Proclamación Fernando III el Santo en Autillo de Campos (Capítulo 3)


GUERRA CIVIL EN CASTILLA (1214-1217)

Tras la “Batalla de Las Navas de Tolosa”, el rey Alfonso VIII volvió a Castilla junto a sus ejércitos, quedando en la frontera sur del Reino asentando las posiciones tomadas algunos de los principales magnates castellanos. El “noble” rey sentía ya el paso de los años, y el deber cumplido. De su matrimonio con Leonor Plantagenet habían nacido diez hijos (Berenguela 1179-1246), (Sancho 1181), (Sancha 1182-1184), (Urraca 1186-1220 Reina de Portugal), (Blanca 1186-1252 Reina de Francia), (Fernando 1189-1211), (Mafalda 1191-1204), (Leonor 1190-1244 Reina de Aragón), (Constanza 1195-1243 Abadesa Las Huelgas) y (Enrique 1204-1217). En principio, como vemos, la política matrimonial llevada a cabo con sus hijas garantizaba la fortaleza del Reino, pero la repentina muerte del infante Don Fernando en 1211, debió de ser un duro golpe, pues con los veintidós años que contaba, debía ya de estar perfectamente preparado para asumir el control del Reino en cuanto fuese necesario.

El rey Alfonso VIII murió el seis de octubre de 1214, en la localidad abulense de Gutierre-Muñoz, cuando se dirigía a Plasencia a reunirse con su aliado, el rey Alfonso II de Portugal. Así nos lo cuenta el arzobispo Jiménez de Rada en su Crónica “De Rebus Hispaniae”: Habiendo cumplido LIII años en el Reyno el noble Rey Alfonso, llamó al Rey de Portugal su yerno para verse con él; y habiendo empezado su camino dirigido a Plasencia, última ciudad de su dominio, empezó a enfermar gravemente en cierta aldea de Arévalo que se llama Gutierre Muñoz, donde últimamente, agravado de una fiebre, terminó la vida y sepultó consigo la gloria de Castilla, habiéndose confesado antes con el arzobispo Rodrigo, y recibido el sumo Sacramento del Viático, asistiéndole Tello, obispo de Palencia, y Domingo, de Plasencia.

Sepulcro de Alfonso VIII y Leonor Plantagenet (Monasterio de Las Huelgas, Burgos)
A su muerte, quedó su hijo Enrique I como Rey, bajo la tutela de su madre Doña Leonor; pero poco duró esta situación, pues la Reina madre murió el 31 de octubre –menos de un mes después que su marido Alfonso–. Así las cosas, se decidió que fuese la hija primogénita Doña Berenguela quien ostentase la tutoría de su hermano el “Rey niño”. Tranquilos corrieron para Castilla los meses primeros de Regencia, apoyados en el buen gobierno de la infanta, y así sabemos que Doña Berenguela junto al rey se trasladaron desde Burgos a Palencia a mediados de febrero de 1215, con intención de que Don Enrique continuase con sus estudios junto al obispo Tello Téllez.

¿Qué ocurrió desde febrero hasta abril de 1215, en que Enrique aparece en Segovia acompañado de Don Álvaro Núñez de Lara? No lo sabemos a ciencia cierta; pero podemos presumir que intuyendo los Lara que Doña Berenguela no iba a ser tan proclive a sus intereses, como lo fue su padre, arrancaron al niño de sus manos casi por los bravas, y apoyándose en que el conde Don Álvaro era el alferez del Rey, se hicieron con su tutoría y custodia. Así nos cuenta el Padre Flórez como se llegó a un acuerdo entre la infanta y los Lara en los siguientes términos: “Conocía –la infanta-perjuicios en la entrega y temía inconvenientes en no hacerla… En tal conflicto llamó a consulta a su prudencia, y ésta la dictó el medio de dar el Rey al Conde; pero con estas cauciones: que no pudiese guerra mover a ningún rey; que no pudiese dar ni quitar posesiones a los vasallos o imponerles tributos sin acuerdo de la misma Reina; que Don Álvaro y sus hermanos jurasen esto en manos del Arzobispo de Toledo, Don Rodrigo, haciendo el homenaje con tales condiciones, de suerte que en su quebrantamiento fuesen tenidos por traidores”.

No quedó en paz la cosa, pues como nos cuenta Jiménez de Rada en su Crónica, los Lara una vez tuvieron el control del “Rey niño” comenzaron: “a ejecutar exterminios, a humillar a los grandes, a exigir exacciones a los plebeyos enriquecidos, a esclavizar las iglesias, tomando a las fábricas de estos sus tercias… Además de esto, y con la intención de atraerse su apoyo, el Conde llegó a un acuerdo con Alfonso IX de León para devolverle las fortalezas que en tierra leonesa mantenían los castellanos. Pero había un problema, estas fortalezas pertenecían por derecho de herencia a Doña Berenguela, la cual ordenó defenderlas. Ante el desplante de la infanta, el conde Don Álvaro –a pesar de que las propias Cortes habían dado la razón a la infanta en la querella–, mandó una carta a Doña Berenguela amenazándola con la guerra, y haciendo firmar esta misiva por el propio Rey, que era un títere en manos de Los Lara. Ante esta situación, la infanta queriendo evitar la guerra accedió finalmente a entregar sus posesiones al leonés, y abandonó Burgos junto a su hermana Leonor para refugiarse en la Tierra de Campos palentina, Solar señorial de los Girón y los Téllez que se mantenían leales a la infanta, ofreciéndola incondicional protección.

