XII.
Que el rey debe ser largo a los nobles e hidalgos y de buen linaje, y a los
otros que bien obran.
Largo [generoso] debe de ser el rey
o príncipe o regidor de reino a los nobles e hidalgos y de buen linaje y a los
otros que bien obraren y alguna hazaña y nobleza de caballería hicieren o en
otras cosas bien y lealmente lo sirvieren, así por las noblezas que hicieren
cuando pudieron los que no pueden, como por las que hacen los que pueden. Y de
los que en su servicio morieren, debe ser largo en hacer merced a sus hijos y a
los de su linaje porque todos hayan voluntad de bien hacer y de le servir
lealmente y con voluntad. Que una de las principales gracias que cumple haber
en los señores, especialmente en los conquistadores, ser largo de corazón y de
obra, pero que no se debe mover ligeramente a hacer merced hasta ser cierto del
bien que cada uno hizo. Y en esto debe ser el rey o príncipe o regidor
pesquiridor, porque muchas veces acaécele ser hechas relaciones infintosas, y
hacer bien a quien no lo merece y no al que lo merece. Y por ende ya dijimos
como avisamiento es virtud cercana de sabiduría. Y no tan solamente debe el
príncipe o regidor pesquerir y saber esto, mas en todo el reino o regimiento
debe saber qué personas buenas hay en cada ciudad o villa o lugar, y cómo usan,
y cuáles son para guerra o cuáles son para oficios, o cuáles codiciosos
desordenados, o cuáles templados, porque a cada uno dé y ordene lo que
entendiere que le cumple, y así no hará cosa desordenada ni sin razón, que largueza
es muy ennoblecida virtud.
Donde dijo el primero sabio: «Largueza es
magnificencia de los grandes, y esfuerzo de corazón en los pequeños.» El
segundo sabio dijo: «Largueza es contentamiento de voluntad y gracioso deseo.»
El tercero sabio dijo: «Largueza es menospreciamiento de codicia y vencimiento
de malicia.» El cuarto sabio dijo: «Largueza es morada de nobleza, cimiento de
hidalguía.» El quinto sabio dijo: «Largueza es placer de corazón, conocimiento
de razón.» El sexto sabio dijo: «Largueza es cámara de los reyes, ensalzamiento
de su estado.» El seteno sabio dijo: «Largueza es elección de virtudes, nobleza
de voluntad.» El octavo sabio dijo: «Largueza es corona de los príncipes,
refrigerio de los mendigantes.» El noveno sabio dijo: «Largueza es señora de
las conquistas.» El décimo sabio dijo: «Largueza hace los enemigos amigos y los
amigos siervos.» El onceno sabio dijo: «Largueza es refrenamiento de mala fama,
encubrimiento de todas las maldades, silla de todos los poderes, allegamiento
de voluntades, fe de los vasallos, ensalzamiento de los señores, amor de todas
las gentes.» El doceno sabio dijo: «Largueza destruye a los malos y ensalza a
los buenos.»
XIII.
Que el rey o príncipe debe ser escaso en aquellas personas y lugares de que no
se espera alguna virtud.
Escaso debe ser el rey o príncipe en aquellas
personas y lugares de que no se espera alguna virtud ni bien, y a los malos que
obran mal, y a los que no precian, y le buscan daño y deshonra, y a los
lisonjeros que a la verdad niegan sus derechos; y a los truhanes y juglares y
albardanes [bufones] en sus tiempos y lugares convenientes hacer alguna gracia
y merced, porque debido es al príncipe de entremeter a sus cordiales
pensamientos algún entremetimiento de placer. Donde dijo Catón: «Interpone tuis
interdum gaudia curis.»
XIV.
Que el rey debe ser amigo de los buenos y leales y verdaderos que andan y
siguen carrera derecha.
Amigo debe ser el rey o príncipe o
regidor del reino de los buenos y leales y verdaderos que andan y siguen
carrera derecha, y lo aman de dentro y de fuera, detrás y delante, acerca y
alejos, por su pro y por su daño, que el amigo que es por sólo su provecho no
usa amistad mas mercaduría, y es cosa aborrecible. Y otrosí debe ser amigo de
sus buenos servidores y de aquellos que ve que le sirven y aman a todo su
poder, y amarlos y preciarlos y loarlos y hacerles bien por ello, que el amor
le dará a conocer a los que le hablan verdad o arte. Y mire bien el gesto o
escritura o obra del obrador o decidor o escribidor. Y de cada uno la obra o
decir o escritura dará testimonio, y será mal conocedor el que lo viere. Que
muchos hablan al señor a su voluntad por le complacer y lisonjear, negándole la
verdad, lo cual es manifiesto yerro, que a su señor debe omne decir la verdad
claramente, y abiertamente le mostrar los hechos, aunque sean contra si mismo,
que nunca le traerá gran daño. Que si el señor fuese discreto y sabio, por ende
será más su amigo y creerlo ha desde adelante, y no esperará dél traición ni
mal. Y el que a su señor encubre la verdad no dudará de le ser traidor o malo
cuando le viniese al caso. Y este tal no debe ser dicho amigo mas propio
enemigo, que sobre la verdad es asentado Nuestro Señor Dios. Y a todo rey o
príncipe debe amar los verdaderos, y ser su amigo y les hacer muchas mercedes
XV. Que
el rey o príncipe o regidor de reino debe ser enemigo de los que quieren el mal
y la traición y la siguen y usan della.
