre, y especialmente en
circunstancias críticas, lo más fácil. Romper es el recurso de los mediocres.
Es más fácil, y más rápido, destruir que construir.
Pero la historia reconoce a sus predilectos entre
los visionarios que, en vez de pensar en la próxima estación, o en la próxima
elección, piensan en la próxima generación. La historia es de los
constructores. La principal avenida de Berlín está dedicada "a la unidad alemana".
Los constituyentes de los Estados Unidos de 1787 querían "hacer una Unión
más perfecta". Fernando III es uno de esos creadores de unidad. Ojalá
hubiera avenidas de la unidad de España en nuestros pueblos y ciudades. Y ojalá
una placa recordara, en esas avenidas, a Fernando III, el rey que empezó la
unidad de Castilla-León, y de España, en Autillo.
2.
Una Castilla líder en el mundo
Pero Fernando III quería que Castilla-León
disfrutara de una presencia internacional protagonista, ocupando el rango de
gran potencia al que se había hecho acreedora por su dimensión geoestratégica,
como la Corona
más extensa de Occidente, por encima de una Francia e Inglaterra en pugna por
la herencia de los Plantagenet.
Apenas unas décadas antes, el rey Alfonso VIII de
Castilla había ya iniciado una ambiciosa política internacional al casar,
precisamente, con Leonor Plantagenet, hija de Enrique II Plantagenet y de
Leonor de Aquitania, procediendo a potenciar las villas del Norte de Castilla
con sucesivos fueros para Castro-Urdiales, Santander, Laredo y San Vicente de la Barquera entre 1163 y
1210, y anexionándose, además, los territorios vascos. El futuro estratégico y
comercial de Castilla miraba hacia el Atlántico.
Pero Fernando III imprimió un definitivo impulso
a ese proyecto estratégico. Porque, en primer y fundamental término, creó la
marina de Castilla, decisiva para la conquista de Cartagena, en 1244, y después
de la Baja Andalucía,
sobre todo de Sevilla en 1248. Y, muy pronto, la marina de Castilla y León, la Corona más marinera de
Europa, se convirtió en la más poderosa del mundo, como habría de demostrarse
cuando, en 1372, las naves castellanas se impusieron en la batalla de La Rochela a la marina
inglesa, estableciendo una hegemonía que no habría de quebrarse hasta la
batalla de Las Dunas, enfrente de Dunquerque, en 1659. Durante tres siglos, el
mar fue de Castilla y de España.
Fernando III sabía que el destino de Castilla y León
estaba en el mar, es decir, en el comercio atlántico. Y sabía también que
Andalucía y Murcia le permitirían completar la Reconquista cuando
sometiera Granada, y se convertirían en la base para la conquista del Norte de
África y, quién sabe, de una futura Cruzada, la que habría de emprender su
primo Luis IX de Francia, hijo de Luis VIII y de su tía Blanca de Castilla,
hermana de la reina Berenguela, la gran y venerada regente de Francia durante
la minoridad del futuro San Luis.
Pero, probablemente, el jalón más indicativo del
programa internacional de Fernando III reside en su primer matrimonio con la
princesa Beatriz de Suabia, de la
Casa imperial alemana de Staufen, quien habría de legar a su
hijo, el futuro Alfonso X, los derechos a la sucesión en el Sacro Imperio
Romano Germánico. Castilla se incardinó así, y plenamente, en los avatares de
la política internacional, como un agente político y estratégico de primer
orden. Y el Derecho Común, que había ya penetrado en las Coronas de Navarra y
de Aragón, se introdujo también en Castilla de la mano del propio príncipe
Alfonso, quien tan pronto sucedió a su padre en 1252 ultimó un Fuero Real cuya concesión a las grandes ciudades de la
mitad Sur del reino habría de acelerar el proceso de vertebración jurídica del
territorio ya unido políticamente por su padre.
