Espada Lobera "Un poco de Memoria Histórica"



  Para el español contemporáneo, hablar del siglo VIII, es hacerlo del drama de la batalla de Guadalete, y de las desastrosas consecuencias que la derrota de las huestes del rey Don Rodrigo acarrearon a la España goda. Pero si nos sumergimos un poco más allá en esta época, nos daremos cuenta, que es precisamente en este tiempo, cuando España forja las bases de su gloriosa naturaleza.

  Desde mi punto de vista, nunca hubo mejores españoles que los de aquel tiempo, desde Don Pelayo y la batalla de Covadonga, hasta los tiempos del rey Alfonso III el magno con la conquista del valle del Duero y la refundación de León, los españoles de aquella época sobrevivieron, crecieron y vencieron porque siempre tuvieron claro que Cristo es nuestra razón de ser como nación.

  En aquella época de héroes y mártires, “absolutamente olvidados por ende de los miserables gobiernos que sufre España desde hace décadas, no vaya a ser que a algún joven le de por copiarles”, sobresale la figura del rey Alfonso II el casto. No pretendo relatar la vida del rey Alfonso, que sin dudad daría para bastante más que un simple artículo, es su visión de España y las bases que implantó las que interesan en este caso.

  Alfonso II el casto, se hace con el cetro de Asturias el 14 de septiembre de 791, tras la renuncia del rey Bermudo II. Hasta ese momento, el reino asturiano mantenía una política de supervivencia, encajonado como estaba entre el fortísimo califato cordobés por el sur y el inmenso imperio de Carlomagno por el norte. Tras cincuenta y dos años de gobierno, Alfonso dejó un reino temido por los musulmanes y aliado como igual al Imperio Carolingio. Esta política se basó en dos pilares fundamentales, la idea de Reconquista y la autonomía religiosa.

  Idea de Reconquista: Alfonso tenía claro que el reino de Asturias era la continuación del reino cristiano-godo perdido en Guadalete, por lo que reinstauró las normas y leyes perdidas como base fundamental para recuperar la tierra usurpada por la media luna. Como hemos dicho, el reino de Asturias apenas era un pequeño grupo de cristianos refugiados entre las montañas, que mantenía su fe a duras penas frente a las continuas razias musulmanas. Aquel reino comprendía parte de las actuales regiones de Asturias, Cantabria y Galicia. Tras Alfonso, el reino se extendería desde Guipúzcoa hasta el rio Miño, y lo más importante, es en este tiempo cuando los pobladores del reino empiezan a reconquistar el sur de la cordillera cantábrica y los valles del norte de Burgos y La Rioja.

  Autonomía religiosa: Hasta el reinado de Alfonso II el casto, Toledo seguía siendo la capital religiosa de España, con lo cual la Iglesia de Asturias dependía directamente de su diócesis; pero lógicamente, teniendo en cuenta que se encontraba dentro de territorio sarraceno, la independencia de la diócesis toledana era limitada. Por ello, el rey fundó Oviedo a imagen y semejanza de la antigua Toledo goda, y la dotó de todo lo necesario para convertirse en la nueva diócesis primada de España. Poco queda ya de las edificaciones Alfonsinas, pero si que nos queda adosada a la Catedral la “Cámara Santa”, único resto de la Iglesia de San Salvador, y que contiene desde entonces “la Cruz de los Angeles” donada por el rey casto, “la cruz de la Victoria” con la que Don Pelayo venció en Covadonga y primer símbolo de España, y el “Arca Santa”, reliquia que contenía entre otros símbolos de culto siete espinas de la corona de Cristo, una sandalia de San Pedro y especialmente el Santo Sudario de Nuestro Señor. El arca salió de Jerusalén en el 612 tras la toma de la Ciudad Santa por los sarracenos, y tras pasar por Alejandría, Sevilla y Toledo acabó en Oviedo en tiempos del rey Alfonso.

  Sin duda, el legado de Alfonso II el casto es extraordinario, y esto a veces lo saben más los enemigos de España que sus buenos hijos. La “Cámara Santa” de la Catedral de Oviedo sufrió un gravísimo atentado con explosivos durante la Revolución de Asturias de 1934 por miembros del partido socialista (casi todas las joyas y reliquias que guardaba quedaron seriamente dañadas, cuando no desaparecidas para siempre).

  La idea de España, como bien nos enseñaron nuestros antepasados tiene una raíz inequívoca, defendamos esa idea, porque los que atentaron contra el legado de Alfonso II el casto, mientras se llenan la boca hablando de memoria histórica, no cabe duda que envalentonados por nuestra apatía y su odio continuaran atacando la idea y los símbolos de “La Verdadera Memoria Histórica Española”.

5/10/2011
Luis Carlón Sjovall
A.C.T. Fernando III el Santo