El pasado mes de diciembre le preguntaban en una entrevista al Presidente de esta Asociación si los palentinos conocen la historia de su ciudad, y él comentaba que tenemos una historia increíble de la que pocas ciudades pueden presumir. Tiene toda la razón, pero lo cierto es que nadie llegaría a esa conclusión después de fijarse en las estatuas que adornan las calles de Palencia.
Si bien en otros lugares el paseante se encuentra con monumentos en memoria de sus hijos más ilustres o de alguna acción heroica en la que sus ciudadanos hayan tenido una participación relevante, en la nuestra este tipo de reconocimientos escasean, cuando no nos faltan acontecimientos que conmemorar. Basta con recurrir al himno para localizar dos de ellos: la participación de los palentinos en la batalla de Las Navas de Tolosa, por la cual el Rey Alfonso VIII concedió al Obispo Tello Téllez de Meneses la cruz que hoy aparece en el escudo, o la defensa valerosa de la ciudad que hicieron las palentinas frente al saqueo que pretendieron las tropas del Duque de Lancaster y que les reconocieron con la banda amarilla que adorna su traje regional.
Ocurre lo mismo en lo que a nuestros paisanos más ilustres se refiere; hay multitud de estatuas anónimas: al Labrador, al Campesino ibérico, a la Mujer palentina, al Paseo, al Pudor y al Tocado en Isla Dos Aguas, a la Aguadora, al Cofrade, al Maestro, a la Niña saltando a la comba, al Abrazo, a la Paz, a los Mayores, al Deporte, a los Deportistas palentinos, a la Castañera y a los Artistas palentinos. Más aún: se da la paradoja de que, actualmente, hay que añadir a este grupo de estatuas anónimas el conjunto escultórico dedicado al descubridor de la península de Florida y conquistador de Puerto Rico, Juan Ponce de León, del que retiraron la placa en la que se indicaba su nombre y la de su autor, Pablo Serrano, con motivo de las obras de remodelación de la plaza de Pío XII y aún no ha sido recolocada, a pesar de la petición reiterada de esta Asociación para recuperar dicha placa y desagraviar así la memoria del conquistador.
Sin embargo, al margen de las estatuas religiosas del Cristo del Otero y la Inmaculada, sólo se han dedicado monumentos personalizados a Alonso Berruguete, Santiago Amón, Jerónimo Arroyo y Marcos de Celis, por lo que nuestra ciudad presenta un clamoroso saldo deudor en lo que a agradecimientos a nuestros paisanos más ilustres se refiere, cuando contamos con unas cuantas figuras históricas vinculadas a Palencia y dignas de este tipo de reconocimiento, valgan como ejemplo: Bernardo del Carpio, personaje legendario de la Edad Media; el Rey Alfonso VIII y el Obispo Tello Téllez de Meneses, en cuanto fundadores del Estudio General de Palencia; Blanca de Castilla, Reina consorte de Francia; los poetas Jorge Manrique e Iñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana; el marino Gabriel de Castilla, descubridor de la Antártida; o el Rey Fernando III el Santo, coronado en nuestra Provincia y que entre sus muchos méritos, cuenta con el de haber sido el verdadero unificador de Castilla y León.
Si bien todas esas estatuas anónimas que evocan ciertos conceptos o figuras en nuestras calles tienen su lugar por ser representativas de Palencia o de ideales universales, no es menos cierto que los hechos más relevantes de la historia palentina y nuestros paisanos más ilustres merecerían tener también el suyo, para que quede constancia del agradecimiento de los palentinos a la memoria de los nuestros.
Si bien en otros lugares el paseante se encuentra con monumentos en memoria de sus hijos más ilustres o de alguna acción heroica en la que sus ciudadanos hayan tenido una participación relevante, en la nuestra este tipo de reconocimientos escasean, cuando no nos faltan acontecimientos que conmemorar. Basta con recurrir al himno para localizar dos de ellos: la participación de los palentinos en la batalla de Las Navas de Tolosa, por la cual el Rey Alfonso VIII concedió al Obispo Tello Téllez de Meneses la cruz que hoy aparece en el escudo, o la defensa valerosa de la ciudad que hicieron las palentinas frente al saqueo que pretendieron las tropas del Duque de Lancaster y que les reconocieron con la banda amarilla que adorna su traje regional.
