El pasado sábado 25 de agosto, Festividad de San Luis Rey, comenzó una nueva temporada de actividades culturales en el Centro Social Blanca de Castilla de Palencia, con la lectura del Pregón de San Antolín de la A.C.T. Fernando III el Santo. Este año fue el escritor y poeta sevillano Antonio Moreno Ruiz, quien maravilló a los presentes recitando un pregón plagado de sentimiento y orgullo en favor de nuestra tierra, cultura y tradiciones. Desde la A.C.T. Fernando III el Santo recalcamos nuestro agradecimiento una vez más a Don Antonio Moreno Ruiz, por acompañarnos nuevamente en Palencia, alimentando con su prosa, saber y cercanía el alma y orgullo de ser y sentirse españoles. Imposible por lo tanto comenzar mejor un año que promete ser por diferentes razones tan complicado como apasionante, pero cada cosa a su tiempo, y ahora lo que toca es desear a todos los palentinos unas buenas Ferias y Fiestas de San Antolín.
PREGÓN PARA LAS FIESTAS DE SAN ANTOLÍN
ASOCIACIÓN CULTURAL TRADICIONALISTA FERNANDO III EL
SANTO DE PALENCIA
Antonio Moreno Ruiz
Buenas tardes, estimados amigos, muchas gracias a
todos por venir. Gracias a vuestra Asociación Cultural Tradicionalista Fernando
Tercero el Santo, y gracias muy especialmente a José María Reguera y Luis
Carlón, en verdad, los máximos artífices de que un servidor esté aquí en estas
fechas tan emblemáticas. Ser pregonero de las fiestas de San Antolín es, sin
lugar a dudas, un orgullo y un honor, y también una gran responsabilidad.
De verdad: Muchas gracias por confiar en mí para tan
importante evento.
En marzo de este año fue la primera vez que conocí
físicamente Palencia. Gracias a José María Reguera y Luis Carlón, entre otros.
Fue un fin de semana relámpago donde pude presentar mi colección de cuentos Galería de personajes inciertos, así
como pude adelantar mi poemario Cantos
Ibéricos Taurinos, que aquí traigo como un pan debajo del brazo. Me decían
los buenos palentinos que ya no hacía mucho frío, pero para alguien que viene
de Despeñaperros para abajo, creedme que el nivel de aquí infunde mucho respeto.
Y carácter. Y se entiende muchas cosas. Por ejemplo, la contundencia de las
tapas, las sopas y los vinos.
Llegué a Palencia a través de un autobús que me dejó
en Valladolid, atravesando la Ruta de la Plata:
Ruta de la Plata,
occidente español,
nexo de Andalucía,
con Castilla y con León,
hacia la estela de Santiago,
hacia el gallego corazón;
pulmón ibérico de
forma, fondo y fervor,
agrestes grietas de cerros
que, escondidas bajo el sol,
vuelan en el silencio dormido
de aquella realidad que se soñó.
occidente español,
nexo de Andalucía,
con Castilla y con León,
hacia la estela de Santiago,
hacia el gallego corazón;
pulmón ibérico de
forma, fondo y fervor,
agrestes grietas de cerros
que, escondidas bajo el sol,
vuelan en el silencio dormido
de aquella realidad que se soñó.
Ruta de la Plata,
encinas de tesón,
enclavadas entre senderos,
de frío, luz y amor;
reciedumbre pétrea,
sed de río redentor,
trayecto siempre esperado,
a bordo de la imaginación.
encinas de tesón,
enclavadas entre senderos,
de frío, luz y amor;
reciedumbre pétrea,
sed de río redentor,
trayecto siempre esperado,
a bordo de la imaginación.
Ruta
de la Plata,
dehesas de relumbrón,
toros de fértiles fuerzas,
con aire embriagador,
beben de la espada el aire
que es de acero conquistador.
Ruta de la Plata,
lagunillas ante seco ardor;
ojos minerales te protegen,
ante espejos de lunar color.
Ruta de la Plata,
aún tienes romano rumor.
Ruta de la Plata,
ruta por y para Dios.
dehesas de relumbrón,
toros de fértiles fuerzas,
con aire embriagador,
beben de la espada el aire
que es de acero conquistador.
Ruta de la Plata,
lagunillas ante seco ardor;
ojos minerales te protegen,
ante espejos de lunar color.
Ruta de la Plata,
aún tienes romano rumor.
Ruta de la Plata,
ruta por y para Dios.
Conforme pasan los
años, cada vez creo menos en las casualidades y más en la Providencia. Y
comoquiera que es cierto eso de que el mundo es un pañuelo, José María Reguera
y yo nos conocimos en Lima, la que siempre ha sido conocida como Ciudad de los
Reyes, reviviendo el fenómeno de los emigrantes indianos que tantas novelas dio
en nuestro pasado reciente.
José María:
Muchos nos hacen a los indianos
ricos,
remembrando leyendas novelescas,
mas, por lo visto, nadie parece saber,
de nuestras fatigas, penas y ausencias.
