San Fernando por Bartolomé Esteban Murillo |
Al muy alto y muy noble, poderoso y
bienaventurado señor rey don Fernando de Castilla y de León. Los doce sabios
que la vuestra merced mandó que viniésemos de los vuestros reinos y de los
reinos de los reyes vuestros amados hermanos para vos dar consejo en lo
espiritual y temporal: en lo espiritual para salud y descargo de la vuestra
anima, y de la vuestra esclarecida y justa conciencia, en lo temporal para vos
decir y declarar lo que nos parece en todas las cosas que nos dijistes y
mandastes que viésemos. Y señor, todo esto os hemos declarado largamente según
que a vuestro servicio cumple. Y señor, a lo que ahora mandades que vos demos
por escrito todas las cosas que todo príncipe y regidor de reino debe haber en
si, y de como debe obrar en aquello que a él mismo pertenece. Y otrosí de como
debe regir, y castigar, y mandar, y conocer a los del su reino, para que vos y
los nobles señores infantes vuestros hijos tengáis esta nuestra escritura para
estudiarla y mirar en ella como en espejo. Y señor, por cumplir vuestro
servicio y mandado hízose esta escritura breve que vos ahora dejamos. Y aunque
sea en si breve, grandes juicios y buenos trae ella consigo para en lo que vos
mandastes. Y señor, plega a la vuestra alteza de mandar dar a cada uno de los
altos señores infantes vuestros fijos el traslado della, porque así ahora a lo
presente como en lo de adelante por venir ella es tal escritura que bien se
aprovechará el que la leyere y tomare algo della, a pro de las animas y de los
cuerpos. Y señor, Él que es Rey de los Reyes, Nuestro Señor Jesucristo, que
guió a los tres reyes magos, guíe y ensalce la vuestra alteza y de los vuestros
reinos, y a todo lo que más amades y bien queredes.
Y señor, pónese luego primeramente en esta escritura de la lealtad que
deben haber los omnes [hombres] en sí. Y luego después de la lealtad se pone la
codicia que es cosa infernal, la cual es enemiga y mucho contraria de la
lealtad. Y después vienen las virtudes que todo rey o regidor de reino debe
haber en si, y que tal debe de ser, y que a todo regidor de reino cumple de él
ser de la sangre y señorío real, y que sea fuerte y poderoso y esforzado, y
sabio y enviso [sagaz], y casto, y temprado [moderado] y sañudo [furioso],
largo y escaso, amigo y enemigo, piadoso y cruel, amador de justicia y de poca
codicia, y de buena audiencia a las gentes. Y adelante está como se entiende
cada una destas condiciones y por qué manera debe usar de cada una dellas.
I. De
las cosas que los sabios dicen y declaran en lo de la lealtad.
Y comenzaron sus dichos estos
sabios, de los cuales eran algunos dellos grandes filósofos y otros dellos de
santa vida. Y dijo el primero sabio dellos: «Lealtad es muro firme y
ensalzamiento de ganancia.» El segundo sabio dijo: «Lealtad es morada por
siempre y hermosa nombradía.» El tercero sabio dijo: «Lealtad es ramo fuerte y
que las ramas dan en el cielo y las raíces a los abismos.» El cuarto sabio
dijo: «Lealtad es prado hermoso y verdura sin sequedad.» El quinto sabio dijo:
«Lealtad es espacio de corazón y nobleza de voluntad.» El sexto sabio dijo:
«Lealtad es vida segura y muerte honrada.» El seteno sabio dijo: «Lealtad es
vergel de los sabios y sepultura de los malos.» El octavo sabio dijo: «Lealtad
es madre de las virtudes, y fortaleza no corrompida.» El noveno sabio dijo:
«Lealtad es hermosa armadura y alegría de corazón y consolación de pobreza.» El
décimo sabio dijo: «Lealtad es señora de las conquistas y madre de los secretos
y confirmación de buenos juicios.» El onceno sabio dijo: «Lealtad es camino de
paraíso y vía de los nobles, espejo de la hidalguía.» El doceno sabio dijo:
«Lealtad es movimiento espiritual, loor mundanal, arca de durable tesoro,
apuramiento de nobleza, raíz de bondad, destruimiento de maldad, profesión de
seso, juicio hermoso, secreto limpio, vergel de muchas flores, libro de todas
ciencias, cámara de caballería.»
II. De
lo que los sabios dicen en lo de la codicia.
Desque hubieron hablado en lo de la
lealtad, dijeron de codicia. Y dijo el primer sabio: «Codicia es cosa infernal,
morada de avaricia, cimiento de soberbia, árbol de lujuria, movimiento de
envidia.» El segundo sabio dijo: «Codicia es sepultura de virtudes, pensamiento
de vanidad.» El tercero sabio dijo: «Codicia es camino de dolor y simiente de
arenal.» El cuarto sabio dijo: «Codicia es apartamiento de placer, y vasca de
corazón.» El quinto sabio dijo: «Codicia es camino de dolor, y es árbol sin
fruto, y casa sin cimiento.» El sexto sabio dijo: «Codicia es dolencia sin
medicina.» El seteno sabio dijo: «Codicia es voluntad no saciable, pozo de
abismo.» El octavo sabio dijo: «Codicia es fallecimiento de seso, juicio
corrompido, rama seca.» El noveno sabio dijo: «Codicia es fuente sin agua, y
río sin vado.» El décimo sabio dijo: «Codicia es compañía del diablo, y raíz de
todas maldades.» El onceno sabio dijo: «Codicia es camino de desesperación,
acercana de la muerte.» El doceno sabio dijo: «Codicia es señoría flaca, placer
con pesar, vida con muerte, amor sin esperanza, espejo sin lumbre, fuego de
pajas, cama de tristeza, rebatamiento de voluntad, deseo prolongado, aborrecimiento
de los sabios.»
III.
Que el rey o regidor de reino debe ser de la sangre real.
IV. Que
debe ser el rey fuerte y poderoso.
Dijeron que cumplía que fuese fuerte
y poderoso y esforzado y enviso. Y razonable es que el que no ha poderío no ha
lugar de cumplir justicia, ni de regir ni hacer ninguna cosa de las que a
regimiento de reino pertenecen, que puesto que sea de sangre real, si poderío
no ha, no podrá regir los poderosos ni los flacos tan solamente. Que el oficio
la persona lo hace ser grande o menguado según la cantidad o calidad del que lo
oficia, como ya hayamos visto muchos de sangre real y aún reyes y príncipes. Y
porque no son poderosos, son en gran caimiento y perdimiento, y en gran
pobreza, y abiltados [afrentados] y sojuzgados de otros de menos linaje que
ellos. Y si han estas dos y no es esforzado y fuerte, no le aprovecharía, que
sin esfuerzo no puede ser hecha ni acabada ninguna cosa buena ni mala, como la
cobardía sea la cosa más vil y menos temida que todas las del mundo. Y por
esfuerzo y fortaleza vimos acabados muchos grandes hechos y obras maravillosas.
Y la fortuna de si misma ayuda a los osados. Y el que ha de regir reino si
esfuerzo y fortaleza no hubiese, no podría venir en perfección de su regimiento
ni dar fin a ningún buen hecho. Y los que con el reino tuviesen guerra,
cobrarían osadía viéndolo más flaco y de poco esfuerzo y fortaleza, y muy de
ligero podría el reino perecer cuando no tuviese cabecera buena, como muchas
veces hayamos visto muchos reinos ser perdidos por haber rey o príncipe o
regidor cobarde y flaco y de poco esfuerzo, y por contrario con esfuerzo y
fortaleza llevar lo poco a lo mucho y lo menos a lo más, y ser defendidas
muchas tierras por ello. Y el fuerte y esforzado témenlo y no se atreven a él
los suyos ni los extraños, y más vence su nombre que el golpe de su espada. Mas
no cumple que sea fuerte ni esforzado a las cosas flacas y de poco valor, que
la fortaleza y esfuerzo se debe usar en sus tiempos y lugares debidos y
convenientes que a gran hazaña o regimiento pertenezcan. Y que no haya temor de
regir así al fuerte como al flaco. Donde dijo el filósofo: «Fortaleza es de si
misma queja de atender la virtud del su nombre.»
