Cuando S.S. Juan Pablo II convocó las primeras JMJ en Buenos Aires, en el ya lejano año 1986, Europa y el mundo occidental se sonreían con cierto desprecio observando a esos jóvenes “beatillos” que seguían al Papa incondicionalmente. Y es que aquel tiempo era más propenso a mirarse el ombligo y darse golpes en el pecho vanagloriándose de las virtudes de las sociedades liberal-capitalistas, que a mirar hacia el interior de uno mismo. Y si hacia falta un enemigo, pues nos contaban las maldades que cometían los de el otro lado del telón de acero, y arreglado.
Mucho ha cambiado el mundo desde entonces, los estados socialistas que ocupaban buena parte del mundo occidental desaparecieron víctimas de su propia naturaleza ignominiosa; las democracias liberales por su parte, han ido demostrado con el tiempo que no eran ni de lejos ese “Valhala” prometido al que teóricamente había llegado el hombre occidental después de una feroz lucha –especialmente propagandística- frente a los “presuntos oscurantismos” del “Antiguo Régimen” cristiano católico que durante siglos gobernó los designios de occidente; la Iglesia por su parte, con algún que otro tumbo, seguía en su sitio, como no puede ser de otra manera.
Ahora, en los albores del siglo XXI contemplamos como todo lo que nos vendieron los descendientes de la inefable “Revolución francesa” como cierto y absoluto, se derrumba sin solución aparente, y el remedio que nos ofrecen para salir de este desastre es una huida hacia delante basada en más codicia, más ignorancia, más mentiras y por supuesto más odio. Ahí están los “intelectuales” de siempre esparciendo basura desde sus púlpitos mediáticos, ahí está esa caterva que se hacen llamar indignados, y que en el fondo solo supuran odio a todo lo que no sea como ellos, también los políticos son culpables con su doble moral permanente en la que algunos llegan a calificarse como católicos y pro-abortistas a la vez por poner un simple ejemplo. Toda esta gente habla permanentemente de libertad y solidaridad, cuando la realidad es que desparraman por cada poro de su cuerpo todo lo contrario.
Ante este panorama, la figura de S.S. Benedicto XVI, y la de todos los peregrinos que estos días abarrotan las calles de Madrid, se erigen como el ejemplo eterno de Verdad, de moral, de educación, de coherencia, de dignidad, de virtud y de Fe. No hay más que escuchar y observar….
Gracias Santidad, por recordarnos permanentemente que tenemos el derecho y la obligación de ser hombres y mujeres libres, gracias por ser el buen pastor, gracias Santo Padre por su entrega sin límites en favor de la dignidad del hombre.
"Benedictus qui venit in nomine Domini"
19/08/2011
Luis Carlón Sjovall
A.C.T. Fernando III el Santo
3 comentarios:
Estupendo artículo, Luis.
Suscribo punto por punto tus palabras Luis, magníficas. Por cierto acabo de llegar de Madrid y el ambiente es realmente fantástico. La fe públicamente manifestada de tantas personas de todo el mundo con alegría y coraje, las monjas y los frailes con hábito y sonrisa... en fin la hermandad entre los hombres de buena voluntad. Inolvidable
He asistido a alguna que otra jornada de la Juventud hace años. Siempre creí que era una buena manera de "cargar" baterias para seguir caminando.
Los avatares de la vida, las malas experiencias me habían separado un poco de la Iglesia, aunque mi Fe iba creciendo por independiente.
Ya, ya sé que el Camino es mas fácil si se hace en compañía.
En estos dias, he revivido aquella experiencia vivida junto a Juan Pablo II, ahora con Benedicto XVI... Y espero sea una RECONCILIACION deseada hace tiempo, y añorada largamente.
A veces, siempre... es necesario que alguien te recuerde aquello que le gritabamos al Papa viajero "Tu eres Pedro"...
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