Isabel la Católica, Sierva de Dios, Reina de España, madre de América



Con motivo del 511 aniversario del fallecimiento de la Reina Isabel la católica, recuperamos la genial homilía que a petición de nuestra Asociación, pronunció el padre Alberto Torres en el convento jesuita de San Francisco de Palencia, el veintiséis de noviembre de 2006


De Madrigal de las Altas Torres a Medina del campo hubo una vez 53 años con 7 meses y 19 días de distancia, los que vivió la reina de Castilla y León, de España y de las Américas: Isabel la católica (22/04/1451 – 26/11/1504). Hoy 502 años que murió de cáncer poco antes del mediodía. Hoy fiesta de Cristo Rey del Universo. Hoy es cosa de pensar en aquella Reina, en aquel Dios, en aquella España.
Mala prensa analfabeta tiene Isabel la católica porque trajo la Inquisición, echó de España a judíos y árabes, fundó España sobre el cristianismo. Porque los judíos seducían alevosamente a los cristianos, los sacaban de la iglesia para meterlos en la sinagoga, y ella era a ciencia y conciencia la defensora de la fe, el 1.11.1478 encargó a Roma la Inquisición para defender a los cristianos. ¿Algo en contra?
Como ni por ésas pudo con los judíos, a los que tanto protegía a sabiendas de que 800 años antes habían ayudado a los árabes a invadir España, ni con el clero que encizañaba al pueblo y junto endemoniaron la convivencia pacífica de judíos, moros y cristianos, muchos años después de que por las mismas lo hicieran dos veces Alemania (1283 y 1292), una Inglaterra (1290),  y cinco Francia (1182, 1306, 1321, 1322 y 1324), por razones más políticas que religiosas, etc.., expulsó de España a sus 80.000-100.000 judíos (solo unos 40.000 se exiliaron) y diez años después a los árabes (11/02/1502), que llevaban 791 años en España. ¿Algo en contra?
Por estrabismo de bizcos mentales resulta a algunos estrambótico que fundara España sobre las bases del cristianismo cuando historia en mano consta que todos los reinos de Europa fundaban su concepto de nación en la religión común de sus gentes. Aquí el axioma jurídico de Roma distinge tempora et concordabis iura (distingue los tiempos y te cuadrarán las cosas). Es embrollo mental, sandez bucal y pata de banco aplicar criterios de hoy a casos de ayer. ¿Algo en contra?

Yo creo en Isabel una, santa, católica y apostólica y romana. Mujer eximia en la caridad que, p.ej., acogió como hijos propios a los bastardos de su marido; a su contrincante al trono, La Beltraneja, le buscó de marido a un primo de su esposo Fernando y a su propio hijo Juan, que ella rechazó y se metió monja; incluyó en la lista de la nobleza española a la Reina de Portugal y su amante, etc..
Isabel, mujer eximia en la fe, que para ella no era una opción entre otras sino la Verdad absoluta revelada, la fe que dirigió su vida privada, matrimonial, política, cultural…, empresa de fe o causa de Dios –que dice el Papa Inocencio VIII- fue la conquista de Granada (2/01/1492) –ciudad que la tengo en más que a mi vida-, desde la fe se las tuvo tiesas con judíos, nobles, musulmanes, indios de América y el mismo Papa Alejandro VI, por la fe hizo de América la empresa no de las armas sino de las almas: la evangelización, cristianización y salvación  de los indios, absolutamente por encima del oro y de las tierras.
Isabel, mujer eximia en aquel “derecho de gentes”, hoy derechos humanos, que obliga a Colón a llevarse a América a los cuarenta indios esclavos que le había traído de muestra –y vendido aquí por buen dinero que la reina hubo de rescatar con el de su bolsillo real-, devolverlos a sus tribus natales y jamás hacer, de un indio hijo de Dios, un esclavo de compraventa y explotación de los hombres. Cuando el 20/11/1499 Colón llega a Cádiz encadenado por su despotismo político, injusticia administrativa, explotación de indios, sobornos de hecenderos, rufianes “y otras gentes de mal vivir”, etc.; la reina ordena que le desencadenen, le den 1000 ducados y lleven a verla, ella le recibe cordial, mantiene las Capitulaciones que los dos firmaron en Santa fe (1492) y, eso sí, le prohíbe volver a América.
Isabel, la mujer eximia de piedad: dos meses en oración se tiró para decidir la elección de marido ¡y tenía 17 años!, el día en que se enteró de que los franceses habían atravesado la frontera catalano-aragonesa se lo pasó en ayunas, oración y penitencias, como pasaba los tiempos litúrgicos “fuertes” de Adviento, Cuaresma y Semana Santa. En su testamento fijó la mortaja –hábito del pobre San Francisco- y enterramiento en una sepultura de baxa; que no tenga bulto alguno, salvo una losa baxa en el suelo, llana. La desobedecieron y hoy está en la Catedral de Granada, en el subsuelo, delante del altar, con una mirilla que da al altar, de forma que lo primero que vea resucitar de entre los muertos sea el sagrario.

Aquí, entre uds., están representantes de la Comisión “Isabel la católica” que, por conocerla, quieren subirla de las andas procesionales de la grandeza humana a los altares de la santidad celeste. Y porque creo es sus virtudes heroicas –nada palaciegas- y en la heroicidad de su vida toda, lo que se dice santidad, me extraño con uds. de que no esté donde tiene que estar –en los altares del corazón, del templo y de España. Denuncio a los culpables.
Culpables los franceses de los ss. XVI y XVII, que impidieron su beatificación porque beatificarla hubiera siso beatificar la política de superioridad, supremacía y hegemonía de los Austrias y borbones. Culpable la Ilustración francesa y española del s. XVIII, que impidieron su canonización porque canonizarla hubiera sido canonizar su confesionalidad, contra el laicismo, de Estado. Culpables hoy los zafios de historia, los ignorantes de esta mujer, los relativistas, laicistas, ateos y demás fauna y flora de los tiempos nuestros.
Y, sin embargo, en las coordenadas políticas de estos procesos del santoral, Isabel la católica (título pontificio del Papa Alejandro VI en 1494) lo tiene más fácil que su coetánea, la francesa Juana de Arco, mártir no de la fe sino del patriotismo contra los ingleses.

Hoy festividad de Cristo Rey del Universo: aquí queda la realización, chiquita por humana pero eximia por grandiosa, de ese reino eterno y universal: el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz por obra y gracia de la mujer santa, Isabel de Castilla, de España y sus Américas, cuyo parecido con quienes hoy desgobiernan, corrompen, descristianizan y descuartizan a España, no es ni siquiera mera coincidencia.