Enemigo debe ser el rey o príncipe o regidor de los que quieren el mal y
la traición y la siguen y usan della, y desaman el bien, y sus obras son
siempre malas. Y a estos tales debe ser enemigo para los destruir y echar del
mundo o de la tierra y los apartar de sí. Y otrosí a los que traen y ordenan
fuegos o muertes o desordenanzas del reino y de la gente, y usan maneras y sofismas engañosos
y malos, y la voz destos tales hallará publicada en los pequeños y simples y en
los pueblos, a quien por Dios son revelados los hechos escondidos destos tales
y son dados por pregoneros de sus maldades. Y donde mucho se encendiere la voz
del pueblo es la maldad conocida, y quien quisiere parar mientes así lo verá
claramente.
XVI.
Que el rey o príncipe o regidor debe ser piadoso a los buenos y humildes y a
los pobres y lacerados que no han esfuerzo.
Piadoso debe ser el rey o príncipe o
regidor de reino a los buenos y humildes a que ocasión y no voluntad de obra
trajo a errar, y a los pobres y lacerados que no han esfuerzo ni ayuda, y a los
huérfanos y tristes y lacerados y enfermos y viudas y amenesterosos, y a los
que cayeron de su estado. Por cuanto la piedad es espejo del alma y cosa que
place mucho a Dios, y por ella vino al mundo a nos salvar, por duelo y piedad
que tuvo del su pueblo, que no pereciese. Y es muy santa virtud, y llave del
salvamiento.
Donde dijo el primero sabio: «Piedad
es espíritu de Dios que vino de su propia silla.» El segundo sabio dijo:
«Piedad es fuente de paraíso.» El tercero sabio dijo: «Piedad es gloria de las
ánimas.» El cuarto sabio dijo: «Piedad es ordenada contrición que sale de las
entrañas.» El quinto sabio dijo: «Piedad es espada de vencimiento de los
pecados.» El sexto sabio dijo: «Piedad es amor divinal.» El seteno sabio dijo:
«Piedad es morada gloriosa.» El octavo sabio dijo: «Piedad es camino de
paraíso.» El noveno sabio dijo: «Piedad es flor sin sequedad y verdura por
siempre.» El décimo sabio dijo: «Piedad es conocimiento de razón,
esclarecimiento de voluntad, obra de santidad, elección de fe, apuramiento de
saber, loor de pueblo, fuente que siempre corre, agua de dulzor.»
XVII.
Que el rey o príncipe o regidor debe ser cruel contra los crueles y malos y
traidores del mal.
Cruel debe ser el rey o príncipe o
regidor de reino contra los crueles y malos y traidores y tratadores de todo
mal, y contra aquellos que no conocen a Dios ni al mundo, y siempre perseveran
en malas obras, y contra aquellos que sabe que le andan en traición o mentira o
arte, y no temen a él ni a la su persona, ni lo aman, y hacen sus hechos con
desordenanza, y contra los que envían cartas o mandaderías a sus enemigos y les
escriben de su hacienda. A estos tales debe ser cruel y no esperar dellos
tiempo de venganza, salvo cuando pudiere cumplir su obra.
XVIII.
Que el rey o príncipe o regidor de tierra debe amar la justicia como sea ella
cabeza de su señoría.
Mucho debe amar la justicia el rey o príncipe o regidor de tierra, como
sola ella es la cabeza de su señoría y poderío. Que el príncipe que no es
justiciero y no obra justicia no es digno de su oficio ni seguro de si mismo. Y
el miedo que los otros han de haber dél, ha él dellos. Y por ende todo príncipe la
debe haber y usar y obrar y guardar y mantener, así a lo poco como a lo mucho,
así a lo fuerte como a lo flaco, así a lo mayor como a lo menor. Y debe ser en
la justicia peso y medida, y balanza derecha que no tuerza más a un cabo que a
otro. Y el que usa de la justicia verdaderamente como debe es amado de Dios, y
halo por medianero a sus hechos, y ámanlo los pueblos y los buenos y aun los
malos, desque van andando, que la poca justicia hace ser muchos malos que lo no
serían si la hubiese. Y es causa de todo mal y de toda desordenanza, y
perdimiento de tierra. Y a todo regidor cumple de ser más justiciero y fuerte y
cruel, que al rey témenlo naturalmente y al regidor por la justicia y ser
justiciero y cruel, usando de la justicia sabiamente.