¿Quién sabe de nuestras ansias más allá
de las fotos que exponemos cuando estamos felices?
¿Quién sabe de nuestros deseos, de nuestras
expectativas? ¿Alguien, por ejemplo, dice
remembrando leyendas novelescas,
mas, por lo visto, nadie parece saber,
de nuestras fatigas, penas y ausencias.
¿Quién sabe de nuestras ansias más allá
de las fotos que exponemos cuando estamos felices?
¿Quién sabe de nuestros deseos, de nuestras
expectativas? ¿Alguien, por ejemplo, dice
algo sobre nuestras decepciones y frustraciones?
Yo sé que hemos de apechugar. Elegimos
cruzar el charco. Nunca nada fue fácil.
Ni tampoco hay que decir que todo es negativo.
Yo sé que hemos de apechugar. Elegimos
cruzar el charco. Nunca nada fue fácil.
Ni tampoco hay que decir que todo es negativo.
Nuestra experiencia aporta el valor,
de una patria que no hemos sabido apreciar,
dejándonos llevar por pesimismos mediocres,
alejándonos de las posibilidades de nuestra realidad.
Ahora,
con nuestras familias, buscaremos
un nuevo comienzo, bajo ibérica conducción.
Ya no nos da miedo de nada. Los indianos
tenemos la chispa, las ganas y el ardor.
Seremos hilos conductores de un mundo hispano,
que ha de abrazarse en nombre de la geopolítica,
al alimón del criollaje, que aun perdido, puede
volver a ser hallado en esta hora mítica.
Seremos la capa que recubra la Piel de Toro.
Seremos ahora aventureros de tierra adentro.
Somos indianos. Iberos nosotros, americanas nuestras
mujeres, y nuestros hijos, dos mundos en uno pleno.
un nuevo comienzo, bajo ibérica conducción.
Ya no nos da miedo de nada. Los indianos
tenemos la chispa, las ganas y el ardor.
Seremos hilos conductores de un mundo hispano,
que ha de abrazarse en nombre de la geopolítica,
al alimón del criollaje, que aun perdido, puede
volver a ser hallado en esta hora mítica.
Seremos la capa que recubra la Piel de Toro.
Seremos ahora aventureros de tierra adentro.
Somos indianos. Iberos nosotros, americanas nuestras
mujeres, y nuestros hijos, dos mundos en uno pleno.
Hablando de providencialismo, fue José María el que me
concretó la toponimia de dos apellidos míos: Resulta que mi abuela paterna, que
en paz descanse, se llamaba Josefa Becerril Reinoso. Ahí es nada. Vamos bien.
Con este motivo, los amigos Luis Carlón y Ricardo Botín me llevaron al pueblo
de Becerril de Campos. Yo creía que Becerril se podría referir a Becerril de la
Sierra, que está en Madrid, pero ya se encargaron los palentinos de decirme que
no, que la matriz de Becerril está aquí. Al visitar aquel bonito pueblo, sentí
un inexplicable cúmulo de emociones. Pensando en mi abuela, pensando en mi
sangre, asimismo, también me volví a empapar de identidad castellana en un lugar
tan emblemático, en ese paisaje tan arquetípico, tan carismático, tan
pictórico, tan subliminal, como es la Meseta:
Meseta de arena y piedra,
entre
cepas, rincones verdes,
entre
pueblos, lejanías,
entre
ciudades, carácter.
Frío
seco, recio y montaraz,
impreso
en aire de nobles alas,
corteza
de fondo de trigo,
espina
de matorral vigilante.
Surcos
ondeados al viento,
ansiosos
de molinos profundos.
Atalaya
de piel ibérica; alarmas
godas
y ansias berberiscas.
Nervio
de acero inoxidable,
espuma
de pincho boscoso,
cuerda
en el arrojo tensada,
rompeolas
de silencio erguido.
Inmensidad
deseosa de universo,
camino
de novela de inacabada,
Meseta,
tu poesía es tu bravura,
tu
raza es tu eternidad.
Lo que no sabía es que Reinoso también queda allí
mismo, también a pocos kilómetros de Palencia. Y del pueblo de Reinoso es el
amigo Raúl Pérez. Y seguimos con el providencialismo, porque entre los
apellidos de Luis Carlón, está Ordóñez, que era el segundo apellido de mi
abuelo paterno, y resulta que Raúl Pérez es de Reinoso. Al final tengo dos
primos en Palencia y yo sin saberlo. Dos parientes y dos arquetipos que me
inspiraron hace tiempo la idea de una novela sobre la Tercera Guerra Carlista,
nutriéndome de la famosa trilogía de Valle-Inclán. Quién sabe si algún día se
materializará el proyecto que me sigue rondando en la cabeza… Dejémoslo a la mentada
Providencia.
