Presentación del libro "El Gran Capitán"


Con motivo del recientemente cumplido Vº Centenario de la muerte de Don Gonzalo Fernández de Córdoba, "El Gran Capitán" (1453-1515), la A.C.T. Fernando III el Santo organiza una conferencia sobre la vida del inigualable caudillo cordobés, a cargo de Don José Andrés Álvaro Ocáriz, quien recientemente ha escrito un libro sobre su vida titulado "El Gran Capitán". Una buena oportunidad para conocer la vida y hazañas de quien fue el más leal y heroico capitán en la España de Los Reyes Católicos.

Viernes 19 de febrero a partir de las 20:00 horas en la Biblioteca Pública de Palencia


En este libro encontrarán reflejada la vida de uno de los personajes de nuestra Historia cuyo conocimiento es indispensable: Gonzalo Fernández de Córdoba, también conocido por El Gran Capitán. A lo largo de las páginas del libro encontrarán sus hazañas, sus victorias,… todo ello acompañado con una selección de fotografías, los planos de sus batallas, la explicación de las mismas, etc.

En el V Centenario del fallecimiento de este bravo militar, este libro pretende darnos una visión actualizada de su vida y de la labor que llevó a cabo, huyendo de todo eruditismo, por lo que su agradable lectura lo convierte en un libro ameno,  apto para todo quien quiera recordar las páginas más vibrantes de nuestra Historia y a uno de los héroes principales de la misma.

El "carro" de Carrión de los Condes



El actual escudo de Carrión de los Condes mantiene en su heráldica el histórico carro
  A finales del S. VIII la frontera entre el Reino Cristiano de Asturias y el Emirato Omeya de Córdoba era un inmenso territorio que abarcaba desde el Río Duero hasta los valles próximos al montañoso norte hispano. Gracias a la política de “tierra quemada” desarrollada durante el reinado de Alfonso I de Asturias, se habían conseguido tres objetivos que a la larga serían decisivos; repoblar el Reino de Asturias con cristianos procedentes de la meseta, expulsar a los contingentes musulmanes de la frontera, y crear una espacio territorial amplísimo que reforzaba la seguridad en un reino como era el cristiano, aún demasiado débil como para tener una frontera abierta con el poderoso Emirato andalusí.

  Aún así, nos cuenta la leyenda, que como todas –mucho o poco- algo tendrá de realidad, que en la antigua población de Lacóbriga, junto al Río Nubis –actual Río Carrión-, los sarracenos mantenían una fortaleza llamada Monte Argel –donde hoy se alza la iglesia de Belén-, con importante guarnición militar, desde la que se dedicaban a hostigar los territorios cristianos del norte. Muchas fueron las veces que se intentó tomar la fortaleza al asalto, pero la privilegiada situación defensiva que poseía la plaza permitía resistir a los mahometanos, con el riesgo para los territorios cristianos que ello suponía.

  En el año 791 Alfonso II el casto es coronado Rey de Asturias, decisión que disgustó sobremanera al emir Hisham I, que le veía, y con razón, como una amenaza real para sus intereses. Así, utilizando como base de operaciones la fortaleza de Lacóbriga emprendió el emir dos saqueos consecutivos los años 794 y 795 sobre el Reino asturiano, llegando a saquear por dos veces Oviedo, reciente capital del Reino. El rey Alfonso, que escapó de la muerte milagrosamente en la Batalla de Burbia en 795, entendió que la única forma de acabar con las incursiones sarracenas en el propio corazón del reino era tomar la fortaleza de Monte Argel, y así, a sabiendas de que militarmente era imposible, ingenió un plan que podríamos calificar como el “Caballo de Troya” de nuestra Reconquista.

