Nos ha sido fácil encontrar
sus datos de filiación. Noble, había conseguido su ingreso en la Orden de
Caballeros de Santiago en el año 1814, cuando era capitán de la Real Brigada de
Carabineros. Su expediente certifica que nació en Amusco el día 30 de junio de
1779, siendo bautizado en la parroquia de San Pedro el 4 de julio. Su padre,
Francisco de Soto y Guzmán era natural de Santillana del Mar y había cambiado
su residencia a Amusco al contraer matrimonio con Ángela Herrera Rubio, noble
amusqueña, el día 10 de febrero de 1777. Hubo de demostrar su hidalguía Francisco, obteniendo ejecutoria de
nobleza ante la Real Chancillería de Valladolid el 19 de febrero de 1788,
pudiendo ser alcalde de Amusco por el Estado Noble en 1797 y 1805. Y en Amusco
nacieron sus hijos Antonio, Juan, Manuel y Manuela. También sabemos que nuestro
protagonista, Juan Antonio, se casaría en Osuna, el 7 de mayo de 1821, con
María del Carmen Figueroa y Gobantes, hija del conde de Puertohermoso, José de
Figueroa y Silva. Juan Antonio, que llegaría a ser comendador de la Orden y
María del Carmen tuvieron dos hijos, José y Juan. Pero
ahora nos es obligado a hablar de la vida militar de nuestro biografiado.
Para narrarla
acudiremos primero al Diccionario de
Alberto Martín-Lanuza, pues en
él dedicaba una de sus voces a nuestro biografiado. Y por él sabemos que el 15
de octubre de 1803 fue nombrado cadete en el regimiento de Dragones de Almansa
que, en 1807, formaría parte de la famosa expedición del marqués de La Romana. Episodio
de nuestra historia que no podemos nada más que resumir, lo que haremos teniendo
como eje la magna obra que sobre la guerra de la Independencia escribió Juan
Priego López.
Destruidas las flotas
española y francesa en la batalla de Trafalgar, Napoleón intentaría derrotar a Inglaterra
arruinando su economía inhabilitando su comercio. Para ello, el 21
de noviembre de 1806 promulgaría el llamado Decreto de Berlín, mediante el
cual pretendía establecer el bloqueo económico de las islas
británicas, prohibiendo a sus aliados y a los países ocupados
cualquier tipo de relación comercial con Gran Bretaña. Proyecto que
implementaría con el Decreto de Milán, de 17 de diciembre de 1807, en el que
establecía que se tratase como "presa de guerra" a cualquier buque,
fuera cual fuera su nacionalidad, que se hubiese detenido en un puerto
británico, que hubiese pagado cualquier tipo de impuesto en Gran Bretaña o que
fueran registrados en su carga por un barco británico. Pero para que el
denominado “bloqueo continental” fuese efectivo, era necesaria la colaboración
de los gobiernos teóricamente neutrales ya fuese mediante tratados o amenazas. No
podemos entrar a pormenorizar los compromisos adquiridos por España con Francia
por el que se llamó Tratado de San Ildefonso, pero claro está que por él
debíamos colaborar en el “bloqueo continental”. Napoleón exigiría a España el
envío de un cuerpo expedicionario de 14.000 hombres a Alemania con el objetivo
de guarnecer las costas de mar Báltico. El primer contingente en marchar fue la
división que al mando de Gonzalo O’Farril había marchado como guarnición al
reino de Etruria. El 22 de abril de 1807, a las órdenes de Juan Kindelán y
siguiendo el "camino español", saldría para Hamburgo a donde
llegaría entre el 12 y el 24 de junio de 1807. La composición de este cuerpo
era la siguiente: regimiento de infantería de línea Zamora (2.256 hombres); dos
batallones del regimiento de infantería de línea Guadalajara (1.504 h.); un
batallón de infantería ligera 1º de Voluntarios de Cataluña (1.200 hombres); el
regimiento de caballería ligera Villaviciosa (540 hombres); regimiento de caballería
de línea Algarve (540 hombres), y una
compañía de artillería (100 hombres). El resto del cuerpo expedicionario
partiría de España. Eran dos divisiones al mando del Pedro Caro y Sureda, 3er
marqués de La Romana. La primera partiría de Irún, para por Burdeos llegar a Hannover. La segunda cruzaría la frontera
por Port Bou, para por Lyon y Besançon llegar también a Hannover. Desde allí y ya a las órdenes del mariscal Jean
Baptiste Bernadotte, marcharían a Hamburgo para reunirse con la división de Etruria.