Así las cosas, todo ello viene a decir que además que
se me puede nombrar hijo adoptivo de Palencia, en alguna ocasión mis malvados
antepasados castellanos hubieron de cruzar la Tierra de Campos para exterminar
el tolerante paraíso islámico, para así privarnos de nuestra culta y bañada
sociedad de lectores, propietarios, poetas y fornicadores, en contra de la
incultura y la intolerancia que nos trajeron...
Y bueno, ya hablando en serio, alguna vez leí un
encabezamiento tan contundente como certero: "No os merecéis a
Castilla". Que por parte de la historiografía oficial, Castilla haya
pasado como "acaparadora", "centralista", "dictatorial"
y no sé cuántas historias más; la tierra del "nadie es más que
nadie"... Sin duda, amén de ser eso injusto, es ignorante por no decir
otras cosas. Hay que ser especialmente canalla, porque Castilla siempre ha sido
justamente lo contrario. Y Castilla se ve muy bien a través de su gente. ¿Gente
seca? Eso es un juicio de valor muy gratuito. De todas formas, y si así fuera,
¿y qué? Gente seria, gente franca, gente que va de frente; gente a la que nadie
gana en nobleza ni en generosidad. Gente que te abre las puertas de su casa de
par en par. Gente que sabe de la buena mesa y se empeña en sentarte con ellos
sin dejarte que pagues. Gente altiva, naturalmente. ¿Y por qué no habría de
serlo, viendo la inmensidad de su estepa? ¿Por qué no habría de serlo, si durante
siglos fue una sociedad que se rigió por sus méritos?
Mientras más viajo por Castilla, más me convenzo de
sus encantos, más orgulloso me siento de tener sangre castellana (como
tantísimos otros andaluces) y más criminal considero que el andalucismo, o
mejor dicho, el al-andalusismo, aun sin conseguirlo, nos haya intentado pudrirnos
los cerebros mintiéndonos sobre nuestra historia común para que odiemos a esta
bendita tierra cuyos hombres libres, arquetipos de campesinos-soldados,
atravesaron unidos a otros españoles para juntar la impresionante y pictórica
Meseta con el hermoso valle del Guadalquivir. Por ello, evoco un poema que
escribí con el amor a Castilla a flor de piel y que le dediqué a vuestra
imprescindible asociación en su día:
SANGRE
DE CASTILLO DE ORO
Sangre
de castillo de oro,
sangre
de recia rectitud,
sangre
de nobleza y lealtad,
sangre
de espada de luz.
Sangre
de sol escondido,
sangre
de monte severo,
sangre
de barba de nieve,
sangre
de piedra de cielo.
¡Adelante!
Sangre que hierve
con
burbujas de inexpugnable
ardor
y amor sincero, el
futuro
te llama con amable
agradecimiento
por la labor
desarrollada.
Mereces
gratitud
y reconocimiento.
Vives.
Sigues. Creces.
Dios
sabe qué pasará,
mas
sea el deber cumplido.
La
sangre se afirma, se nutre,
y se
siente con valor altivo.
Por lo
cultual y lo cultural,
los
antepasados braman.
Sangre
de cruz dolorosa.
Sangre
de cruz abigarrada.
¡Sangre
de castillo de oro,
marca
la hora promisoria!
¡No
hay quien pueda contigo!
¡Guía
hacia el honor y la gloria!
Gracias Castilla por ser como
eres.
Gracias castellanos por ser como sois.
Por algo escogí para mi hija un padrino castellano.
Y por algo cada vez se descubren más lazos intrahistóricos
entre Palencia y Sevilla. Porque tampoco es baladí que San Martín de Tours dé
lustroso nombre al románico palentino así como sea el nombre de mi parroquia y
el patrón de mi pueblo. San Martín de Tours, cuyo culto extendieron, entre
otros, los francos que entraron al servicio de nuestro rey santo.
Palencia
y Sevilla,
unidas
por San Fernando,
con
alma de castillo,
y de
león imperando,
en
alcázares eternos,
los
sueños despertando,
orgullosas
y henchidas,
por el
gran Rey Santo,
cuya
aura se desparrama,
hacia
el cielo elevando,
con estandartes
de victoria,
de
católico manto.
¡Palencia
y Sevilla,
unidas
por San Fernando!
Con Luis Carlón y Ricardo Botín también pude estar en
Autillo de Campos, el emblemático pueblo donde el Rey San Fernando fue
proclamado rey de Castilla. Aquel pueblo, aquel lugar, en pleno corazón de
Palencia, la misma que se solaza en la Tierra de Campos y señala el camino a la
Montaña del Cantábrico en la cercanía de León, está siendo justamente recordado
gracias a esta incansable asociación, la misma que ostenta el mérito de haber
celebrado los aniversarios de la batalla de Las Navas de Tolosa; todo aquello
que nos une, que nos enlaza, que nos motiva, que nos honra. La placa de Autillo
es, sin duda, testimonio de verdadera y justa memoria histórica. Vosotros
habéis marcado el camino a seguir, enraizando para el futuro aquello que nos
han intentado borrar del pasado.