  En el invierno de 796, un carro con media docena de hombres se plantó ante Monte Argel ofreciendo carbón a los soldados musulmanes. Estos, que en un principio dudaron, les abrieron las puertas de la fortaleza para que los extraños depositaran el carbón en sus almacenes; pero ocurrió que al poco de entrar los falsos carboneros –en realidad soldados cristianos- sacaron de entre el carbón que el carro portaba sus escondidas espadas, dando muerte a los despreocupados sarracenos que custodiaban el portón. Consiguieron los astures resistir en la entrada hasta que un grupo mucho mayor de los suyos que se encontraba agazapado a escasa distancia consiguió llegar a la posición donde estos aguantaban sucesivas embestidas . El combate sin duda fue a muerte, y según nos cuenta la leyenda salieron vencedores los cristianos capturando y dando muerte al contingente sarraceno. Nunca más, a partir de este momento, los musulmanes tuvieron una plaza al norte del Río Duero, ni consiguieron asolar el Reino de Asturias con la facilidad que hasta entonces lo habían logrado.

  Conseguida la plaza, quiso el Rey Alfonso el casto erigir una iglesia en señal de gracias bajo la advocación de la Vírgen de las Victorias. El lugar fue rápidamente repoblado, renombrándose desde ese momento como Santa María de las Victorias, siendo este nombre sustituido posteriormente por el de Santa María de Carrión, en recuerdo al carro que consiguió engañar a los sarracenos. Con el paso del tiempo la localidad de Carrión fue ganando en importancia, convirtiéndose en uno de los lugares de referencia de la Edad Media española. Hoy, la histórica ciudad de Carrión de los Condes –nombre que ostenta desde el S. XVI- ya no goza de su grandeza pasada, pero en las calles se puede aún soñar con la magnífica historia de su pasado, así como observar el pasar diario de los cientos de peregrinos que continúan caminando por sus calles hoy, como lo hacían mil años atrás.. 

En el solar que ocupa la actual Iglesia de Belén se encontraba el castillo de Monte Argel
El Camino de Santiago a su paso por Carrión de los Condes

15/01/2016                                            
Luis Carlón Sjovall
A.C.T. Fernando III el Santo

Espada Lobera: ¿El huevo o la gallina?



  Nuevamente, y por décimo-primera vez desde que en 1978 se inauguró el actual sistema político en España nos encontramos con que tenemos nuevos diputados en Cortes. La fiesta de la Democracia habló, y el Pueblo estará presente en el Parlamento, representado por los partidos políticos que salieron elegidos en las Elecciones Generales del 20-D. Ahora toca que los diferentes grupos políticos que se encuentran representados en el Congreso de los Diputados, se pongan de acuerdo en la búsqueda de un gobierno estable que asegure la estabilidad necesaria.

  Dicho así, alguno pensará que me he vuelto loco, o que me he pasado al bando de los malvados. Pero tranquilos, aseguro que no es así, simplemente creo que mi exposición inicial, se basa en la visión de la mayoría de nuestros compatriotas, -¿de verdad no vemos representados a nuestros compatriotas en los partidos presentes en el hemiciclo? Yo en verdad pienso que tanto el pueblo, como asimismo la mayoría de los políticos, creen verdaderamente en ello. Lo que ocurre, es que ni ser mayoría, ni creer ciegamente en algo, son en absoluto garantías de razón, verdad y justicia. Y ese, al fin y al cabo es el gran problema de los sistemas democráticos pos-revolucionarios que en el mundo occidental conocemos; que su fuerza se asienta en una gran y asquerosa mentira.

  Hay un hecho objetivo irrefutable, y es que el nivel de los representantes en cortes, disminuye desde hace décadas inexorablemente en calidad intelectual, estética y moral, legislatura tras legislatura, y sin ápice de tener pinta de reversibilidad. Entonces, podemos decir nosotros, como manifiestan los hipócritas que se autodenominan de derechas e izquierdas, ¿que los políticos están afuera de la realidad social? Yo aseguro rotundamente que NO, y que son tan hijos de esta sociedad como cualquiera de sus votantes. El político actual, salvo raras excepciones, no proviene de una casta o jerarquía gobernante.; viene del pueblo, y por eso al igual que el pueblo vive en una constante búsqueda de la mediocridad. Por lo tanto, el político sencillamente es el fiel representante del ciudadano en la conquista de ese objetivo. Así que, como responder ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? No tiene respuesta, en el caso que nos ocupa, ¿qué fue antes, el votante, o el político? Tampoco la tiene, pues son la misma cosa. Siento el disgusto, pero en honor a la verdad tengo que recordar que la verdadera casta gobernante no se presenta a elecciones.