V. Que
habla de esfuerzo y fortaleza y de las virtudes que han.
VI. Que
habla otra vez de como el rey debe ser sabio y enviso.
Dijeron que fuese sabio y enviso, por cuanto muchos son sabedores y no
vienen tan avisados a los hechos, que el avisamiento discierne e iguala en sus
tiempos las obras que la sabiduría determina. Y son así en igualanza como
voluntad y obra. Y la sabiduría ponemos que sea la voluntad y el avisamiento la
obra. Y puesto que omne [alguno] tenga voluntad, si no la obra no es hecho
acabado. Y por ende el avisamiento es discreción que iguala y obra en sus
tiempos las cosas de sabiduría, y de necesario son y deben ser aparcioneros
sabiduría y avisamiento. Es virtud incomparable y maravillosa y muy cumplidera
en el rey o príncipe o regidor, porque por ella pueda bien regir el reino y
regimiento que le es encomendado, y dar pena a los malos y galardón a los
buenos, y igualar y templar los hechos, y conocer los hechos y los tiempos, que
muchas veces es necesario y cumplidero al príncipe o regidor matar al que lo no
merece y soltar al que lo merece. Y puesto que poderío y esfuerzo y fortaleza
sean tan altas y tan maravillosas cosas como habemos dicho, si sabiduría y
avisamiento no ha el que las tiene, éstas ni otras no le podrían aprovechar,
que muchas veces vimos muchas compañías poderosas y fuertes y esforzadas ser
vencidas y conquistadas de muy pocas gentes por la poca sabiduría y avisamiento
suyo y por el saber y avisamiento de los otros. Y la sabiduría y avisamiento
dan a entender al que las tiene por dónde y cómo debe usar. Y el que es sabio y
enviso no puede ser corrompido en sus hechos. Donde dijo el primero sabio: «Sabiduría es muro no
corrompido y claridad sin oscureza.» El segundo sabio dijo: «Sabiduría es cosa
infinita y depende del infinito Dios.» El tercero sabio dijo: «Sabiduría es
espejo de los sabios, que mientras más se miran más hallan que mirar.» El
cuarto sabio dijo: «Sabiduría es destruimiento de maldad y perfección de
bondad.» El quinto sabio dijo: «Sabiduría es tristeza a los malos y placer a los
buenos.» El sexto sabio dijo: «Sabiduría es ensalzamiento del sol que calienta
y beneficia el mundo.» El seteno sabio dijo: «Sabiduría es árbol de todas
flores y cámara de todas ciencias.» El octavo sabio dijo: «Sabiduría es amor de
todos amores, y agua de todas fuentes, y memoria de todas las gentes.» El
noveno sabio dijo: «Sabiduría es apartamiento de virtudes y carrera derecha del
paraíso.» El décimo sabio dijo: «Sabiduría es alcanzar hermosa consolación de
pobreza, vergel de los sabios.» El onceno sabio dijo: «Sabiduría es señora no
conocida, candela del alma, destruimiento de los diablos.» El doceno sabio
dijo: «Sabiduría es cosa visible y perfección invisible, y sepultura de los
malos, deseo de los buenos, juego de pella [pelota], viva centella, amor con
esperanza, ley de todos reyes, cobertura de todas menguas, manjar no negado, señoría infinita,
piedra preciosa, arca de maravilloso tesoro, estatuidad firme, vida del mundo,
más alta que lo alto, y más fonda que lo fondo, cerco redondo de que todos pueden
trabar, no es escondida ni amenguada a los que la buscan, y es amiga de sus
amigos y enemiga de sus enemigos.» Y por ende quien sus fechas obra bien
sabiamente y con buena ordenanza y avisamiento, de necesario acabará cuanto
quisiere, y no le será cosa negada ni fuerte de hacer.
VII.
Que habla de la castidad y de las sus virtudes.
Dijeron que fuese casto por cuanto
castidad en el príncipe es una maravillosa virtud. Y no tan solamente aprovecha
a los que la tienen mas a todos sus súbditos, por cuanto necesaria cosa es que
los que han de complacer a alguna persona que sigan su voluntad y ordenanza, y
hagan manera de obrar aquellas cosas que saben que son cercanas a su voluntad,
por tal de haber la su gracia y merced, especialmente de los magníficos príncipes
y reyes. Y como en espejo se catan las gentes en el príncipe o regidor casto, y
ámanselo y lóanlo y codícianle todo bien, y ruegan a Dios por su vida, y no han
duda que les tomará las mujeres ni las fijas ni les hará por ende deshonra ni
mal. Y es muy cercano salvamento del alma, y maravilloso loor al mundo, y es
extraña señoría y gracia de Dios en las batallas, como muchas veces hayamos
visto los príncipes castos ser vencedores y nunca vencidos. Y tomemos ejemplo
en el Duque Gudufré [Godofredo IV de Bullón] y en otros muchos príncipes
cuantos y cuan grandes fechos y maravillosas cosas hicieron y acabaron por la
castidad, lo cual las historias maravillosamente notifican. Y por la lujuria
vimos perdidos muchos príncipes y reyes, y desheredados sus reinos, y muchas
muertes y deshonras y perdimientos así de cuerpos como de almas de que damos
ejemplo en el rey David y el destruimiento que Dios hizo por su pecado, y en el
rey Salamón que adoró los ídolos, y en Aristótiles y Virgilios, y en el rey
Rodrigo que perdió la tierra de mar a mar, y en otros reyes y príncipes y
sabedores que sería luengo de contar de que las historias dan testimonio.
Y por ende hablando de castidad dijo el primero sabio: «Castidad es
vencimiento de maldad, espejo de alma, y corona del paraíso, señora de las
batallas, precio de los reyes, especial gracia de Dios.» El segundo sabio dijo:
«Castidad es vida sin muerte y placer sin pesar.» El tercero sabio dijo:
«Castidad es vencimiento de voluntad y gloriosa naturaleza.» El cuarto sabio dijo:
«Castidad es nobleza de corazón y lealtad de voluntad.» El quinto sabio dijo:
«Castidad es durable remembranza y perfecta bienaventuranza.» El sexto sabio
dijo: «Castidad es amiga de sus amigos y enemiga de sus enemigos, cimiento de
nobleza, y tejado de virtudes.» El seteno sabio dijo: «Castidad es acatamiento
de los nobles y deseo de los ángeles», y dijo «Castidad es magnífica elección y
muy acabada discreción.» El octavo sabio dijo: «Castidad es memoria en el
mundo, y juicio no corrompido.» El noveno sabio dijo: «Castidad es verdura sin
sequedad, y fuente de paraíso.» El décimo sabio dijo: «Castidad es animal amor
y obra sin error.» El onceno sabio dijo: «Castidad es apuramiento de nobleza,
elección de fe, templamiento de voluntad, morada limpia, y hermosa rosa
oliente, puro diamante, amor de pueblo, consolación de los religiosos, gemido
de los lujuriosos.» Y por ende a todo príncipe o regidor
es necesario la castidad, y es cosa cumplidera para el pueblo. Y si es en omne
mancebo y hermoso no puede ser más maravillosa su virtud.
VIII.
Que habla de la templanza y de como es medianera entre todas las cosas.
Dijeron que fuese templado, por
cuanto templanza es maravillosa virtud, y es medianera entre bien y mal, y es
medio entre todas las cosas. Que si el señor o príncipe o regidor no remediase
su saña con templamiento, muy de ligero podría hacer cosa en daño grande del
pueblo, y de que se arrepintiese y por ventura no pudiese remediar. Y templando
su saña y todos sus hechos, no hará cosa que sea de servicio de Dios y daño del
pueblo, ante sus hechos serán siempre temidos y loados, y no le pueden ser
reputados a mal.