Formaban aquellas divisiones, un batallón de regimiento de infantería de línea
Guadalajara (778 hombres); el regimiento de infantería de línea Asturias (2.332
hombres); el regimiento de infantería de línea Princesa (2.282 hombres); el
2º batallón del regimiento de infantería ligera Voluntarios de Barcelona (1.240
hombres); el regimiento de caballería del línea del Rey (540 hombres); el regimiento
de caballería del línea del Infante (540 hombres); el regimiento de Dragones de
Almansa (540 hombres); una compañía de zapadores-minadores (100 hombres); artillería
a pie (270 hombres); artillería a caballo (89 hombres), y tren de artillería
(68 hombres). Y con ellos, nuestro biografiado. En febrero de 1808, Dinamarca,
aliada de los franceses, declararía la guerra a Suecia al negarse ésta a
apoyar el bloqueo marítimo contra la Gran Bretaña y el Cuerpo
Expedicionario español será enviado a la península de Jutlandia
para su defensa ante una posible invasión sueca.
“Antes,
sin embargo, de dirigirse con sus tropas a lugares tan alejados de España, el
marqués de La Romana envió a Madrid a sus ayudantes don Luis Moreno Godoy y don
José Agustín de Llano, con pliegos para la príncipe de la Paz, de quien hacía
tiempo que no recibía correspondencia y del que solicitaba instrucciones sobre
la conducta que debía seguir en los países escandinavos. El segundo de dichos
ayudantes llevaba también el encargo de informarse discretamente del estado
político y militar de nuestra Patria”.
Entretanto,
el 5 de marzo emprendió la marcha la vanguardia francesa penetrando en
Dinamarca por la península de Jutlandia, poniéndose en movimiento los cuerpos
españoles entre el 8 y el 16 en dirección a la isla de Fionia, con intención de
pasar desde allí a la Sealand donde se encuentra Copenhague. Paso que no se
pudo efectuar porque barcos de guerra ingleses les cerraron el camino.
Circunstancia que llevó a Bernadotte a dislocar sus fuerzas, entre ellas las
españolas que, entre finales de marzo y primeros de abril, quedaron
establecidas en el norte de la península de Jutlandia a las órdenes del
Kindelán, que estableció su cuartel general en Kolding y en la isla de Fionia,
con el marqués de La Romana que primero se situó en Odense y luego en Nyborg.
“En los primeros días de abril, y a través del Moniteur Universel y otras gacetas
francesas, se enteraron nuestros oficiales y soldados de la <> de los sucesos de Aranjuez, de la caída de Godoy y de la
abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando VII, y aunque estas noticias se
recibieron en general con alegría, porque casi todos los componentes de dicha
división participaba de la animadversión que nuestro pueblo sentía entonces por
el favorito en desgracia y de las esperanzas puestas en el nuevo monarca, no
dejó de producirse entre ellos una cierta efervescencia, que no pasó
inadvertida para los mandos franceses”.
Bernadotte, tras consultar a Napoleón, como medida de
seguridad decidió dispersar a nuestras tropas, pero no tanto como para que no
pudiesen actuar coordinadamente, situándolas alrededor del Gran Belt, lo que unido a
que los daneses, por temor a que se repitiese el ataque británico que arrasó Copenhague
el año anterior, concentraron sus fuerzas en la isla de Sealand y que las
tropas francesas no habían pasado de Flensburgo, determinó
que, aunque diseminados y aislados entre sí, no hubiese ninguna fuerza que, en
caso de pretenderlo, pudiera impedir que se reuniesen. En el mes de julio, tras
algunos nuevos movimientos de nuestras unidades prescritos por el mando francés,
su situación era la siguiente:
También a aquellos nuevos asentamientos les llegarían
noticias de lo que sucedía en España. De las renuncias de Carlos IV y Fernando
VII, de los sucesos del 2 de mayo y de la designación de José Bonaparte como
rey de España. Pero fue la llegada de tres testigos de lo sucedido en Madrid, el
capitán José Agustín del Llano que regresaba tras la misión encomendada por el
marqués de La Romana, el coronel Martín de la Carrera que venía agregado al
regimiento de caballería del Rey y el teniente coronel Pedro Aylmer destinado
al regimiento de Zamora, lo que permitió a los nuestros conocer la verdad de lo
que sucedía en España. El marqués compartía su indignación, pero también era
consciente “de la difícil situación en
que las tropas españolas se encontraban, diseminadas por el territorio danés, a
centenares de leguas de nuestra Patria y rodeadas de enemigos” y por
tanto del peligro que suponía cualquier movimiento de insubordinación que
hubiera supuesto su desarme e imposibilidad de regreso. Por ello, decidió
contemporizar.
