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Oficial del Regimiento de Dragones de Almansa (1806)
Nuestro
protagonista de hoy, nos permite enriquecer nuestro trabajo con un nuevo
aspecto del sacrificio de los hombres que entregaron su vida en defensa del
Altar y del Trono, pues nos encontramos ante un militar carlista que ni tan
siquiera llegó a tomar las armas en la guerra. Sirva como ejemplo de aquellos
en que la persecución iniciada contra los simpatizantes de Don Carlos, incluso antes
de la muerte de su hermano, fue más allá del simple alejamiento de sus puestos,
pues fue uno de los que, sin tener en cuenta su edad, estado de salud o sus
méritos en pasadas contiendas, los amantes de la libertad encarcelaron como a
simples delincuentes, solo por haber cometido el delito de no pensar como ellos.
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Nos ha sido fácil encontrar
sus datos de filiación. Noble, había conseguido su ingreso en la Orden de
Caballeros de Santiago en el año 1814, cuando era capitán de la Real Brigada de
Carabineros. Su expediente certifica que nació en Amusco el día 30 de junio de
1779, siendo bautizado en la parroquia de San Pedro el 4 de julio. Su padre,
Francisco de Soto y Guzmán era natural de Santillana del Mar y había cambiado
su residencia a Amusco al contraer matrimonio con Ángela Herrera Rubio, noble
amusqueña, el día 10 de febrero de 1777. Hubo de demostrar su hidalguía Francisco, obteniendo ejecutoria de
nobleza ante la Real Chancillería de Valladolid el 19 de febrero de 1788,
pudiendo ser alcalde de Amusco por el Estado Noble en 1797 y 1805. Y en Amusco
nacieron sus hijos Antonio, Juan, Manuel y Manuela. También sabemos que nuestro
protagonista, Juan Antonio, se casaría en Osuna, el 7 de mayo de 1821, con
María del Carmen Figueroa y Gobantes, hija del conde de Puertohermoso, José de
Figueroa y Silva. Juan Antonio, que llegaría a ser comendador de la Orden y
María del Carmen tuvieron dos hijos, José y Juan. Pero
ahora nos es obligado a hablar de la vida militar de nuestro biografiado.
Para narrarla
acudiremos primero al Diccionario de
Alberto Martín-Lanuza, pues en
él dedicaba una de sus voces a nuestro biografiado. Y por él sabemos que el 15
de octubre de 1803 fue nombrado cadete en el regimiento de Dragones de Almansa
que, en 1807, formaría parte de la famosa expedición del marqués de La Romana. Episodio
de nuestra historia que no podemos nada más que resumir, lo que haremos teniendo
como eje la magna obra que sobre la guerra de la Independencia escribió Juan
Priego López.
Destruidas las flotas
española y francesa en la batalla de Trafalgar, Napoleón intentaría derrotar a Inglaterra
arruinando su economía inhabilitando su comercio. Para ello, el 21
de noviembre de 1806 promulgaría el llamado Decreto de Berlín, mediante el
cual pretendía establecer el bloqueo económico de las islas
británicas, prohibiendo a sus aliados y a los países ocupados
cualquier tipo de relación comercial con Gran Bretaña. Proyecto que
implementaría con el Decreto de Milán, de 17 de diciembre de 1807, en el que
establecía que se tratase como "presa de guerra" a cualquier buque,
fuera cual fuera su nacionalidad, que se hubiese detenido en un puerto
británico, que hubiese pagado cualquier tipo de impuesto en Gran Bretaña o que
fueran registrados en su carga por un barco británico. Pero para que el
denominado “bloqueo continental” fuese efectivo, era necesaria la colaboración
de los gobiernos teóricamente neutrales ya fuese mediante tratados o amenazas. No
podemos entrar a pormenorizar los compromisos adquiridos por España con Francia
por el que se llamó Tratado de San Ildefonso, pero claro está que por él
debíamos colaborar en el “bloqueo continental”. Napoleón exigiría a España el
envío de un cuerpo expedicionario de 14.000 hombres a Alemania con el objetivo
de guarnecer las costas de mar Báltico. El primer contingente en marchar fue la
división que al mando de Gonzalo O’Farril había marchado como guarnición al
reino de Etruria. El 22 de abril de 1807, a las órdenes de Juan Kindelán y
siguiendo el "camino español", saldría para Hamburgo a donde
llegaría entre el 12 y el 24 de junio de 1807. La composición de este cuerpo
era la siguiente: regimiento de infantería de línea Zamora (2.256 hombres); dos
batallones del regimiento de infantería de línea Guadalajara (1.504 h.); un
batallón de infantería ligera 1º de Voluntarios de Cataluña (1.200 hombres); el
regimiento de caballería ligera Villaviciosa (540 hombres); regimiento de caballería
de línea Algarve (540 hombres), y una
compañía de artillería (100 hombres). El resto del cuerpo expedicionario
partiría de España. Eran dos divisiones al mando del Pedro Caro y Sureda, 3er
marqués de La Romana. La primera partiría de Irún, para por Burdeos llegar a Hannover. La segunda cruzaría la frontera
por Port Bou, para por Lyon y Besançon llegar también a Hannover. Desde allí y ya a las órdenes del mariscal Jean
Baptiste Bernadotte, marcharían a Hamburgo para reunirse con la división de Etruria.
Formaban aquellas divisiones, un batallón de regimiento de infantería de línea
Guadalajara (778 hombres); el regimiento de infantería de línea Asturias (2.332
hombres); el regimiento de infantería de línea Princesa (2.282 hombres); el
2º batallón del regimiento de infantería ligera Voluntarios de Barcelona (1.240
hombres); el regimiento de caballería del línea del Rey (540 hombres); el regimiento
de caballería del línea del Infante (540 hombres); el regimiento de Dragones de
Almansa (540 hombres); una compañía de zapadores-minadores (100 hombres); artillería
a pie (270 hombres); artillería a caballo (89 hombres), y tren de artillería
(68 hombres). Y con ellos, nuestro biografiado. En febrero de 1808, Dinamarca,
aliada de los franceses, declararía la guerra a Suecia al negarse ésta a
apoyar el bloqueo marítimo contra la Gran Bretaña y el Cuerpo
Expedicionario español será enviado a la península de Jutlandia
para su defensa ante una posible invasión sueca.
