Almirante Gabriel de Castilla

Artículo publicado en la edición palentina de El Norte de Castilla el pasado trece de marzo, en el que el Presidente de nuestra Asociación rememora la vida del Almirante de la Mar del Sur, Don Gabriel de Castilla; noble caballero palentino que descubrió la Antártida. Tras haber propuesto el nombre de este ilustre hijo de nuestra tierra para una de la calles de la capital palentina, pues incomprensiblemente se encontraba sin el reconocimiento debido,entendemos que este artículo fue definitivo para la aceptación de nuestra propuesta por parte de los miembros del consistorio municipal.




En ningún lugar del mundo sería cuestión baladí contar entre sus hijos con ni más ni menos que el descubridor de un continente; pero de esta manera se ha tratado, y así se sigue haciendo en Palencia con la figura del Almirante Don Gabriel de Castilla, quien en el mes de marzo del año 1603 se convirtió en el primer hombre que atravesó los sesenta y cuatro grados de latitud Sur, llegando a divisar a bordo del navío Nuestra Señora de las Mercedes, la tierra antártica que componen las actuales Islas Shetland del Sur, a las que el descubridor palentino nombró Islas de Buena Nueva.

Nació nuestro Gabriel de Castilla con casi toda seguridad en el año 1577, discutiéndose, eso sí, si fue la propia capital palentina, o la pequeña localidad norteña de Santa María de Mave, su lugar natal. Respecto a su infancia y primera juventud, poco conocemos, aunque es de suponer que perteneciendo como era el caso a una importante familia de viejo y noble linaje castellano -siendo incluso por vía paterna descendiente directo del rey Pedro I de Castilla-, dedicaría esa etapa de su vida a preparase intelectual y militarmente como era costumbre en las gentes de su estatus en la época. Fueron sus padres don Alonso de Castilla y Cárdenas, Caballero de las Órdenes de Santiago y Alcántara, y doña Leonor de la Mata.

Siendo apenas un niño embarcó Gabriel de Castilla rumbo a América con el cargo de capitán de artillería a finales de la década de los ochenta del siglo XVI, seguramente apadrinado por su tío don Luis de Velasco y Castilla, palentino de Carrión de los Condes, que ostentaba en ese momento el cargo de Virrey de Nueva España. Las  primeras referencias documentales indican que en el año 1589, participó a bordo del navío San Francisco, y bajo las órdenes del Capitán Hernando Lamero en una misión pacificadora por las costas de Chile, donde los indios mapuches no daban tregua con sus continuas revueltas. A partir de esta primera expedición por aguas chilenas, Gabriel de Castilla se mantuvo en tierras del Virreinato del Perú participando en misiones de vigilancia costera, que en aquel tiempo se hacían imprescindibles ante la cada vez mayor presencia de corsarios holandeses en sus costas. En el año 1596, el anteriormente nombrado don Luis de Velasco y Castilla, fue designado Virrey del Perú, nombrando nada más acceder al puesto a Gabriel de Castilla -quien apenas contaba entonces con diecinueve años-, con el cargo de  Capitán General del Callao.

Su primera misión de importancia la encontramos ese mismo año de 1596, cuando es enviado al mando de un contingente de doscientos quince hombres en ayuda del Gobernador de Chile, don Martín García Óñez de Loyola, quien se encontraba en guerra abierta con los indios araucanos; y al año siguiente, al agravarse la situación, con otro contingente de otros doscientos hombres. Nombrado por el Gobernador de Chile en 1597, como Maestre de Campo, Gabriel de Castilla combatió frente a los indios araucanos en tierras chilenas hasta el año 1600. Durante este periodo, cabe destacar su presencia en la Batalla de Curalaba (1598), donde murieron numerosos españoles, incluido el propio Gobernador de Chile a manos de los belicosos indios mapuches. Finalmente, y pese a la pérdida de casi la totalidad del sur de Chile a consecuencia de la derrota en Curalaba, el conquistador palentino acabó asegurando en el año 1600 el dominio español sobre el importante enclave de Concepción, al conseguir trasladar hasta la población a más de doscientos soldados por vía marítima desde el Perú. Por sus méritos durante la guerra de Arauco, Gabriel de Castilla fue premiado por el Virrey del Perú con las encomiendas de Sicasica y Huarochiri en Nueva Castilla.