Donde dijo el primer sabio:
«Templanza es camino del bien, y adversaria del mal.» El segundo sabio dijo:
«Templanza es conocer ome a Dios y a si mismo», y dijo «Templanza es espejo de
virtudes y deshacimiento de maldades.» El tercero sabio dijo: «Templanza es
lección de seso y perfecta sabiduría.» El cuarto sabio dijo: «Templanza es
escudo acerado de confundimiento y destruimiento de soberbia.» El quinto sabio
dijo: «Templanza es caimiento de codicia y apartamiento de ira.» El sexto sabio
dijo: «Templanza es compañera de vivir y enemiga de la muerte.» El seteno sabio
dijo: «Templanza es olvidamiento de lujuria y lazo en que caen los diablos.» El
octavo sabio dijo: «Templanza es ciencia divinal y cercano salvamiento del
alma.» El noveno sabio dijo: «Templanza es morada segura y torre firme, loor de
los sabios.» El décimo sabio dijo: «Templanza es natural razón, y perfección
con memoración, destruimiento de los pecados, vía de bien obrar, puerta de
paraíso.» El onceno sabio dijo: «Templanza es juicio verdadero, amigo de Dios y
del mundo, familiar de los sesudos, enfrenamiento de los locos, remedio de
malaventuranza, causa de bienaventuranza, secreto de los nobles, reinamiento de
los reyes, durable establecimiento, perfección de fe, avisamiento de los
errados.» Por ende a todo príncipe es necesaria la templanza. El que no es
templado en sus fechos y da lugar a su saña no ha juicio de omne y entre los sabios
es llamado bestia salvaje.
IX. Que
el rey debe ser sañudo a los malos.
Sañudo debe ser el rey o príncipe o regidor de reino contra los malos y
contra aquellos que no guardan servicio de Dios, ni pro común de la tierra, y
roban a los que poco pueden, y les toman lo suyo contra su voluntad o cometen o
hacen traiciones o maldades, o yerran contra su persona no lo temiendo, y
atreviéndose a él. Que el príncipe o rey o regidor que no es sañudo a los malos
ni muestra los yerros a los que lo merecen, y no da por el mal pena y por el
bien galardón no es digno de regimiento, que regidor de reino tanto quiere
decir como pastor de las ovejas, que ha de dar vía por donde usen y vayan,
destruidor de los malos, enmendador de los malos usos y costumbres, rehacedor de los bienes, igualador de las discordias, veces con
saña, veces con buena palabra, enseñador de las virtudes, destruidor de los
pecados, y pena de la maldad y gloria de la bondad, defendimiento de pueblo,
poblador de tierra, pértiga de justicia. Y por ende le es cumplidera la saña
contra los malos y crueles y desordenados en sus hechos, que el príncipe o
señor en quien no hay saña o crueldad cuando cumple no puede bien regir reino,
que cada uno se atreve a mal obrar en esfuerzo de no ser castigado. Y más temor
pone la saña del rey o del regidor que es conocido por justicia que la justicia
que hace o manda hacer, y más la debe mostrar a los grandes que a los pequeños,
que ganado lo más, lo menos es cosa vencida. Y muy gran castigo es al pueblo
ver quebrantada la soberbia de los grandes que ser sometidos a justicia. Razón
clara y muy conocida es de que las obras pasadas dan testimonio.
de los malos usos y costumbres, rehacedor de
X. De
como el rey o príncipe o regidor de reino debe aseñorearse de su pueblo.
Otrosí cosa cumplidera y muy
necesaria es al príncipe o rey o regidor del reino aseñorearse del pueblo, y
que en sus tiempos y lugares convenientes sea tenido por señor, y conocido por
los extraños que ante él vinieren en las señales de obediencia que vieren que
le hacen los sus súbditos, y que sea temida su razón, y temido su nombre, y
ninguno no hable de él a igualanza ni sin reverencia y humildad. Y más temido
debe ser de los grandes que de los pequeños, y con mayor autoridad se debe
aseñorear dellos, y que todos teman su saña y hayan pavor de errar y enojar con
sus maldades y yerros, que no cumple que sea igual a la viga que dio Júpiter a
las ranas, que del golpe se asombraron y después subían encima della. Y que muy
fuerte cosa es de mudar la costumbre, y muy más ligera cosa es de ponerla que de
enmendarla, que si una vez pierden el miedo al rey o regidor del reino,
atrévense a él y no lo temen después. Y lo que en el comienzo remediaría con
sola palabra, no lo remediaría después matando y haciendo crueldades. Y por
ende la doctrina priva a las veces a la mala naturaleza. Y todo rey o príncipe
debe ordenar su señoría y regir su tierra en justicia, y aseñorearse della por
manera que haya excusada la enmienda y arrepentimiento, pero no se tenga en
tanto que deje de honrar los buenos y a los que lo merecen, a cada uno en su
grado, veces con buena palabra, veces haciendo mercedes, que muchas veces las
buenas obras hacen de los enemigos amigos. Más no espere amistad del enemigo
que es sin causa y por desordenada voluntad, ni tarde la venganza do viere crecer
el daño, que muchas veces queda la mancilla y no el lugar.
XI. Que
el rey o príncipe o regidor de reino debe ser compañero a sus compañas.
Compañero debe ser el rey o regidor del reino con las sus compañas en
les hacer muchas honras y gasajados y haber placer con ellos cuando cumpliere,
y en las guerras y batallas comer y beber de compañía, y burlar con los suyos,
y entremeter con ellos algunas maneras de solaz, y loarlos y honrarlos en plaza
el bien que hicieren, y hacerles merced por ello, y darles buena palabra, y
recibirlos bien cuando vinieren a él, y mostrarles gesto alegre y pagado, que del señor que se aparta huyen dél, y
aborrécenlo los suyos y los extraños, que todo señor cumple que se muestre al
pueblo, y sea alegre y palanciano [cortés]. Y cuando se viere en priesa no debe
mostrar temor a su gente, que gran desmano es de gente conocer miedo en el
príncipe o caudillo. Y no es cosa cumplidera, que muchas veces vence buen
esfuerzo mala ventura. El miedo no es yerro mas naturaleza derecha: publicarlo
es gran mengua, encubrirlo es nobleza de corazón. Antes hablando con las sus
compañas y esforzándolos como compañero, debe ser el primero que tomare la
lanza, y decir decires de osadía. Y como ya habemos dicho, y el esfuerzo tuvo
las glorias mundanales y es hermano de la fortuna. Pero no sea tanto compañero
que se atrevan a él y con palabra grida y sañuda deseche a los que se
atrevieren a él fuera de razón, que de todas las cosas el medio y templanza es
la mejor, según antes dijimos en el tratado de templanza.
XII.
Que el rey debe ser largo a los nobles e hidalgos y de buen linaje, y a los
otros que bien obran.
Largo [generoso] debe de ser el rey
o príncipe o regidor de reino a los nobles e hidalgos y de buen linaje y a los
otros que bien obraren y alguna hazaña y nobleza de caballería hicieren o en
otras cosas bien y lealmente lo sirvieren, así por las noblezas que hicieren
cuando pudieron los que no pueden, como por las que hacen los que pueden. Y de
los que en su servicio morieren, debe ser largo en hacer merced a sus hijos y a
los de su linaje porque todos hayan voluntad de bien hacer y de le servir
lealmente y con voluntad. Que una de las principales gracias que cumple haber
en los señores, especialmente en los conquistadores, ser largo de corazón y de
obra, pero que no se debe mover ligeramente a hacer merced hasta ser cierto del
bien que cada uno hizo. Y en esto debe ser el rey o príncipe o regidor
pesquiridor, porque muchas veces acaécele ser hechas relaciones infintosas, y
hacer bien a quien no lo merece y no al que lo merece. Y por ende ya dijimos
como avisamiento es virtud cercana de sabiduría. Y no tan solamente debe el
príncipe o regidor pesquerir y saber esto, mas en todo el reino o regimiento
debe saber qué personas buenas hay en cada ciudad o villa o lugar, y cómo usan,
y cuáles son para guerra o cuáles son para oficios, o cuáles codiciosos
desordenados, o cuáles templados, porque a cada uno dé y ordene lo que
entendiere que le cumple, y así no hará cosa desordenada ni sin razón, que largueza
es muy ennoblecida virtud.
Donde dijo el primero sabio: «Largueza es
magnificencia de los grandes, y esfuerzo de corazón en los pequeños.» El
segundo sabio dijo: «Largueza es contentamiento de voluntad y gracioso deseo.»