  Y esto, que es dramático para pueblos y naciones, es así, no porque ciudadanos y políticos hayan decidido libremente aceptar esta situación legal y social libremente, sino porque ambos son dirigidos por entes internacionales mucho más poderosos, que con la engañifa de la democracia y la libertad hacen y deshacen a su gusto y beneficio. Lo cual  no quita que los políticos que llegan a cargos ejecutivos de altura e importancia, sean iniciados convenientemente en el verdadero “modus operandis” del sistema.

  De verdad, no nos engañemos. El verdadero problema no son los partidos, somos nosotros con nuestra falta de lealtad la Verdad. Y por ello, solo por ello, el sistema ha llegado a tal grado de putrefacción tras siglos de “ingeniería social” que ni siquiera necesita manipular los resultados electorales, pues con dirigirlos como el pastor lo hace con el rebaño, es más que suficiente. Y es que en verdad no hay peor libertad, que la que te regala tú enemigo..

14/01/2016
Luis Carlón Sjovall
A.C.T. Fernando III el Santo

Batalla de Golpejera (1072)


Miniatura medieval sobre la Batalla de Golpejera
  El helador invierno palentino del año 1072 fue testigo de una de las batallas más grandes de nuestra historia, y por sus consecuencias posteriores podemos considerarla una de las más trascendentales. Conocida como Batalla de Golpejera, Volpejera o Vúlpejar, aún hoy, casi mil años después aún se duda del lugar exacto donde los ejércitos de los reinos de León y Castilla se enfrentaron con el fin de dilucidar cual de sus dos monarcas asumía la supremacía. Pero para entender el porqué Sancho y Alfonso, siendo hermanos decidieron jugarse su futuro a una carta en Golpejera, tenemos que retroceder unos pocos años.

  En el año 1035, tras un fructífero reinado muere el Imperator Totius Hispaniae Sancho III de Navarra, dejando un inmenso legado a sus hijos que abarcaba además del Reino de Pamplona; los condados de Castilla, Aragón, Sobrarbe y Ribagorza. Siguiendo la tradición Navarra, García como hijo mayor heredó el reino pamplonés; Fernando, el segundo, el condado de Castilla convirtiéndose en su primer Rey independiente; y el hijo menor, Gonzalo, se quedó con Sobrarbe y Ribagorza. Además Sancho desposo a Jimena, su única hija, con el rey Bermudo III de León, y otorgó el condado de Aragón a Ramiro, -hijo ilegítimo- que al igual que Fernando se alzó como rey del entonces pequeño condado aragonés.

  Al poco de morir el rey Sancho, comienzan los conflictos entre sus hijos, de los cuales saldrá claro vencedor Fernando. Tras derrotar y matar en la Batalla de Tamarón a Bermudo III de León (último de la dinastía de Pelayo), se hace con el trono leonés al estar Fernando casado con Sancha, hermana de Bermudo y heredera legítima; posteriormente, en 1074 Fernando da muerte a su hermano García en la Batalla de Atapuerca, convirtiéndose en monarca supremo de la España cristiana.

  Fernando, reconocido por la historia como “el magno”, dirigió con mano de hierro sus dominios, además de reforzar de forma decisiva el poder cristiano frente al Islam en España. A su muerte, en 1065, decidió al igual que su padre repartir los reinos entre sus hijos, dejando en herencia Castilla –su reino por derecho- a Sancho que era el mayor; León al segundo, -y parece que favorito- Alfonso; y Galicia y Portugal a García. A sus hijas Urraca y Elvira las entregó los señoríos de Zamora y Toro.