Ya
por aquellas fechas, los agentes británicos trataban de contactar con nuestras
tropas para entregarles las proclamas de las Juntas de Asturias, Galicia y
Andalucía que había llevado hasta Inglaterra el teniente Rafael Lobo, ayudante
del almirante Juan José Ruiz de Apodaca secretario de la Junta Suprema Central.
Pero las severas medidas adoptadas por el mando francés para evitar su contacto
con sus enemigos, incluyendo que se recibiera a cañonazos a cualquier barco, de
cualquier nacionalidad, que se aproximase incluso enarbolando bandera de
parlamento, impedía su objetivo. Finalmente asumió aquella misión el sacerdote
católico escocés James Robertson que, como hablaba
alemán, se hizo pasar por mercader de chocolate. Robertson, conseguiría llegar hasta La
Romana en Nyborg y exponerle el compromiso del ministro de Exteriores británico
George Canning, de poner a su servicio los transportes necesarios para que
nuestras tropas pudiesen regresar a España. De inmediato, el marqués y su
estado mayor, se esforzaron en elaborar un plan para concentrar todas sus
tropas en la isla de Fionia, utilizando la excusa de una revista de inspección.
Pero antes de que este plan pudiese llevarse a cabo, el 22 de julio,
recibió órdenes firmadas por el propio general Bernadotte de que todas las
tropas debían prestar de inmediato, en sus respectivas
guarniciones, juramento de fidelidad al nuevo rey de España, José
Bonaparte. Estas órdenes no solo le llegaron a La Romana sino también al
general Juan Kindelán en Jutlandia y al brigadier Luis Delevielleuze en Sealand,
con la intención evidente, de sembrar la división entre los expedicionarios.
Aquellos
oficiales eran el teniente Félix Carreras y el subteniente Juan Antonio Fábregas.
Fábregas aprovechando su destino en las cercanías de Spodsbjerg en la costa
oriental de la isla de Langeland, había conseguido contactar con la escuadra
inglesa, en la que le habían facilitado una entrevista con el teniente Lobo, en
la que le entregó las proclamas de las Juntas españolas y que Fábregas llevó a
La Romana junto con los documentos en los que el mando británico le aseguraba
tener dispuestos los buques necesarios para embarcar toda la división. El
marqués impartió órdenes a todas las guarniciones para que se concentraran en
Nyborg, a fin de proceder a su embarque y para asegurar la operación, con dos
batallones del regimiento de la Princesa, dos compañías del de Voluntarios de
Barcelona, dos escuadrones del regimiento de Almansa y la artillería a caballo,
se apoderó de Nyborg. Los ingleses, después de un encarnizado combate con los
daneses, desembarcaron en la plaza y, después de conferenciar con La Romana,
decidieron el traslado de los españoles a la isla de Langeland, donde debía
producirse el embarque de la totalidad de las tropas. Allí los jinetes de
Villaviciosa y los infantes de Barcelona y de Cataluña, se habían apoderado de
toda la isla permitiendo a La Romana y sus hombres desembarcar con toda
tranquilidad.
El 13
de agosto, después de que algunos cuerpos hubieran tenido que recorrer más de
100 km en 21 horas para unirse a sus compañeros, La Romana reuniría más de
9.000 hombres. El 21 de agosto, la escuadra del almirante británico sir James
Saumarez ancló frente a la costa oriental de Langeland, donde
embarcaron los nuestros sin abandonar más que los caballos que no podían
transportarse y salvando toda la artillería. A continuación, zarparon con rumbo
a Goteborg, en la costa de Suecia. El 5 de septiembre, serían embarcados en 37
buques enviados por Gran Bretaña, zarpando con destino a La Coruña, aunque
debido al mal tiempo, finalmente arribarían a Santoña y Santander. Era el 8 de
octubre de 1808. Sin embargo, más de 5.000 españoles quedaron atrapados sin
poder volver a España, pero esa ya es otra historia.
Tras desembarcar, la caballería fue enviada a
Extremadura para que fuese provista de caballos,
aunque algunos jinetes se quedaron para poder organizar con ellos las
guerrillas de aquellas tropas, entre ellos nuestro biografiado, que pasó a las
órdenes del brigadier Juan Caro, hermano del marqués de La Romana. Podemos
seguir ahora su hoja de servicio, que por ser pormenorizada dividiremos por
años en la medida que los datos no lo permitan.