El tercero sabio dijo: «Largueza es menospreciamiento de codicia y vencimiento
de malicia.» El cuarto sabio dijo: «Largueza es morada de nobleza, cimiento de
hidalguía.» El quinto sabio dijo: «Largueza es placer de corazón, conocimiento
de razón.» El sexto sabio dijo: «Largueza es cámara de los reyes, ensalzamiento
de su estado.» El seteno sabio dijo: «Largueza es elección de virtudes, nobleza
de voluntad.» El octavo sabio dijo: «Largueza es corona de los príncipes,
refrigerio de los mendigantes.» El noveno sabio dijo: «Largueza es señora de
las conquistas.» El décimo sabio dijo: «Largueza hace los enemigos amigos y los
amigos siervos.» El onceno sabio dijo: «Largueza es refrenamiento de mala fama,
encubrimiento de todas las maldades, silla de todos los poderes, allegamiento
de voluntades, fe de los vasallos, ensalzamiento de los señores, amor de todas
las gentes.» El doceno sabio dijo: «Largueza destruye a los malos y ensalza a
los buenos.»
XIII.
Que el rey o príncipe debe ser escaso en aquellas personas y lugares de que no
se espera alguna virtud.
Escaso debe ser el rey o príncipe en aquellas
personas y lugares de que no se espera alguna virtud ni bien, y a los malos que
obran mal, y a los que no precian, y le buscan daño y deshonra, y a los
lisonjeros que a la verdad niegan sus derechos; y a los truhanes y juglares y
albardanes [bufones] en sus tiempos y lugares convenientes hacer alguna gracia
y merced, porque debido es al príncipe de entremeter a sus cordiales
pensamientos algún entremetimiento de placer. Donde dijo Catón: «Interpone tuis
interdum gaudia curis.»
XIV.
Que el rey debe ser amigo de los buenos y leales y verdaderos que andan y
siguen carrera derecha.
Amigo debe ser el rey o príncipe o
regidor del reino de los buenos y leales y verdaderos que andan y siguen
carrera derecha, y lo aman de dentro y de fuera, detrás y delante, acerca y
alejos, por su pro y por su daño, que el amigo que es por sólo su provecho no
usa amistad mas mercaduría, y es cosa aborrecible. Y otrosí debe ser amigo de
sus buenos servidores y de aquellos que ve que le sirven y aman a todo su
poder, y amarlos y preciarlos y loarlos y hacerles bien por ello, que el amor
le dará a conocer a los que le hablan verdad o arte. Y mire bien el gesto o
escritura o obra del obrador o decidor o escribidor. Y de cada uno la obra o
decir o escritura dará testimonio, y será mal conocedor el que lo viere. Que
muchos hablan al señor a su voluntad por le complacer y lisonjear, negándole la
verdad, lo cual es manifiesto yerro, que a su señor debe omne decir la verdad
claramente, y abiertamente le mostrar los hechos, aunque sean contra si mismo,
que nunca le traerá gran daño. Que si el señor fuese discreto y sabio, por ende
será más su amigo y creerlo ha desde adelante, y no esperará dél traición ni
mal. Y el que a su señor encubre la verdad no dudará de le ser traidor o malo
cuando le viniese al caso. Y este tal no debe ser dicho amigo mas propio
enemigo, que sobre la verdad es asentado Nuestro Señor Dios. Y a todo rey o
príncipe debe amar los verdaderos, y ser su amigo y les hacer muchas mercedes
XV. Que
el rey o príncipe o regidor de reino debe ser enemigo de los que quieren el mal
y la traición y la siguen y usan della.
Enemigo debe ser el rey o príncipe o regidor de los que quieren el mal y
la traición y la siguen y usan della, y desaman el bien, y sus obras son
siempre malas. Y a estos tales debe ser enemigo para los destruir y echar del
mundo o de la tierra y los apartar de sí. Y otrosí a los que traen y ordenan
fuegos o muertes o desordenanzas del reino y de la gente, y usan maneras y sofismas engañosos
y malos, y la voz destos tales hallará publicada en los pequeños y simples y en
los pueblos, a quien por Dios son revelados los hechos escondidos destos tales
y son dados por pregoneros de sus maldades. Y donde mucho se encendiere la voz
del pueblo es la maldad conocida, y quien quisiere parar mientes así lo verá
claramente.
XVI.
Que el rey o príncipe o regidor debe ser piadoso a los buenos y humildes y a
los pobres y lacerados que no han esfuerzo.
Piadoso debe ser el rey o príncipe o
regidor de reino a los buenos y humildes a que ocasión y no voluntad de obra
trajo a errar, y a los pobres y lacerados que no han esfuerzo ni ayuda, y a los
huérfanos y tristes y lacerados y enfermos y viudas y amenesterosos, y a los
que cayeron de su estado. Por cuanto la piedad es espejo del alma y cosa que
place mucho a Dios, y por ella vino al mundo a nos salvar, por duelo y piedad
que tuvo del su pueblo, que no pereciese. Y es muy santa virtud, y llave del
salvamiento.
Donde dijo el primero sabio: «Piedad
es espíritu de Dios que vino de su propia silla.» El segundo sabio dijo:
«Piedad es fuente de paraíso.» El tercero sabio dijo: «Piedad es gloria de las
ánimas.» El cuarto sabio dijo: «Piedad es ordenada contrición que sale de las
entrañas.» El quinto sabio dijo: «Piedad es espada de vencimiento de los
pecados.» El sexto sabio dijo: «Piedad es amor divinal.» El seteno sabio dijo:
«Piedad es morada gloriosa.» El octavo sabio dijo: «Piedad es camino de
paraíso.» El noveno sabio dijo: «Piedad es flor sin sequedad y verdura por
siempre.» El décimo sabio dijo: «Piedad es conocimiento de razón,
esclarecimiento de voluntad, obra de santidad, elección de fe, apuramiento de
saber, loor de pueblo, fuente que siempre corre, agua de dulzor.»
XVII.
Que el rey o príncipe o regidor debe ser cruel contra los crueles y malos y
traidores del mal.
Cruel debe ser el rey o príncipe o
regidor de reino contra los crueles y malos y traidores y tratadores de todo
mal, y contra aquellos que no conocen a Dios ni al mundo, y siempre perseveran
en malas obras, y contra aquellos que sabe que le andan en traición o mentira o
arte, y no temen a él ni a la su persona, ni lo aman, y hacen sus hechos con
desordenanza, y contra los que envían cartas o mandaderías a sus enemigos y les
escriben de su hacienda. A estos tales debe ser cruel y no esperar dellos
tiempo de venganza, salvo cuando pudiere cumplir su obra.
XVIII.
Que el rey o príncipe o regidor de tierra debe amar la justicia como sea ella
cabeza de su señoría.
Mucho debe amar la justicia el rey o príncipe o regidor de tierra, como
sola ella es la cabeza de su señoría y poderío. Que el príncipe que no es
justiciero y no obra justicia no es digno de su oficio ni seguro de si mismo. Y
el miedo que los otros han de haber dél, ha él dellos. Y por ende todo príncipe la
debe haber y usar y obrar y guardar y mantener, así a lo poco como a lo mucho,
así a lo fuerte como a lo flaco, así a lo mayor como a lo menor. Y debe ser en
la justicia peso y medida, y balanza derecha que no tuerza más a un cabo que a
otro. Y el que usa de la justicia verdaderamente como debe es amado de Dios, y
halo por medianero a sus hechos, y ámanlo los pueblos y los buenos y aun los
malos, desque van andando, que la poca justicia hace ser muchos malos que lo no
serían si la hubiese. Y es causa de todo mal y de toda desordenanza, y
perdimiento de tierra. Y a todo regidor cumple de ser más justiciero y fuerte y
cruel, que al rey témenlo naturalmente y al regidor por la justicia y ser
justiciero y cruel, usando de la justicia sabiamente.
