30 de Mayo, festividad de San Fernando


Imagen de San Fernando en la Catedral de Palencia
Gloria de la incorrupción de su cuerpo, que lejos de haberse convertido en sucio polvo bajo una losa, yace en urna de cristal a los pies de la Virgen de los Reyes, seco ya por los siglos, pero íntegro, como si al abandonarlo el ánima santa lo hubiera dejado embalsamado con el aroma de su castidad limpísima y su fe inviolada.

Gloria de ser el único Rey cuya majestad no ha pasado como pasan las cosas de este mundo. Los días en que se descubre el santo cuerpo, de mañanita está la Capilla Real hecha un ascua de oro. Luce la Virgen de los Reyes uno de sus mantos más ricos, y en su pecho relumbran los brillantes como estrellas en el cielo. Un piquete de ingenieros monta guardia junto al Rey, como lo hacían antaño sus monteros. La Capilla hierve de gente, y vestido de la sagrada púrpura llega el Cardenal Arzobispo, el sucesor legítimo de Don Remondo. Suenan los acordes pausados de la marcha real, y descorriéndose las cortinas de seda carmesí, ya desvaído por la pátina del tiempo, aparece el Santo Conquistador, puestas las manos en actitud orante, ceñida la frente por una corona que la muerte no ha podido arrebatarle. Se siente el espíritu del buen Rey Don Fernando en contacto con su pueblo, como cuando asomado a su ventana del Alcázar oía las querellas de sus vasallos. Todo el día permanece expuesto a la veneración de un pueblo que le ama a través de siete siglos. ¿Qué Rey que no haya sido Santo podrá jactarse de ser así amado por sus súbditos, ni de haberles hecho sentir su protección desde el cielo?

Abajo en la cripta de la Capilla está en un altar la Virgen de las Batallas, la inseparable compañera de riesgos y de triunfos, la que en tantos combates le sacó siempre incólume sin una sola herida. Allí está también “la su espada Lobera” que él tanto quería y veneraba.

Gloria en fin de haber dejado a los pies de la su Señora Santa María como trofeo de su última victoria, no ya estandartes y pendones, sino su propio cuerpo, ungido por el óleo real y por la participación en la cruz de Cristo. Desde allí nos enseña a todos con la elocuencia suprema del ejemplo, qué bella es la santa caballerosidad cristiana, cuyo lenguaje, como dijo en aquella misma Catedral sevillana un hijo de San Ignacio, tan bien entiende la gracia de Dios, y qué hermosos y eternos reinos conquista.

Y en tanto que el alma bienaventurada ya los goza en el cielo, velado por Sancta María de los Reyes como un niño por su madre, duerme aguardando el día de la resurrección el cuerpo del muy noble Rey Don Fernando III el Santo de Castiella.

                      LAUS DEO

1 comentario:

Ludovico dijo...

En estos tiempos de vacio intelectual y moral, cuan grande se eleva la figura del Rey Santo de España. Luz y guía de cualquier época para quien sea capaz de iluminar su destino.

VIVA SAN FERNANDO!!!!!!!!