Exponía:
“En 22 de dicho mes [marzo de 1810] fue destinado
a las órdenes del mariscal de Campo D. Martín de la Carrera, sosteniendo los
puentes de Alagón, Guijo y Granadilla donde tuvo noticia que la caballería
enemiga se dirigía a la ciudad de Plasencia a sacar una contribución, salió con
la mayor parte de su fuerza de 50 caballos, los alcanzó a las inmediaciones del
Villar [de Plasencia] donde les atacó y consiguió retrocediesen causándoles
algún daño; en 23 los atacó en el puente nuevo de Plasencia y logró sorprender
una avanzada de 16 hombres que fue pasada a cuchillo trayéndose los fusiles,
entrando enseguida en la plaza de dicha ciudad con 24 hombres poniendo en consternación
la guarnición que constaba de 500 hombres; en 16 de Octubre fue nombrado para que
continuase el servicio de guerrillas con 50 caballos; en 21 fue atacado a las
inmediaciones de Llerena por 600 infantes y 160 caballos, matando un oficial,
un cazador y hecho prisionero un Cabo obligándolos a retirarse a Valencia de las
Torres; en 15, 16 y 18 de Noviembre le atacó la división del General Girard
[Jean Baptiste] en los campos de Villagarcía [de la Torre] y Usagre logrando
rechazarlos con ventaja y conservando el punto de Usagre por lo que se le
concedió un escudo de honor con el lema: Se
distinguió en tres acciones; el 20 fue atacado en las mismas posiciones por
200 caballos, logrando rechazarlos, mató 10 húsares, hizo ocho prisioneros y
cogió 12 caballos por lo que obtuvo el grado de Teniente Coronel; siendo atacado
el 16 por toda la caballería el Teniente Coronel Joaquín de Mora en su posición
de Bienvenida, fue en su socorro logrando rechazar a los enemigos con grande
pérdida; el 17 evacuaron los enemigos Villagarcía y Llerena, logrando dar
alcance a su retaguardia a la que hizo un fuego tan vivo en términos que los
puso en vergonzosa fuga hasta que llegaron a las alturas de Ahillones y
reconociendo la debilidad de las fuerzas se pusieron en retirada con todo orden
pero sin dejar de perseguirlos hasta precisarles a parlamentar pidiendo hora y
media para dar pienso a los caballos; el 18 fue atacado por toda la división
enemiga compuesta de 600 caballos y 4.000 infantes en los campos de Azuaga
donde mantuvo su posición por espacio de
5 horas que logró emprendiesen su retirada quedando el campo por los españoles;
en 19 por propuesta del teniente Coronel D. Joaquín Mora fue nombrado
Comandante General de las Guerrillas y puestos avanzados del Ejército por el
General en Jefe Don Gabriel de Mendizábal; en 31 fue atacado y se retiró a
Llerena en 2 de Enero de 1811”.
reconocimiento de Arroyo del Puerco y Malpartida;
el 20 fue atacado y sostuvo la retirada hasta Salorino; el 26 en el
desalojamiento de Cáceres; el 28 en la rendición de Arroyomolinos [de
Montánchez] donde le mataron su caballo; el 29 los persiguió en su retirada y
les cogió 54 prisioneros en los olivares de Mérida; en 1º de Noviembre recibió
orden de sostener la retirada del Ejército español e inglés habiendo estado
mandando los Tiradores y puestos avanzados hasta el 31 de Enero de 1812 en cuyo
mes pasó al Regimiento Provisional con el mismo mando”.
“En 5 de Abril hizo el reconocimiento sobre
Sevilla y en la acción de Espartinas; en 22 de mayo fue atacado en la villa de
Ribera [del Fresno] por el General Allemand [Joseph Nicolas] y recibió dos
balazos, uno poco más debajo de la tetilla derecha que le pasó la espaldilla y
el otro en el brazo derecho; el 20 de Junio sosteniendo la retirada desde Zafra
a Santa Marta siendo atacado en diferentes puntos manteniendo su posición; en
1º de Julio en la acción de Santa Marta; en 6 y 15 en desalojar a los enemigos
de Usagre, Ahillones y Berlanga; en 21 se quedó a socorrer la retirada del
Ejército español e inglés sobre Ocaña defendiendo los vados del Tormes,
habiéndose hallado en las acciones de Salamanca, Matillas [de los Caños] y San
Muñoz, en donde libertó un Batallón de infantería inglés en el paso del río,
siguiendo su retirada hasta Ciudad-Rodrigo”.