Donde dijo el primero sabio:
«Justicia es medida derecha y ganancia igual.» Y el segundo sabio dijo:
«Justicia es corona de los reyes.» Y el tercero sabio dijo: «Justicia es
hermosa virtud en el príncipe.» El cuarto sabio dijo: «Justicia es
castigamiento y pértiga de los malos.» El quinto sabio dijo: «Justicia es
gloria de los buenos.» El sexto sabio dijo: «Justicia es poblamiento de la
tierra.» El seteno sabio dijo: «Justicia es seguranza de pueblo.» El octavo
sabio dijo: «Justicia es silla de Dios.» El noveno sabio dijo: «Justicia es
enemiga de los diablos.» El décimo sabio dijo: «Justicia es señora de las
virtudes.» El onceno sabio dijo: «Justicia es árbol hermoso y acatamiento de
los sabios, pedimiento de pueblo, consolación de los pobres, aborrecimiento de
los locos, refrenamiento de soberbia, vencimiento de saña, apuramiento de
razón, vida segura.» Y por ende a todo príncipe conviene de la obrar y mantener
y defender si quiere que sus hechos vayan adelante. Que dijo un sabio a un su
amigo, dándole consejo: «Huye de la tierra donde no vieres rey justiciero, y
río corriente, y físico sabedor, que ésta aína perecerá.»
XIX. De
como debe haber en el rey o príncipe o regidor de reino poca codicia.
Codicia debe haber poca el rey o
príncipe o regidor de reino, y debe huir della, como sea la más vil cosa, y en
menos tenida de toda las del mundo. Y es raíz de todos males, y destruimiento
de todas virtudes, y enflaquecimiento de corazón, y ensuciamiento de voluntad,
corrompimiento de seso, familiar de los pecados, perdimiento del alma, denuesto
al mundo, aborrecimiento de Dios y de las gentes de buena voluntad. Y tantas
desordenanzas y yerros acaecen della que sería luengo de contar. Cerca de sus
propiedades los sabios dicen sus dichos ante desto en el tratado de codicia.
Pero no deje de ser codicioso de hacer buenos hechos y grandes hazañas y
conquistas, y de los bienes y de las virtudes que viere en otros haber, codicia
de las haber, y de hacer otras cosas semejantes. Que ésta es la buena codicia,
y turable, y gloriosa ante Dios y famosa al mundo.
XX. De
como debe ser el rey o príncipe o regidor de reino de buena audiencia a todos
los que ante él vinieren.
De buena audiencia debe ser el rey o príncipe o regidor a todos los que
ante él vinieren, y remediarlos a todos justamente con justicia igual. Y debe
en la semana dos o tres veces dar audiencia al su
pueblo, y ver las peticiones por si mismo, porque por ahí podrá saber cuáles
son forzadores, y robadores, y obran de malas maneras. Y pueda remediar a cada
uno con derecho, que cuando el hecho queda en manos de doctores, lazra [padece]
el que poco puede por la traidora codicia, que les roba las conciencias y la
voluntad del bien hacer, y les hace juzgar el contrario de la verdad. Y cuando
el señor es presente y ve las cosas, el temor les hace sufrir su mala codicia y
usar justamente, cuánto más si es conocido por justiciero.
XXI.
Que habla de los alcaldes y justicias y oficiales y corregidores que sean
buenos.
Pon en las ciudades y villas y
lugares de tu reino tales alcaldes y justicias y oficiales y corregidores que
sean buenos e idóneos y suficientes y fuertes y esforzados, que amen y teman a
Dios y tengan la justicia igual, así al mayor como al menor, y que no haya
pavor de castigar y hacer justicia, así en el fuerte como en el flaco, así en
el grande como en el pequeño, y que a todos sea balanza y peso y medida igual y
derecha. Que debeis saber que todo el temor del rey o príncipe o regidor de
reino es la justicia, y ésta es corona de su señoría. Y donde no hay justicia
no es ninguna siguranza buena, ni hay amor ni temor. Y si vieres que algunas
partes no se igualan las justicias al que ha de usar de su oficio, por ser
naturales de la tierra o por otra ocasión, pon en los tales lugares
corregidores extraños a que no duela castigar los malos ni los embargue amor ni
naturaleza. Y a estas justicias, dales su mantenimiento razonable. El que no
usare bien de su oficio piérdalo con su cabeza, o con prisión perpetua, porque
el temor proceda a todos para bien obrar, que debes creer que la tierra
igualada a justicia las otras cosas igualadas las tienes.
