Crónica de la conferencia sobre el conde Pedro Ansúrez


El pasado cuatro de abril, la ACT Fernando III el Santo inició el curso 2014, en cuanto al ciclo anual de conferencias se refiere, abriendo la temporada con uno de los símbolos históricos de nuestra tierra; el conde Pedro Ansúrez. La conferencia fue impartida en la Biblioteca Pública de Palencia por el historiador Don Andrés Barón, uno de los mayores expertos el medievo central castellano-leonés, y quién recientemente ha publicado un libro titulado “El Conde Pedro Ansúrez, poder y dominio aristocrático en León y Castilla durante los siglos XI y XII”.


El autor comenzó comentando que la razón por al que se había aproximado a la figura de Pedro Ansúrez, era la escasa bibliografía existente sobre su figura, exceptuando la obra de Justiniano Rodríguez en 1966, y puesto que se acerca el IX Centenario de su muerte, era casi una obligación moral. Andrés Barón continúo poniendo especial énfasis en recordar el papel desempeñado por el Conde de Carrión y Saldaña durante los reinados de Alfonso VI –de quien fue mayordomo, y llegó incluso a acompañarle durante su exilio toledano– así como en el posterior reinado de Doña Urraca. También se recordaron pasajes de la longeva vida del Conde, resaltando algunos como que su nacimiento fue posiblemente el año 1037 en la localidad palentina de Santibáñez de la Peña, aunque no se pueden descartar otros lugares como Carrión de los Condes, Saldaña, o la mismísima León, dado que su padre, el conde Ansur Díaz, pasaba allí largas temporadas como hombre de confianza del rey Fernando I. Interesante fue, el hecho de comparar las figuras de Rodrigo Díaz de Vivar y pedro Ansúrez, como alféreces de sus respectivos reyes, y así, constatar como la Historia ha sido mucho más generosa con el Campeador, que con su “álter ego” leonés; razonándolo el autor, en que el “El cantar de mio Cid” fue compuesto alrededor de 1200 en Castilla, casi cien años después de la muerte de ambos caballeros, y de ahí la inquina con que se trata al Conde de Saldaña y Carrión; siendo en realidad la relación entre los dos caballeros bastante más cordial en la realidad, que como nos lo ha trasladado el famoso cantar de gesta. Andrés Barón también recordó que la conocida familia de los Téllez de Meneses, Señores de Tierra de Campos, descendían directamente de Pedro Ansúrez, por medio del matrimonio entre Doña Mayor Pérez –hija de Pedro Ansúrez- y Don Martín Pérez de Tordesillas. Y es que el territorio que abarcaban los dominios del Conde de Carrión y Saldaña se alargaba desde la Liébana cántabra hasta el sur del Duero; razón por la que el Conde ha pasado a la historia como el gran repoblador de los aledaños del Duero, con grandes extensiones de terreno en las actuales provincias de Avila y Segovia, así como la propia ciudad de Valladolid. Aún así, resaltó el autor, podemos entender que la figura del Conde, no hay que entenderla solamente como la del gran repoblador, sino más bien debemos entenderla como la de un gran soldado, un hombre de armas clásico, siendo sin duda uno de los más poderosos magnates de la España de los siglos XI y XII. Finalmente se resaltó, que ha diferencia de muchos otros magnates del mediévo hispánico, y a pesar de su gran poder, Pedro Ansúrez mantuvo una lealtad inquebrantable hacia sus reyes durante los más de ochenta años que se alargó su vida. La cual finó posiblemente en Valladolid, donde descansan sus restos, el año de Gracia de 1117.


Desde la ACT Fernando III el Santo, damos las gracias a Don Andrés Barón, por su magnífica conferencia, así como a todos los que nos acompañaron en la sala, ya que con su presencia e interés nos animan a continuar realizando este tipo de actividades. Y es que entendemos que un pueblo que desconoce su Historia, no puede amarla ni defenderla. Ni lo más importante, entender que todos formamos parte de un proyecto de siglos que se llama España, el cual hay que defender con el orgullo que transmite el conocimiento, y el valor al que nos obliga la responsabilidad de conservar la Fe y tradiciones heredadas, baluarte de nuestras verdaderas libertades. Como así hicieron nuestros mejores predecesores.


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