“Antes,
sin embargo, de dirigirse con sus tropas a lugares tan alejados de España, el
marqués de La Romana envió a Madrid a sus ayudantes don Luis Moreno Godoy y don
José Agustín de Llano, con pliegos para la príncipe de la Paz, de quien hacía
tiempo que no recibía correspondencia y del que solicitaba instrucciones sobre
la conducta que debía seguir en los países escandinavos. El segundo de dichos
ayudantes llevaba también el encargo de informarse discretamente del estado
político y militar de nuestra Patria”.
Entretanto,
el 5 de marzo emprendió la marcha la vanguardia francesa penetrando en
Dinamarca por la península de Jutlandia, poniéndose en movimiento los cuerpos
españoles entre el 8 y el 16 en dirección a la isla de Fionia, con intención de
pasar desde allí a la Sealand donde se encuentra Copenhague. Paso que no se
pudo efectuar porque barcos de guerra ingleses les cerraron el camino.
Circunstancia que llevó a Bernadotte a dislocar sus fuerzas, entre ellas las
españolas que, entre finales de marzo y primeros de abril, quedaron
establecidas en el norte de la península de Jutlandia a las órdenes del
Kindelán, que estableció su cuartel general en Kolding y en la isla de Fionia,
con el marqués de La Romana que primero se situó en Odense y luego en Nyborg.
“En los primeros días de abril, y a través del Moniteur Universel y otras gacetas
francesas, se enteraron nuestros oficiales y soldados de la <> de los sucesos de Aranjuez, de la caída de Godoy y de la
abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando VII, y aunque estas noticias se
recibieron en general con alegría, porque casi todos los componentes de dicha
división participaba de la animadversión que nuestro pueblo sentía entonces por
el favorito en desgracia y de las esperanzas puestas en el nuevo monarca, no
dejó de producirse entre ellos una cierta efervescencia, que no pasó
inadvertida para los mandos franceses”.
Bernadotte, tras consultar a Napoleón, como medida de
seguridad decidió dispersar a nuestras tropas, pero no tanto como para que no
pudiesen actuar coordinadamente, situándolas alrededor del Gran Belt, lo que unido a
que los daneses, por temor a que se repitiese el ataque británico que arrasó Copenhague
el año anterior, concentraron sus fuerzas en la isla de Sealand y que las
tropas francesas no habían pasado de Flensburgo, determinó
que, aunque diseminados y aislados entre sí, no hubiese ninguna fuerza que, en
caso de pretenderlo, pudiera impedir que se reuniesen. En el mes de julio, tras
algunos nuevos movimientos de nuestras unidades prescritos por el mando francés,
su situación era la siguiente:
“Isla de
Fionia: cuartel general del marqués de La Romana en Nyborg; artillería y
zapadores entre esta plaza y Odense; regimiento de la Princesa en Middelfart y
Assens; batallón de Barcelona en Svendborg; caballería de Almansa en Odense;
caballería de Villaviciosa en Faaborg. = Isla de Langueland: batallón de Cataluña
y un destacamento de Villaviciosa. = Isla de Sealand: regimientos de Asturias y
Guadalajara en Roskilde. =Península de Jutlandia: cuartel general de Kindelán en
Fredericia; regimiento de Zamora en Kolding, Veile y Fredericia; caballería del
Rey en Randers; caballería del Infante en Aarhus; caballería del Algarbe en
Horsens” .
También a aquellos nuevos asentamientos les llegarían
noticias de lo que sucedía en España. De las renuncias de Carlos IV y Fernando
VII, de los sucesos del 2 de mayo y de la designación de José Bonaparte como
rey de España. Pero fue la llegada de tres testigos de lo sucedido en Madrid, el
capitán José Agustín del Llano que regresaba tras la misión encomendada por el
marqués de La Romana, el coronel Martín de la Carrera que venía agregado al
regimiento de caballería del Rey y el teniente coronel Pedro Aylmer destinado
al regimiento de Zamora, lo que permitió a los nuestros conocer la verdad de lo
que sucedía en España. El marqués compartía su indignación, pero también era
consciente “de la difícil situación en
que las tropas españolas se encontraban, diseminadas por el territorio danés, a
centenares de leguas de nuestra Patria y rodeadas de enemigos” y por
tanto del peligro que suponía cualquier movimiento de insubordinación que
hubiera supuesto su desarme e imposibilidad de regreso. Por ello, decidió
contemporizar.
Ya
por aquellas fechas, los agentes británicos trataban de contactar con nuestras
tropas para entregarles las proclamas de las Juntas de Asturias, Galicia y
Andalucía que había llevado hasta Inglaterra el teniente Rafael Lobo, ayudante
del almirante Juan José Ruiz de Apodaca secretario de la Junta Suprema Central.
Pero las severas medidas adoptadas por el mando francés para evitar su contacto
con sus enemigos, incluyendo que se recibiera a cañonazos a cualquier barco, de
cualquier nacionalidad, que se aproximase incluso enarbolando bandera de
parlamento, impedía su objetivo. Finalmente asumió aquella misión el sacerdote
católico escocés James Robertson que, como hablaba
alemán, se hizo pasar por mercader de chocolate. Robertson, conseguiría llegar hasta La
Romana en Nyborg y exponerle el compromiso del ministro de Exteriores británico
George Canning, de poner a su servicio los transportes necesarios para que
nuestras tropas pudiesen regresar a España. De inmediato, el marqués y su
estado mayor, se esforzaron en elaborar un plan para concentrar todas sus
tropas en la isla de Fionia, utilizando la excusa de una revista de inspección.
Pero antes de que este plan pudiese llevarse a cabo, el 22 de julio,
recibió órdenes firmadas por el propio general Bernadotte de que todas las
tropas debían prestar de inmediato, en sus respectivas
guarniciones, juramento de fidelidad al nuevo rey de España, José
Bonaparte. Estas órdenes no solo le llegaron a La Romana sino también al
general Juan Kindelán en Jutlandia y al brigadier Luis Delevielleuze en Sealand,
con la intención evidente, de sembrar la división entre los expedicionarios.