Donde dijo el primero sabio:
«Justicia es medida derecha y ganancia igual.» Y el segundo sabio dijo:
«Justicia es corona de los reyes.» Y el tercero sabio dijo: «Justicia es
hermosa virtud en el príncipe.» El cuarto sabio dijo: «Justicia es
castigamiento y pértiga de los malos.» El quinto sabio dijo: «Justicia es
gloria de los buenos.» El sexto sabio dijo: «Justicia es poblamiento de la
tierra.» El seteno sabio dijo: «Justicia es seguranza de pueblo.» El octavo
sabio dijo: «Justicia es silla de Dios.» El noveno sabio dijo: «Justicia es
enemiga de los diablos.» El décimo sabio dijo: «Justicia es señora de las
virtudes.» El onceno sabio dijo: «Justicia es árbol hermoso y acatamiento de
los sabios, pedimiento de pueblo, consolación de los pobres, aborrecimiento de
los locos, refrenamiento de soberbia, vencimiento de saña, apuramiento de
razón, vida segura.» Y por ende a todo príncipe conviene de la obrar y mantener
y defender si quiere que sus hechos vayan adelante. Que dijo un sabio a un su
amigo, dándole consejo: «Huye de la tierra donde no vieres rey justiciero, y
río corriente, y físico sabedor, que ésta aína perecerá.»
XIX. De
como debe haber en el rey o príncipe o regidor de reino poca codicia.
Codicia debe haber poca el rey o
príncipe o regidor de reino, y debe huir della, como sea la más vil cosa, y en
menos tenida de toda las del mundo. Y es raíz de todos males, y destruimiento
de todas virtudes, y enflaquecimiento de corazón, y ensuciamiento de voluntad,
corrompimiento de seso, familiar de los pecados, perdimiento del alma, denuesto
al mundo, aborrecimiento de Dios y de las gentes de buena voluntad. Y tantas
desordenanzas y yerros acaecen della que sería luengo de contar. Cerca de sus
propiedades los sabios dicen sus dichos ante desto en el tratado de codicia.
Pero no deje de ser codicioso de hacer buenos hechos y grandes hazañas y
conquistas, y de los bienes y de las virtudes que viere en otros haber, codicia
de las haber, y de hacer otras cosas semejantes. Que ésta es la buena codicia,
y turable, y gloriosa ante Dios y famosa al mundo.
XX. De
como debe ser el rey o príncipe o regidor de reino de buena audiencia a todos
los que ante él vinieren.
De buena audiencia debe ser el rey o príncipe o regidor a todos los que
ante él vinieren, y remediarlos a todos justamente con justicia igual. Y debe
en la semana dos o tres veces dar audiencia al su
pueblo, y ver las peticiones por si mismo, porque por ahí podrá saber cuáles
son forzadores, y robadores, y obran de malas maneras. Y pueda remediar a cada
uno con derecho, que cuando el hecho queda en manos de doctores, lazra [padece]
el que poco puede por la traidora codicia, que les roba las conciencias y la
voluntad del bien hacer, y les hace juzgar el contrario de la verdad. Y cuando
el señor es presente y ve las cosas, el temor les hace sufrir su mala codicia y
usar justamente, cuánto más si es conocido por justiciero.
XXI.
Que habla de los alcaldes y justicias y oficiales y corregidores que sean
buenos.
Pon en las ciudades y villas y
lugares de tu reino tales alcaldes y justicias y oficiales y corregidores que
sean buenos e idóneos y suficientes y fuertes y esforzados, que amen y teman a
Dios y tengan la justicia igual, así al mayor como al menor, y que no haya
pavor de castigar y hacer justicia, así en el fuerte como en el flaco, así en
el grande como en el pequeño, y que a todos sea balanza y peso y medida igual y
derecha. Que debeis saber que todo el temor del rey o príncipe o regidor de
reino es la justicia, y ésta es corona de su señoría. Y donde no hay justicia
no es ninguna siguranza buena, ni hay amor ni temor. Y si vieres que algunas
partes no se igualan las justicias al que ha de usar de su oficio, por ser
naturales de la tierra o por otra ocasión, pon en los tales lugares
corregidores extraños a que no duela castigar los malos ni los embargue amor ni
naturaleza. Y a estas justicias, dales su mantenimiento razonable. El que no
usare bien de su oficio piérdalo con su cabeza, o con prisión perpetua, porque
el temor proceda a todos para bien obrar, que debes creer que la tierra
igualada a justicia las otras cosas igualadas las tienes.
XXII.
Como el rey debe ser gracioso y palanciano y de buena palabra a los que a él
vinieren.
Señor, cumple que seas gracioso y
palanciano, y con buena palabra y gesto alegre recibas a los que ante ti
vinieren, y haz gasajados y honras a los buenos y a los comunales. Que mucho
trae la voluntad de las gentes el buen recibimiento y la buena razón del señor,
y a las veces más que muchos dineros y haberes.
XXIII.
Que habla de los codiciosos mozos y viejos que perseveraren en otras malas
doctrinas.
Los que vieres que fueron codiciosos
de mozos y viejos, y perseveraron en otras malas doctrinas, no los esperes
enmendar, y huye dellos y de su conversación, y no tomes su consejo y no fíes
dellos por ricos que sean, que más aína [presto] cometerán yerro o traición con
la desordenanza de la codicia que otros que no tengan nada.
XXIV.
Que habla de los leales y templados y sin codicia.
Ama a los leales y templados en su
codicia, y que son de buena voluntad, y sobre estos tales arma como quien arma
sobre cimiento bueno. Y toda la fianza puedes en ellos hacer: aunque no hayan
muchedumbre de tesoro, hallarás en ellos muchedumbre de buenas obras y de
virtudes que te tendrán más provecho, que no se puede comprar la virtud del
omne bueno y leal. Que el codicioso desordenado hoy te dejará por otro que más
le dé, aunque le hayas hecho todos los bienes del mundo, que donde hay mucha
codicia no puede haber amor, ni fe, ni lealtad, mas todo movimiento de voluntad
y obra.
XXV. De
como el rey no desespere a los buenos que le demandaren merced.
No desesperes a los buenos que te
demandaren merced aunque no se la puedas hacer de presente, que cuando no
cuidares te vendrá a caso que los puedas ayudar. Y si luego les dijeses de no,
tanta necesidad podrían tener que se irían a perder con desesperanza o a tomar
otra ley o secta de que pudiese seguir daño, y aunque otro no hubiese sino
perder sus almas, era asaz mal. Que un omne bueno no puede ser comprado, y por
él se puede perder una gran parte de tierra o acabar un gran hecho.
XXVI.
De como el rey debe primeramente conquistar y ordenar lo suyo y aseñorearse
dello.
E señor conquistador que quieres
ganar otras tierras y comarcas y las conquistar, y tu deseo es amuchiguar
[aumentar] la ley de Dios y le servir, y hacer placer, y dejar al mundo alguna
buena memoria y nombradía, primeramente conquista y sojuzga y ordena lo tuyo y
aseñoreate dello y sojuzga los altos y poderosos, y la tu voz empavorezca el tu
pueblo, y sea el tu nombre temido. Y con esto empavorecerán los tus enemigos, y
la mitad de tu conquista tienes hecha, y tu intención aína se acabará. Que si
tú bien no corriges y sojuzgas lo tuyo ¿cómo sojuzgarás aquello en que no as
poder? Y no te tendría por lo que conquistases, y muy de ligero perecería eso y
lo ál. Que hallarás que de los que conquistaron mucho, así Alexandre como todos
los otros, más conquistó su voz y su temor que los golpes de sus espadas.
XXVII.
Que habla de como el rey debe catar primero los fines de sus guerras y ordenar
bien sus fechos.
Otrosí tú conquistador que deseas hacer todo bien y traer muchas tierras
y provincias a la fe de Dios, los comienzos ligeros los tienes, mas cumple de
catar los fines y ordenar bien tus hechos en manera que seas honrado y tu hecho
y señorío vaya adelante y prevalezca, y no te sea necesaria la necesidad en tus
hechos, ni queden en medio de la carrera como quedan de muchos que bien no
ordenan sus haciendas y perecen por mala ordenanza, de que habemos ejemplo en
muchas cosas pasadas. Y desi, para tu bien guerrear, cúmplete primeramente ser
amado y temido de los tus vasallos, y de los tuyos, y debes pensar que es la
conquista que tomas y las más maneras y provechos que tienes para ello, y las gentes y el tiempo y las
cosas que te pueden embargar.