“Fue nombrado Comandante de Escuadrón de Húsares
de Galicia en 21 de Julio de 1813 en la batalla de Vitoria; el 25 [estuvo] en
el encuentro con los enemigos en la villa de Mondragón. Pasó a continuar sus
servicios a la Real Brigada de Carabineros el 16 de Mayo de 1814…”.
Como resumen podemos reseñar que en su hoja de
servicios consta que fue nombrado cadete en el regimiento de Dragones de
Almansa con antigüedad de 15 de octubre de 1803; alférez graduado con la de 24
de diciembre de 1808; alférez con la de 16 de marzo de 1809; teniente graduado
de con la de 30 de mayo de 1809; teniente con la de 14 de junio de 1809;
capitán graduado con la de 18 de octubre de 1809; teniente coronel graduado con
la de 24 de diciembre de 1810;
capitán con la de 7 de mayo de 1811; coronel graduado con la de 26 de mayo de
1811; comandante de escuadrón con la de 30 de noviembre de 1812; pasando con
dicho empleo al Depósito General de Caballería el 1 de octubre de 1813 y como
capitán del regimiento de Carabineros Reales el 16 de mayo de 1814.
Comprendemos, no obstante, lo apretado y confuso del relato, pero nos ha
parecido de interés respetar su redacción original, que solo hemos alterado
para hacer unas mínimas aclaraciones que ayudasen a su comprensión, porque
demuestra no solo la sobriedad del estilo militar, sino que además mezcla sin
apenas distinción pequeños hechos de armas con grandes batallas, puesto que al
fin y al cabo lo que realmente importaba al hacer estas relaciones era la
participación en ellas del protagonista. De la misma forma, nuestro biografiado,
compendiaría en unas breves líneas su participación en otra guerra, nuestra
primera guerra civil. Por ello hemos entendido que debemos dedicarle unas
líneas.
No nos cabe duda de que, la decisión de Fernando
VII, dejaría perplejos a los realistas por muy defraudados que estuviesen con
él. ¿Qué debían hacer?, ¿levantarse contra su propio rey? Si la determinación
de abandonar familia y bienes para lanzarse a una aventura de dudoso resultado
y en la que además te juegas vida y hacienda nunca es fácil, parece evidente
que cuando ni tan siquiera se tiene claro quién es el enemigo a quien debes
enfrentarte o la legitimidad de tu decisión, aún debe ser más mucho más
difícil. No obstante, tarde o temprano la nueva situación, impuesta por la
fuerza, tenía que producir la inevitable reacción, aunque dadas las
circunstancias tardaría en generalizarse, lo que además solo sucedería de forma
lenta y desigual a lo largo de toda nuestra geografía según el ambiente que se
vivía en cada aldea, pueblo, villa o ciudad y la compleja situación general y
del entorno más inmediato lo permitía y los realistas se iban convenciendo de
que el rey era un simple rehén en el nuevo sistema. Los primeros conatos, sin
embargo, fueron casi inmediatos, creándose progresivamente un clima de guerra
civil, una guerra que asolaría nuestra geografía durante tres años. Podemos
ahora volver a la hoja de servicios de nuestro biografiado.
Recordemos que le habíamos dejado ocupando su
destino de capitán en la Brigada de Carabineros Reales. Relataba a continuación
que permaneció en él:
“(…) hasta el 22 de Julio de 1821 que obtuvo su
retiro a dispersos para la villa de Osuna conforme al Reglamento de 1810 y habiendo sido confinado a la ciudad de Sevilla de orden de su Comandante
general, tomó el partido para evitar más persecuciones, de emigrar a Francia,
abandonando su familia e intereses, para unirse a las filas realistas,
consiguiéndolo después de inmensos trabajos y exposición de su vida en un
naufragio tenido en el golfo de León, incorporándose a las órdenes del Teniente
General D. Francisco Eguía que lo era de aquel Ejército. Fue nombrado Ayudante
de la Junta Provisional de Gobierno creada en Oyarzun y reconocida por su
Alteza Real el Serenísimo Sr. Duque de Angulema”.
española y se
planteó la intervención militar en nuestra patria en apoyo de la plena
soberanía de Fernando VII. Recordemos que el triunfo constitucionalista en
España en 1820 había tenido secuelas en Europa, pues en su imitación se habían
proclamado constituciones similares a la española en Nápoles, Piamonte y
Portugal, por lo que la preocupación de las potencias conservadoras iba más
allá del problema español. De hecho, tras el Congreso de Troppau, la Santa
Alianza sofocó los sistemas constitucionales de Nápoles y el Piamonte, por lo
que en 1823 solamente subsistían en España y Portugal. Parece ser, sin embargo,
que como pasaba el tiempo sin que se concretase actuación alguna, más que
posiblemente por la influencia o pasividad de Metternich, fue François René vizconde de Chateaubriand
ministro de Asuntos Exteriores de Francia quien tomó la decisión de convencer a
Luis XVIII de la necesidad de intervenir en España. Y lo
consiguió.