3. La
política, camino de santidad y de ejemplaridad
Pero Fernando III no es una figura excepcional de
nuestra historia, únicamente, por sus logros extraordinarios en el ámbito de la
política interior y de la política exterior. Me ha resultado siempre muy
llamativa, como el historiador del Derecho que fui y, creo, siempre he sido, la
vastísima enumeración de grandes personalidades de la historia cuyos biógrafos
apuntan, como si de un mérito se tratase, su cinismo, su doblez, su falta de escrúpulos,
o su talante sanguinario, siempre que trabajaran en beneficio de su propio
país. Enrique VIII y su hija, la reina Isabel I de Inglaterra, el cardenal
Richelieu, Oliver Cromwell, Napoleón... son siempre disculpados de sus abusos y
crímenes por haber servido fielmente a los superiores intereses de la razón de
Estado.
Sin embargo, Fernando III demostró que la
generosidad y la ejemplaridad no son incompatibles con la grandeza política.
Fernando III no fue un criminal con vocación de estadista. La biografía que
René Lejeune le dedicó a uno de los padres de Europa, Robert Schuman, se llama La política, camino de santidad. Y, en
efecto, también en el caso de Fernando III, nos encontramos ante un supuesto
paradigmático de recto y noble ejercicio del poder. Porque el poder no es un
ente perverso, sino un instrumento con el que los seres humanos podemos y
debemos servir a nuestros semejantes y hacer el bien. Con honor y bondad, se
convierte en una maravillosa oportunidad para contribuir a que las vidas de
nuestros conciudadanos sean mejores.
Fernando III es un político ejemplar porque es un
hombre bueno. Y en un siglo tan terrible como el siglo XIII acude siempre que
le es posible a la negociación, a la acción diplomática, a la alianza, a la
concertación, a la obtención de sus objetivos con la menor efusión de sangre
posible. Fernando III es, por todos los conceptos, y en la mejor de las
posibles interpretaciones de la expresión, un político que sabe dónde va, que
suma, leal a su tarea, tenaz en la persecución de sus objetivos.
La santidad que le acompaña encierra un enorme
significado, es obvio, para quienes profesamos la fe cristiana, y tratamos de
conocer las virtudes que pueden y deben edificar nuestra conducta en este
mundo. Pero en Fernando III podemos encontrar un conjunto de virtudes que
creyentes y no creyentes, debemos compartir como ciudadanos, y muy
especialmente quienes disfrutamos del honor y de la responsabilidad de
dedicarnos al servicio público.
Fernando III es la humildad, la sencillez, la
mesura, la voluntad de servicio, la austeridad, la contención, la cercanía, la
honestidad. Un líder con misión y visión. Un profundo conocedor de la historia,
de sus lecciones, de sus grandes corrientes, de sus oportunidades, y de su
naturaleza implacable, pero también siempre abierta a la capacidad creadora del
hombre. Un hombre que padece una infancia difícil, de separaciones y
desgarramientos familiares, que accede a su destino enfrentándose con su propio
padre. Y que deja a su hijo Alfonso X una de las más formidables herencias de
la historia.
Termino. Fernando III es la unidad, el liderazgo
internacional, y la vocación de ejemplaridad. Me permitiréis que diga que, por
lo tanto, Fernando III es España, es Castilla-León, y es Autillo. Al presidente
francés Charles de Gaulle le preguntaron una vez cómo se reconocía en la calle
a uno de sus seguidores, a un gaullista. De Gaulle respondió que un gaullista
era una mujer o un hombre que tomaba el autobús, el tranvía, o el metro. Es
decir: un ciudadano.
Yo reconozco las virtudes y las cualidades de
Fernando III hoy aquí, en Autillo. Las he reconocido en las nueve provincias de
nuestra Comunidad. En sus más de dos mil doscientos municipios, después de
recorrerlos todos y cada uno, y todos y cada uno de sus pueblos. Fernando III
sois todos vosotros.
El mejor legado de Fernando III es que cuanto
fue, sigue siendo. Cuanto construyó, permanece en pie. Todo aquello por lo que
trabajó, sigue impulsando nuestros propio trabajo. La unidad, el afán de
apertura a un mundo que es nuestra casa, el compromiso con un ideal de vida
recto y honesto, informado por la gratuidad de quien hace el bien sin esperar
nada a cambio, y la gratitud de quien disfruta de cada día de su vida con la
maravillosa convicción de que la existencia humana es una oportunidad
irrepetible para aprender de nuestros conciudadanos y hermanos, para
conocerles, y para quererles.