Y si no vieres la tuya, espera
tiempo y sazón, y ordénate de guisa que tus hechos vayan adelante, que buena es
la tardanza que hace la carrera segura. Y para el tiempo que conocieres ser
bueno y cumplidero sigue esta ordenanza y virtud más aína a tu perfección de tu
intención, que nos bien vemos el tu santo deseo y querríamos que tuvieses buen
fin. Y por ende primeramente antes de todas las cosas pon tus hechos en Dios y
en su gloriosa Madre, y encomiéndate a Él, que a Él se debe la paz de la
tierra, y todos los malos sojuzga, y Él es el Señor de las batallas, y siempre
crecerá tu nombre, y tu estado irá adelante todos tiempos. Lo segundo, ordena
toda la tierra y señoría a toda buena ordenanza y justicia, y haz sujetos los
fuertes y los flacos a la razón, y de cómo todos deben usar según antes desto
te dijimos. Lo tercero, tu intención sea más de crecer en la ley de Dios que no
por haber las glorias mundanales, y por aquí habrás más aína perfección de
todo.
XXVIII.
Del abastamiento que el rey debe tener para las sus guerras.
Antes de la guerra busca y ten
aparejado bastimiento de pan, y de vino, y de carne, y de las otras cosas que
te hacen mester, y hazlo tener presto en los lugares cercanos de la tu
conquista, y manda comprar el tal bastimento a omnes de buen recado y
entendimiento y de buena intención y de poca codicia, y mándales dar su
mantenimiento abundadamente y aun más de lo que hubieren mester, porque para su
provisión no te hayan de hacer arte en las compras. Que hallará la tu merced
que muchos con mala codicia y por no se hartar entremeten en las compras trigo
podrido y cebada podrida por bueno por ganar la mitad. Y cuando lo han de dar a
la gente aun demás de ser podrido, entremeten tierra y otras vilezas de manera
que el que lo recibe no puede comerlo. Y si lo comen por más no poder, adolecen
y mueren o perecen con ello. Y otrosí las bestias con la cebada. Y cuando el
señor piensa que tiene gente para bien hacer, es toda doliente y flaca y
perdida por el mal mantenimiento. Y la gente doliente y flaca excusado ha de
bien hacer. Y por ende cumple a la tu merced que la fianza de los tales hechos
que sea de buenos omnes y de poca codicia. Y al primero que errare en lo tal, que
la tu merced lo mande penar de tal guisa porque sea escarmiento para los que lo
oyeren y vieren. Que señor, si la tu merced no remedia en los tales hechos, y
no tienes los dineros y bastimento que les es mester prestos y buscados y
mercados en sus tiempos debidos, mejor sería no comenzar la conquista para la
haber de dejar por mengua o fallecimiento de lo que hubiere mester. Y las
compras destas cosas deben ser hechas a los tiempos de las cosechas porque
valen menos y son más de barato.
XXIX.
De las gentes que el rey no de debe llevar a las sus guerras.
Otrosí no cumple llevar a la guerra en la tu merced gentes y compañías
ricas ni codiciosas, y que no son para tomar armas ni usar dellas, y que su
intención es más de mercaduría que de alcanzar honra y prez. Que estos tales
siempre te hurtarán el sueldo y te contarán por diez veinte, y estorbarte han
los buenos hechos y cometimientos, por tal de se no poner en peligro. Que ellos
por lo que lo han es por llevar tus dineros malamente y por henchir arcas de tesoros. Y por
ende cumple a la tu merced de llevar contigo los que entendieres que son tuyos
y deséante bien y ámante, y aman tu honra. Y de los otros mancebos y valientes
omnes que desean alcanzar honra y que presumen de si de la ganar por sus manos,
y su codicia y deseo es hacer hazañas y buenas obras, y destos tales tienes
tantos y sábelos buscar, que no dudo que con cinco mil dellos no dieses batalla
a todo el mundo en un día. Y sin duda vencerías siendo pagado de ti, y
teniéndolos a tu voluntad. Que Julio Cesar, y Alexandre, y Pompeo, y Aníbal, y
los otros conquistadores con esto hicieron tan grandes hechos por tener gentes
que curaban de las honras y de las hazañas, y aborrecían los tesoros y vencían
con cinco mil hasta veinte mil.
Y el que tiene su voluntad en la
codicia del gran tesoro que tiene, y vende la honra por dineros, no esperes dél
golpe de lanza ni de espada, ni palabra osada, ni ningún buen hecho. Y pues
comenzado as guerra, bien creo que habrás visto algunas destas cosas y serás en
conocimiento dellas. Y ya sabes que Alixandre hizo quemar los tesoros porque
vido a sus gentes flacas con muchedumbre dellos, y desí ganó muchos más e hizo
muy maravillosos hechos, tanto que trajo todo el mundo a su jurisdicción, y no
te sería maravilla tú viendo las gentes pagadas, y destos tales que habemos
visto conquistar y acabar tanto y más que cada uno dellos. Ca eres mancebo y
fuerte y casto y de buena intención, y cometes hecho, y obra de Dios y a su
voluntad. Y por ende no te embargará fortuna, antes será tu amiga, y cercana de
ti y toda tuya en todos tus hechos. Y siendo tú fuerte y osado y los tuyos, y
haciendo obra de Dios, ¿cuál cosa te podrá embargar, y cuál tan poderoso ni
esforzado embargará la tu carrera, y no huirá ante ti? No creas que ninguno. Todas
las tierras serán a tu jurisdicción, y Dios será contigo, y las gentes con amor
loarán tu nombre, y todos desearán ser tuyos por la tu bondad.
XXX. En
que el rey no debe tardar a los que viere o supiere que lo hacen bien.
Otrosí señor no dudes ni tardes la
merced a los que vieres o supieres que lo hacen bien y son buenos y leales y de
voluntad te sirven, que dice el ejemplo: «Qui cito dat, bis dat; nescit dare
qui munera tardat.» [«Quien da presto da dos veces; no sabe dar quien tarda en
regalar».] Y gran deseo han los buenos de bien hacer cuando ven que son tenidos
sus hechos, y honrados por ellos, y no ha cosa ni hecho que no cometan, y
todavía cobran más corazón; aunque hacen mucho, piensan que no hacen nada y
todavía desean hacer mejor por crecer en su honra. Y sin duda aquél es dicho
señor, y temido y vencedor que honra a los buenos y los ama y los precia y hace
mercedes, y desprecia a los viles y a los cobardes.
XXXI De
la ordenanza y regimiento que el rey debe haber con sus enemigos.
Toda ordenanza y regimiento sea en
las tus batallas que ovieres con los tus enemigos. Y conoce los tiempos y los
lugares, y siempre busca ventaja mientras pudieres, y gana el sol o el aire, y
se rey primero cometedor, que gran ventaja es ver omne como hiere, y no le
embargar el sol, ni polvo. Y su enemigo estar ciego, y no ver lo que hace es
tener vencido la mitad del campo. Y comoquier que Dios sea el vencedor de las
batallas, a las veces todo lo más deja a la buena industria de los omnes.
XXXII.
Que cuando el rey hubiere de hacer entrada a otro reino, o a conquistar alguna
tierra, que vaya poderosamente.
Cuando hubieres de hacer entrada a
otro reino o conquistar alguna tierra y fueres por tu persona, cumple que vayas
poderosamente y con tal gente como habemos dicho. Y no entres por parte donde
no hubiere agua, que todavía el mantenimiento es necesario. Y entra en tiempo
que halles hierba verde o seca o algún mantenimiento para tu gente, y no te
pares sobre lugar hasta que primeramente tales o destruyas toda la tierra, y
traigas y tomes todos los ganados y panes y viandas que hallares. Y después, tu
cometimiento sea a lo más recio y a lugar, que ganándolo te sea gran honra, y
no poderlo ganar poca mengua, que lo más vencido lo menos vencido lo tienes.