En Jutlandia,
Kindelán, que desde el principio tomó partido con los franceses, conseguiría
que jurasen las tropas a su mando, según algunas versiones, con el ardid
de que las demás habían jurado ya,
mientras que, por el contrario, en Sealand los regimientos de Asturias y
Guadalajara que, habían tenido noticias de los sucesos de España, se negaron a
jurar y se sublevaron, atacando a los franceses causando la muerte de un
oficial. Luego marcharon sobre Copenhague para ponerse bajo la protección de Federico
VI, rey de Dinamarca, pero interceptados por fuertes contingentes de tropas
danesas fueron obligados a deponer su actitud y a regresar a sus campamentos. Mientras,
en Fionia y Langeland, La Romana, a pesar de su natural repugnancia a tal
orden, tratando de ganar tiempo hasta poder ultimar sus planes de evasión,
dispuso la jura. A pesar de ello, los incidentes menudearon. Y de entre ellos, nos
interesa lógicamente anotar que los dragones de Almansa interrumpieron la
lectura de la orden con los gritos de ¡Viva España! ¡Muera Napoleón! y al ser amenazados
con un castigo ejemplar, rompieron filas en el mayor desorden. Incidentes de
los que fueron testigos varios oficiales franceses, ayudantes de Bernadotte. La
Romana le escribió de inmediato para
tratar de contrarrestar los informes que le pudiesen dar y con sus ayudantes
redactó un formulario de jura condicionada que pudiese ser aceptado por sus
tropas. Pero, como era de esperar, Bernadotte conminó amenazante a La Romana
para que hiciese jurar a sus tropas de forma inmediata su fidelidad al rey
intruso, lo que colocaba al marqués en una situación harto difícil. En esa
situación, durante la noche del 6 al 7 de agosto, su ayudante José O’Donnell,
le anunció “la llegada de dos oficiales
del batallón de Cataluña, enviados desde Langeland por su sargento mayor, don
Ambrosio de la Quadra, con despachos de extraordinaria importancia”.
Aquellos
oficiales eran el teniente Félix Carreras y el subteniente Juan Antonio Fábregas.
Fábregas aprovechando su destino en las cercanías de Spodsbjerg en la costa
oriental de la isla de Langeland, había conseguido contactar con la escuadra
inglesa, en la que le habían facilitado una entrevista con el teniente Lobo, en
la que le entregó las proclamas de las Juntas españolas y que Fábregas llevó a
La Romana junto con los documentos en los que el mando británico le aseguraba
tener dispuestos los buques necesarios para embarcar toda la división. El
marqués impartió órdenes a todas las guarniciones para que se concentraran en
Nyborg, a fin de proceder a su embarque y para asegurar la operación, con dos
batallones del regimiento de la Princesa, dos compañías del de Voluntarios de
Barcelona, dos escuadrones del regimiento de Almansa y la artillería a caballo,
se apoderó de Nyborg. Los ingleses, después de un encarnizado combate con los
daneses, desembarcaron en la plaza y, después de conferenciar con La Romana,
decidieron el traslado de los españoles a la isla de Langeland, donde debía
producirse el embarque de la totalidad de las tropas. Allí los jinetes de
Villaviciosa y los infantes de Barcelona y de Cataluña, se habían apoderado de
toda la isla permitiendo a La Romana y sus hombres desembarcar con toda
tranquilidad.
El 13
de agosto, después de que algunos cuerpos hubieran tenido que recorrer más de
100 km en 21 horas para unirse a sus compañeros, La Romana reuniría más de
9.000 hombres. El 21 de agosto, la escuadra del almirante británico sir James
Saumarez ancló frente a la costa oriental de Langeland, donde
embarcaron los nuestros sin abandonar más que los caballos que no podían
transportarse y salvando toda la artillería. A continuación, zarparon con rumbo
a Goteborg, en la costa de Suecia. El 5 de septiembre, serían embarcados en 37
buques enviados por Gran Bretaña, zarpando con destino a La Coruña, aunque
debido al mal tiempo, finalmente arribarían a Santoña y Santander. Era el 8 de
octubre de 1808. Sin embargo, más de 5.000 españoles quedaron atrapados sin
poder volver a España, pero esa ya es otra historia.
Tras desembarcar, la caballería fue enviada a
Extremadura para que fuese provista de caballos,
aunque algunos jinetes se quedaron para poder organizar con ellos las
guerrillas de aquellas tropas, entre ellos nuestro biografiado, que pasó a las
órdenes del brigadier Juan Caro, hermano del marqués de La Romana. Podemos
seguir ahora su hoja de servicio, que por ser pormenorizada dividiremos por
años en la medida que los datos no lo permitan.
Exponía:
“En 12 Enero de 1809 lo fue [designado] por el
Excmo. Sr. Marqués de La Romana para averiguar las fuerzas y posiciones de los
enemigos; el 29 les tomó 4 carros de harina y 15 cargas de jamones habiendo
perseguido a 40 dragones que lo escoltaban; en 20 de Mayo se halló en el sitio
de la plaza de Lugo haciendo servicio de guerrilla y con motivo de tratar los
enemigos de fugarse de aquella plaza a las 12 del día, se reunió a la
infantería y consiguió rechazarlos y encerrarlos en ella; en 21 con 30 caballos
sostuvo la retirada del Ejército por lo que obtuvo el grado de Teniente;
en 1º de Octubre fue nombrado Comandante de guerrilla, hallándose situado en Calzada
de Don Diego en donde fue atacado el 12 y el 13 manteniendo su posición; volvió
el 17 a ser atacado por todas las fuerzas enemigas
que ocupaban Salamanca, habiendo sido obligado a retirarse sin cesar de batirse
todo el día; el 18 continuó batiéndose todo el día hasta que logró presentar a
los enemigos en el glorioso campo de Tamames donde recibió una cuchillada en la cabeza y una estocada en el costado derecho.