XXII.
Como el rey debe ser gracioso y palanciano y de buena palabra a los que a él
vinieren.
Señor, cumple que seas gracioso y
palanciano, y con buena palabra y gesto alegre recibas a los que ante ti
vinieren, y haz gasajados y honras a los buenos y a los comunales. Que mucho
trae la voluntad de las gentes el buen recibimiento y la buena razón del señor,
y a las veces más que muchos dineros y haberes.
XXIII.
Que habla de los codiciosos mozos y viejos que perseveraren en otras malas
doctrinas.
Los que vieres que fueron codiciosos
de mozos y viejos, y perseveraron en otras malas doctrinas, no los esperes
enmendar, y huye dellos y de su conversación, y no tomes su consejo y no fíes
dellos por ricos que sean, que más aína [presto] cometerán yerro o traición con
la desordenanza de la codicia que otros que no tengan nada.
XXIV.
Que habla de los leales y templados y sin codicia.
Ama a los leales y templados en su
codicia, y que son de buena voluntad, y sobre estos tales arma como quien arma
sobre cimiento bueno. Y toda la fianza puedes en ellos hacer: aunque no hayan
muchedumbre de tesoro, hallarás en ellos muchedumbre de buenas obras y de
virtudes que te tendrán más provecho, que no se puede comprar la virtud del
omne bueno y leal. Que el codicioso desordenado hoy te dejará por otro que más
le dé, aunque le hayas hecho todos los bienes del mundo, que donde hay mucha
codicia no puede haber amor, ni fe, ni lealtad, mas todo movimiento de voluntad
y obra.
XXV. De
como el rey no desespere a los buenos que le demandaren merced.
No desesperes a los buenos que te
demandaren merced aunque no se la puedas hacer de presente, que cuando no
cuidares te vendrá a caso que los puedas ayudar. Y si luego les dijeses de no,
tanta necesidad podrían tener que se irían a perder con desesperanza o a tomar
otra ley o secta de que pudiese seguir daño, y aunque otro no hubiese sino
perder sus almas, era asaz mal. Que un omne bueno no puede ser comprado, y por
él se puede perder una gran parte de tierra o acabar un gran hecho.
XXVI.
De como el rey debe primeramente conquistar y ordenar lo suyo y aseñorearse
dello.
E señor conquistador que quieres
ganar otras tierras y comarcas y las conquistar, y tu deseo es amuchiguar
[aumentar] la ley de Dios y le servir, y hacer placer, y dejar al mundo alguna
buena memoria y nombradía, primeramente conquista y sojuzga y ordena lo tuyo y
aseñoreate dello y sojuzga los altos y poderosos, y la tu voz empavorezca el tu
pueblo, y sea el tu nombre temido. Y con esto empavorecerán los tus enemigos, y
la mitad de tu conquista tienes hecha, y tu intención aína se acabará. Que si
tú bien no corriges y sojuzgas lo tuyo ¿cómo sojuzgarás aquello en que no as
poder? Y no te tendría por lo que conquistases, y muy de ligero perecería eso y
lo ál. Que hallarás que de los que conquistaron mucho, así Alexandre como todos
los otros, más conquistó su voz y su temor que los golpes de sus espadas.
XXVII.
Que habla de como el rey debe catar primero los fines de sus guerras y ordenar
bien sus fechos.
Otrosí tú conquistador que deseas hacer todo bien y traer muchas tierras
y provincias a la fe de Dios, los comienzos ligeros los tienes, mas cumple de
catar los fines y ordenar bien tus hechos en manera que seas honrado y tu hecho
y señorío vaya adelante y prevalezca, y no te sea necesaria la necesidad en tus
hechos, ni queden en medio de la carrera como quedan de muchos que bien no
ordenan sus haciendas y perecen por mala ordenanza, de que habemos ejemplo en
muchas cosas pasadas. Y desi, para tu bien guerrear, cúmplete primeramente ser
amado y temido de los tus vasallos, y de los tuyos, y debes pensar que es la
conquista que tomas y las más maneras y provechos que tienes para ello, y las gentes y el tiempo y las
cosas que te pueden embargar.
Y si no vieres la tuya, espera
tiempo y sazón, y ordénate de guisa que tus hechos vayan adelante, que buena es
la tardanza que hace la carrera segura. Y para el tiempo que conocieres ser
bueno y cumplidero sigue esta ordenanza y virtud más aína a tu perfección de tu
intención, que nos bien vemos el tu santo deseo y querríamos que tuvieses buen
fin. Y por ende primeramente antes de todas las cosas pon tus hechos en Dios y
en su gloriosa Madre, y encomiéndate a Él, que a Él se debe la paz de la
tierra, y todos los malos sojuzga, y Él es el Señor de las batallas, y siempre
crecerá tu nombre, y tu estado irá adelante todos tiempos. Lo segundo, ordena
toda la tierra y señoría a toda buena ordenanza y justicia, y haz sujetos los
fuertes y los flacos a la razón, y de cómo todos deben usar según antes desto
te dijimos. Lo tercero, tu intención sea más de crecer en la ley de Dios que no
por haber las glorias mundanales, y por aquí habrás más aína perfección de
todo.