Empero, luego de seis años en el Perú, y de por lo
menos siete años sin cruzar Despeñaperros, necesitaba Meseta en vena, y vive Dios
que me he regenerado, y que me he quedado con las ganas de estar más tiempo, o
de traerme directamente a la familia. Pero esto no se va a quedar así y prometo
aparecer siempre y cuando me sea posible. Y seguro estoy que, a pesar de los
pesares, mientras disminuirá la memoria de Blas Infante Pérez de Vargas
(descendiente del insigne caballero fernandino, por más que quisiera renegar de
su apellido), aumentará la de Fernando Tercero el Santo. Todo río vuelve a su
cauce. Y yo siempre quiero volver a Palencia, porque desde hace tiempo me di
cuenta que algo muy bueno se cuece aquí, que algo muy bueno da que hablar y que
mal que bien, aquí hay un epicentro de esa España nuestra que se resiste a
morir.
Y eso: Que muchos no se merecen a Castilla. Sin
embargo, otros muchos queremos merecérnosla.
Con todo, vamos a centrarnos un poco en la figura que
da nombre a estas fiestas, al insigne patrón de esta ciudad (así como también
es patrón de Medina del Campo y del gremio de los cazadores): Antolín de
Pamiers. Estamos ante un mártir visigodo que vivió en los siglos V y VI,
venerado como santo en la iglesia católica, así como también por los cristianos
orientales. Cierto es que al menos parte de su hagiografía es legendaria, y son
pocos los datos precisos que tenemos de este santo. Al igual que ocurrió con
otros correligionarios de los primeros tiempos de la Spania visigoda, fue
mártir, testimonio de fe, por no querer abrazar el arrianismo junto a dos de
sus discípulos, Juan y Almaquio, que junto a él reciben culto. Aquí en Palencia
se conservan algunas de sus reliquias, y no en vano, la catedral le está
consagrada. Se cree que sus reliquias fueron traídas por el rey Wamba desde
Narbona en el año 673.
La iconografía habitual nos presenta a San Antolín
como un hombre joven, ataviado con la dalmática propia de los diáconos,
portando casi siempre una palma alusiva al martirio, y, como atributo más
característico, un cuchillo u hoja afilada clavado en su hombro o en la parte
inferior del cuello, siendo celebrada su festividad el día dos de septiembre.
En este señero día es cuando se abre la cripta de la catedral para ofrecer el
agua de su pozo a los asistentes, tradición muy arraigada entre los palentinos.
Es día de eucaristía y de procesión para Palencia.
Uno de los milagros que se le atribuye a San Antolín,
ante las torturas que padeció es que, sacado del arresto al que lo someten a
priori, con una piedra de molino atada al cuello, ser lanzado al río Garona,
salió a flote, por lo cual muchos lugareños se convirtieron al catolicismo al
presenciar semejante prodigio.
Como bien reivindica Luis Carlón, Palencia siempre ha
sido un puntal religioso y cultural en nuestra Península. Desde tiempos
romanos, gozó de importancia estratégica. Y eso continuó en el Reino Visigodo
de Toledo. Hablando de romanos y hablando de visigodos, así podemos definirlos
como columnas fundamentales de España, de nuestra identidad patria:
De Toledo a Constantinopla,
un mundo se fue haciendo,
desde la Piel de Toro a la Hélade,
con un nuevo y fuerte refresco,
de irrupciones germánicas y helénicas,
bajo el manto romano, que es eterno;
dos pilares para una civilización,
columnas de Spania, de la tierra al cielo.
un mundo se fue haciendo,
desde la Piel de Toro a la Hélade,
con un nuevo y fuerte refresco,
de irrupciones germánicas y helénicas,
bajo el manto romano, que es eterno;
dos pilares para una civilización,
columnas de Spania, de la tierra al cielo.
Antes mencionamos al rey Wamba, el mismo que trajo las
reliquias de San Antolín. Esto lo hizo luego de sofocar una rebelión en la
Galia Narbonense, pero sólo trajo una parte.
Fue este rey godo el que ordenó enterrar al santo en el templo que ya existía
en esta ciudad, en la parte inferior de la cripta, siendo que a día de hoy
constituye uno de los principales monumentos (y mejor conservados) de este
periodo histórico que muchos quieren silenciar por motivos ideológicos suicidas.
“Lógico”, como defienden grandes historiadores tales como Claudio Sánchez
Albornoz, Daniel Gómez Aragonés o el padre Santiago Cantera, es este período
histórico que el que explica la constitución y el contexto de la historia de
España como patria.