Por orden del Excmo. Sr. Príncipe de Anglona se retiró a curarse y en cuanto lo fue volvió a continuar su servicio hasta la
conclusión de la batalla que fue conducido al hospital, obteniendo por todo
esto el grado de Capitán; en 30 de noviembre volvió a continuar el servicio de
guerrilla en cuyo día evacuaron los enemigos Alba de Tormes, siguiéndoles en su
retirada hasta Fuentesaúco; en 1º de Diciembre tuvo orden para ocupar la ciudad
de Toro que evacuaron los enemigos, dándoles alcance en su retirada logrando
tomarles dos cargas de plata y 16.000 reales todo lo que remitió al Excmo. Sr.
duque del Parque; el 8 fue destinado por el mismo General a las inmediaciones
de Alba y Salamanca con el fin de observar al enemigo y mandar subsistencias
para el Ejército en cuyo encargo permaneció hasta el 1º de Marzo de 1810”.
“En 22 de dicho mes [marzo de 1810] fue destinado
a las órdenes del mariscal de Campo D. Martín de la Carrera, sosteniendo los
puentes de Alagón, Guijo y Granadilla donde tuvo noticia que la caballería
enemiga se dirigía a la ciudad de Plasencia a sacar una contribución, salió con
la mayor parte de su fuerza de 50 caballos, los alcanzó a las inmediaciones del
Villar [de Plasencia] donde les atacó y consiguió retrocediesen causándoles
algún daño; en 23 los atacó en el puente nuevo de Plasencia y logró sorprender
una avanzada de 16 hombres que fue pasada a cuchillo trayéndose los fusiles,
entrando enseguida en la plaza de dicha ciudad con 24 hombres poniendo en consternación
la guarnición que constaba de 500 hombres; en 16 de Octubre fue nombrado para que
continuase el servicio de guerrillas con 50 caballos; en 21 fue atacado a las
inmediaciones de Llerena por 600 infantes y 160 caballos, matando un oficial,
un cazador y hecho prisionero un Cabo obligándolos a retirarse a Valencia de las
Torres; en 15, 16 y 18 de Noviembre le atacó la división del General Girard
[Jean Baptiste] en los campos de Villagarcía [de la Torre] y Usagre logrando
rechazarlos con ventaja y conservando el punto de Usagre por lo que se le
concedió un escudo de honor con el lema: Se
distinguió en tres acciones; el 20 fue atacado en las mismas posiciones por
200 caballos, logrando rechazarlos, mató 10 húsares, hizo ocho prisioneros y
cogió 12 caballos por lo que obtuvo el grado de Teniente Coronel; siendo atacado
el 16 por toda la caballería el Teniente Coronel Joaquín de Mora en su posición
de Bienvenida, fue en su socorro logrando rechazar a los enemigos con grande
pérdida; el 17 evacuaron los enemigos Villagarcía y Llerena, logrando dar
alcance a su retaguardia a la que hizo un fuego tan vivo en términos que los
puso en vergonzosa fuga hasta que llegaron a las alturas de Ahillones y
reconociendo la debilidad de las fuerzas se pusieron en retirada con todo orden
pero sin dejar de perseguirlos hasta precisarles a parlamentar pidiendo hora y
media para dar pienso a los caballos; el 18 fue atacado por toda la división
enemiga compuesta de 600 caballos y 4.000 infantes en los campos de Azuaga
donde mantuvo su posición por espacio de
5 horas que logró emprendiesen su retirada quedando el campo por los españoles;
en 19 por propuesta del teniente Coronel D. Joaquín Mora fue nombrado
Comandante General de las Guerrillas y puestos avanzados del Ejército por el
General en Jefe Don Gabriel de Mendizábal; en 31 fue atacado y se retiró a
Llerena en 2 de Enero de 1811”.
“Se fue igualmente retirando a Bienvenida; el
4 se retiró a Fuente de Cantos;
el 5 a Almendralejo, el 7 lo hizo a Mérida sin dejar de batirse en todo el día
cubriendo por la noche la retaguardia de la caballería; el 9 fue destinado al
castillo de Zagala para cubrir los vados de la [ilegible];
en 11 pasó a Badajoz; en 14 se halló en el reconocimiento de Olivenza; el 15 y
17 en las acciones del Puente de Évora;
el 18 en la de Talavera la Real; en 20 pasó con toda la caballería a Campo
Mayor; el 21 fue destinado a la plaza de Badajoz para custodiar los correos que
venían al Gobernador hasta que el General salió de aquella plaza para apresurar la marcha de las
divisiones que se reunían en Portugal, lo que se verificó arrollando las grandes
guardias enemigas que había en el camino de Yelbes; el 4 [Febrero] aseguró
desde Yelbes a la plaza a la cabeza del Ejército; el 6 salió a clavar las
baterías donde recibió un bayonetazo en la pantorrilla izquierda, le mataron
dos caballos y logró traer prisionero al Coronel Director de Ingenieros; el 16
fue a cubrir los vados de Évora; el 19 fue batido en los campos de Santa
Engracia retirándose con el resto de la caballería a Portugal; el 20 pasó con pliegos a
Badajoz para el Gobernador Menacho [Rafael] volviendo con la contestación; el
1º de Marzo volvió otra vez aunque con mucho trabajo logró entrar y salir de la
plaza con igual encargo;
el 4 hizo un reconocimiento con seis Tiradores en el pueblo de Montijo en donde
había una descubierta enemiga de la que hizo siete prisioneros, ahogándose dos
en el río; el 6 por la noche les quitó y quemó la barca que tenían frente de
Talaverilla; el 8 pasó a Mérida; el 11 hizo un reconocimiento sobre Villafranca
[de los Barros] cogiendo 54 prisioneros con sus caballos y 10 muertos; el 13
pasó a establecerse en los Santos de Maimona; el 14 fue atacado por el Coronel Vinot
[Gilbert Julien] con 500 caballos y habiendo dado parte al Mariscal Beresford
[William] que convenía retirarme por sus superiores fuerzas, le contestó
sostuviese aquel puesto lo que pudiese que sería socorrido por dos Escuadrones
ingleses, lo que se verificó haciendo prisioneros al enemigo 250 hombres con
sus caballos, un Teniente Coronel y cinco Oficiales; el 15 en el desalojamiento
de los enemigos de Usagre; el 16 en el de los de Villagarcía [de la Torre] y en
su retirada hasta Fuente del Arco; el 18 en los de Valverde [de Llerena] y ¿Azuaga?;