XXVIII.
Del abastamiento que el rey debe tener para las sus guerras.
Antes de la guerra busca y ten
aparejado bastimiento de pan, y de vino, y de carne, y de las otras cosas que
te hacen mester, y hazlo tener presto en los lugares cercanos de la tu
conquista, y manda comprar el tal bastimento a omnes de buen recado y
entendimiento y de buena intención y de poca codicia, y mándales dar su
mantenimiento abundadamente y aun más de lo que hubieren mester, porque para su
provisión no te hayan de hacer arte en las compras. Que hallará la tu merced
que muchos con mala codicia y por no se hartar entremeten en las compras trigo
podrido y cebada podrida por bueno por ganar la mitad. Y cuando lo han de dar a
la gente aun demás de ser podrido, entremeten tierra y otras vilezas de manera
que el que lo recibe no puede comerlo. Y si lo comen por más no poder, adolecen
y mueren o perecen con ello. Y otrosí las bestias con la cebada. Y cuando el
señor piensa que tiene gente para bien hacer, es toda doliente y flaca y
perdida por el mal mantenimiento. Y la gente doliente y flaca excusado ha de
bien hacer. Y por ende cumple a la tu merced que la fianza de los tales hechos
que sea de buenos omnes y de poca codicia. Y al primero que errare en lo tal, que
la tu merced lo mande penar de tal guisa porque sea escarmiento para los que lo
oyeren y vieren. Que señor, si la tu merced no remedia en los tales hechos, y
no tienes los dineros y bastimento que les es mester prestos y buscados y
mercados en sus tiempos debidos, mejor sería no comenzar la conquista para la
haber de dejar por mengua o fallecimiento de lo que hubiere mester. Y las
compras destas cosas deben ser hechas a los tiempos de las cosechas porque
valen menos y son más de barato.
XXIX.
De las gentes que el rey no de debe llevar a las sus guerras.
Otrosí no cumple llevar a la guerra en la tu merced gentes y compañías
ricas ni codiciosas, y que no son para tomar armas ni usar dellas, y que su
intención es más de mercaduría que de alcanzar honra y prez. Que estos tales
siempre te hurtarán el sueldo y te contarán por diez veinte, y estorbarte han
los buenos hechos y cometimientos, por tal de se no poner en peligro. Que ellos
por lo que lo han es por llevar tus dineros malamente y por henchir arcas de tesoros. Y por
ende cumple a la tu merced de llevar contigo los que entendieres que son tuyos
y deséante bien y ámante, y aman tu honra. Y de los otros mancebos y valientes
omnes que desean alcanzar honra y que presumen de si de la ganar por sus manos,
y su codicia y deseo es hacer hazañas y buenas obras, y destos tales tienes
tantos y sábelos buscar, que no dudo que con cinco mil dellos no dieses batalla
a todo el mundo en un día. Y sin duda vencerías siendo pagado de ti, y
teniéndolos a tu voluntad. Que Julio Cesar, y Alexandre, y Pompeo, y Aníbal, y
los otros conquistadores con esto hicieron tan grandes hechos por tener gentes
que curaban de las honras y de las hazañas, y aborrecían los tesoros y vencían
con cinco mil hasta veinte mil.
Y el que tiene su voluntad en la
codicia del gran tesoro que tiene, y vende la honra por dineros, no esperes dél
golpe de lanza ni de espada, ni palabra osada, ni ningún buen hecho. Y pues
comenzado as guerra, bien creo que habrás visto algunas destas cosas y serás en
conocimiento dellas. Y ya sabes que Alixandre hizo quemar los tesoros porque
vido a sus gentes flacas con muchedumbre dellos, y desí ganó muchos más e hizo
muy maravillosos hechos, tanto que trajo todo el mundo a su jurisdicción, y no
te sería maravilla tú viendo las gentes pagadas, y destos tales que habemos
visto conquistar y acabar tanto y más que cada uno dellos. Ca eres mancebo y
fuerte y casto y de buena intención, y cometes hecho, y obra de Dios y a su
voluntad. Y por ende no te embargará fortuna, antes será tu amiga, y cercana de
ti y toda tuya en todos tus hechos. Y siendo tú fuerte y osado y los tuyos, y
haciendo obra de Dios, ¿cuál cosa te podrá embargar, y cuál tan poderoso ni
esforzado embargará la tu carrera, y no huirá ante ti? No creas que ninguno. Todas
las tierras serán a tu jurisdicción, y Dios será contigo, y las gentes con amor
loarán tu nombre, y todos desearán ser tuyos por la tu bondad.