Todo eso nos evoca los nombres, para siempre
unidos, y para su mutua gloria, de Fernando III de Castilla y de Autillo. Aquí
empieza una historia ocho veces centenaria, y la responsabilidad que sobre los
hijos de Autillo recae de continuarla y engrandecerla. Gracias por dejarme ser,
por un día, parte de esa historia y de esa responsabilidad, parte de esta
tierra y de este cielo de San Fernando. Gracias por vuestra hospitalidad. Y
gracias por vuestra atención. Muchas gracias.
En este preciso
lugar, a las afueras de Autillo de Campos, a extramuros que nos recuerdan las
crónicas, junto a la vieja ermita y bajo un gran olmo, fue Proclamado Rey de
Castilla Fernando III el Santo un ya lejano 14 de junio de 1217.
Hoy, 798 años después,
con la humildad natural del pueblo castellano, pero también con el orgullo de
quien se sabe hijo de una tierra y una cultura que alcanzó dimensión universal,
nos reunimos aquí, en el que ya popularmente es conocido por los vecinos como
“Parque de Fernando III el Santo”, junto a la Placa que recuerda la Proclamación y el
simbólico olmo plantado hace un año, símbolo de tan gloriosa efeméride, para rendir tributo y homenaje al Rey Fernando
III el Santo y como no, también a su madre la Reina Berenguela (tan querida
desde siempre en este sitio), haciendo extensivo ese homenaje al espléndido
legado cultural e histórico que alberga la Tierra de Campos Palentina.
Fernando III el
Santo salió ya Rey de aquí, eso significa la Proclamación que conmemoramos, aunque
tuviese que esperar dos semanas para el 2 de julio de ese mismo año ser
reconocido como tal por las Cortes en Valladolid, un trámite necesario, pero
que no quita un ápice de legitimidad a lo sucedido en este preciso lugar.
Apenas contaba con
16 años el joven príncipe, (pues nació con casi toda seguridad a finales de
junio 1201), comenzando uno de los reinados más gloriosos de la Historia de España. Tras
unos primeros años dedicados a la pacificación del Reino, Fernando III se
convirtió en el gran paladín de la Reconquista (recordemos que conquistó los reinos
de Córdoba, Jaén y Sevilla, además de dominar en régimen de vasallaje los de
Murcia y Granada) administrando con gran maestría el legado heredado de su
abuelo Alfonso VIII tras la
Batalla de Navas de Tolosa; También cabe recordar que fue
durante su reinado que se unificaron definitivamente los Reinos de León y
Castilla en el año 1230, que promovió
la traducción del Fuero Juzgo e impuso el castellano como idioma oficial de sus
reinos en sustitución del latín, o que durante su gobierno se promovió como
nunca antes el arte y la cultura, siendo el reinado de su hijo Don Alfonso X el
Sabio un buen ejemplo de ese renacer cultural que fecundó Castilla aquella
primera mitad del Siglo XIII.. Este magnífico legado, unido a su inquebrantable
moralidad y afán de justicia en todo, acabó llevando a San Fernando a los
altares, tras su prematura muerte en 1252 en Sevilla.
Todo ello comenzó aquí, en la Tierra de Campos palentina,
en esta localidad de Autillo de Campos. Sin duda motivos no nos faltan para
celebrar y recordar nuestra inmensa Historia por toda Castilla y León. En Autillo, ese sentimiento de legado
histórico siempre ha existido, y por ello, aunque con la vista puesta de manera
especial en el VIII Centenario a celebrar el año 2017, ya nunca más ha de extraviarse
el recuerdo de lo que aquí sucedió una lejana Primavera de 1217…
Por segundo año consecutivo, Autillo de Campos conmemoró la Proclamación de
Fernando III el Santo como Rey de Castilla con un buen puñado de actividades.