el 20 a los de Guadalcanal, siendo atacado todos estos días por mañana y tarde;
el 29 fue desalojado de Guadalcanal por 7.000 infantes y 1.200 caballos con su
artillería retirándose a Casas de Reina; en 3 de Mayo fue acometido por el
General La Tour-Maubourg [Marie Victor] con toda su caballería y siendo
reforzado por el Regimiento de Caballería de Borbón se volvieron a Guadalcanal;
el 5 lo fue en las inmediaciones de Casas de Reina; el 7 lo fue igualmente por
todas las fuerzas enemigas que ocupaban Guadalcanal retirándose a Villagarcía;
el 15 también lo fue por 5.000 infantes y 2.500 caballos y 30 piezas de
Artillería, habiendo recibido orden para que hiciesen más lenta su marcha,
logrando tardasen hasta los campos de La Albuera desde las cuatro de la mañana
hasta las cuatro de la tarde, por lo que mereció le diese las gracias el
Mariscal Beresford; el 16 fue atacado y reforzado por las guerrillas del Cuerpo
Expedicionario hasta las 10 de la mañana que empezaron a maniobrar las grandes
masas, habiendo sido el 1º que cargó a los enemigos en el acto de llevarme una
porción de prisioneros ingleses rescatándolos;
el 18 hizo tres reconocimientos sobre el campo enemigo donde tomó algunos
prisioneros y entre ellos al Coronel Borbón,
siguiéndolos en su retirada a la Solana [de los Barros]; el 19 hizo un
reconocimiento sobre dicho pueblo y fue rechazado por toda la caballería
enemiga; el 20 hizo otro reconocimiento sobre Aceuchal y también fue rechazado
hasta [el río] Guadajira, siguiéndoles en su retirada hasta las alturas de
Bienvenida; el 24 sostenido por la caballería inglesa y española atacó a los
enemigos habiéndolos desalojado de dichos puntos y matándoles su caballería; el
25 fue atacado a las inmediaciones de Villagarcía [de la Torre] y obligado a
retirarse al otro lado de la Ribera de Usagre, donde paró una Brigada de
Dragones que fue deshecha por los Tiradores y dos Escuadrones ingleses,
haciendo 200 prisioneros, 14 Oficiales y un Coronel, por lo que mereció se le
diesen las gracias en la orden general, y se le condecorase con el grado de
Coronel; el 2 de Julio [posiblemente junio]se vio obligado a retirarse a
Villafranca [de los Barros], siguió la retirada del Ejército hasta los campos
de Yelbes batiéndose continuamente en los días 5, 6, 7 y 8 quedándose cubriendo
la línea del Caya [río] y siguiendo el movimiento de la caballería española con
la que asistió al sitio de Niebla;
el 25 de Julio en la acción de Torremocha en que le mataron su caballo; el 28 y
30 en el desalojamiento de los enemigos de Arroyo del Puerco en donde le mataron tres caballos; en 30 de Septiembre sostuvo la retirada de
la caballería desde Cáceres a Brozas; el 5 y 7 de Octubre en el
reconocimiento de Arroyo del Puerco y Malpartida;
el 20 fue atacado y sostuvo la retirada hasta Salorino; el 26 en el
desalojamiento de Cáceres; el 28 en la rendición de Arroyomolinos [de
Montánchez] donde le mataron su caballo; el 29 los persiguió en su retirada y
les cogió 54 prisioneros en los olivares de Mérida; en 1º de Noviembre recibió
orden de sostener la retirada del Ejército español e inglés habiendo estado
mandando los Tiradores y puestos avanzados hasta el 31 de Enero de 1812 en cuyo
mes pasó al Regimiento Provisional con el mismo mando”.
“En 5 de Abril hizo el reconocimiento sobre
Sevilla y en la acción de Espartinas; en 22 de mayo fue atacado en la villa de
Ribera [del Fresno] por el General Allemand [Joseph Nicolas] y recibió dos
balazos, uno poco más debajo de la tetilla derecha que le pasó la espaldilla y
el otro en el brazo derecho; el 20 de Junio sosteniendo la retirada desde Zafra
a Santa Marta siendo atacado en diferentes puntos manteniendo su posición; en
1º de Julio en la acción de Santa Marta; en 6 y 15 en desalojar a los enemigos
de Usagre, Ahillones y Berlanga; en 21 se quedó a socorrer la retirada del
Ejército español e inglés sobre Ocaña defendiendo los vados del Tormes,
habiéndose hallado en las acciones de Salamanca, Matillas [de los Caños] y San
Muñoz, en donde libertó un Batallón de infantería inglés en el paso del río,
siguiendo su retirada hasta Ciudad-Rodrigo”.
“Fue nombrado Comandante de Escuadrón de Húsares
de Galicia en 21 de Julio de 1813 en la batalla de Vitoria; el 25 [estuvo] en
el encuentro con los enemigos en la villa de Mondragón. Pasó a continuar sus
servicios a la Real Brigada de Carabineros el 16 de Mayo de 1814…”.
Como resumen podemos reseñar que en su hoja de
servicios consta que fue nombrado cadete en el regimiento de Dragones de
Almansa con antigüedad de 15 de octubre de 1803; alférez graduado con la de 24
de diciembre de 1808; alférez con la de 16 de marzo de 1809; teniente graduado
de con la de 30 de mayo de 1809; teniente con la de 14 de junio de 1809;
capitán graduado con la de 18 de octubre de 1809; teniente coronel graduado con
la de 24 de diciembre de 1810;
capitán con la de 7 de mayo de 1811; coronel graduado con la de 26 de mayo de
1811; comandante de escuadrón con la de 30 de noviembre de 1812; pasando con
dicho empleo al Depósito General de Caballería el 1 de octubre de 1813 y como
capitán del regimiento de Carabineros Reales el 16 de mayo de 1814.
Comprendemos, no obstante, lo apretado y confuso del relato, pero nos ha
parecido de interés respetar su redacción original, que solo hemos alterado
para hacer unas mínimas aclaraciones que ayudasen a su comprensión, porque
demuestra no solo la sobriedad del estilo militar, sino que además mezcla sin
apenas distinción pequeños hechos de armas con grandes batallas, puesto que al
fin y al cabo lo que realmente importaba al hacer estas relaciones era la
participación en ellas del protagonista. De la misma forma, nuestro biografiado,
compendiaría en unas breves líneas su participación en otra guerra, nuestra
primera guerra civil. Por ello hemos entendido que debemos dedicarle unas
líneas.