XXX. En
que el rey no debe tardar a los que viere o supiere que lo hacen bien.
Otrosí señor no dudes ni tardes la
merced a los que vieres o supieres que lo hacen bien y son buenos y leales y de
voluntad te sirven, que dice el ejemplo: «Qui cito dat, bis dat; nescit dare
qui munera tardat.» [«Quien da presto da dos veces; no sabe dar quien tarda en
regalar».] Y gran deseo han los buenos de bien hacer cuando ven que son tenidos
sus hechos, y honrados por ellos, y no ha cosa ni hecho que no cometan, y
todavía cobran más corazón; aunque hacen mucho, piensan que no hacen nada y
todavía desean hacer mejor por crecer en su honra. Y sin duda aquél es dicho
señor, y temido y vencedor que honra a los buenos y los ama y los precia y hace
mercedes, y desprecia a los viles y a los cobardes.
XXXI De
la ordenanza y regimiento que el rey debe haber con sus enemigos.
Toda ordenanza y regimiento sea en
las tus batallas que ovieres con los tus enemigos. Y conoce los tiempos y los
lugares, y siempre busca ventaja mientras pudieres, y gana el sol o el aire, y
se rey primero cometedor, que gran ventaja es ver omne como hiere, y no le
embargar el sol, ni polvo. Y su enemigo estar ciego, y no ver lo que hace es
tener vencido la mitad del campo. Y comoquier que Dios sea el vencedor de las
batallas, a las veces todo lo más deja a la buena industria de los omnes.
XXXII.
Que cuando el rey hubiere de hacer entrada a otro reino, o a conquistar alguna
tierra, que vaya poderosamente.
Cuando hubieres de hacer entrada a
otro reino o conquistar alguna tierra y fueres por tu persona, cumple que vayas
poderosamente y con tal gente como habemos dicho. Y no entres por parte donde
no hubiere agua, que todavía el mantenimiento es necesario. Y entra en tiempo
que halles hierba verde o seca o algún mantenimiento para tu gente, y no te
pares sobre lugar hasta que primeramente tales o destruyas toda la tierra, y
traigas y tomes todos los ganados y panes y viandas que hallares. Y después, tu
cometimiento sea a lo más recio y a lugar, que ganándolo te sea gran honra, y
no poderlo ganar poca mengua, que lo más vencido lo menos vencido lo tienes.
Que en todas las cosas la buena discreción ensalza a los omnes y les da
crecimiento de honra. Entrando en tiempo y con tiempo tienes dos ventajas, y no
puedes escapar sino honrado. Lo primero porque do fueres, hallarás que comer tú
y tus compañías. Lo segundo porque aunque algo te fallesca, te lo pueden llevar
de lo tuyo, y puedes estar, y seguir tu demanda cuando quisieres.
XXXIII.
En que el rey no debe llevar a la su conquista compañías concegiles si no
fueren escogidos.
No lleves a la tu conquista
compañías concegiles sino si fueren escogidos por omnes de quien la tu merced
fíe, y que les sea bien pagado su sueldo, que no debes hacer cuenta de la gente
que va sin dineros, y no sabe que es tomar lanza para herir. Que cuando
pensares que tienes algo, no tienes nada. Que de las gentes que van a pelear,
los flacos embargan a los fuertes, y los cobardes hacen huir a los buenos. Y
por ende siempre pon en la delantera a los más fuertes y esforzados.
XXXIV.
En que el rey no consienta en el tiempo de las sus guerras comprar viandas a
regatonería.
No consientas, y defiende que en la
tu tierra, especialmente en el tiempo de la guerra, ningunas personas compren
pan ni vino, ni pescado, ni carne, ni otra cosa de mantenimiento para revender,
salvo lo hubieren mester para su mantenimiento propio. Y pon pena así de los
cuerpos como de los algos en las tales personas que lo compraren. Que debe
saber la tu merced que cuanta carestía, y mal, y daño viene a la tierra es por
los que compran para revender, que el labrador forzado ha de vender.
XXXV.
En que el rey ordene porque el sueldo sea bien pagado a sus compañas.