Poco después, tras la “Junta de Guerra” convocada por don Luis de Velasco y Castilla, y en aras de frenar la cada vez mayor presencia de corsarios holandeses en aguas chilenas, se designó a nuestro héroe para poner fin a la presencia hereje en la zona, tras decidir el Virrey entre “todas las personas más prácticas i de experiencia de las cosas del mar y de la guerra”. Al mando de los galeones San Jerónimo y Nuestra Señora del Carmen, y del patache Buen Jesús, Gabriel de Castilla dedicó los siguientes años de su vida a defender  la costa chilena de las incursiones que realizaban los corsarios centroeuropeos al mando de los capitanes Van Hoort, Mahu y Cordes, con quienes se vio obligado a enfrentarse en numerosas ocasiones. En el año 1603, y tras la desaparición en el mar de su primo don Juan de Velasco Barrio, Gabriel de Castilla fue nombrado en su lugar Almirante de la Armada del Sur de Castilla. Entonces, y ya con mejores barcos y más hombres y fondos a su disposición, zarpó del puerto de Valparaíso comandando los navíos Jesús MaríaNuestra Señora de la Visitación Nuestra Señora de las Mercedes, con la intención de expulsar definitivamente a los corsarios holandeses de las aguas españolas.

Quiso la providencia que la armada castellana comandada por de Castilla fuera arrastrada por una tormenta cuando se encontraba bordeando el sur de Chile, hasta llevarla al menos a los sesenta y cuatro grados de latitud Sur. Esto lo sabemos gracias a la documentación que encontrada en Ámsterdam, y fechada entre 1607 y 1622, nos dice por boca del marinero holandés Laurenz Claesz (prisionero a bordo del Nuestra Señora de las Mercedes) que “navegando bajo el Almirante don Gabriel de Castilla con tres barcos a lo largo de las costas de Chile hacia Valparaíso, y desde allí hacia el estrecho, en el año 1603; y estuvo en marzo en los sesenta y cuatro grados y allí tuvieron mucha nieve. Y en el siguiente mes de abril regresaron a Chile”, además también podemos leer otro documento en el que se afirma sobre lo visto que era tierra “muy alta y montañosa, cubierta de nieve, como el país de Noruega, toda blanca, que parecía extenderse hasta las Islas Salomón”.

Tras el regreso a Chile, el Almirante contrajo matrimonio en el año 1605 con doña Genoveva de Espinosa, matrimonio del que nacieron seis hijos. Aunque continuó durante unos años prestando servicio a la Corona en diferentes frentes, además de completar la expulsión de los corsarios holandeses e ingleses de tierras chilenas, la salud lo fue retirando progresivamente de la primera línea militar. Falleció don Gabriel de Castilla en su casa de Lima, dudándose la fecha, aunque lo más probable es que fuera entre los años 1625-1629.

Durante mucho tiempo, lamentablemente se pensó que el descubridor de la Antártida había sido el marino holandés Dirck Gerritsz; situación que cambió gracias a los trabajos de investigación que en las últimas décadas del siglo XX se llevaron a cabo, especialmente por parte de investigadores chilenos y argentinos con motivo del litigio que aún a día de hoy provoca a nivel internacional la propiedad del territorio antártico. No cabe duda, que es poco sospechoso el hecho de que los documentos que afirman que fue Gabriel de Castilla su descubridor, hayan salido precisamente de los archivos holandeses; como tampoco debe cabernos duda de la necesidad de un estudio en profundidad de los archivos españoles, que ha de exigirse a quien por medios y capacidad corresponda para de esta manera confirmar definitivamente la autoría española del descubrimiento. Al fin y al cabo, desde el gobierno español ya se dío el primer paso al otorgar el nombre de Gabriel de Castilla a la base antártica que se encuentra en Isla Decepción (Islas Shetland), haciéndole así cierta justicia al bravo marino palentino; y de la misma manera también es de justicia que el Almirante de la Mar del Sur, don Gabriel de Castilla, tenga en Palencia el reconocimiento que por su inigualable  gesta, merece por parte de su tierra natal.

