Sirva este sublime poema de Don Ricardo León como símbolo de la Castilla que amamos y exigimos reponer.. La de
la cruz y la espada; la de nobles todos, ricos-hombres y hombres-pobres; la
grande, viril y honrada; la que con inigualable lealtad siguió a sus Reyes y se entregó por y para las Españas;
la gran evangelizadora que fue nueva Roma; la que ha de resurgir, para que resurja España…
Y la contraponemos a las falsas “Castillas modernistas” desmembradas que
nos venden sin rubor mil traidores y cobardes.. La Castilla triste, burguesa
y revolucionaria; mísera y abandonada; con mil nombres, estrellas rojas y pendones morados; a la que mantienen hundida, para que no resurja España…
En
el nombre del Padre que crió toda cosa,
y en el nombre del Hijo, que hubo muerte gloriosa;
del Espíritu Santo, dela
Virgen Piadosa ;
de mi madre Castilla, quiero hacer una prosa.
¡Tú, que domar supiste las frentes altaneras,
y en todos los castillos, en todas las fronteras,
en mares ignorados y en tierras forasteras,
erguiste tus blasones, clavaste tus banderas!
¿En dónde están aquellos ejércitos cristianos,
castigo de los déspotas, terror de los paganos:
los firmes caracteres, las vencedoras manos,
la fuerza de los duros varones castellanos?
Ya los viejos leones se han tornado corderos;
las lanzas, las lorigas, en bolsas y tinteros,
y en mentirosas plumas los viriles aceros;
que las armas de hogaño son plumas y dineros.
Hoy se esgrimen las lenguas, pero no las espadas,
y es blasón de las honras el vivir deshonradas.
¡Mío Cid! ¿Qué dirías de estas gentes letradas,
que reniegan agora de sus gestas pasadas?
Ahora que las gentes se juzgan por mejores,
son pocos los leales, son muchos los traidores,
las leyes y costumbres alcándaras de azores,
e iguales, por lo pérfidos, vasallos y señores.
¡Oh Dios! Tú, que moviste en mis patrias montañas
a Pelayo y a los suyos, haz que nuevas hazañas
restauren la grandeza de las viejas Españas,
limpiándolas por siempre de facciones extrañas.
El yelmo está enterrado, la lanza está partida,
los muros están rotos, la raza está dormida...
¡Sea de los infieles tu España defendida!
Si Tú no la socorres, la tengo por perdida...
¡Varones castellanos, volved por vuestro honor!
Que entre muerte y deshonra, la deshonra es peor.
Despertad en el nombre de Dios, nuestro Señor,
que es España su huerto y es Castilla su flor.
y en el nombre del Hijo, que hubo muerte gloriosa;
del Espíritu Santo, de
de mi madre Castilla, quiero hacer una prosa.
¡Tú, que domar supiste las frentes altaneras,
y en todos los castillos, en todas las fronteras,
en mares ignorados y en tierras forasteras,
erguiste tus blasones, clavaste tus banderas!
¿En dónde están aquellos ejércitos cristianos,
castigo de los déspotas, terror de los paganos:
los firmes caracteres, las vencedoras manos,
la fuerza de los duros varones castellanos?
Ya los viejos leones se han tornado corderos;
las lanzas, las lorigas, en bolsas y tinteros,
y en mentirosas plumas los viriles aceros;
que las armas de hogaño son plumas y dineros.
Hoy se esgrimen las lenguas, pero no las espadas,
y es blasón de las honras el vivir deshonradas.
¡Mío Cid! ¿Qué dirías de estas gentes letradas,
que reniegan agora de sus gestas pasadas?
Ahora que las gentes se juzgan por mejores,
son pocos los leales, son muchos los traidores,
las leyes y costumbres alcándaras de azores,
e iguales, por lo pérfidos, vasallos y señores.
¡Oh Dios! Tú, que moviste en mis patrias montañas
a Pelayo y a los suyos, haz que nuevas hazañas
restauren la grandeza de las viejas Españas,
limpiándolas por siempre de facciones extrañas.
El yelmo está enterrado, la lanza está partida,
los muros están rotos, la raza está dormida...
¡Sea de los infieles tu España defendida!
Si Tú no la socorres, la tengo por perdida...
¡Varones castellanos, volved por vuestro honor!
Que entre muerte y deshonra, la deshonra es peor.
Despertad en el nombre de Dios, nuestro Señor,
que es España su huerto y es Castilla su flor.
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