Mapa aproximado de España a la muerte de Fernando I el "magno"
  Dos años transcurrieron en paz entre los hermanos tras la muerte de su padre, los que se mantuvo con vida la Reina viuda Sancha. A partir de ese momento, se sucedieron los enfrentamientos entre los hermanos en busca de volver a unificar el territorio bajo una sola corona. El primer enfrentamiento de cierto nivel, tuvo lugar en Palencia en 1068, -bueno es recordar que el territorio palentino que transcurre entre los ríos Pisuerga y Carrión estaba en disputa por ambos reinos desde tiempos de Sancho el Mayor, aunque oficialmente se mantenían bajo poder leonés- concretamente en terrenos del actual municipio de Lantadilla. Esta batalla, conocida como de Lantada, enfrentó a lo más selecto de los ejércitos castellano y leonés, bajo la premisa de que quien venciera se haría con los dos reinos; más cuando la contienda comenzó a decantarse del lado castellano, Alfonso se retiró picando espuela hacía zona segura antes de ver perdida su corona, y su vida.

  Los cuatro años que transcurrieron entre las Batallas de Llantada y Golpejera, lo invirtieron Sancho y Alfonso en repartirse el Reino galaico-portugués de su hermano pequeño. Mediante un acuerdo, Alfonso dejó pasar a las tropas castellanas por territorio leonés para combatir en Portugal, a cambio de que una vez vencido García, los territorios se repartiesen entre castellanos y leoneses. Así ocurrió en 1071, y el pequeño García acabó capturado en Santarém, y poco después exiliado a su paria sevillana. Lógicamente, todos sabían ya, que tras conquistar Galicia y Portugal, lo siguiente era disputarse nuevamente el dominio sobre todo el territorio entre castellanos y leoneses. Y eso ocurrió de nuevo en Palencia, en la Batalla de Golpejera.

  La tradición nos marca que el enfrentamiento se produjo entre los actuales  términos de Villamuera de la Cueza y Cardeñosa de Volpejera. Una placa recuerda en una finca privada que se encuentra entre estas dos localidades, que justo ese lugar fue el que acogió tan importante contienda. Pero decíamos antes que el lugar no es seguro, y estudios recientes parecen indicar que más bien fue cerca de la actual localidad de Villarmentero  –en pleno Camino de Santiago- donde se produjo el combate. Nombres como La Reyerta, La Matanza o La Mortera se mantienen en la memoria de las gentes de la zona desde siempre como el lugar real de la batalla, así como también se encuentra cerca el sitio conocido como Las Tiendas, donde se supone que se estableció el campamento castellano.

  Sea como fuere, lo cierto –así nos lo reconocen todas las grandes crónicas medievales- es que bajo el frío amanecer del doce de enero de 1072, todo hombre en disposición de combatir por parte de ambos reinos se encontraba en Golpejera dispuesto a morir, o a convertir a su rey, en el único heredero de Fernando I el magno. De parte castellana comandaba la hueste junto al rey Sancho II, su alférez Rodrigo Díaz de Vivar; y de parte leonesa sobresalía la figura del conde de Saldaña Pedro Ansúrez, alférez real de Alfonso VI de León.

  Durante todo el día se combatió sin tregua, la crónica nos dice que las bajas en ambos bandos fueron cuantiosísimas, y que al final de la jornada la victoria parecía segura para las huestes leonesas. Con la llegada de la noche, el combate de manera sorprendente paró, ante la huída desordenada de los castellanos. La decisión de Alfonso de no perseguir, y dar muerte a los castellanos tras la huída, es de las más controvertidas de siempre para los historiadores, pues supuso a la postre la reagrupación durante la noche del ejército castellano, y un contraataque al amanecer que sorprendió a los leoneses, -quienes ya se veían vencedores- dando muerte a muchos de ellos, y haciendo huir al propio Rey, que consiguió resguardarse en la cercana iglesia de la Santa Virgen de Carrión de los Condes.