Sea como fuere, con Wamba se trajo para Palencia un
omóplato y parte del brazo, siendo que los demás restos desaparecen destruidos
por los calvinistas en las guerras del siglo XVI. Los calvinistas, esos fieros
deterministas que hablaban del dinero como bendición divina y que invocaban a
la libertad religiosa para después quemar (literalmente) a todo aquel que les
tosiera; esos que supuestamente trajeron el progreso a Europa y que nuestros
acomplejados desde el siglo XIX nos los ponen de ejemplo… En fin, como dice el
clásico castellano, “mejor será no meneallo”.
Llegados a este punto, podemos hacer una síntesis que
me parece, cuanto menos, entrañable: Las fiestas de San Antolín nos enlazan con
aspectos íntimos y determinantes de nuestra historia. Por un lado, tienen una
fuerte ligazón goda. Por otro lado, este santo es especialmente venerado en
España, Francia y Siria, trazando así una gran calzada grecorromana que nos
retrotrae a francos, visigodos y bizantinos, y no en vano el Imperio Romano de
Oriente tuvo mayor o menor presencia en España, de las Baleares a Ceuta,
durante un par de siglos, prolongando la presencia romana en nuestra historia
durante ocho siglos. Digo esto de ocho siglos porque muchas veces los
islamófilos utilizan eso de ocho siglos como mantra…
Tanto godos como romanos orientales van a evolucionar
el vocablo “Hispania” a “Spania”. En esta época que se nos pretende ocultar con
malas artes está la clave de lo que somos, lo que fuimos y lo que podemos
llegar a ser. Aquí tenemos una constante lámpara votiva que nos alimenta con su
oleosa y divina luz, EX SPANIA LUX
Entre bizantina e irlandesa,
parece presentarse la
mozárabe iconografía.
Luz de beatitud,
sello de Cristiandad,
inspiración bíblica.
Antigüedad y tenacidad,
occidente y oriente,
hispánica maravilla.
Ex
Spania lux.
Vuelvan los iconos.
Vuelva la mozarabía.
Tiempos de resistencia.
Tiempos de fe, siempre.
Hay ejemplo. Hay valía.
Hay raíz. Hay origen.
Y por ello, hay futuro.
Vamos por nuestra vía.
Vuelvan los iconos.
Vuelva la mozarabía.
Tiempos de resistencia.
Tiempos de fe, siempre.
Hay ejemplo. Hay valía.
Hay raíz. Hay origen.
Y por ello, hay futuro.
Vamos por nuestra vía.
Y es que si San Antolín fue un ejemplo de resistencia,
de fe, fue también una de las muchas inspiraciones que tuvieron los mozárabes,
esto es, los cristianos que pervivieron en sus tierras natales bajo el dominio
musulmán, conservando su fe cristiana y su cultura que evolucionaba a lo
romance. En verdad los mozárabes fueron la prolongación visigoda de sur a
norte. Los reyes de León los establecieron en el noroeste, pudiendo revivir en
una patria que siempre había sido suya para con sus esencias. Ellos mantuvieron
la liturgia hispanovisigótica y asimismo se destacaron como grandes
constructores. Tanto el prerrománico asturiano como el mozárabe son esas
continuaciones artísticas y esenciales de una Spania celtibérica, romana y goda
que, aun perdida, quería volver a encontrarse, encontrando en Covadonga el
leitmotiv de una resistencia que no podía acabar hasta vencer por completo a la
media luna.
Siendo Palencia una referencia obligada de la historia
hispanogótica, teniendo un incontestable patrimonio arqueológico como máximo
testimonio, seguimos avanzando en esa síntesis anunciada, porque es que, por si
fuera poco, esta muy palentina fiesta está directamente relacionada con la
fiesta de los toros. Y ya que vamos a hablar de los Cantos Ibéricos Taurinos, no está de más reseñarlo. No es cuestión
de hacer aquí un tratado histórico taurino, para eso tenemos el Cossío y otros
muy buenos. Pero sí creo que es ocasión destacar la intimidad y la esencia de
nuestro carácter volcado en esta fiesta que, aun evolucionada, hunde sus raíces
en nuestros más ancestrales orígenes. Como hablábamos en la anterior ocasión
que estuve en Palencia, en el toreo se trasluce mucho el estoicismo, que como
dijo el pensador granadino Ángel Ganivet, es acaso la filosofía de España, y
vive Dios que si nos centramos en Séneca y Marco Aurelio, parece que se traza
un camino que enlaza directamente hasta con Quevedo.
El estoicismo nos explica que hay cosas que,
sencillamente, no tienen solución, o no tienen solución al menos en un sentido
materialista e inmediato tal y como se entiende hoy. El estoicismo nos lleva a
nuestro estilo, a la sobriedad, a la austeridad, a buscar la coherencia, la
serenidad, y a morir con las botas puestas, tal y como recordaba en una
entrevista el filósofo Gustavo Bueno.