Que en todas las cosas la buena discreción ensalza a los omnes y les da
crecimiento de honra. Entrando en tiempo y con tiempo tienes dos ventajas, y no
puedes escapar sino honrado. Lo primero porque do fueres, hallarás que comer tú
y tus compañías. Lo segundo porque aunque algo te fallesca, te lo pueden llevar
de lo tuyo, y puedes estar, y seguir tu demanda cuando quisieres.
XXXIII.
En que el rey no debe llevar a la su conquista compañías concegiles si no
fueren escogidos.
No lleves a la tu conquista
compañías concegiles sino si fueren escogidos por omnes de quien la tu merced
fíe, y que les sea bien pagado su sueldo, que no debes hacer cuenta de la gente
que va sin dineros, y no sabe que es tomar lanza para herir. Que cuando
pensares que tienes algo, no tienes nada. Que de las gentes que van a pelear,
los flacos embargan a los fuertes, y los cobardes hacen huir a los buenos. Y
por ende siempre pon en la delantera a los más fuertes y esforzados.
XXXIV.
En que el rey no consienta en el tiempo de las sus guerras comprar viandas a
regatonería.
No consientas, y defiende que en la
tu tierra, especialmente en el tiempo de la guerra, ningunas personas compren
pan ni vino, ni pescado, ni carne, ni otra cosa de mantenimiento para revender,
salvo lo hubieren mester para su mantenimiento propio. Y pon pena así de los
cuerpos como de los algos en las tales personas que lo compraren. Que debe
saber la tu merced que cuanta carestía, y mal, y daño viene a la tierra es por
los que compran para revender, que el labrador forzado ha de vender.
XXXV.
En que el rey ordene porque el sueldo sea bien pagado a sus compañas.
Otrosí, ordena tu hacienda de guisa
que el sueldo sea bien pagado a las tus compañas, y antes lleva diez bien
pagados que veinte mal pagados, que más harás con ellos. Y defiende y manda que
no sean osados de tomar ninguna cosa en los lugares por do pasaren sin grado de
sus dueños, dándosela por sus dineros. Y cualquier que la tomare, que haya pena
corporal y pecunial. Y en el primero sea puesto escarmiento tal, porque otros no
se atrevan. Y con esto la tierra no encarecerá y todo andará llano y bien a
servicio de Dios y tuyo. Y de otra guisa todo se robaría y la tierra perecería,
que la buena ordenanza trae durabledad en los hechos.
XXXVI.
En que el rey no desprecie el consejo de los simples.
No desprecies el consejo de los
simples, y sobre gran cosa, o a que se requiera juicio, ayunta a los grandes y
a los pequeños, y tendrás en que escoger. Que muchas veces envía Dios su gracia
en personas que no se podría pensar, y los consejos son gracia de Dios, y no
leyes escritas. Aunque el fundamento de cada cosa sea buena razón, tan aína y
más es dotada a los simples como a los letrados, a los chicos como a los
grandes poderosos. Y recibe todos los dichos de los que vinieren a ti, que
mientras más echan en el saco, más aína se finche.
XXXVII.
Que el rey haga mucha honra a los buenos.
Haz mucha honra a los buenos que
primeramente probares. Que muchas veces suena en el pueblo el contrario de la
verdad. Y mientras pudieres no olvides a los tuyos en los ayudar, y hacer bien,
y les dar de tus oficios. Y en esto harás dos tesoros: uno de gente, otro de
dineros.
XXXVIII.
En que el rey honre a los extraños que le vinieren a servir.
Honra a los extraños que te vinieren
a servir, y dales de tus dineros, y habrás nombradía por ello. Ca es largueza
hermosa, y acarreamiento de gentes. Y huye de las codicias, y cura del prez, y
en los comenzamientos de las conquistas y aparta de tu corazón las ganancias y
hayan parte dellas los grandes y los pequeños, porque todos hayan voluntad de
bien hacer. Que en los comienzos ganan los omnes las nombradías malas o buenas,
y después son malas de perder. O ganan los corazones de los omnes, o los
pierden.
XXXIX.
En que el rey no se mueva a las lágrimas y decires de las simples personas.
No se muevan tus orejas a las
lágrimas y decires de las simples personas, ni te sea notorio el juicio de los
grandes, hasta que primeramente veas o sepas la verdad de los hechos. Que
costumbre es a los lacerados dar lágrimas enfintosas, o a los grandes condenar
o absolver por voluntad.
XL. En
que el rey no crea las blandas palabras de los que le trajeren enemistad con
los pueblos.
No creas las blandas palabras de los
que te trajeren enemistad con los pueblos, aunque con las cosas más firmes sea
provechosa la merced. Que el pueblo no perece ligeramente, y quien lo pierde no
le queda ál que perder dél, aunque sea rico y poderoso.
XLI. En
que el rey no mande hacer justicia en el tiempo de la su saña.
No mandes hacer justicia en el
tiempo de tu saña, y más templado que arrebatoso sea tu juicio. Que en las
cosas hechas queda arrepentimiento y no logar.
XLII.
En que el rey no se arrebate a hacer ningún hecho hasta que lo piense.
No te arrebates a hacer ningún hecho
hasta que primeramente lo pienses, salvo cuando vieres a tus enemigos delante
ti. Que aquí no hay que pensar, salvo herir reciamente y pasar adelante.
XLIII.
En que el rey más sea temida la su voz por pena que por sangre.
Más por pena que por sangre sea
temida la tu voz y el tu nombre, que la muerte desespera y pone gran miedo en
los corazones, y es cruel enemistad. Comoquier que a las veces la sangre trae
seguranza de pueblo y es corregimiento de los malos, que mejor es cortar el mal
árbol que dejarlo crecer en ramas. Que dijo el filósofo Cesario [¿Séneca? ¿San
Cesáreo?]: «Del mal árbol ni rama ni hoja.»
XLIV.
En que el pueblo no entienda en el rey cobardía ni temor alguno.
No entienda el tu pueblo en ti
cobardía ni temor. Y la tu voz sea fortaleza y esfuerzo a los tuyos. Y al que
vieres bien hacer muchas veces, no le dejes comenzar locura ni obra que, por
bien que haga, no saque fruto. Como muchas veces vimos morir muchos buenos por
desordenanza, y por cometer hechos vanos.
XLV. En
que el rey no deje de hacer bien mientras pudiere.
No dejes de hacer bien mientras
pudieres, que del mundo no te quedará ál sino el nombre de las bienaventuranzas
y de las conquistas, y las buenas obras que te salvarán el alma. Y lo ál, como
sueño pasará ante ti.
XLVI.
En que el rey si piensa y conoce quien es, y ha de ser, no puede hacer mal
hecho.
Si piensas y conoces quien eres y
has de ser, no puedes hacer mal hecho. Y conocerás a Dios y a ti mismo, y
juzgarás sabiamente, y no serán reprehendidos tus hechos, y tu alma irá a manos
de Aquél que la hizo, y la crió.
XLVII.
En que el rey se duela de los tristes que viere ser ante sí.
Duélase tu corazón de los tristes
que vieres ser ante ti. El bien hecho de los tales es corona del alma, y
desfacimiento de los pecados, y gloria y carrera derecha del paraíso.
XLVIII.
En que el rey debe dar a Dios loor de las glorias de los vencimientos.
Da a Dios loor de los fechos y la
gloria de los vencimientos y la señoría de las batallas, y plégate de todas las
cosas que hiciere, aunque sea contra ti. Y no te embargará ninguna fortuna, y
serás bienaventurado, y siempre vencedor.
XLIX.
En que el rey no tema la muerte, sino encomendarse a buenas obras.
No temas la muerte, sino
encomiéndate a buenas obras. Que el temor ni la osadía no antepara la tu fin. Y
más vimos muertos por temor que vencidos ni muertos por osadía.
L. En
que el rey no dé lugar a los acarreadores de malicia.
No des lugar a los duros de cerviz,
acarreadores de malicia, engañadores de las almas y de los cuerpos. Ni hayan en
tu tiempo rentas ni oficios, ni beneficios, ni honra alguna, ni les oigas sus
dichos, ni cabalguen en mulas, ni valgan por testigos, ni hayan otro beneficio.