Es opinión unánime, que la política de
Fernando VII durante el período conocido como el Sexenio Absolutista fue un
auténtico fracaso, pues defraudó las esperanzas depositadas en él por la
mayoría de los españoles de cualquier tendencia política. Sin embargo,
solamente nos interesa destacar ahora que sería en este período cuando se
iniciaron o generalizaron los llamados pronunciamientos, tan característicos
del siglo XIX español, protagonizados fundamentalmente por militares,
habitualmente masones, que descontentos con la situación creada tras el regreso
del rey, utilizaron la vía armada como única posible o al menos la más eficaz, para intentar cambiar el signo político
del momento intentando restablecer por la fuerza la Constitución de Cádiz. No
quiere decir esto que esos movimientos sediciosos fuesen los únicos actos
conspirativos contra Fernando VII, pues durante todo este tiempo, los
liberales, que nunca se resignaron a su derrota, desarrollaron una oposición
constante y más o menos clandestina a su gobierno, pero entendemos que por su
trascendencia debemos centrarnos en ellos, aunque solo sea resumiendo y mucho,
los dos últimos; el primero porque sería preludio del segundo y éste, porque
sería el que después de tantos intentos fallidos finalmente tendría éxito.
El pronunciamiento llamado del Palmar del
Puerto (Puerto de Santa María. Cádiz) lo protagonizaría el ejército
expedicionario de Ultramar el 8 de julio de 1819, encontrándose entre sus principales instigadores Antonio
Alcalá-Galiano y Fernández de Villavicencio y Francisco Javier Istúriz Montero
con el consentimiento, al menos inicialmente, del jefe de aquel ejército conde
de La Bisbal.
En su dirección estuvieron también involucrados, entre otros, el ex diputado
doceañista por Córdoba José Moreno Guerra, el marqués de Campoverde,
el brigadier Demetrio O’Daly de la Puente, los coroneles Bartolomé Gutiérrez
Acuña, Felipe del Arco-Agüero y Yalif y Antonio Rotten, así como el teniente
coronel José Grases. Sería abortado el mismo día en que iba a concretarse por
la intervención del mariscal de campo Pedro Sarsfield, quien se había
introducido en la trama y obligado al conde de La Bisbal a traicionar a los que
antes habían sido sus colaboradores. Sin embargo, la pusilanimidad del Gobierno
en la represión consiguiente y la actitud pasiva que ante lo ocurrido en el campo
del Palmar adoptaron los implicados, permitiría que sobreviviese la mayor parte
del epicentro de la conspiración, gracias también a que el conde de La Bisbal
no estaba dispuesto a destaparla en toda su extensión, lo que posibilitó que los
conjurados prosiguieran sus trabajos que, finalmente, triunfarían tras un nuevo
pronunciamiento de parte de las tropas de aquel ejército expedicionario, que
tuvo esta vez su inicio el día 1 de enero de 1820 en la sevillana Cabezas de
San Juan. Entre sus principales protagonistas, además de los ya citados en el
pronunciamiento del Palmar, hay que incluir a Juan Álvarez Mendizábal, a los
coroneles Antonio Quiroga y Hermida y Nicolás de Santiago Rotalde y a los
comandantes Miguel López-Baños y Monsalve, Rafael del Riego Núñez y a los
hermanos Santos y Evaristo San Miguel Valledor. Su triunfo también se vería
facilitado porque el Gobierno nunca tuvo claro en que militares confiar,
empezando por el que debía haber controlado inicialmente la situación, el
general Freire,
a quien ya el día 3 de enero las autoridades de Sevilla habían entregado el
mando de las tropas encargadas de aplastar a los insurrectos, mando que él
inicialmente rechazó hasta que el día 6 de ese mismo mes le llegó una real
orden que no le dejó alternativa y aceptó. Freire, sin embargo, nunca buscó el
enfrentamiento con los sublevados, ambigüedad que menoscababa la autoridad de
un Gobierno que, a pesar de ello, tampoco se decidió a dar el mando al general
Francisco Javier Elío cuando éste se ofreció a terminar con el pronunciamiento. Además de la
indecisión, el ocultismo con que se trataron los hechos que, al contrario de lo
que se pretendía, les dio mayor importancia de la que realmente nunca tuvieron,
decidió a otras guarniciones a sumarse al levantamiento: el 21 de febrero se
proclamaría la Constitución por la guarnición de La Coruña, seguida por las de
El Ferrol y Vigo. El conde de La Bisbal a quien, ingenuamente, se había
encargado de organizar un ejército en La Mancha para oponerse al avance de los
insurrectos, la proclamó el 4 de marzo. Luego vinieron los pronunciamientos de
las guarniciones de Zaragoza (5 de marzo), Barcelona (10 de marzo) y Pamplona
(11 de marzo), dando al golpe la trascendencia que inicialmente, como dijimos,
no había tenido. La solución de Fernando VII fue propia de su personalidad y ya
el día 10 de marzo, cuando seguramente todavía estaba a tiempo de reconducir la
situación, se sumaba, sin mucho entusiasmo claro está, a la nueva situación dejando para la historia la
famosa frase con la que daba comienzo el llamado Trienio Liberal: “Marchemos francamente, y Yo el primero, por
la senda constitucional”.
No nos cabe duda de que, la decisión de Fernando
VII, dejaría perplejos a los realistas por muy defraudados que estuviesen con
él. ¿Qué debían hacer?, ¿levantarse contra su propio rey? Si la determinación
de abandonar familia y bienes para lanzarse a una aventura de dudoso resultado
y en la que además te juegas vida y hacienda nunca es fácil, parece evidente
que cuando ni tan siquiera se tiene claro quién es el enemigo a quien debes
enfrentarte o la legitimidad de tu decisión, aún debe ser más mucho más
difícil. No obstante, tarde o temprano la nueva situación, impuesta por la
fuerza, tenía que producir la inevitable reacción, aunque dadas las
circunstancias tardaría en generalizarse, lo que además solo sucedería de forma
lenta y desigual a lo largo de toda nuestra geografía según el ambiente que se
vivía en cada aldea, pueblo, villa o ciudad y la compleja situación general y
del entorno más inmediato lo permitía y los realistas se iban convenciendo de
que el rey era un simple rehén en el nuevo sistema. Los primeros conatos, sin
embargo, fueron casi inmediatos, creándose progresivamente un clima de guerra
civil, una guerra que asolaría nuestra geografía durante tres años. Podemos
ahora volver a la hoja de servicios de nuestro biografiado.