Así,
el día 7 de abril de 1823 entraba en nuestra patria, cruzando el río Bidasoa,
bajo el mando de Luis Antonio de Borbón, duque de Angulema y hermano del rey
francés, el ejército llamado de “Los Cien Mil Hijos de San Luis”. Con ellos,
también entraron en España un importante contingente de realistas españoles que
se habían ido reuniendo al otro lado de nuestra frontera, cuyo número se iría
incrementando paulatinamente con los de aquellas zonas próximas a los lugares
por donde avanzaban los distintos cuerpos del ejército galo y que, en su
conjunto, pudo aproximarse a los 35.000 o quizás 40.000 hombres que
constituirían el que se llamó ejército de la Fe. De hecho, el primero en cruzar
la frontera por Behobia, donde las fuerzas gubernamentales y algunos
republicanos franceses, hicieron un simulacro de resistencia, sería el general
español Vicente Genaro de Quesada. Comenzaba así la última etapa de aquella
guerra civil, conocida como guerra de la Constitución.
Dos
días después de la entrada en España del ejército mandado por el duque de
Angulema, es decir el día 9 de abril, se establecería en la guipuzcoana Oyarzun
la llamada “Junta Provisional de Gobierno de España e Indias” organizada
previamente, el día 6, en Bayona y que debía estar compuesta por el teniente
general Francisco Ramón Eguía y López de Letona, que actuaría como presidente;
el mariscal de campo barón de Eroles; el
académico Juan Bautista de Erro y Azpiroz y el abogado Antonio Gómez Calderón.
Esta Junta debía asumir la máxima representación de la nación mientras que
Fernando VII no fuese “liberado” de los revolucionarios que le controlaban.
Desde
Sevilla, debió pasar a Madrid, donde sabemos que fue nombrado gentilhombre de
Fernando VII, imaginamos que llevando una vida acorde con tan brillante cargo
hasta que empezaron las persecuciones contra todos aquellos sospechosos de
“carlismo”. Anotaban
Francisco Asín y Alfonso Bullón de Mendoza:
“El 27 de marzo de
1834 es detenido en Madrid el brigadier de caballería Juan Antonio de Soto y
Herrera, gentilhombre del infante Don Carlos, al que se acusa de tratar de
escapar a Portugal al frente de un grupo de 16 o 18 oficiales. Tras un juicio
lleno de irregularidades (se le negó el derecho de elegir defensor y se le
impuso uno que no le defendió), fue condenado a ocho años de confinamiento en
un presidio de África, o sea, dos más de los que había pedido el fiscal, y la
pérdida de todos sus grados y condecoraciones. El 26 de junio del 34 escribió
una exposición a la Reina negando los cargos que se le imputaban (aunque casi
deja entrever que era cierto que se iba a fugar a Portugal) y pidiendo que su proceso
fuera sometido al tribunal supremo de guerra, a lo que no se accedió, dándose
el 31 de julio las órdenes necesarias para que saliera con la primera cadena de
presos que se dispusiese”.
Pero Soto no llegaría
a salir de las prisiones madrileñas donde fallecería el día 8 de agosto de 1834.
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[1] Vicente de
CADENAS Y VICENT: Caballeros de la Orden
de Santiago que efectuaron sus pruebas de ingreso durante el siglo XIX.
Revista Hidalguía. Madrid, 1993.
[2] Alberto
MARTÍN-LANUZA MARTÍNEZ: Diccionario
Biográfico del Generalato Español. Reinados de Carlos IV y Fernando VII
(1788-1833). Foro para el Estudio de la Historia Militar de España. Villatuerta,
2012.
[3] Juan PRIEGO
LÓPEZ: Guerra de la Independencia
(1808-1814), tomo II. Librería editorial San Martín. Madrid, 1972 (p. 373).
[4] Ibid., tomo II,
pp. 374 a 375.