  Allí mismo fue capturado Alfonso, y llevado encadenado por todos los castillos y ciudades hasta Burgos, donde se le hizo renegar de sus derechos sobre la Corona. Alfonso, al igual que antes su hermano García, marchó junto a su alférez camino del destierro, en este caso a Toledo; así nos lo cuenta La Crónica Compostelana “Bello captos, alterum scilicet Aldephonsum, Toletum”

  Sancho II fue el vencedor absoluto en Golpejera, y salió proclamado Rey de todos los reinos que su padre ostentó. ¿Todos? No, aún le quedaba tomar Zamora, en propiedad de su hermana Urraca, y leal a Alfonso. Allí, en la batalla más sencilla de cuantas afrontó, encontró Sancho “el fuerte” pocos meses después la muerte de forma traicionera a manos del noble leonés Bellido Dolfos; y de esta rocambolesca manera, Alfonso “el bravo”, derrotado en batalla, acabó proclamándose soberano de todas las tierras y súbditos de los reinos de León y Castilla.. Ahí comienza su extraordinario reinado, y la leyenda del destierro del Cid, pero eso ya es otra historia..

Cardeñosa de Volpejera, lugar donde históricamente se localiza la Batalla
Posible Campo de Batalla con Cardeñosa de Volpejera al fondo
Lugar conocido como "Las Tiendas" en Villarmentero de Campos (Palencia)

12/01/2016
Luis Carlón Sjovall
A.C.T. Fernando III el Santo

El Carlismo perenne




¿Por qué el Carlismo sigue vivo y perseverante a través del tiempo, las vicisitudes y los reveses? ¿Por qué, después de tantas y tantas derrotas… vive todavía? Nunca vencido -siempre a medio triunfar- el carlismo.

El carlismo… Muerto por una maldita bala del demonio: Tío Tomás Zumalacárregui, caudillo glorioso, ejemplar de la nobilísima raza vasca, soldado íntegro desde la cuna de Ormáiztegui hasta el mortuorio de Cegama: heredero de Viriato, ¡bendita sea la madre que te parió y la tierra que te cubre! El carlismo… Vendido por traidores (Maroto) a patanes ayacuchos (Espartero), con la tercería de arrieros gananciosos (Machín Echaure el de Bagorta). El carlismo… Adulterado por la desesperanza y el desaliento extraviado (Sabino, pobre Sabino… ¡con la casta que tú tenías!). El carlismo… Falsificado por escritores de fortuna al servicio de las logias… El carlismo… Bloqueado económicamente por maniobrantes dineranos (Rothschild). El carlismo... asesinado en la madre de Cabrera por un pelotón de fusileros desalmados... Ramón Cabrera del Maestrazgo, rugiendo como un tigre, sediento de sangre liberal en su Némesis. El carlismo… Correteado por ejércitos cipayos y mercenarios extranjeros, perseguido y hostigado por los caminos que cabalgó D. Quijote de la Mancha con Sancho: Miguel Sancho Gómez Damas, nuevo Quijote a la cabeza de miles de Quijotes, nuevo Sancho contra malandrines desamortizadores y vendepatrias, nuevo Quijote muerto lejos del campanario de nuestra patria, nuevo Sancho enterrado en suelo bordelés. El carlismo... todos los grandes dramas que no se escribieron en pequeñas crónicas, todo el dolor y la nostalgia de los carlistas exiliados en Francia, en Argentina, en Uruguay... Con el alma en un hato, despidiéndose de sus valles y de sus caseríos, de sus cortijos, de sus masías, de las tumbas santas de sus ancestros, yéndose para no regresar jamás. El carlismo... voz del bardo que cantó al Árbol Santo, Iparraguirre inmortal.

El carlismo… Ninguneado en los corrinchos parlamentarios. El carlismo… Diplomáticamente desoído por los gabinetes de Franco… Pero ¿es que no os percatáis de que el Carlismo es España? Pobre España, madre desgraciada, ultrajada, vendida, traicionada, comprada, esquilmada, calumniada, pero… ¡Nunca vencida!

