Adjuntamos a continuación un fragmento del Pregón de San Antolín de la ACT Fernando III el Santo, con el que nos deleitó Ruiz Ortega el pasado jueves uno de Septiembre, en el Centro Social Blanca de Castilla.
Pregón es una palabra que
se refiere a una proclama. Los pregones eran muy importantes en la antigüedad,
cuando no existían medios de comunicación masiva. El pregón es un acto
de promulgación en voz alta, de un asunto de interés para el público y,
particularmente, el acto con el que se inicia una celebración. ¡Se hace saber a vuestras mercedes que los
juglares, al igual que los antiguos pregones y los pregoneros, han sido
sustituidos hoy día, por la radio y la televisión, donde además de transmitir
información animamos y exaltamos lo que queremos pregonar! Actualmente en países
como España se mantiene este tipo de pregón. En concreto, es habitual que
cuando se van a realizar las fiestas de una ciudad o pueblo, se invite a un
personaje ilustre para que dé un pregón. Con el pregón no sólo se inaugura la
programación de actividades organizada, sino que además se procede a ensalzar
ese evento y se anima a los vecinos y a los visitantes a que disfruten de estos
días de asueto.
Hoy, este humilde y
atípico pregonero se asoma al balcón cultural de esta genuina Asociación Tradicionalista
para invitaros a que nos animemos en la conmemoración de San Antolín. Cómo no, para
unirse y aunarse de forma festiva, olvidar el pasado faenario por unos días,
para celebrar juntos las ferias y fiestas del Santo Patrono de Palencia, San
Antolín.
No es día de convocar
mesnadas, porque de eso se encargan y saben mucho más “vuesas” mercedes,
valerosos caballeros que velan por la historia, a quien tengo el honor de
dirigirme. Y os emplazo recordar algo que pudo ocurrir para que este Antolín o Antoninus, recibiera la palma del
martirio allá por el siglo VI.
Los datos sobre este
santo son muy confusos, la historia y la leyenda se entrelazan de forma
confusa, hasta al punto que en ocasiones, se asimila su figura a la de Antonino de Apamea, mártir de Siria.
Que en aquella época también mataban cristianos en Siria. En lo poco que se
conoce, se mezcla lo legendario con lo real. En la vida de Antolín, parece ser
que la pérdida de sus padres, cuando él tenía apenas diez años de edad, fue su
desgracia. Le educó un tío suyo llamado Teodorico, que era rey de Tolosa (reino
visigótico del actual Toulouse) y vivía en las sombras de gentilismo
(gentilidad, idolatría y paganismo). Como Antolín
había vivido las máximas de la religión verdadera, y éstas habían echado
profundas raíces en su tierno corazón, de ninguna manera podía consentir ser
educado en las supersticiosas instrucciones que, por orden del rey, se le
daban. Practicaba Antolín la religión cristiana y sus maestros se lo dijeron al
rey. Se enfadó Teodorico y determinó castigar en Antolín, a los que él juzgaba
extravíos de su razón. El santo mancebo percibió el real enojo que le amenazaba
y huyó del palacio. Huyó a Roma y después, entró en un monasterio en Salerno, donde
se ordenó sacerdote y vivió en la contemplación y en los rigores de la vida
eremítica, durante dieciocho años. Realizó allí muchos milagros y quiso Antolín
visitar a su tío, pensando que la cólera habría cedido en su corazón, pero
Teodorico sin reparar en los lazos de parentesco que le unían a Antolín le
cargó con cadenas y encerró en un calabozo. Un Ángel enviado por el cielo le
libró de las cadenas y le sacó de la cárcel (un comando divino). A Teodorico le
sucedió Gesaleico, pariente también de nuestro Santo, y no menos impío y cruel
que su antecesor. Cuando se recrudeció la persecución huyeron al desierto junto
con el joven Almaquio.
Ambos fueron descubiertos
por los soldados y les cortaron la cabeza. No me pregunten como han llegado las
reliquias de San Antolín a Palencia que han obrado milagros, (creo que la
cabeza y un omóplato)
La leyenda narra que el rey don Sancho,
hallándose de caza en la espesura de un bosque, en el lugar donde hoy se
extiende la ciudad de Palencia, divisó un jabalí, que en su huida fue a
refugiarse en una oquedad del terreno (la cripta de San Antolín,
aún en pie hoy bajo la catedral gótica de nuestra ciudad). Adentrándose el rey en la misma, se
disponía a lanzar una flecha para matar al animal, cuando su brazo quedó
paralizado, comprendiendo el rey que estaba en un lugar santo y que había sido
castigado por cometer sacrilegio. El monarca hizo entonces un voto por el que
si recuperaba de la repentina parálisis levantaría una catedral en el lugar. Al
instante quedó curado. Agradecido el rey Sancho por el milagro, y halladas las
reliquias del mártir que habían quedado abandonadas durante la invasión
musulmana, se erigió el templo en cumplimiento de la promesa. Debido a esto la
catedral palentina está dedicada a San Antolín. Esta leyenda se puede
dramatizar y realizar un bonito guion para radio, televisión o cuenta-cuentos.
Yo pretendo ser mucho más
festivo, y los recuerdos de Sanantolines me llevan al panorama de la década de
los sesenta en las inolvidables verbenas de la Huerta de Guadián antes de que
ocupara un espacio la ermita de San Juan Bautista, de Villanueva del Río.
Música en directo, de conjuntos y sus vocalistas (así denominábamos a los
grupos musicales), con las canciones que han sonado hasta nuestros días. Si
había sido buena cosecha, había buenos Sanantolines. Recuerdo el ferial de
ganado, con el guirigay de los tratantes y los “antolines” llegados a vender
ovejas de desecho o cancinas churras para criar. Caballos de tiro, de silla o
de trote en las serrets o tílburi.
De Cervera venían buenos
potros a medio domar, que los gitanos con mucha habilidad eran capaces de hacer
trotar al penco más ruin. Recuerdo los olores, entre el estiércol y las
manzanas rebozadas de caramelo y el guirigay de los vendedores de baratijas,
los auténticos pregoneros, sacamuelas y los charlatanes que siempre fascinaban
con su facilidad de palabra y ocurrencias, unos auténticos comunicadores, claro
que las repetían todos los días y en todos los lugares. Se comía en el ferial,
cuando agonizaban los tratos, salían a relucir las alforjas, la bota y las
fiambreras (que ahora llaman tapers) la tortilla y chorizos sacados de la olla.
Los meloneros hacían su agosto con sus carros con redes para evitar a los
ladronzuelos, que muchos había en estos mercados y ferias. Mi padre me llevó
alguna vez, dejaba al mozo de mulas y me llevaba a comer al Hotel Iberia
(Antonio Maura) o Touchar en la calle “Carnicerías”, hoy Barrio y Mier.....
José María Ruiz Ortega
Pregón de las fiestas y ferias de San Antolín
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