Desde aquel lejano 23 de Septiembre
de 1512, en que el Papa Julio II otorgó la Bula
Jubilar a quienes peregrinasen hasta el Monasterio de Santo
Toribio de Liébana, donde se adora desde el siglo VIIIº el más grande Lignum
Crucis (pedazo de madera de la Santa Vera-Cruz) de la
Cristiandad; miles de peregrinos provenientes de los más recónditos lugares
del orbe han recorrido los diferentes caminos que llevan hasta tierras
lebaniegas en busca del preciado jubileo. Lugares cercanos como León,
Oviedo, Santander o Burgos han realizado en los últimos años un
importante esfuerzo para recuperar los históricos caminos que antaño se
transitaban hasta Liébana, y a ellos se ha unido finalmente con
motivo del Año Santo Jubilar de 2017, el conocido como Camino
Castellano; poniendo así remedio, gracias al esfuerzo logístico y
publicitario desarrollado por la Diputación Provincial de Palencia y
el Gobierno Regional de Cantabria, a un olvido que resultaba
incomprensible de este también histórico camino que desde la capital palentina,
y a través de las diferentes comarcas de nuestra tierra, conduce hasta Santo
Toribio de Liébana.
Este viejo y a la vez nuevo camino,
que quien aquí firma, recorrió a pie junto a varios socios de la A.C.T. Fernando III el Santo, saliendo desde la Catedral de
Palencia a lo largo de aproximadamente 215 kilómetros entre el
21 y el 29 de octubre de 2017; transcurre por tres espacios perfectamente
diferenciados de la geografía palentina como son la Tierra de Campos,
la comarca pre-montañosas de La Ojeda, y finalmente la Montaña que
en su parte castellana transcurre por la comarca de La Pernía, y
en la vertiente cántabra por el ramal oriental del Valle de Liébana.
La Plaza de la Inmaculada de
la capital palentina es el lugar indicado para comenzar el recorrido, y a
partir de ahí transcurren para el peregrino los primeros 115 kilómetros
de Camino Castellano junto a la ribera del Canal de
Castilla; obra cumbre de la ingeniería española, propia de la ilustración
monárquica española de los siglos XVIII y XIX. Esta parte del trayecto es de una
belleza serena inigualable, pero a su vez, de una monotonía excesiva para el
caminante, quien solo cambia la rutina durante la travesía con el encuentro
esporádico de las numerosas harineras, exclusas y puentes que atesora el Canal
desde tiempos pretéritos, y que ahora sirven en lo que nos concierne de parada
y recreo visual al caminante. A lo largo de estos 115 kilómetros que unen las
dársenas de Palencia y Alar del Rey, cabe destacar
que el Camino pasa por la emblemática localidad jacobea de Frómista,
donde la ruta lebaniega se cruza con el Camino de Santiago en
la magnífica esclusa cuádruple fromisteña, diseñada por el genial Leonardo
da Vinci siglos antes de su construcción.
Una vez sobrepasada la villa
de Alar del Rey, abandona el peregrino la compañía del Canal
de Castilla para adentrarse en las tierras de la pre-montaña
palentina; donde el inigualable románico palentino comienza a aparecerse al
peregrino en las diferentes iglesias y ermitas sitas en los pequeños pueblos
que atraviesa el Camino. Esta zona, famosa por la calidad de sus
cultivos de tubérculos y legumbres, es atravesada por el peregrino a lo largo
de caminos rurales bien señalizados, y vislumbrando hermosos parajes que hacen
creer al caminante que se hubiese adentrado en la Castilla idílica
de épocas remotas. Dos días son lo recomendable para caminar a través de los
bellos parajes de la comarca de La Ojeda, haciéndose imprescindible
pernoctar una noche en la emblemática Abadía Cisterciense de San
Andrés de Arroyo, fundada en el siglo XII por la nobilísima señora, Doña
Mencía Pérez de Lara.
Desde la señorial villa de Cervera
de Pisuerga, el peregrino se adentra en la montaña por la rivera
del Embalse de Requejada, a lo largo del valle que por tierras
de La Pernía lleva hasta el Puerto de
Piedrasluengas, donde termina el andar por tierras palentinas. Bajo la
sombra de enormes montañas y el colorido de sus frondosos bosques encuentra el
caminante numerosas localidades donde abundan viejas ventas y ancestrales casas
nobles, así como el románico más puro, tan propio de esta tierra; logrando que
en esta parte del Camino el cansancio no haga mella en el peregrino, sublimado
ante tal alarde de belleza. Una vez adentrados en Cantabria, un
tremendo descenso rompe-piernas de más de 30 kilómetros nos hará llegar hasta
la localidad de Potes, epicentro del Valle de Liébana.
Es este un lugar más que apropiado para reponer fuerzas, antes de afrontar la
jornada final, en la que tras recorrer en poco más de una hora la rampa que
lleva hasta Santo Toribio de Liébana, el peregrino culmina su jubileo con el
tradicional beso al Lignum Crucis, no sin antes haber atravesado
con la humildad y devoción debida la Puerta del Perdón del Monasterio
Franciscano de Santo Toribio de Liébana.
Luis Carlón Sjovall
Presidente A.C.T. Fernando III el Santo
Caballero Comendador de la Orden de Caballeros de la
Santa Vera-Cruz del Rey Fernando III
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