Y si dieren a logro a Cristiano, que lo pierdan. Y si esto haces, y abajas a
éstos, y destruyes la secta que has comenzado, Dios será contigo, y te ayudará
y amará verdaderamente, y será por ti dicho: «Este es el bienaventurado, el que
escogió la verdad y fue destruidor de la mentira.»
LI. En
que el rey tema y ame a Dios sobre todas las cosas.
Teme y ama y obedece y sirve a Dios
sobre todas las cosas, y junta con Él tu voluntad y obra, y habrán buen fin
todos tus hechos, y tu regimiento, y acabarás toda tu intención, y tus
conquistas serán todas a tu voluntad, y verás reinas y reyes de tu linaje, y
serás bienaventurado, y será amunchiguada la ley de Dios, si sigues y guardas
el consejo de los sabios.
LII. En
que el rey no crea a hechiceros ni agoreros ni adivinos.
No creas en hechiceros, ni en
agoreros, ni cures de adivinos, ni de estornudos, ni en otras burlas, ni dudes
de andar en miércoles, ni en martes, ni en otro día ninguno, ni dejes de hacer
lo que quisieres. Que debes creer que Dios no hizo cosa mala, ni día malo ni
hora. Y pon toda tu fe en Dios, y tus hechos irán adelante.
LIII.
En que el rey parta lo que diere la su tierra por los meses del año.
Si hubieres de pedir a la tierra
alguna cosa para ayuda a tu conquista, repártelo que te lo paguen por los meses
del año eso que hubieren de pagar, y no lo sentirá la gente, que un omne pagará
en un año poco a poco doscientos maravedís y no lo sentirá. Y si ayuntados los
hubiere de pagar, perderá cuanto tuviere.
LIV. En
que el rey el su sí sea sí, y el su no sea no.
El tu sí sea sí, y el tu no sea no,
que gran virtud es a príncipe ser verdadero, y gran seguranza de sus vasallos.
LV. En
que el rey no tarde los hechos sobre lo que hubiere habido determinado consejo.
No tardes los hechos sobre que
hubieres habido determinación, y fueren determinados con consejo, que muchas
veces queda caído el consejo bueno por fallecimiento del tiempo.
LVI.
Título en que el rey no crea a los lobos que andan en vestidura de ovejas.
No creas a los lobos que andan en
vestiduras de ovejas, cuando les vieres seguir la corte como los bullicios
mundanales a que se remuevan, y el obrar della no sea salvamento de sus almas.
Que a cada uno es dotado su oficio, y al religioso su ermita, y al caballero
las armas. Y así por consecuente a todos los otros.
LVII.
En que el rey no espere de hacer amigo al que hace su enemigo sin causa.
No esperes hacer amigo del que hace
tu enemigo sin causa y por desordenada voluntad, ni esperes enmienda del que te
yerra muchas veces.
LVIII.
En que el rey debe apartar de si los necios y omnes sin discreción.
Huye de los necios y de los omnes
sin discreción, que peor es el necio que el traidor, y más tardinero hay en él
enmienda.
LIX. En
que el rey no consienta en el su tiempo ser forzadores los poderosos.
LX. Que
el rey cuando viere crecer el daño, no espere el tiempo de la venganza.
Cuando vieres crecer el daño, no
esperes el tiempo de la venganza, que muchas veces queda la mancilla y no el
lugar.
LXI. En
que el rey no crea de ligero, y que por el yerro no olvide el servicio.
No creas de ligero, ni por el
primero yerro olvides el servicio, que a las veces la vergüenza del yerro hace
mejor servidor.
LXII.
En que el rey no apodere a los poderosos en las fortalezas.
No apoderes en las fortalezas a los
poderosos, y sojuzgarlos has cuando quisieres, que muchas veces la causa
desordena la voluntad.
LXIII.
En que el rey cuando se viere en mayor poderío, que entonces sea en mayor
humildad.
Cuando te vieres en mayor poderío, entonces sea en ti mayor humildad,
como Dios ensalce a los humildes y abaje los soberbios.
LXIV.
En que el rey no sea perezoso cuando tuviere cercana la fortuna.
No seas perezoso mientras tuvieres
cercana la fortuna. Si no la remembranza de lo que pudieres hacer, si la
dejaste, te será cruel pena, y lo que así se pierde tarde o nunca se cobra.
LXV. En
que el rey en los grandes hechos y peligrosos no fíe su consejo sino en los
suyos verdaderamente.
Comoquier que tú demandes a todos
consejo, por escoger y tomar lo mejor, lo que tu voluntad determinare en los
grandes hechos y peligrosos sea tesoro escondido, que no lo fíes salvo de
aquellos que son tuyos verdaderamente, que muchos hay que juegan al escoger.
LXVI.
Como después que el rey Don Fernando finó, reinó el infante don Alfonso su
hijo, y de como envió por los sabios, y del consejo que le dieron ellos.
Después que finó este santo y
bienaventurado rey don Fernando, que ganó a Sevilla y a Córdoba y a toda la
frontera de los moros, reinó el infante don Alfonso, su hijo primero, heredero
de estos reinos de Castilla y de León. Y porque a poco tiempo después que este
rey don Alfón reinó acaeció grandes discordias por algunos de los infantes sus
hermanos y de los sus ricos omnes de Castilla y de León, haciéndose ellos todos
contra este rey don Alonso unos, por ende envió el rey por los doce grandes
sabios y filósofos que enviara el rey don Fernando su padre para haber su
consejo con ellos, así en lo espiritual como en lo temporal, según que lo
hiciera este rey santo su padre. Y porque el rey supo que eran finados dos
sabios destos doce, envió llamar otros dos grandes sabios, cuales él nombró,
para que viniesen en lugar destos dos que finaron. Y luego que ellos todos doce
vinieron a este rey don Alfonso, demandóles el rey consejo en todas las cosas
espirituales y temporales según que lo hiciera el rey su padre. Y ellos
diéronle sus consejos buenos y verdaderos, de que el rey se tuvo por muy pagado
y bien aconsejado de sus consejos dellos.
Y esto así acabado, dijeron al rey
estos grandes sabios: «Señor, a nos otros parece que en sepultura de tan alto y
de tan noble rey como fue el rey don Fernando vuestro padre, que tanto servicio
hizo a Dios, y que tanto ennobleció y enriqueció a los sus reinos en el ganar y
conquerir como él ganó y conquirió de los enemigos de la fe, que la su
sepultura de este bienaventurado rey don Fernando vuestro padre debe ser
titulada de los dichos de cada uno de nos otros, porque la su santa y buena
memoria finque dél en el mundo para siempre.» Y el rey don Alfón les gradeció
mucho este su decir por ellos se mover a tan honrada obra como ésta era. Y
rogóles que le diesen por escrito los sus dichos porque los hiciese poner
después en la su sepultura de letras de oro, muy ricamente obradas, según que a
él pertenecía. Y estos sabios diéronselo por escrito de esta manera:
Dijo el primero sabio dellos: «Mejor es tu fin que tu comienzo.» El
segundo sabio dijo: «En la muerte fallecen los saberes, y en la deste rey
creció la sabiduría.» Y el tercero sabio dijo: «Fuiste simple en la vida con
mucha bondad y eres sabio en la muerte.» El cuarto sabio dijo: «Más será tu
remembranza que el tiempo de tu vida.» El quinto sabio dijo: «Mayor hecho es el
tuyo que de los que conquistaron el mundo.» El sexto sabio dijo: «Preciaste las
cosas enfinidas, y hasta el fin será el tu nombre.» El seteno sabio dijo: «No
te queda ál de la tu señoría sino del mandamiento que dejaste a los sabios y el
bien que hiciste.» El octavo sabio dijo: «Prestaste el saber y siempre te
loarán los sabios.» El noveno sabio dijo: «Hiciste hermosa casa con pocos
dineros.» El deceno sabio dijo: «En la vida tuviste la hermosura del cuerpo, y
en la muerte mostraste hermosura del alma.» El onceno sabio dijo: «Más conocido
serás muerto que vivo.» El doceno sabio dijo: «Hasta aquí te loaban los que te
conocían, y ahora loarte han los que no te conocen.»