Desde nuestra Asociación, queremos expresar un sentido
agradecimiento al equipo de gobierno del Ayuntamiento de Autillo de Campos, sin
cuyo compromiso esto no sería posible, así como a la Excma. Diputación
de Palencia por su inestimable colaboración. También queremos agradecer la
presencia de distintas autoridades locales, provinciales y nacionales empezando
por Don Juan José Lucas, quien además de acompañarnos durante buena parte de la
jornada, impartió una excelente conferencia recordando la importancia de la “Proclamación”
para la historia de España, y especialmente para nuestra tierra
castellano-leonesa. Por último, agradecer a todos aquellos que con su esfuerzo
e ilusión han participado en el buen devenir de la jornada, desde las gentes de
Autillo y comarca, los miembros de la Sociedad Medieval
de Recreadores, medios de comunicación que han ayudado a difundir el evento,
artesanos que animaron -junto al “maestro paellero”- el paladar de la jornada con
sus productos palentinos, y a todos los que nos acompañaron viajando desde
otras tierras en esta jornada tan importante para nosotros, y que tan necesario
es seguir haciendo crecer. El objetivo, es que en el año 2017, Palencia rinda
el justo tributo a este importantísimo hecho histórico, y su consolidación en
el tiempo, para lo cual será fundamental la implicación de todos, especialmente
de las gentes de nuestra querida Tierra de Campos.
La jornada comenzó con la inauguración de la feria gastronómica,
la exposición de ropas y utensilios del S. XIII y las demostraciones de tiro
con arco y combates medievales a cargo de los miembros de la Sociedad Medieval
de Recreadores.
Posteriormente, una comitiva se desplazó hasta el Parque
Fernando III el Santo, donde se realizó la ofrenda bajo el olmo de la Proclamación. Tras
explicar a los asistentes el simbolismo del olmo, se llevó a cabo la lectura de
un manifiesto por el Presidente de la ACT
Fernando III el Santo. Finalmente, se invitó a Don Juan José
Lucas a depositar junto a la placa que recuerda la efeméride, una corona de
laurel portada por los más jóvenes.
En la espléndida iglesia de Santa Eufemia, epicentro de la
localidad, Don Juan José Lucas impartió una magnífica conferencia, resaltando
la necesidad de recuperar los valores y tradiciones del pueblo castellano, poniendo
como ejemplo la personalidad de San Fernando, y a Autillo de Campos como
epicentro simbólico de vieja Corona de Castilla. Tras la conferencia, un
concierto de cámara clausuró los actos matinales.
La tarde comenzó con una conferencia interactiva a cargo de la Sociedad Medieval
de Recreadores en la que se repasaron las vestimentas y armas del S. XIII. A
continuación, en el inmejorable marco que nos concede el portal de la iglesia
de Santa Eufemia se realizó de nuevo la representación de la Proclamación de
Fernando III el Santo como Rey de Castilla. La jornada finalizó con una
representación de un supuesto combate entre los alféreces de los reinos de León
y Castilla.
Un año más, cumpliendo con lo que marca nuestra tradición,
celebramos el pasado 30 de mayo la Festividad de San Fernando con distintos
actos, siendo el central la misa que en honor a nuestro Santo Patrón, se celebró
en la Capilla de San Fernando de la Catedral de Palencia.
Durante la ceremonia, oficiada un año más por el padre Don
José Alonso Bustillo, se hizo hincapié en la difícil situación que atraviesan
nuestros hermanos en la fe que viven bajo el terror islamista, así como la
situación de descomposición moral y social de nuestra sociedad. Como
contraposición se recordaron algunas de las virtudes del Rey Fernando III el
Santo, y lo importante de tenerlo en estos tiempos que corren como referente,
ya no solo en su condición de hombre santo, también en las de gobernante justo,
cruzado ejemplar, y hombre de familia intachable en su triple condición de
hijo, esposo y padre.
Tras la ceremonia, el Presidente de la Asociación trasladó a
los presentes un breve discurso, recordando la obligación que hoy, más que
nunca, tiene nuestra Asociación para con nuestra sociedad, y por ende la
responsabilidad de sus miembros, en un tiempo en que parece que nadie esté
dispuesto a levantar la bandera de los valores tradicionales y del honor
personal. Finalmente, se entregaron en la propia Capilla de San Fernando los
diplomas acreditativos a los nuevos socios de la A.C.T. Fernando III el Santo.
Los actos concluyeron con la tradicional cena de hermandad
en un céntrico restaurante palentino, tras la cual se entregó el Premio San
Fernando 2015 a Don Dionisio Mena Tinajas, en agradecimiento a su buen hacer en
pro del buen devenir de la Asociación.
Viva San
Fernando, Viva España y Viva Cristo Rey!!!