Presentación del libro “Una resistencia olvidada, Tradicionalistas mártires del terrorismo”

El pasado 31 de marzo, el Centro Social Blanca de Castilla acogió la presentación del libro “Una resistencia olvidada, Tradicionalistas mártires del terrorismo” publicado por la Editorial Auzolan; tras la cual se firmaron ejemplares del libro por su autor, Víctor Javier Ibáñez, concluyendo la jornada con una buena tertulia durante el tradicional vino español ofrecido por la ACT Fernando III el Santo. 



Tras la pertinente presentación, Víctor Ibáñez inició el acto recordando a los diez palentinos asesinados por la banda terrorista ETA, haciendo hincapié en la figura de Justino Quindós López, natural de Villada, y vecino en Azcoitia de Ramón Baglietto -el tradicionalista asesinado por el etarra al que el propio Baglietto salvó la vida de niño, evitando que fuera atropellado por un coche-, quien fue asesinado el 28 de junio de 1980 junto con dos amigos con quienes chateaba por la Calle Mayor de la localidad guipuzcoana. Posteriormente, el autor comenzó la presentación explicando que este libro se lo había planteado, sobre todo como un acto de justicia hacia todos aquellos tradicionalistas (especialmente vascos y navarros) que durante décadas soportaron el terrorismo revolucionario con un inalterable “estoicismo”, que solo puede ser propio de aquellos que apoyándose en su tradición cultural y religiosa, ponen su vida y destino en manos de la Divina Providencia. 
Sin duda, recordaba Ibáñez, todos estos hombres y mujeres nos han transmitido un ejemplo de gallardía y lealtad intachable, que por mucho que el nacionalismo separatista, y la propia sociedad posmoderna española se empeñe en olvidar o manipular, ha de ser reconocido y valorado en su justa medida, al menos por quienes aún aspiran a una España asentada en los innegociables principios de su tradición, que no pueden ser ajenos a la justicia. 
Durante la charla, el autor recordó al público presente algunos de los asesinatos perpetrados durante décadas por la ETA contra los tradicionalistas, asegurando; que eran estos precisamente, por su condición de verdaderos euscaldunes y leales españoles, quienes más sufrieron la persecución criminal de la banda separatista-marxista. Pero no quedó en los numerosos casos de asesinato esa persecución, comentó el autor; además hay que tener en cuenta el terrorífico ambiente de opresión que, especialmente a partir de la tan vitoreada transición, se acentuó, y sin apenas respaldo para los vascos no separatistas por parte del estado español. Así, y a pesar de haber sido la principal resistencia frente a la ignominia terrorista, al confirmarse a finales de los setenta la entrega a los separatistas de las provincias vascongadas por parte del estado; cientos de miles de vascos, “los mejores de esa tierra”, tuvieron que optar por abandonar sus casas, y marchar hacia un destierro obligado.
A día de hoy, comentó el autor, sigue siendo el valeroso tradicionalismo el principal valladar frente a las políticas, que basadas en el miedo y las mentiras, siguen contaminando la preciosa y querida tierra vasca. Pero también vemos como, aunque ya no se peguen cobardemente tiros en la nuca, esta ignominia sigue avanzando, y así, además de la exclusión que se practica en Vascongadas a todo y todos los que representen lo español, rara es la semana en la que no se atacan (incluso desde las instituciones) monumentos o símbolos que recuerdan a los héroes y mártires de Las provincias Vascongadas y Navarra. 

Finalmente, se recordó que durante la transición ya se intentó integrar el Reino de Navarra en ese invento que es el “Euskadi nacionalista”, y que solo gracias al todavía entonces organizado tradicionalismo navarro, se impidió. Pero que hoy en día, tras más de cuarenta años de permanente intromisión del nacionalismo vasco en Navarra, una vez más con el consentimiento del estado, la supervivencia de la histórica Navarra foral vuelve a estar seriamente en peligro.




Desde la ACT Fernando III el Santo, trasladamos nuestro afectuoso agradecimiento a Víctor Javier Ibáñez por presentar tan clarificadora obra en Palencia, y deseamos que el éxito supere las expectativas, pues es de justicia que así sea.