Ocurre lo mismo en lo que a nuestros paisanos más ilustres se refiere; hay multitud de estatuas anónimas: al Labrador, al Campesino ibérico, a la Mujer palentina, al Paseo, al Pudor y al Tocado en Isla Dos Aguas, a la Aguadora, al Cofrade, al Maestro, a la Niña saltando a la comba, al Abrazo, a la Paz, a los Mayores, al Deporte, a los Deportistas palentinos, a la Castañera y a los Artistas palentinos. Más aún: se da la paradoja de que, actualmente, hay que añadir a este grupo de estatuas anónimas el conjunto escultórico dedicado al descubridor de la península de Florida y conquistador de Puerto Rico, Juan Ponce de León, del que retiraron la placa en la que se indicaba su nombre y la de su autor, Pablo Serrano, con motivo de las obras de remodelación de la plaza de Pío XII y aún no ha sido recolocada, a pesar de la petición reiterada de esta Asociación para recuperar dicha placa y desagraviar así la memoria del conquistador.
Sin embargo, al margen de las estatuas religiosas del Cristo del Otero y la Inmaculada, sólo se han dedicado monumentos personalizados a Alonso Berruguete, Santiago Amón, Jerónimo Arroyo y Marcos de Celis, por lo que nuestra ciudad presenta un clamoroso saldo deudor en lo que a agradecimientos a nuestros paisanos más ilustres se refiere, cuando contamos con unas cuantas figuras históricas vinculadas a Palencia y dignas de este tipo de reconocimiento, valgan como ejemplo: Bernardo del Carpio, personaje legendario de la Edad Media; el Rey Alfonso VIII y el Obispo Tello Téllez de Meneses, en cuanto fundadores del Estudio General de Palencia; Blanca de Castilla, Reina consorte de Francia; los poetas Jorge Manrique e Iñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana; el marino Gabriel de Castilla, descubridor de la Antártida; o el Rey Fernando III el Santo, coronado en nuestra Provincia y que entre sus muchos méritos, cuenta con el de haber sido el verdadero unificador de Castilla y León.
Si bien todas esas estatuas anónimas que evocan ciertos conceptos o figuras en nuestras calles tienen su lugar por ser representativas de Palencia o de ideales universales, no es menos cierto que los hechos más relevantes de la historia palentina y nuestros paisanos más ilustres merecerían tener también el suyo, para que quede constancia del agradecimiento de los palentinos a la memoria de los nuestros.
Arancha García Galdós - A.C.T. Fernando III el Santo
Columna publicada en el "Palencia Siete" el día 26 de febrero de 2010 en la página 8
5 comentarios:
A ver si el Ayuntamiento comienza a haceros más caso y se dedica a poner monumentos en condiciones y no esperpentos. El del Campesino es único.
La única estatua histórica que recuerdo puesta por este consistorio, es la dedicada a los "comuneros" en la AV/ Reyes Católicos.
Cualquiera que la observe atentamente, se dará cuenta de que el águila de San Juan (primer y más antiguo símbolo castellano) aparece en posición "malévola", como amenazando al presunto buenísmo que los progres otorgan a la sublevación "comunera"
Recuerda un hecho histórico, pero al final es una estatua modernista que representa unas manos sobre el águila de San Juan. No sé muy bien cuál es su significado.
Hay una estatua más que se le ha pasado por alto a la articulista: el busto de Abilio Calderón en la plaza que lleva su nombre, junto a los juzgados. Es probable que se le haya olvidado ya que es muy pequeña y está arrinconada, con lo que es difícil verla.
Sí, es verdad. Me acordé del busto de Abilio Calderón cuando ya habíamos enviado el artículo para su publicación.
Es cierto que el monumento a los Comuneros recuerda un hecho histórico, pero me reafirmo en que como siempre lo llevan alevosamente a su terreno.
Otro busto que hay en Palencia, es el que recuerda en las inmediaciones de la plaza de toros al maestro Marcos de Celis; pero creo que este se financió con capital privado.
Publicar un comentario