Esa actitud es la que ha de reflejarse en el torero, y
mejor torero será si sabe transmitirlo a la afición. Al fin y al cabo, lo que
apreciamos en el toreo lo podemos ver en cada torero, porque todo torero es en
mayor o menor medida estoico, valiente y artista, como es apolíneo y dionisíaco
y hasta pintor y músico, y transmitir eso hacia la afición es su máximo
cometido como atleta arquetípico de la Piel de Toro. Y así, el estoicismo se
sobrepone a la Historia y nos presenta a la tauromaquia como la relación de un
mito que está vivo. Si el eminente escritor Tolkien, grandeza del catolicismo
inglés, buscó en las raíces de la mitología nórdica para componer su obra, esto
es, su género de mythopoeia
encumbrado en el Señor de los Anillos, nosotros, como ibéricos y romanos, no
sin contar otras muchas chispas, no tendríamos que recurrir a sagas pasadas,
sino a un presente que nunca nos ha dejado. Hay quien cita al toro de Creta y
al Minotauro, a Platón sobre la Atlántida, o hay quien cita el culto mitraico
(por ejemplo Roy Campbell, otro gran católico inglés y apasionado de la
tauromaquia), extendido por los legionarios romanos desde Persia a Hispania…
Sea como fuere, con todas las evoluciones lógicas y ulteriores, ¿no hay algo de
todo eso en una corrida de toros? ¡Y no es arqueología! ¡Sigue vivo! Eso es lo
que me maravilla.
En el toreo tiene que haber mucho de actitud. Yo sé
que diciendo esto me voy a meter en camisa de once varas, pero digo
públicamente que mi torero favorito es Morante de La Puebla, por razones de
paisanaje y hasta de sentimiento, pues “Morante” es el apodo de parte de mi
familia materna, y con ese motivo le firmó hace muchos años, cuando todavía era
desconocido, una foto a mi abuelo. Entiendo que sobre gustos no hay nada
escrito, pero cuando veo que Morante se ha defendido públicamente de los
antitaurinos por vía legal, que ha ido hacia ellos en Ronda ridiculizándolos en
su cara, o que no tiene miedo a lo políticamente correcto al brindar faenas a
intelectuales o hasta políticos polémicos o minoritarios, entiendo que ante los
tiempos que nos han tocado, esa es la actitud y ese es el camino. Hay que ir de
frente. Se puede caer mejor o se puede caer peor, hasta ahí de acuerdo, pero
con la esencia, el estilo y el arquetipo por delante. Porque como decía Cela,
esto es una mezcla de ballet y de vicio, y como decía Valle-Inclán, tenemos un
temblor de violencia estética, y como decía Lorca, estamos ante la fiesta más
culta del mundo. ¿Cómo vamos a andarnos con complejos, con miedos y tonterías?
¡Recurramos a los poetas! Que al final, es lo que nos va a quedar. Y hablando
de toros, de Castilla y de Andalucía, evoco a Miguel Hernández, cuya afición
taurina a lo mejor no es muy del agrado de los que hoy dicen ser de los suyos:
Miguel Hernández, en su poema “Vientos del pueblo”, hizo a mi juicio una de las
definiciones más bonitas que jamás se haya leído sobre castellanos y andaluces.
De los castellanos dice:
“…y castellanos de
alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas.”
labrados como la tierra
y airosos como las alas.”
Y de los andaluces:
“…andaluces de
aceitunas,
nacidos entre guitarras,
y forjados en los yunques
torrenciales de las ansias”.
nacidos entre guitarras,
y forjados en los yunques
torrenciales de las ansias”.
Mucho de ello es lo que me ha inspirado a escribir el
poemario Cantos Ibéricos Taurinos. Porque
siendo un aficionado relativamente reciente (y debo mucho mi afición a la
pesadez antitaurina, que fue la que me llevó definitivamente a este maravilloso
mundo), entendí que para una visión digamos técnica del toreo los había más y
mejores que yo, y que como decía el maestro Víctor Barrio QEPD, el toreo, más
que defenderlo, hay que enseñarlo. Así, traté de plasmar mi acercamiento como
aficionado desde el mismo campo, desde la misma dehesa, hasta las más
vehementes posibilidades artísticas y mitológicas que encierra toda una
cosmovisión. Invocando a aquellos artistas que han sabido defender la
tauromaquia, centrándome en la figura del toro desde las religiones más
antiguas hasta nuestros días, y expresando aquello que yo sentía, aquello que
me inspiraba, aquello que venía hacia mí como una ráfaga imparable que batía mi
alma y me llevaba al mundo agrícola de mi infancia, cuando mi pueblo todavía
rebosaba de corrales, antes de convertirse en un sucedáneo urbanita.
Los Cantos
Ibéricos Taurinos son mi primera síntesis de aficionado, y ni por asomo
quiere ni pretende ser la última cosa que escriba sobre los toros. Ibéricos, en
tanto y en cuanto brotan de la intimidad de nuestro pasado más singular, que
hoy se extiende como sello de nuestra gastronomía. En estos momentos me
encuentro preparando otras cosas, sin prisa, pero sin pausa. Por ejemplo, uno
más específico en cuanto a su relación con la mitología, de Creta a Tartessos.