[5] El mayor de
los tres estrechos marinos que conectan el mar del Norte con el mar Báltico, siendo
los otros dos el Pequeño Belt y el Sund, conocidos en su conjunto como los
estrechos daneses. El Gran Belt separa las principales islas danesas de Selandia
y Fionia.
[6] Juan PRIEGO: óp.
cit., tomo II, p 377.
[7] Ibid., tomo II,
p. 379.
[8] Kindelán
se pasaría a los franceses, abandonando a sus tropas.
[9] Sus jefes,
brigadier Luis Delevielleuze, coronel del regimiento de Asturias y coronel Vicente
Martorell del regimiento de Guadalajara, les distribuyeron por compañías entre
las diversas localidades del centro de la isla, bajo la vigilancia de las
tropas danesas. Descubiertas unas cartas del marqués de La Romana a dichos
jefes, sin firmar, aconsejándoles que tomasen alguna plaza fuerte, fueron
desarmados y conducidos a Copenhague donde fueron encerrados, para
posteriormente ser entregados a los franceses que les condujeron a su país,
obligándoles a combatir bajo sus banderas. Solo unos pocos, tras la campaña de
Rusia, conseguiría volver a España.
[10] Juan PRIEGO: óp.
cit., tomo II, p. 387.
[11] Fueron según la
documentación oficial 5.175, pertenecientes a los regimientos de Asturias y
Guadalajara, los desarmados en Sealand; al regimiento del Algarbe, desarmado en
Jutlandia; dos compañías de granaderos, una del regimiento de Zamora y otra del
regimiento de la Princesa y dos secciones de caballería, una del regimiento del
Rey y otra del Infante, que formaban parte de la guardia de honor de Bernadotte,
los que se encontraban en el depósito de la división en Altona y varios
oficiales que habían ido a una celebración en Hamburgo. Casi todos trasladados
a campos de concentración en Francia, hasta que aceptaron combatir en el
ejército organizado por Kindelán en Aviñón para defender a José Bonaparte.
[12] Narciso DÍAZ
ROMAÑACH: “Tropas españolas en el Báltico” en Revista de Historia Militar núm. 53. Servicio Histórico Militar.
Madrid, 1982.
[13] No nos es posible
narrar las marchas de aquellas tropas primero a Vizcaya, luego a Galicia,
Salamanca y Extremadura.
[14] Su grado de
alférez tenía antigüedad de 24 de diciembre de 1808 y el empleo de alférez
efectivo la de 16 de marzo de 1809.
[15] Decisiva victoria
obtenida el día 18 de octubre por el ejército español a las órdenes de Gaspar
María de Nava y Álvarez de Noroña, duque del Parque, sobre el francés mandado
por el general jean Gabriel Marchand.
[16] Pedro de
Alcántara Téllez-Girón y Pimentel, jefe de la caballería.
[17] Puentes obre el
río Alagón en la provincia de Cáceres.
[18] En realidad, pone
Fuente del Maestre, pero tiene que ser un error.
[19] También llamado
de la Azagala. En la sierra de San Pedro, entre Villar del Rey y Alburquerque.
[20] Imaginamos que
los del río Zapatón.
[21] Entendemos que se
refiera al puente de Ajuda, en la comarca de Olivenza y en la frontera con
Portugal o el de Las Palmas en Badajoz que daba paso al camino de Elvas.
[22] En las afueras de
Badajoz.
[23] La plaza estaba
sitiada por el mariscal Soult desde el día 11 de febrero.
[24] La batalla de La
Albuera tuvo lugar el 16 de mayo de 1811, enfrentándose el ejército
anglo-luso-español a las órdenes de Beresford, Francisco Javier Castaños,
Francisco Ballesteros y José Pascual de Zayas al francés dirigido por Nicolas
Jean de Dieu Soult y Jean Baptiste Girad, en un combate equilibrado, pues ambos
ejércitos tuvieron alrededor de 7.000 bajas cada uno, aunque en el orden
táctico se pueda considerar una victoria aliada.
[25] Se refiere al
conde François Louis Joseph de Bourbon-Busset, que en realidad era comandante
del 27º escuadrón de Cazadores a Caballo. Tras la guerra, sería nombrado
coronel ayudante de la Gendarmería del Rey, llegando a ser teniente general con
Carlos X.
[26] Fueron enviados
en apoyo del general Joaquín Blake que sitió el castillo de Niebla, regresando luego
a la línea del Caya a las órdenes de Wellington.
[27] Hoy Arroyo de la
Luz.
[28] Río Huebra.