Torreón e interior de la iglesia de Autillo de Campos con el escudo de Gonzalo Ruíz Girón en su interior
Desde la primavera de 1215 hasta enero de 1217 continuaron los asuntos del Reino por el mismo camino. Cabe destacar que al rey lo casaron los Laras con la infanta Mafalda de Portugal en agosto de 1215, siendo el matrimonio anulado por consanguinidad a los pocos meses. Posteriormente intentó Don Álvaro sin éxito casarlo con una de las hijas de Alfonso IX de León. Bien sabía el Conde, que sí por una desgracia fallecía el “Rey niño”, la Corona castellana pasaría inmediatamente a manos de Doña Berenguela.

A pesar del poder de los Lara, muchos eran los nobles y ciudades en Castilla que se mantenían fieles a la infanta, y así, en enero de 1217 se desatan los acontecimientos tras un ardid de Don Álvaro, que falsificando una carta de la infanta en que preguntaba por la salud de su hermano, pretendía hacer creer al Reino que esta quería acabar con la vida del Rey. No lo creyeron los toledanos de Maqueda, donde se encontraba el Conde junto al Rey, obligando a estos a huir a galope de la villa hasta su cercano refugio de Huete. Viendo el Conde que no podría hacerse con el Reino completamente hasta que no sometiese a la infanta, reunió a sus poderosas mesnadas y decidió lanzarse a la guerra.

Iglesia de Meneses (Palencia) con los bustos de Alfonso y Suero Téllez en los lados
Sabemos que a finales de marzo se encontraban los Lara en Valladolid, desde donde comenzaron sus ataques por la villa de Val de Trigueros que quedó devastada, y desde allí a Montealegre, cuya fortaleza defendía Suero Téllez de Meneses, héroe de Las Navas y hermano menor de Alfonso, Señor de Meneses, y de Don Tello, obispo de Palencia. Tras rendir Montealegre, como nos cuenta Jiménez de Rada continuó: “Después desto el conde, saliendo dallí con el rey, fue robando e destruyendo por Campos muchas cosas; et uniendo faziendo mal daquella guisa”. Sabemos que a partir del cinco de mayo asediaron los Lara Villalva del Alcor, a la cual consiguió defender con bravura Don Alfonso Téllez de Meneses, y así, ante la imposibilidad de tomarla, decidió Don Álvaro atacar directamente a Doña Berenguela en Autillo de Campos, donde se encontraba protegida por el Señor de Frechilla, don Gonzalo Ruiz Girón.

Dejó claro Don Gonzalo que no rendiría la fortaleza, comenzándose así el asedio de los Lara, y mientras tanto Alfonso Téllez acudió hasta Toro a pedir ayuda al rey Alfonso IX, quien envió quinientos caballeros leoneses en defensa de Doña Berenguela. Enterado el Conde de Lara, levantó el cerco a la fortaleza de Autillo, no sin antes arrasar las cercanas villas de Frechilla y Cisneros.

Escenificación de la muerte del Rey Enrique
Justo en ese momento, concretamente el 27 de mayo, se produjo el accidente del joven Rey en el Alcázar Episcopal de Palencia, donde le había dejado Don Álvaro al cuidado del obispo Tello Téllez. Nos cuenta la tradición que una piedra jugando al tejo le golpeó en la cabeza, dejándole gravemente herido. En pocos días murió Don Enrique, y aunque el Conde escondió el cuerpo en el castillo de Tariego, aduciendo que se estaba recuperando, no tardaron la infanta y sus leales en enterarse del triste fallecimiento del Rey.


Envió inmediatamente Doña Berenguela a sus leales Gonzalo Ruíz Girón, Alfonso Téllez de Meneses y Lópe Díaz de Haro, Señor de Vizcaya, a la Corte Leonesa para reclamar la presencia de San Fernando, argumentando la necesidad que tenía la infanta de ver a su hijo en tan difíciles momentos. A pesar de las dudas de Alfonso IX respecto al requerimiento, dejó ir a su hijo -recordemos por entonces heredero del Reino de León- junto a su madre a Castilla. Ni el propio San Fernando conocía que este viaje lo coronaría como rey de Castilla, y mucho menos suponían padre e hijo que nunca más volverían a verse en vida.

23/04/2016 (Autillo de Campos)
Luis Carlón Sjovall
A.C.T. Fernando III el Santo

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