Recordemos que le habíamos dejado ocupando su
destino de capitán en la Brigada de Carabineros Reales. Relataba a continuación
que permaneció en él:
“(…) hasta el 22 de Julio de 1821 que obtuvo su
retiro a dispersos para la villa de Osuna conforme al Reglamento de 1810 y habiendo sido confinado a la ciudad de Sevilla de orden de su Comandante
general, tomó el partido para evitar más persecuciones, de emigrar a Francia,
abandonando su familia e intereses, para unirse a las filas realistas,
consiguiéndolo después de inmensos trabajos y exposición de su vida en un
naufragio tenido en el golfo de León, incorporándose a las órdenes del Teniente
General D. Francisco Eguía que lo era de aquel Ejército. Fue nombrado Ayudante
de la Junta Provisional de Gobierno creada en Oyarzun y reconocida por su
Alteza Real el Serenísimo Sr. Duque de Angulema”.
Pero antes de continuar, entendemos que esta etapa de
la historia de España también merece una breve explicación. Por iniciativa del
zar Alejandro I, en París el día 26 de septiembre de 1815, se firmaría un
tratado entre éste, Francisco I de Austria y Guillermo III de Prusia. Aunque se trataba de un
acto de naturaleza política, el objeto del pacto era fundamentalmente
religioso. Los tres monarcas declararon su firme resolución de utilizar como
única regla de su gobierno, tanto en asuntos internos como externos, los
principios de la religión cristiana. Y como consecuencia declaraban su mutua
fraternidad, por la cual no solamente se abstendrían de guerrear entre sí, sino
que se apoyarían y guiarían sus asuntos y sus ejércitos en la misma forma.
Clemente de Metternich,
despojaría aquel acuerdo de todo sentido religioso y reconduciría la situación
a lo estrictamente político, consiguiendo que el día 20 de noviembre de 1815 se
firmase un nuevo tratado en el que entraría también Inglaterra, motivo por el
que pasaría a ser conocido como la Cuádruple Alianza, que inicialmente se debe
entender como
un pacto de seguridad frente a Francia, aunque la consolidación en el trono de
Luis XVIII, permitiría que terminase por convertirse exclusivamente en un
instrumento para intentar evitar una nueva guerra europea. En su artículo sexto
se preveía la celebración de conferencias periódicas, siendo en el llamado
Congreso de Aquisgrán, en 1818, cuando Francia se adhiriese al tratado, ya con
el innegable objeto de intentar garantizar el mantenimiento de un determinado orden político
internacional, previendo incluso la intervención militar, aunque Inglaterra
siempre evitaría compromisos de ese tipo, para reprimir cualquier intento de
alterar la situación política de la llamada Europa de la Restauración. Los
principales congresos que se celebraron después del de Aquisgrán, serían los de
Troppau (1820), Liubliana (1821) y Verona (1822). En este último, Austria,
Francia, Prusia y Rusia trataron la cuestión
española y se
planteó la intervención militar en nuestra patria en apoyo de la plena
soberanía de Fernando VII. Recordemos que el triunfo constitucionalista en
España en 1820 había tenido secuelas en Europa, pues en su imitación se habían
proclamado constituciones similares a la española en Nápoles, Piamonte y
Portugal, por lo que la preocupación de las potencias conservadoras iba más
allá del problema español. De hecho, tras el Congreso de Troppau, la Santa
Alianza sofocó los sistemas constitucionales de Nápoles y el Piamonte, por lo
que en 1823 solamente subsistían en España y Portugal. Parece ser, sin embargo,
que como pasaba el tiempo sin que se concretase actuación alguna, más que
posiblemente por la influencia o pasividad de Metternich, fue François René vizconde de Chateaubriand
ministro de Asuntos Exteriores de Francia quien tomó la decisión de convencer a
Luis XVIII de la necesidad de intervenir en España. Y lo
consiguió.
Así,
el día 7 de abril de 1823 entraba en nuestra patria, cruzando el río Bidasoa,
bajo el mando de Luis Antonio de Borbón, duque de Angulema y hermano del rey
francés, el ejército llamado de “Los Cien Mil Hijos de San Luis”. Con ellos,
también entraron en España un importante contingente de realistas españoles que
se habían ido reuniendo al otro lado de nuestra frontera, cuyo número se iría
incrementando paulatinamente con los de aquellas zonas próximas a los lugares
por donde avanzaban los distintos cuerpos del ejército galo y que, en su
conjunto, pudo aproximarse a los 35.000 o quizás 40.000 hombres que
constituirían el que se llamó ejército de la Fe. De hecho, el primero en cruzar
la frontera por Behobia, donde las fuerzas gubernamentales y algunos
republicanos franceses, hicieron un simulacro de resistencia, sería el general
español Vicente Genaro de Quesada. Comenzaba así la última etapa de aquella
guerra civil, conocida como guerra de la Constitución.
Dos
días después de la entrada en España del ejército mandado por el duque de
Angulema, es decir el día 9 de abril, se establecería en la guipuzcoana Oyarzun
la llamada “Junta Provisional de Gobierno de España e Indias” organizada
previamente, el día 6, en Bayona y que debía estar compuesta por el teniente
general Francisco Ramón Eguía y López de Letona, que actuaría como presidente;
el mariscal de campo barón de Eroles; el
académico Juan Bautista de Erro y Azpiroz y el abogado Antonio Gómez Calderón.
Esta Junta debía asumir la máxima representación de la nación mientras que
Fernando VII no fuese “liberado” de los revolucionarios que le controlaban.
