“VERDADERO NACIMIENTO Y
FUNDAMENTO DE LA
NACIÓN ESPAÑOLA ”
III CONCILIO DE TOLEDO
8 de mayo de 589 / 8 de mayo de
2019
Con esta máxima descrita
por Don Marcelino Menéndez Pelayo en su Historia
de los heterodoxos españoles nos reafirmamos como orgullosos hijos de
España, pero no de cualquier España como mero concepto nominal y evocación de
un nacionalismo afectivo, pero sin verdadero
fundamento patriótico. Nosotros nos reconocemos como los verdaderos hispanos
del siglo XXI y como genuinos descendientes de aquellos hombres que
presenciaron el nacimiento de nuestra nación. Proclamamos libremente amor
indestructible y lealtad irrenunciable a nuestra Patria explicitada en el Tercer Concilio de Toledo, el ocho de mayo del año 589, tercero del reinado de
Flávio Recaredo, en cuanto Reino unido en la verdadera fe católica.
Muchos dudan que en
nuestra era sea ya posible ser y sentirse español. Muchos reniegan de la
existencia de un cordón umbilical y un lazo encadenado de generaciones que mantienen la llama de ese
espíritu fundacional. La desesperanza al creer que la tradición se ha quebrado
y que sólo nos queda aceptar las categorías de la modernidad para pensar la
política, es un sentimiento que debemos desterrar de nuestros corazones. Su
lugar debe ser ocupado por la fértil esperanza en la Providencia divina que
aún reclama de los pueblos hispanos un protagonismo en la historia de Occidente
y, por que no aventurarlo, en el orbe entero.
Algunos mancillan el
apelativo patriota, cayendo en un
fácil nacionalismo moderno a imitación del que engendró nuestra secular enemiga
la revolución francesa. A muchos jóvenes les hacen creer que España surgió como
nación con la
Constitución de Cádiz, y gracias a la voluntad de unos
diputados circunstanciales. Otros, peor incluso, ilusamente creen que la única
posibilidad de defensa y definición está en un mediocre texto constitucional
regateado en escasos meses dando lugar a una idolatrada Constitución en 1978.
No es difícil demostrar que la inmensa mayoría de males que actualmente
sufrimos, ya están contenidos en potencia en ese texto. Otros, como
consecuencia de las leyes educativas derivadas de esta Constitución que
pretenden asociar a un frívolo patriotismo constitucional, es la que ha llevado
a que casi toda una generación haya dejado de creer que España sea una nación,
y mucho menos una Patria.
Por ello, es
imprescindible, por no decir vital, que de nuevo afirmemos nuestro orgullo
nacional. Una nación, una Patria, generada en la perseverancia de un pueblo
fiel que nunca quiso renegar de su catolicismo y caer en el arrianismo, y por
una Monarquía Goda que fue consciente que la unidad de los pueblos ibéricos era
un bien superior. Así, esta unidad creada en tiempos de Recaredo, pudo
sobrevivir incluso a una multisecular invasión musulmana, Fue continuada en la
unidad de la fe católica durante siglos alumbrando, desde la lealtad a nuestra
tradición, las mayores gestas militares de la Historia ; alumbrando
libertades individuales y colectivas impensables para cualquier otra nación de
su época; suscitando la evangelización del Orbe que se sustentaba en leyes de
justicia universal cristiana, nunca antes ni después conocidas. Bajo el amparo
de esta realidad nacional, surgieron los más grandes genios de las artes, así
como inigualables gobernantes de la talla de San Fernando, los Reyes Católicos
o Felipe II. Y todo ello siempre fundamentado en ese compromiso trascendental
que significó el III Concilio de Toledo.
Tras la caída del Reino
Visigodo, nunca se perdió la conciencia de esas raíces. Así, los diferentes
reinos cristianos que fueron surgiendo bajo los impulsos de la Reconquista , nunca
perdieron la conciencia de pertenencia a una tradición común que orientó sus
esfuerzos de Reconquista. Ella culminó con la reunificación de estos reinos en
la nación más vieja y fuerte de Europa; posteriormente en el Descubrimiento,
Conquista y Evangelización de América y, con ello, en la consolidación de la Monarquía Hispánica
como uno de los Imperios más potentes y justos de la historia.
Por todo ello, hoy como
ayer, manifestamos nuestro orgullo en cuanto que españoles y herederos de esta
más que milenaria tradición. No podemos, por tanto, menos que proclamar lealtad
a nuestra historia y a nuestras tradiciones. España fue el objetivo de todo
tipo de imperios y fuerzas que explícitamente se posicionaron con el alto
prodigio de la
Cristiandad. España se desangró por defender la fe católica
en el mundo entero, por defender el papado ante las más adversas de las
circunstancias y de ahí el odio que le profesan tantos. Incluso hoy, nuestra
sociedad desnortada por mediocres gobernantes, sigue siendo objeto de ataques
constantes a su identidad y raíces. Una doble tenaza agarrota nuestra alma: los
inicuos nacionalismos separatistas y la disolución en un abstracto mundialismo
que amenaza con disolver un cuerpo social multisecular. Como bien nos avisaba
Don Marcelino Menéndez Pelayo, perdiendo la unidad patria, desaparecerán los
objetivos comunes y con ello la posibilidad de desempeñar nuestro papel en la
historia.
Nuestra Patria surgió
ante el desmorone del Imperio Romano y con la esperanza de forjar un mundo
mejor. Lejos de nosotros el desaliento por los efectos de tantos ataques contra
nuestra identidad, a veces sutiles, a veces cruentos. Nosotros no hemos perdido
nunca la esperanza en el renacimiento de la Patria. Ahora
queremos transmitir esa ilusión, ese sueño, esa esperanza, a las nuevas
generaciones. Queremos mantenernos al margen de los nimios cortoplacismos de
los partidos políticos, que operan en un marco
constitucional de cortas miras y condenado al hundimiento. Nosotros, por el
contrario, queremos forjar Patria, germinar Hispanidad, fructificar
Cristiandad. Es el momento de una nueva Reconquista; una reconquista
espiritual, social, colectiva y, algún día, política. Pero si no rehacemos la verdadera amistad de
compatriotas aunados en lo común universal con lo que nos identificamos, todo
será estéril. Este es el primer llamamiento, desde hace muchas décadas, a
iniciar este proyecto, sin más ambición que servir y dar.
Nuestra esperanza
humana, sólo puede reposar en lo sobrenatural. Y no hay más esperanza teologal
que la que se fundamenta en la confianza del Sagrado Corazón de Jesús. A Él nos
consagramos para que haga realidad su promesa: “Reinaré en España con más
predilección que en otras naciones”. Y nosotros, nuestras asociaciones y
nuestros esfuerzos, solo han de tener una única ilusión: “ser siervos útiles” e instrumentos de este triunfo.
FORMIDABLE. EXCELENTE.
ResponderEliminarExtraordinario. Es la eterna y vetdadera España, instrumento de la Divina Prividencia.
ResponderEliminarMagistral. Cuanta falta nos hace reavivar estos textos y recuperar nuestra verdadera historia.
ResponderEliminarMaravilloso, referencial, claro e indubitable.
ResponderEliminar