España, tan distinta de esta mamarracha, una estrella más en el trapo europeo, pintarrajeada como las putas, viviendo en un absurdo carnaval, haciendo las esquinas en la aldea global, de espaldas a los pueblos españoles de América, rifada en las letrinas bursátiles, falsa España centralista y descentrada. ¿Qué te queda a ti, falsaria España, de la España de nuestros padres? Esos rostros pueblerinos, nobles como el pan de pueblo, severos como la vara de un maestro, verdaderos como el catecismo, santos como la iglesia y el hogar... Esas caras no han muerto, viven todavía por la vida que tuvieron. Y mirad, todavía veréis en las muchedumbres urbanas, caras hoscas que llevan un carlista dentro, caras que no pueden fingir el asco que les da todo el pan adulterado y el circo infame que las rodea: son caras carlistas, de las que el Tío Sam no puede confiar. Pero hay hoy tantas otras caras... esas caras duras de hoy, caras blandas de hoy, máscaras sin vergüenza ni honor. Falsa España de caras falsas de hoy... de ti no queremos ni el aliento nauseabundo que exhalas.

Tú, que no quieres que se escuche la lengua vasca del sílex: no eres España. Y tú, que no quieres que se escuche la lengua del enamorado Macías: no eres España. Y tú, que no quieres que se escuche la lengua en que cantó Verdaguer a la Atlántida... No eres España. Tú, que no quieres que se hable la lengua que te hace universal, no eres ni vasco, ni gallego, ni catalán. Vosotros sois la España falsa del cacique liberal, conservador o progresista, da igual; españolista o separatista, da igual. No sabes lo que fueron tus padres... ¡Regresa a la casa del abuelo, y lo verás!

¿Cómo es que todavía existen carlistas? Pues que todavía queda España.

¿Cómo se explica que existamos? Pues que todavía amamos a la España neta.

Si el carlismo consistiera en la exclusiva defensa de una rama dinástica: ya no habría carlistas. Si el carlismo consistiera exclusivamente en la Patria: ya no habría carlistas, tal vez nacionalistas españoles (como Narváez, Prim o Franco). Si el carlismo consistiera tan solo y no más que en los fueros, ya hubiéramos atajado, convirtiendo España en taifas que se revuelven por desintegrar la Patria.

No. El carlismo no podrá ser destruido jamás, pues unió a la Santa Madre Iglesia Católica todas las demandas justas que cifraba en su lema, y la Iglesia no tendrá fin; y el carlismo, como cúspide de todo, puso a Dios y... ¿quién como Dios? -tronó la voz de San Miguel Arcángel. El lema del carlismo: Dios, Patria, Fueros y Rey, por ese orden, constituye un perfecto programa político que tiene perduración sin fin.

Pues mientras haya un estremecimiento en el corazón que ansíe la rubicundez de la parva, la calma de la era, el viento peinar los trigales y las trochas sobre las cosechas. Mientras haya un poeta que se embelese con el chorro del caño de un manantial. Mientras que haya unos ojos enamorados de las casas antiguas y blasonadas. Mientras que haya un corazón que abomine de los ruidos inhumanos y maquinales. Mientras que haya quien execre de toda la artillería química que mata a los animales, destruyendo la naturaleza… Alguien me dijo: habrá un carlista.

Mientras haya un joven buscando la raíz de su nostalgia, y la encuentre en el vago sentimiento de la vergüenza insufrible de saber que España está tan por debajo hoy de las grandezas de sus antepasados, que España no es gobernada por los españoles, y quiera despertar… Alguien me dijo: habrá un carlista.

Mientras que haya una abuela que de la mano lleve a su nieto a una iglesia, y le enseñe la talla del Sagrado Corazón de Jesús, y le diga “Cristo es Rey”… Alguien me dijo: habrá un carlista.