[29] Archivo General
Militar de Segovia. Expediente personal del brigadier Juan de Soto.
[30] En la época era
normal recibir una graduación superior sin haber obtenido la efectividad en el
empleo inferior.
[31] La Brigada de
Carabineros contó desde el principio con privilegios similares a las tropas de
la Casa Real. En 1732, se estableció que su jefe ostentará el empleo de
brigadier; el segundo de coronel; el sargento mayor de teniente coronel con
mando de escuadrón, y los ayudantes de capitán. A los sargentos se les otorgó
el sueldo de alférez de caballería y a los carabineros el de sargento. Cuatro
años después se concedió, además, el grado de teniente coronel a los capitanes y
el de capitán a los tenientes. El 4 de enero de 1742 se le concedió
oficialmente el título de tropas de la Casa Real. El 23 de ese mismo mes se
dispuso que tanto los Carabineros como los Granaderos Reales hicieran los
mismos saludos y toques que los que realizaban los Reales Guardias de Corps.
[32] Se denominó Ejército Expedicionario de Ultramar
al cuerpo expedicionario que se mandó formar cuatro años antes, el 9 de mayo de
1815, para restaurar la soberanía de Fernando VII en los territorios rebeldes
de América. A finales de 1816 se había reunido en los alrededores de Cádiz, en
cuya bahía fondeaba la escuadra que le serviría de transporte. Los avisos de
que estaba muy próximo su embarque, facilitó el trabajo de los agentes
revolucionarios.
[33] Teniente general Enrique
José O’Donnell y Anethan.
[34] Teniente general Luis María González de Aguilar y
Torres de Navarra.
[35] Teniente general Manuel
Alberto Freire de Andrade y Armijo.
[36] Teniente general
Francisco Javier Elío y Olóndriz.
[37] Manifiesto
a la Nación de Fernando
VII, publicado en la Gaceta
Extraordinaria de Madrid núm. 37 (domingo, 12 de marzo de 1820). La Jura de
la Constitución lo fue en la Gaceta
Extraordinaria de Madrid núm. 31 (miércoles, 8 de marzo de 1820).
[38] El que por fuerza
o voluntariamente se separaba del servicio sin estar sujeto a ningún cuerpo y
residiendo en la población que eligiese, cobrando solamente una parte de sus
haberes.
[39] AGMS. Expediente
personal del brigadier Juan de Soto.
[40] Klemens von
Metternich, conde y luego príncipe de Metternich-Vinneburg, fue ministro de Asuntos Exteriores del
Imperio Austriaco desde 1809, cargo que simultáneo como el de primer ministro desde 1821.
[41] Hemos de deducir
que su postura se debió a la poca simpatía que tenía por Fernando VII y su
política. Más adelante cuando se desatase en España la primera guerra carlista,
su postura fue igualmente equivoca, pues su gobierno apoyaría a D. Carlos
suministrándole algunas sumas de dinero, pero nunca de una forma abierta y
decidida. Actitud que solamente se explica por las sustanciales diferencias que
se anunciaban en el Carlismo frente al estatismo del de Coblenza.
[42] TORRE DEL RÍO,
Rosario de la: “El falso tratado secreto de Verona de 1822” en Cuadernos de Historia Contemporánea núm.
33 (pp. 277 a 293). Universidad Complutense. Madrid, 2011.
[43] Joaquín
Ibáñez-Cuevas y Valonga.
[44] Fue retirándose,
sin ofrecer resistencia relevante al avance francés, hasta el combate que
sostuvieron el día 28 de julio en Campillo de Arenas (Jaén). Tras su resultado
se vio obligado a capitular el 4 de agosto.
[45] Pedro de
Alcántara Álvarez de Toledo y Salm-Salm.
[46] AGMS. Expediente
personal del brigadier Juan de Soto.
[47] Las tropas que
tomaron el Puerto de Santa María fue la brigada mandada por el teniente coronel Luis Fernández de Córdova y Valcárcel.
Dos días después llegaban las tropas francesas del mando del general jean François
barón de Bourgoing, que inicialmente tomó el gobierno.
[48] AGMS. Expediente
personal del brigadier Juan de Soto.
[49] Francisco Asín y
Remírez de Esparza y Alfonso Bullón de Mendoza y Gómez de Valugera: Carlismo y Sociedad, 1833-1840. Aportes
XIX. Zaragoza, 1987 (pp. 87 a 88).
José Antonio Gallego
Funcionario de Carrera, Historiador carlista y colaborador de la A.C.T. Fernando III el Santo
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