Mas, como poeta y aficionado, estos primeros Cantos son, por así decirlo, la expresión y la confesión de cómo yo
he llegado a este mundo y de cómo quiero compartirlo y extenderlo. Cada granito
de arena que yo pueda aportar será una gran satisfacción.
Llegados a este punto, no dejo de lado a San Antolín,
que bien sé que esta su festividad patronal exhala el profundo carácter de la
hermosa tierra palentina. Como antes hablábamos del recio y generoso carácter
castellano, también tenemos que evocar que Palencia venció al duque de
Lancaster con un ejército de mujeres. Ay esos que hablan de feminismo y sin
embargo se olvidan siempre de estas cosas… ¡Qué casualidad! Estando todavía
presente el desastre de Aljubarrota (batalla que tiene lugar en el año 1385),
favorable a las armas portuguesas, Castilla se ve amenazada no sólo por sus
conflictos con Portugal, sino también por la intromisión inglesa. Como
recordaba el historiador portugués Joaquim Pedro de Oliveira Martins, según
Menéndez Pelayo y Unamuno, el historiador más artista de la Península, es en
esta época donde nace lo que se ha llamado en Portugal como “la tradicional
alianza inglesa”, cosa que según el propio Oliveira Martins, no ha traído más
que desgracias no sólo a Portugal, sino al conjunto de toda la posible política
peninsular. Asimismo, buena parte del nacionalismo portugués se queja de la intromisión
castellana en sus asuntos; sin embargo, los portugueses más cultos, y pienso
por ejemplo en António Sardinha, gran pensador y poeta, amigo entrañable de
Vázquez de Mella, saben que Portugal se inmiscuyó tanto o más en los asuntos de
Castilla. Hasta en el mismo siglo XVIII: En la Guerra de Sucesión Española, el
marqués de las Minas llegó a tomar Madrid.
Sea como fuere, volviendo al último tercio del siglo
XIV, el complejo sistema de matrimonios y herencias entre los reinos
peninsulares, si a veces ofrecía períodos de paz, también traía conflictos
difíciles de resolver. Reinaba en Castilla Juan I. El mentado desastre de
Aljubarrota fue la traducción de fricciones tanto en la sociedad castellana
como en la portuguesa, pues muchas veces las mismas familias reales tenían sus
contradicciones en cuanto a los procesos de alianzas matrimoniales y unidades
políticas. Aprovechando que Castilla estaba desguarnecida por un duro conflicto
militar con Portugal, el duque de Lancaster consideró la situación para
aprovechar su desmedida ambición, considerándose pretendiendo legítimo a la
Corona de Castilla. Desembarca en Galicia y desde el noroeste piensa con
invadir la Meseta. Va tomando La Coruña, Santiago de Compostela, Orense,
entablando batallas hasta que llega a Palencia en junio de 1387. ¿Y por quién
es derrotado, si Palencia, como muchos otros núcleos urbanos de Castilla y de
León, estaba asolada de hombres? Pues fue derrotado por las bravas mujeres de
esta tierra, que aun recelosas por la falta de hombres, no dudaron en cumplir
con su deber mostrando su valor, quitándole al mentado duque las ganas de hacer
y deshacer a su antojo en Castilla. Fueron precursoras de María Pita y de
Agustina de Aragón, y de tantas otras heroínas que encumbran nuestra historia
con áureas páginas. No, aquí no necesitamos ideologías esquizoides aliñadas con
odio; aquí nos basta con el ejemplo práctico de nuestra Historia. Y qué mejor
ejemplo que el de las mujeres palentinas, ante las cuales el rey Juan I, para
premiar su gesta, su resistencia, les concedió el privilegio perpetuo de portar
la banda dorada que las iguala a los caballeros.
Y ya que hablamos de mujeres, de esas mujeres que son
conocidas gracias al empeño de vuestra asociación y que la oficialidad
mediática y la histeria gramsciana pretende silenciar, saltemos un poco en el
tiempo y evoquemos a esa gran mujer que da nombre propio a este centro social
que es referencia en toda España: Blanca de Castilla, madre y tía de reyes
santos, madre y tía de campeones de la Cristiandad.
Alfonso de Castilla
y
Leonor de Plantagenet,
bajo
la luz de la corona,
engendraron
una gran mujer,
de
firme carácter ibérico,
con
habilidad y fortaleza consejera,
que no
escapó al espíritu,
de la
caridad por bandera.
Oh,
Blanca de Castilla,
santo
y seña de Palencia,
tía de
Fernando Tercero el Santo,
hechura
de constante referencia.
¡Blanca
de Castilla,
la
flor de lis,
la
flor de la santidad,
madre
de San Luis!
¡Qué
buenos nombres ve uno por aquí! Blanca de Castilla, Fernando Tercero el Santo…
¡Ahí es nada!