Mientras que haya un buscador, perdido entre las ruinas de todo lo que fue y jamás volverá a ser, extraviado buscador sobre los escombros de lo que es, pero dejará de ser… Alguien me dijo: habrá un carlista y hará que lo que nunca dejó de ser, vuelva a su ser.

Mientras que haya custodios de la Tradición que, a través de la vorágine de los tiempos, hagan pasar el legado a los que queden… Alguien me dijo: habrá un carlista.

Y si no hay Don Carlos… Seguirá habiendo carlistas. En los rostros de nuestros antepasados está España. Que los rostros de nuestros descendientes sigan siendo España. El carlismo es inmortal.

Que el Espíritu Santo renueve la faz de la Tierra.



Fecha original: año 2009

Manuel Fernández Espinosa
A.C.T. Fernando III el Santo de Jaén

Espada Lobera: Lo que hagamos hoy, repercutirá mañana



  Dicen que el verdadero sentido de un acto, se descubre cuando dan la cara sus consecuencias, y esto puede tardar minutos o siglos, pero al final la verdad reluce para quien aún es capaz de ver. Así es que el mundo en que vivimos, nunca es el generado por nuestros contemporáneos, sino la consecuencia de los actos de nuestros ancestros. Al respecto se podrían analizar muchas de las circunstancias acaecidas en el mundo los últimos siglos, y que han sido de mayor o menor manera responsables de la situación actual del occidente cristiano, pero en este caso solo me referiré a la religión y el nacionalismo, pues en los actos llevados a cabo en su nombre los últimos siglos, encontraremos -y soportamos- las consecuencias.

  La Religión cristiana, y más concretamente la Católica, unió y fortaleció Europa durante siglos, llegando a llevar a sus pueblos, en el estricto seguimiento de la Palabra del Salvador, a límites de justicia, libertad, arte y conocimiento nunca antes alcanzados por ningún otro pueblo. Pero en el mundo, no todos aspiran a que los pueblos de desarrollen según los mandatos del Señor, y así desde el principio, fueron muchos los que uniéndose en sectas, logias y demás grupúsculos conspiraron, dedicando su vida y alma en favor de la ignorancia, la injusticia y la esclavitud de los hombres. La Iglesia siempre se mantuvo alerta de estas amenazas, y así fueron siendo desactivados durante siglos una tras otra todas las amenazas que en forma de herejía se presentaban. Pero todo cambió a partir de los siglos XIII-XIV, con el auge de los burgos y la pérdida de poder de la nobleza; a partir de ese momento, estos grupúsculos se vieron reforzados económicamente, y lo que es más importante, con miembros cercanos al poder.. No se supo ver a tiempo, o simplemente no se le dio la importancia necesaria, pero lo cierto es que en apenas dos siglos toda Europa era ya un “totum revolutum” de sectas protestantes gobernando pueblos, y a punto estuvo ya entonces de imponerse por completo ese nuevo orden, si no hubiese estado la Monarquía Hispánica para impedirlo. Lógicamente, pues su naturaleza no era divina, estas nuevas “religiones” fueron deviniendo en políticas de control de la población y perdiendo progresivamente su presunto carácter religioso; pero en lo que se refiere a la Iglesia católica, tampoco el mal terminó con Trento, pues la infección ya había penetrado en Roma. Y así, poco a poco, pero sin pausa, tanto las órdenes religiosas como parte de la jerarquía fueron sucumbiendo frente a estas sectas que ahora se hacían llamar revolucionarias e ilustradas. El siglo XIX y la primera mitad del XX fueron una lucha constante entre los defensores de la Santa Religión, y las viejas logias que ahora con nombres como liberalismo o marxismo, no solo manipulaban a buena parte del pueblo y gobernaban diferentes estados, si no que acabó por infiltrarse en la Iglesia Católica hasta el tuétano. Y así, si la Primera Guerra Mundial fue la caída de los pocos Reinos Cristianos que aún se sostenían, y con ello la caída de los defensores de las iglesias católicas y ortodoxa, la Segunda la podemos considerar como la guerra necesaria para que el nuevo orden dominara ya todas las naciones de occidente, así como a la Iglesia Católica, que a falta de quien la defendiera, decidió claudicar en buena parte de su naturaleza divina en el CV II. A día de hoy, casi siete décadas después del Concilio vemos que todos estos actos no frenados a tiempo, nos han devenido en unas consecuencias devastadoras para los católicos.

