Recuerdo haber oído
una entrevista a José Luis Garci en la que se le preguntó por la mejor película
que había visto en el último año. Respondió, con su inconfundible voz, que en
estos momentos en los que no se sabe muy bien qué es el cine, la mejor película
que había visto últimamente tenía una duración de 5 horas y se titulaba
“Chernobyl”. Se refería, claro está, a la serie de HBO.
Tuve la suerte de
verla el verano pasado. La serie narra los hechos que tuvieron lugar en la
noche del 25 de Abril de 1986, cuando el reactor Nº 4 de Chernóbil colapsó,
provocando su explosión al día siguiente, y el mayor desastre nuclear de la
historia.
Me he propuesto en
estas líneas, no tanto analizar la gestión soviética del desastre, sino poner
de relieve los muchos paralelismos que se dan con la criminal gestión que
nuestro Gobierno español está haciendo de la mayor crisis sanitaria, social y
económica de los últimos 70 años en España. Y lo hago con tres comparativas,
tres preguntas, una reflexión y una conclusión.
1ª COMPARATIVA
En un primer
momento, en Chernóbil, las autoridades comunistas, fieles al hermetismo que
caracteriza a todas las dictaduras de izquierdas, se limitaron a hablar de un
pequeño incidente en la central nuclear. La cifra oficial de muertos fue de 2.
Posteriormente, el Kremlin rectificó, y sumó 29 muertes más. No tardaron mucho
en aumentarlas a 49, y más tarde, a 54. Cinco mentiras en pocos días.
La Organización
Mundial de la Salud, en 2005, estableció la cifra de 9.000 víctimas como
consecuencia de la radioactividad. Pero se han llegado a computar hasta 60.000
muertos, en función de la fuente que tomemos.
Nunca sabremos la
cifra real de personas que, de una manera directa o indirecta, perdieron la
vida como consecuencia de esta catástrofe.
Han pasado 34 años
desde entonces, y en España ignoramos el número de personas que han fallecido
como consecuencia del Covid-19. Mientras escribo estas líneas, el número
oficial de muertos es de 16.972. Sin embargo, somos muchos los que tenemos serias
dudas sobre la veracidad de esta cifra, y que creemos que la cifra real
seguramente duplica a la oficial. Tampoco conocemos el número de personas que
han muerto indirectamente, dado el apagón informativo que estamos sufriendo.
¿Por qué la
izquierda en general y el comunismo en particular es tan dado a manipular y
mentir con las cifras?
2ª COMPARATIVA
Sobre las medidas que
adoptó el partido comunista de la URSS para proteger a su población: cabe
pensar que evacuaron inmediatamente todas las poblaciones cercanas a la central
nuclear para establecer un área de seguridad.
¿Lo hicieron?
Evidentemente, no.
Aquel fatídico
sábado de abril no se advirtió a la población sobre la necesidad de confinarse
en sus casas. Tampoco se distribuyó entre la población un medicamento que les
hubiese ayudado a luchar contra los efectos de la radioactividad, el Lugol, una
solución de yodo. ¿Por qué? Porque no había suficiente Lugol para todos.
En España, un mes
antes de ese terrible 8 de marzo, ya se tenía constancia de la necesidad de
adquirir material para hacer frente a la pandemia: respiradores, mascarillas y
equipos de protección individual, fundamentalmente. Sin embargo, el 13 de
febrero, nuestro ministro de Sanidad Illa declaraba ante todos los países
miembros de la Unión Europea que estábamos preparados para afrontar la
emergencia sanitaria.
¿Por qué no se
adquirió el material necesario para combatir al virus cuando estábamos a
tiempo?
3ª COMPARATIVA
Una de las grandes
fiestas “cívicas” tanto en la Unión Soviética como en todos los que fueron sus
países satélite, fue la del 1º de Mayo, fiesta internacional del trabajo. Dado
que 4 días antes había explotado un reactor nuclear en Chernóbil, es lógico
pensar que los desfiles del 1º de Mayo fueron cancelados para salvaguardar las
vidas de los ciudadanos soviéticos.
¿Se hizo así?
Supongo que no os sorprenderá que la respuesta sea “no”.
Ese día, Moscú
aseguraba que descendía la radioactividad en la central nuclear y en sus
alrededores. Y oficialmente, sólo había 2 muertos y 197 heridos por el “accidente”.
Cito aquí al diario
El País, en su edición de 2 de Mayo de 1986:
“Ciudadanos soviéticos que llevaban
flores y globos desfilaban en la plaza Roja de Moscú en un ambiente festivo
ante los miembros del Politburó, alineados sobre la tribuna del mausoleo de
Lenin y encabezados por Mijail Gorbachov. El diario Pravda hablaba de
especiaI animación y ambiente de alegría existente hoy en ciudades y pueblos”
Me conmueve
especialmente la historia de Małgorzata Wołczyk, que siendo niña vivía en
Polonia, en Krasnystaw, a 550 kms. del epicentro de la explosión. El corrupto
Gobierno polaco, obediente a los comunistas de la URSS, decidió no cancelar el
desfile del 1º de Mayo, celebración que aprovechaban para adorar al comunismo y
al Partido Socialista Obrero… Polaco. Para persuadir a la población, el
Gobierno decidió entregar Lugol a todos los niños que participasen en el
desfile.
