Hace más de 2.000 años, tuvo lugar un hecho que cambiaría la historia para siempre: el nacimiento de Cristo en un pequeño pueblo llamado Belén, muy cerca de Jerusalén, en la actual Palestina. Este acontecimiento tuvo tal importancia que, después de dos milenios, seguimos celebrándolo.
Aunque parezca una obviedad, es evidente que se trata de una fiesta eminentemente religiosa. Y digo esto porque parece ser que la tendencia actual es borrar, en algunos casos incluso arrancar, todo vestigio cristiano, no sólo de las festividades, sino también de la sociedad: “Halloween” por Todos los Santos, las comuniones “por lo civil”, las clases sin crucifijos…
Todos estos intentos de laicizar las festividades religiosas son siempre especialmente polémicos, debido al gran rechazo o resistencia que encuentran en la sociedad, que guste o no a nuestros gobernantes, es mayoritariamente católica.
Volviendo a la Navidad, etimológicamente, procede de “natividad”, que es lo que celebramos, la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo. La palabra inglesa para Navidad es “Christmas”, que viene a significar “Misa de Cristo” (Christ Mass).
Respecto a la fecha elegida para celebrar semejante acontecimiento (éste sí que fue un “acontecimiento planetario”), no es casualidad que se tomase el 24 de Diciembre. Durante siglos, los cristianos hemos celebrado el nacimiento de Cristo, sin preguntarnos por la verdad histórica de la fecha. Lo cierto es que, probablemente, Jesús nació en primavera, y probablemente, unos años antes de lo que popularmente se cree, entre cuatro y siete años antes.
Pero al margen de estas curiosidades históricas, que al fin y al cabo no son más que eso, curiosidades, lo importante es que se tomó el día 24 de Diciembre para hacer coincidir Su nacimiento con el solsticio de invierno. ¿Por qué? Pues porque a partir de esta fecha, los días comienzan, muy poco a poco, a ser cada vez más largos, es decir, la luz comienza a vencer, tímidamente, a las tinieblas. Es un símbolo que redunda en lo que celebramos: la Luz que Cristo trae al mundo para vencer al mal, a las tinieblas, a la oscuridad. La vida vence a la muerte.
Todo esto que cuento, lo hago porque creo que es importante conocer la historia para poder defender nuestras creencias y nuestra tradición.
El presente año, al que ya le queda poco, ha estado marcado por la crisis. La situación económica de muchas familias ha pasado y está pasando por momentos dramáticos. La avaricia (propia y ajena) nos ha arrastrado a esta situación. A esta complicada situación hay que unir el acoso constante que está sufriendo tanto la Iglesia como la Familia. Por eso, creo que esta es una gran oportunidad para intentar recuperar el verdadero sentido de la Navidad. Es el momento de luchar para evitar que se convierta en una fiesta más del calendario, el momento de reafirmar nuestras creencias, es el momento para celebrar el nacimiento de Dios, y celebrarlo en familia.
¿Quieren una sugerencia para estos días? Pásenlos con su familia y, por qué no, acérquense con ella hasta el Museo Diocesano y disfruten de las maravillas que encierra, muchas de ellas conmemorativas de los hechos que celebramos en estos días.
Lo dicho, Feliz Navidad.
Loyola - A.C.T. Fernando III el Santo.
Columna publicada en el periódico "Palencia Siete" el viernes 18 de diciembre de 2009, en la página 12.
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