Por ello, inspirándome en los hechos de nuestra Historia, e inspirado en
que en Portugal Camoens había escrito Os
Lusíadas y Fernando Pessoa Mensagem,
aproveché el contenido épico de nuestro acervo, tan injustamente pisoteado e
injuriado, cuando no ignorado, y me decidí a publicar Clamores de un español, porque quise reunir un
patriotismo hispánico tan autocrítico como sincero y ardiente, buscando la esperanza
futura en el virtuosismo de las esencias tradicionales a través de unos versos
que mezclan la lírica y la épica, las gestas y las tragedias, el terruño y el
universo. Con el añadido de que el gran pintor Augusto Ferrer-Dalmau me
autorizó a que su piquero fuera la portada del libro. Parece que está muy de
moda eso de que un poeta, un literato o un cineasta español tenga que insultar
a España para obtener réditos, ganancias y subvenciones. Pues después de tantos
años, vamos a cambiar ese nefasto paradigma. Vamos a amar nuestra historia,
nuestra cultura, nuestra tradición. Vamos a hablar bien, con valentía, por
derecho. Porque es un orgullo y una responsabilidad en cualquier labor, sea la
literatura o sea lo que sea, demostrar amor por nuestra patria. Y ahora que
estamos en Palencia, viene muy al caso hablar de esto, porque cuando pienso en
esta ciudad, pienso automáticamente en este centro, que realmente
fue el que me cautivó y me irradió la imagen de esta tierra, en un ambiente de
hermandad, seriedad y juerga. Desde marzo de este año, la saudade me atrapa, y
como me dijo Luis Carlón emulando a un legionario romano: Reconozco los
síntomas.
Siempre que hablo con amigos como Luis o José María me
hablan de la triste despoblación que asola desde el centro al noroeste de
nuestra patria. ¡Qué injusticia más grande! Tiene mucho que ver con los ataques
al mundo del toro, pues en el fondo, no es sino parte de un todo, de un ataque
a nuestro interior, de un ataque a nuestro corazón. Cada aldea castellana,
leonesa o gallega que se abandona es como si nos arrancaran un trozo de nuestro
cuerpo y un trozo de nuestra alma. Cuando veo el poder del cielo, ese cielo
como de ojos grises, ese cielo como de granito, como de lomo de lobo y de
mastín, que cubre este sagrado suelo, me inspiro, y aun en la lejanía, sin
embargo, me acerco. Porque recuerdo especialmente ese cielo poderoso de
Autillo, de Becerril y alrededores, queriendo confundirse con el cromatismo de
la imponente catedral y de otros tantos bellos monumentos de esta tierra. Ese
gris que me conecta con Autillo de Campos me dice que allí se reconoce a quien
se tiene que reconocer con una merecida y honrosa placa su importancia
histórica, y así mi Andalucía ha de volver a reconocer a nuestro héroe y padre
común, al que en verdad es el padre de la patria.
Primavera
de lluvia y trigo,
trae verano de recio sol.
Otoño
de hojas caídas,
anuncia
invierno rompedor.
¡Palencia!
Brillen sobre ti
los
días y las estaciones.
Y que
no se vaya tu gente,
que
tristes son las despoblaciones.
Palencia,
cristiana fiel y antigua,
tú,
contra Napoleón brava,
tú,
céltica y visigoda
bajo
una gran esencia romana.
Cielo gris
de Palencia,
compaña
de la Tierra de Campos,
cielo
de barba de nieve,
cielo
de místico canto.
Cielo
de reflexión románica,
cielo
de inmensidad gótica,
cielo
de lluviosa piedra,
cielo
de patrimonial óptica.
¡Palencia,
nobleza y lealtad
de
Castilla bajo un cielo
de
carácter derramado!
Aúlla,
cual lobo ibérico,
defiéndete,
cual toro bravo,
sacia
tu sed en el río Carrión,
y
siempre mira al cielo, que
de la
tierra eres el corazón.
Palencia
se merece una primavera, un renacimiento. Es de justicia reclamar su lugar no
sólo histórico, sino también providencial, que pueda incidir desde el pasado al
futuro, habida cuenta de este presente tan problemático que nos atenaza. Sirva
para ello un espíritu alegre, el mismo espíritu que anima a la jota tan
característica de esta tierra, así como de todas las Españas, desde Navarra a
Canarias.
Y bueno, ya no os aburro más. Que San Antolín nos afiance en lealtad, honor y vida eterna y que la fiesta de los toros nos guíe con mítica vehemencia en esa metáfora de la vida y la muerte, siendo que, como dijo el gran mecenas Ignacio Sánchez Mejías, la vida es como un ruedo y el que no torea, embiste. Muchísimas gracias queridos amigos palentinos por invitarme, espero haber estado a la altura de las circunstancias. Y ahora, exclamad conmigo:
¡Viva
San Antolín!
¡Viva
Blanca de Castilla!
¡Viva
Fernando Tercero el Santo!
¡Viva
Castilla!
¡Viva
España!