En España, otro
Partido Socialista Obrero, Español en este caso, animó a todos sus ciudadanos a
salir masivamente a la calle el 8 de marzo, pese a las múltiples advertencias
de la OMS y de muchos expertos en la materia, que veían una irresponsabilidad y
una letal imprudencia permitir, no sólo esa manifestación, sino el resto de
concentraciones masivas, tales como partidos de fútbol, conciertos y mítines
políticos.
Los comunistas
polacos, al menos, dieron Lugol a los participantes en los desfiles. En España
ni siquiera repartieron mascarillas.
¿Por qué no se
cancelaron?
MI REFLEXIÓN
En el último mes,
me he planteado estas 3 preguntas que expongo en el artículo en muchas
ocasiones. Y siempre llego a las mismas conclusiones. Hay una pregunta que
responde a las tres anteriores:
¿Por quién estamos gobernados?
Nuestros
gobernantes son los hijos de una generación que no supo o no quiso transmitirles
valores.
Nuestros
gobernantes no creen en nada, salvo en lo material. Son cascarones vacíos.
Nuestros
gobernantes no leyeron a Tintín en su infancia, ni conocen al Caballero Zifar.
Nuestros
gobernantes no vieron “Marcelino pan y vino”, ni ven “¡Qué bello es vivir!” en
Navidad.
Nuestros
gobernantes no aprendieron a rezar con sus abuelos. Y si lo hicieron, lo
olvidaron hace mucho tiempo.
Nuestros
gobernantes no se emocionan viendo “La Pasión de Cristo” de Mel Gibson, porque
nunca la han visto. Ni la verán.
Nuestros
gobernantes no han leído a Oriana Fallaci, aunque presumen de feministas. Ni
siquiera han leído a Pérez Galdós, porque podría ser “facha”, según su estúpido
criterio cultural. Todo lo que “huele” a España, es “facha” para ellos.
Nuestros
gobernantes tienen gustos caros, pero para ellos nunca ha supuesto un problema,
el Estado se los ha sufragado siempre.
A nuestros
gobernantes no les gustan los niños, pero adoran a los animales. Y prueba de
ello es que fomentan el aborto y encierran a los pobres niños en sus casas
durante el confinamiento, ajenos a sus necesidades, mientras permiten que los
perros salgan 3 veces al día.*
A nuestros
gobernantes no les gustan sus mayores. Y prueba de ello es que fomentan la
eutanasia (o axiatanasia, quizá más correcto). Y lo que es aún más miserable:
todas las comodidades de las que hemos disfrutado hasta ahora se las debemos a
los que nos han precedido, que gracias a su generosidad y esfuerzo, volvieron a
hacer de España uno de los grandes países del mundo. Hoy, mueren por cientos
porque esos gobernantes han sido negligentes, y se les niega un respirador que
en muchos casos podrían salvarles la vida.
Nuestros malditos
gobernantes nos obligan a dejar que nuestros padres y abuelos mueran en la más
absoluta de las soledades, sin un hijo junto a su lecho, sin un sacerdote que
les administre el sacramento de la extremaunción, sin un simple responso (no ya
una Misa) en su funeral.
Así que, ¿por quién
estamos gobernados?
Pues por un grupo
de “pijos” de izquierdas sin valores, materialistas, descreídos, adoradores de
la cultura de la muerte, que nunca han trabajado, que nunca han creado empleo y
nunca se han visto obligados a despedir a un empleado. Nos gobiernan unos
estúpidos niñatos malcriados por papás de izquierdas, que se han apropiado de
la dignidad de sus abuelos, los cuales sí hicieron la guerra de la que tanto
hablan (independientemente del bando en el que estuvieran), y que permiten que
esos mismos abuelos que construyeron España, mueran como perros, solos y sin
consuelo espiritual.
Y a esos
gobernantes les hemos dado el poder casi absoluto, que están aprovechando, como
no podía ser de otra manera, para censurar la información y legislar todo
aquello que seria un escándalo en circunstancias normales.
MI CONCLUSIÓN
En la película
“JFK”, de Oliver Stone, hay una escena en la que el fiscal Jim Garrison,
encargado de investigar el asesinato de Kennedy, acosado por una nube de
periodistas, se da la vuelta y grita: “¡Qué se haga justicia, aunque se abra el
cielo!”.
Volviendo a
Chernóbil, un año después de la tragedia, tres altos funcionarios de la central nuclear
fueron sentados en el banquillo y acusados de haber provocando la catástrofe, tras autorizar una prueba.
Eran Dyatlov, Fomin y Bryukhanov, y fueron condenados a 10 años de cárcel.
La URSS y el
partido comunista quedaron exonerados de cualquier responsabilidad en la
tragedia.
Espero que en esta
ocasión no se dé el paralelismo con la Unión Soviética, y que los componentes
de este gobierno social-comunista acaben en el banquillo. Espero que Sánchez,
Illa, Simón y ese “comité de expertos” que tan nefastamente ha asesorado al
gobierno no queden impunes, y respondan por las miles de muertes que su gestión
está provocando.
¡QUE SE HAGA
JUSTICIA, AUNQUE SE ABRA EL CIELO!
*Los niños son los
auténticos héroes de esta crisis. Vaya desde aquí mi homenaje y
admiración hacia ellos.
“Loyola”
Valladolid, 12 de
Abril de 2020, Domingo de Resurrección.
(*) La Espada Lobera es una columna de opinión que la A.C.T. Fernando III el Santo pone a disposición de socios y colaboradores. Las opiniones en ella expresadas son sólo atribuibles a quien las firma.