Otrosí, ordena tu hacienda de guisa
que el sueldo sea bien pagado a las tus compañas, y antes lleva diez bien
pagados que veinte mal pagados, que más harás con ellos. Y defiende y manda que
no sean osados de tomar ninguna cosa en los lugares por do pasaren sin grado de
sus dueños, dándosela por sus dineros. Y cualquier que la tomare, que haya pena
corporal y pecunial. Y en el primero sea puesto escarmiento tal, porque otros no
se atrevan. Y con esto la tierra no encarecerá y todo andará llano y bien a
servicio de Dios y tuyo. Y de otra guisa todo se robaría y la tierra perecería,
que la buena ordenanza trae durabledad en los hechos.
XXXVI.
En que el rey no desprecie el consejo de los simples.
No desprecies el consejo de los
simples, y sobre gran cosa, o a que se requiera juicio, ayunta a los grandes y
a los pequeños, y tendrás en que escoger. Que muchas veces envía Dios su gracia
en personas que no se podría pensar, y los consejos son gracia de Dios, y no
leyes escritas. Aunque el fundamento de cada cosa sea buena razón, tan aína y
más es dotada a los simples como a los letrados, a los chicos como a los
grandes poderosos. Y recibe todos los dichos de los que vinieren a ti, que
mientras más echan en el saco, más aína se finche.
XXXVII.
Que el rey haga mucha honra a los buenos.
Haz mucha honra a los buenos que
primeramente probares. Que muchas veces suena en el pueblo el contrario de la
verdad. Y mientras pudieres no olvides a los tuyos en los ayudar, y hacer bien,
y les dar de tus oficios. Y en esto harás dos tesoros: uno de gente, otro de
dineros.
XXXVIII.
En que el rey honre a los extraños que le vinieren a servir.
Honra a los extraños que te vinieren
a servir, y dales de tus dineros, y habrás nombradía por ello. Ca es largueza
hermosa, y acarreamiento de gentes. Y huye de las codicias, y cura del prez, y
en los comenzamientos de las conquistas y aparta de tu corazón las ganancias y
hayan parte dellas los grandes y los pequeños, porque todos hayan voluntad de
bien hacer. Que en los comienzos ganan los omnes las nombradías malas o buenas,
y después son malas de perder. O ganan los corazones de los omnes, o los
pierden.
XXXIX.
En que el rey no se mueva a las lágrimas y decires de las simples personas.
No se muevan tus orejas a las
lágrimas y decires de las simples personas, ni te sea notorio el juicio de los
grandes, hasta que primeramente veas o sepas la verdad de los hechos. Que
costumbre es a los lacerados dar lágrimas enfintosas, o a los grandes condenar
o absolver por voluntad.
XL. En
que el rey no crea las blandas palabras de los que le trajeren enemistad con
los pueblos.
No creas las blandas palabras de los
que te trajeren enemistad con los pueblos, aunque con las cosas más firmes sea
provechosa la merced. Que el pueblo no perece ligeramente, y quien lo pierde no
le queda ál que perder dél, aunque sea rico y poderoso.
XLI. En
que el rey no mande hacer justicia en el tiempo de la su saña.
No mandes hacer justicia en el
tiempo de tu saña, y más templado que arrebatoso sea tu juicio. Que en las
cosas hechas queda arrepentimiento y no logar.
XLII.
En que el rey no se arrebate a hacer ningún hecho hasta que lo piense.
No te arrebates a hacer ningún hecho
hasta que primeramente lo pienses, salvo cuando vieres a tus enemigos delante
ti. Que aquí no hay que pensar, salvo herir reciamente y pasar adelante.
XLIII.
En que el rey más sea temida la su voz por pena que por sangre.
Más por pena que por sangre sea
temida la tu voz y el tu nombre, que la muerte desespera y pone gran miedo en
los corazones, y es cruel enemistad. Comoquier que a las veces la sangre trae
seguranza de pueblo y es corregimiento de los malos, que mejor es cortar el mal
árbol que dejarlo crecer en ramas. Que dijo el filósofo Cesario [¿Séneca? ¿San
Cesáreo?]: «Del mal árbol ni rama ni hoja.»
XLIV.
En que el pueblo no entienda en el rey cobardía ni temor alguno.
No entienda el tu pueblo en ti
cobardía ni temor. Y la tu voz sea fortaleza y esfuerzo a los tuyos. Y al que
vieres bien hacer muchas veces, no le dejes comenzar locura ni obra que, por
bien que haga, no saque fruto. Como muchas veces vimos morir muchos buenos por
desordenanza, y por cometer hechos vanos.
XLV. En
que el rey no deje de hacer bien mientras pudiere.
No dejes de hacer bien mientras
pudieres, que del mundo no te quedará ál sino el nombre de las bienaventuranzas
y de las conquistas, y las buenas obras que te salvarán el alma. Y lo ál, como
sueño pasará ante ti.
XLVI.
En que el rey si piensa y conoce quien es, y ha de ser, no puede hacer mal
hecho.