Tras haber dejado bloqueada San Sebastián, en la que
había dejado una numerosa guarnición el teniente general gubernamental
Francisco López Ballesteros, al que se había dado el mando del ejército
encargado de impedir la entrada de los franceses, el duque de Angulema entraría
el día 11 en la guipuzcoana Tolosa, desde donde se pondría nuevamente en
movimiento el 13 para establecer el 17 su cuartel general en Vitoria, ciudad a
la que accedería sin necesidad de combatir tras la retirada de López
Ballesteros.
Allí, Luis Antonio de Borbón con su estado mayor, diseñaría su plan de
actuación. El día 5 de mayo, saldría el duque de Angulema de la ciudad de
Vitoria para entrar el 9 en la de Burgos. Tras él entraría en aquella capital
la Junta Provisional de Gobierno. Después de una estancia de cuatro días en la
capital burgalesa, Luis Antonio de Borbón proseguiría su avance hacia Madrid,
ciudad en la que entraría diez días después, el 23. Sin embargo, la Junta
presidida por Eguía permanecería aún durante varios días más en Burgos, hasta
que emprendiese también el camino de Madrid donde se instalaría el día 26 de
mayo y donde ejercería su elevada función hasta la constitución, el día 4 de
junio, de la Regencia que habría de gobernar el reino y que presidiría el duque del Infantado. Teniendo que deducir que nuestro protagonista acompañó en
este viaje a la Junta hasta su llegada a Madrid y que su ascenso a brigadier
de caballería, que tiene antigüedad de 12 de mayo de aquel año, debe
estar necesariamente ligado a aquel viaje. Anotaba también
en su hoja de servicios: “En 30 de Junio
de 1823 fue nombrado Gobernador del Puerto de Santa María…”. Para completar tan concisa reseña, anotaremos que, en su
rápido avance, el ejército realista franco-español tomó el Puerto de Santa
María el día 24 de junio de 1823, por lo que hemos de deducir que, una vez
asegurado tan importante punto estratégico, pues desde allí se atacaría Cádiz donde estaban refugiadas
las Cortes y preso Fernando VII, se iniciarían el acondicionamiento de las
posiciones y la normalización administrativa, recibiendo nuestro protagonista el
gobierno militar de la plaza en la fecha reseñada, aunque entendemos que sería
entonces cuando saldría de Madrid para tomar posesión de su cargo, pues en su
hoja de servicios no se recoge su participación en acción militar alguna. En
cualquier caso, debemos anotar que el 7 de julio llegaría al Puerto el duque de
Angulema, iniciándose entonces el ataque a Cádiz, que finalmente habría de
capitular, dejando en libertad a la familia real que desembarcaría en el Puerto
de Santa María el día 1 de octubre de 1823, dando paso a los últimos estertores
de aquella guerra. Nuestro biografiado, testigo de aquellos acontecimientos, tal
y como anotaba, seguiría desempeñando su cargo “hasta el 15 de Junio de 1828 con residencia en Sevilla”. Y ahí acababa su hoja de servicios, en la que se anotaba
que era caballero de la Real y Militar Orden de San Fernando, condecorado con
las cruces de distinción del Norte, Albuera, 5º Ejército, Arroyomolinos [de
Montánchez] y Lugo.
Desde
Sevilla, debió pasar a Madrid, donde sabemos que fue nombrado gentilhombre de
Fernando VII, imaginamos que llevando una vida acorde con tan brillante cargo
hasta que empezaron las persecuciones contra todos aquellos sospechosos de
“carlismo”. Anotaban
Francisco Asín y Alfonso Bullón de Mendoza:
“El 27 de marzo de
1834 es detenido en Madrid el brigadier de caballería Juan Antonio de Soto y
Herrera, gentilhombre del infante Don Carlos, al que se acusa de tratar de
escapar a Portugal al frente de un grupo de 16 o 18 oficiales. Tras un juicio
lleno de irregularidades (se le negó el derecho de elegir defensor y se le
impuso uno que no le defendió), fue condenado a ocho años de confinamiento en
un presidio de África, o sea, dos más de los que había pedido el fiscal, y la
pérdida de todos sus grados y condecoraciones. El 26 de junio del 34 escribió
una exposición a la Reina negando los cargos que se le imputaban (aunque casi
deja entrever que era cierto que se iba a fugar a Portugal) y pidiendo que su proceso
fuera sometido al tribunal supremo de guerra, a lo que no se accedió, dándose
el 31 de julio las órdenes necesarias para que saliera con la primera cadena de
presos que se dispusiese”.
Pero Soto no llegaría
a salir de las prisiones madrileñas donde fallecería el día 8 de agosto de 1834.
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El mayor de
los tres estrechos marinos que conectan el mar del Norte con el mar Báltico, siendo
los otros dos el Pequeño Belt y el Sund, conocidos en su conjunto como los
estrechos daneses. El Gran Belt separa las principales islas danesas de Selandia
y Fionia.
La Brigada de
Carabineros contó desde el principio con privilegios similares a las tropas de
la Casa Real. En 1732, se estableció que su jefe ostentará el empleo de
brigadier; el segundo de coronel; el sargento mayor de teniente coronel con
mando de escuadrón, y los ayudantes de capitán. A los sargentos se les otorgó
el sueldo de alférez de caballería y a los carabineros el de sargento. Cuatro
años después se concedió, además, el grado de teniente coronel a los capitanes y
el de capitán a los tenientes. El 4 de enero de 1742 se le concedió
oficialmente el título de tropas de la Casa Real. El 23 de ese mismo mes se
dispuso que tanto los Carabineros como los Granaderos Reales hicieran los
mismos saludos y toques que los que realizaban los Reales Guardias de Corps.
Se denominó Ejército Expedicionario de Ultramar
al cuerpo expedicionario que se mandó formar cuatro años antes, el 9 de mayo de
1815, para restaurar la soberanía de Fernando VII en los territorios rebeldes
de América. A finales de 1816 se había reunido en los alrededores de Cádiz, en
cuya bahía fondeaba la escuadra que le serviría de transporte. Los avisos de
que estaba muy próximo su embarque, facilitó el trabajo de los agentes
revolucionarios.
José Antonio Gallego
Funcionario de Carrera, Historiador carlista y colaborador de la A.C.T. Fernando III el Santo