  No escapan al infame tufo revolucionario las naciones, que si en origen nacieron como unión de pueblos, salvaguardados por el Rex; la Revolución las utilizó desde el principio simbólicamente para mantener al pueblo unido, hasta que llegará el tiempo, una vez vacías de sustancia, de destruirlas. La idea es clara, y además ha demostrado ser la más efectiva de las armas jacobinas. Para entender como se desarrolló este inmenso engaño, tenemos que volver a esa nobleza y burguesía de la que antes hablaba que como Adán, decidió morder la manzana, e infestar el mundo con su pecado. Desde los siglos XIV-XV logias nacidas en el ambiente de estos ordenes sociales fueron alejando a los reyes del Pueblo, propiciando corrupción y devastación, hasta poder ofrecer a dicho pueblo el poder sobre la nación, llamando al Rey “tirano”, y haciéndose ellos mismos con el control en nombre del Pueblo. Pero lo cierto, es que en ese mismo momento, las naciones dejaron de existir, pues carecían de su sentido natural, y empezaron a languidecer mientras las logias acumulaban todo el poder a costa de un Pueblo despatriado de rey y fe, de tradición que lo defendiese de los abusos de los verdaderos tiranos que con rostro ilustrado condenaban a los hombres sencillos a una esclavitud a la que llamaron libertad. Claro, las gentes sencillas no lo sabía en un principio, lo cual no les quita responsabilidad en su traición y pérdida de libertades, pues su egoísmo ciego, fue quien realmente los guió. Muchas fueron las promesas dadas, de las cuales la más grave de todas fue hacer pensar que la nación, reconvertida a raíz de la Revolución en estado modernista, era la razón de ser de los pueblos. No sabía esta pobre gente, desnortada, que habían atacado el orden natural, y que sus actos en busca de la quimérica libertad revolucionaria sería no solo la causa de su miseria moral y terrenal, sino la de la futuras generaciones, además de convertirse ellos mismos en el garrote ejecutor de pueblos y naciones.

  Hoy, tras doscientos años de la creación de las naciones revolucionarias, podemos asegurar que las naciones ya no existen, pero tampoco existen los pueblos, ya carentes de tradición que los sostengan y los hagan progresar. Gran parte del mundo simplemente está en manos de una serie de grupos y logias criminales que gobiernan a sus anchas, manteniendo en apariencia las estructuras nacionales, con el único fin de que la turba mantenga un símbolo tradicional al que agarrarse. Más no nos engañemos, poco tiempo queda ya, pues el Pueblo ya ha sido suficientemente preparado, para que directamente se den por finiquitadas las naciones, como antes dieron por terminada a la monarquía, el deber, el honor, la educación o la lealtad a la Tradición Cristiana que durante milenios nos hizo crecer y progresar.

  Con esta reflexión sobre como hemos perdido nuestros derechos, solo quiero hacer ver que todo lo que nos han contado es falso, que el monstruo criminal revolucionario avanza. Y que nuestro deber es ser cuanto antes conscientes de que si no reaccionamos, podemos ser la última generación en el mundo con cierta consciencia de que realmente fuimos creados para ser libres, y crecer religiosa, intelectual y moralmente. Lo que hagamos nosotros, y lo que no hagamos, repercutirá en el futuro, como a nosotros nos han repercutido las acciones para bien o para mal de nuestros ancestros..

Dios, Patria y Rey

5/01/2016
Luis Carlón Sjovall
A.C.T. Fernando III el Santo