Si piensas y conoces quien eres y
has de ser, no puedes hacer mal hecho. Y conocerás a Dios y a ti mismo, y
juzgarás sabiamente, y no serán reprehendidos tus hechos, y tu alma irá a manos
de Aquél que la hizo, y la crió.
XLVII.
En que el rey se duela de los tristes que viere ser ante sí.
Duélase tu corazón de los tristes
que vieres ser ante ti. El bien hecho de los tales es corona del alma, y
desfacimiento de los pecados, y gloria y carrera derecha del paraíso.
XLVIII.
En que el rey debe dar a Dios loor de las glorias de los vencimientos.
Da a Dios loor de los fechos y la
gloria de los vencimientos y la señoría de las batallas, y plégate de todas las
cosas que hiciere, aunque sea contra ti. Y no te embargará ninguna fortuna, y
serás bienaventurado, y siempre vencedor.
XLIX.
En que el rey no tema la muerte, sino encomendarse a buenas obras.
No temas la muerte, sino
encomiéndate a buenas obras. Que el temor ni la osadía no antepara la tu fin. Y
más vimos muertos por temor que vencidos ni muertos por osadía.
L. En
que el rey no dé lugar a los acarreadores de malicia.
No des lugar a los duros de cerviz,
acarreadores de malicia, engañadores de las almas y de los cuerpos. Ni hayan en
tu tiempo rentas ni oficios, ni beneficios, ni honra alguna, ni les oigas sus
dichos, ni cabalguen en mulas, ni valgan por testigos, ni hayan otro beneficio.
Y si dieren a logro a Cristiano, que lo pierdan. Y si esto haces, y abajas a
éstos, y destruyes la secta que has comenzado, Dios será contigo, y te ayudará
y amará verdaderamente, y será por ti dicho: «Este es el bienaventurado, el que
escogió la verdad y fue destruidor de la mentira.»
LI. En
que el rey tema y ame a Dios sobre todas las cosas.
Teme y ama y obedece y sirve a Dios
sobre todas las cosas, y junta con Él tu voluntad y obra, y habrán buen fin
todos tus hechos, y tu regimiento, y acabarás toda tu intención, y tus
conquistas serán todas a tu voluntad, y verás reinas y reyes de tu linaje, y
serás bienaventurado, y será amunchiguada la ley de Dios, si sigues y guardas
el consejo de los sabios.
LII. En
que el rey no crea a hechiceros ni agoreros ni adivinos.
No creas en hechiceros, ni en
agoreros, ni cures de adivinos, ni de estornudos, ni en otras burlas, ni dudes
de andar en miércoles, ni en martes, ni en otro día ninguno, ni dejes de hacer
lo que quisieres. Que debes creer que Dios no hizo cosa mala, ni día malo ni
hora. Y pon toda tu fe en Dios, y tus hechos irán adelante.
LIII.
En que el rey parta lo que diere la su tierra por los meses del año.
Si hubieres de pedir a la tierra
alguna cosa para ayuda a tu conquista, repártelo que te lo paguen por los meses
del año eso que hubieren de pagar, y no lo sentirá la gente, que un omne pagará
en un año poco a poco doscientos maravedís y no lo sentirá. Y si ayuntados los
hubiere de pagar, perderá cuanto tuviere.
LIV. En
que el rey el su sí sea sí, y el su no sea no.
El tu sí sea sí, y el tu no sea no,
que gran virtud es a príncipe ser verdadero, y gran seguranza de sus vasallos.
LV. En
que el rey no tarde los hechos sobre lo que hubiere habido determinado consejo.
No tardes los hechos sobre que
hubieres habido determinación, y fueren determinados con consejo, que muchas
veces queda caído el consejo bueno por fallecimiento del tiempo.
LVI.
Título en que el rey no crea a los lobos que andan en vestidura de ovejas.
No creas a los lobos que andan en
vestiduras de ovejas, cuando les vieres seguir la corte como los bullicios
mundanales a que se remuevan, y el obrar della no sea salvamento de sus almas.
Que a cada uno es dotado su oficio, y al religioso su ermita, y al caballero
las armas. Y así por consecuente a todos los otros.
LVII.
En que el rey no espere de hacer amigo al que hace su enemigo sin causa.
No esperes hacer amigo del que hace
tu enemigo sin causa y por desordenada voluntad, ni esperes enmienda del que te
yerra muchas veces.
LVIII.
En que el rey debe apartar de si los necios y omnes sin discreción.
Huye de los necios y de los omnes
sin discreción, que peor es el necio que el traidor, y más tardinero hay en él
enmienda.
LIX. En
que el rey no consienta en el su tiempo ser forzadores los poderosos.
No des lugar a los malos, ni consientas en el tu tiempo ser forzadores
los poderosos, y abaja los soberbios a todo tu poder.