Cuadro "Primus Circumdedisti Me" de Don Augusto Ferrer-Dalmau |
El día 6 de Septiembre del presente se
cumplen 500 años de, posiblemente, la mayor epopeya y aventura de todos los
tiempos: la primera Circunnavegación de la tierra.
Todos conocemos la heroica proeza de Juan
Sebastián de Elcano y de sus 17 compañeros. De su increíble aventura de tres
años por mares desconocidos. Dieciocho hombres famélicos y enfermos, pero con
la misión cumplida. La maravillosa nao Victoria, la más moderna de las que
formaban parte de la Armada a la Especiera.
Fabricada con toda seguridad en los astilleros de Zarautz con maderas de
la mejor calidad, pero que desde hacía meses necesitaba ser achicada 24 horas
al día, con el desgaste físico que eso suponía a una dotación muy mermada,
sedienta y desnutrida.
La historia es tan increíble y
apasionante que llenaría libros, estudios, documentales, películas de animación
o series de televisión, como así está sucediendo.
El comercio habitual con estas islas tan lejanas,
pero ricas en productos fundamentales para la vida europea, había sido
interrumpido por la expansión del Imperio Otomano, que provocó escasez y por lo
tanto un aumento desmedido de su precio. El clavo de olor y la nuez moscada eran
tan útiles y carentes que llegaron a valer su peso en oro.
Portugal, en plena expansión, logró
llegar a las Islas Molucas, en la actual Indonesia, en 1.512.
Castilla también tenía intereses en las
Molucas, un continente entero y de proporciones totalmente desconocidas retrasaría
todo. Diversas expediciones fueron enviadas, pero el paso del Atlántico al Mar
de Sur, como lo bautizara Balboa en 1.513, no aparecía.
Fernando de Magallanes afirmaba saber la
situación exacta del archipiélago y que según el Tratado de Tordesillas de
1.494, estaban dentro de la demarcación Castellana.
El Rey Carlos I otorga todos los permisos
necesarios para que se cree una Armada comandada por Fernando de Magallanes
para tomar posesión de la Islas de las Especieras.
Cinco barcos y 247 hombres parten de
Sevilla a Sanlúcar de Barrameda el 10 de agosto de 1.519. Tras terminar de
abastecer las naves y esperar a esquivar posibles escuadras portuguesas,
sueltan amarras el 20 de septiembre de 1.519.
El resto de la historia no por sabida es conocida.
Me centraré en la parte que quiero
acercar.
La dotación de la Armada era de diversas
procedencias, hasta nueve nacionalidades y gentes de todos los rincones de
España.
Dos palentinos, Bartolomé de Saldaña y Juan
Martín de Aguilar estaban embarcados en la Victoria como criados de D. Luis de
Mendoza, Capitán de la misma, camino a lo desconocido.
Poco se sabe de sus vidas antes del viaje
y poco se sabe de ellos después. Lo que sí sabemos es que ambos sobrevivieron
al Atlántico, al motín a bordo en el que su Capitán murió apuñalado, a la
brutal travesía por lo desconocido que supuso atravesar el Pacifico, a las
intrigas acaecidas en las Filipinas que acabaron con Magallanes y que después
de muchas aventuras y penurias llegaron a su destino, las Molucas.
Sabemos también que ambos seguían en la
Victoria el día que se despidieron de sus compañeros de la Trinidad y que
cuando se enteraron del derrotero decidido por Elcano dudaron de las
posibilidades de la gesta.
Queda demostrado que nuestros dos amigos,
a estas alturas de aventura, eran dos auténticos supervivientes. Superando
enfermedades, fiebres, escorbuto, peligros y carencias de todo tipo. Pero una
nueva travesía, por aguas desconocidas en el Índico e infestadas de portugueses
en el Atlántico pudo con los ánimos de Bartolomé, que aprovechando el
acercamiento a las costas de Timor desapareció junto con otro marinero, Martín
de Ayamonte.
Pero la Nao tenía una misión: regresar a
España.
Bartolomé tenía razón. El viaje de vuelta
sería horrible.
Elcano aprendió de los nativos la estacionalidad de los monzones, y que en esa época del año por la ruta portuguesa los vientos serían contrarios, así que decidió buscarlos al sur, navegando de nuevo por mares desconocidos. De ahí a Buena Esperanza, que superaron con abundantes daños. Ascender el Atlántico fue un infierno, con un constante goteo de fallecidos por las penurias sufridas, sentinas inundadas continuamente, arroz hervido con agua de mar hasta que se acabó… Cuando apenas eran 30 decidieron parar en Cabo Verde. Aquí aparece de nuevo nuestro Juan Martín. Juan y otros miembros de la tripulación bajaron a tierra para, haciéndose pasar por un barco desviado de la ruta americana, poder comprar alimentos y agua. Todo iba bien hasta que alguien trató de pagar en alguna transacción con clavo, y claro, les tocó correr al barco. Elcano no quiso arriesgar y huyó. Algunos meses después la Victoria alcanzó su objetivo de llegar a Sanlúcar con las bodegas repletas de la preciada mercancía.
Juan Martín fue preso en Cabo Verde junto
a otros 12. Meses después fue puesto en libertad por interés del mismo monarca
español. Regresa a tierras andaluzas y se sabe por la documentación que cobró
los salarios que se le adeudaban. En algún momento regresó a Aguilar y hasta
aquí. No se sabe mucho más. En Aguilar de Campoo, su pueblo natal, hay una
plaza dedicada a su memoria.
Bartolomé y Martín de Ayamonte tuvieron
su propia aventura. Después de llegar a nado a la costa se pasaron varios meses
viviendo en la isla hasta que se entregaron a un grupo de portugueses. Estos
los trasladaron a Malaca y allí fueron interrogados. Las actas de los
interrogatorios se perdieron. Fueron descubiertas en Lisboa en los años 30 del
siglo pasado y archivadas. Hace algunos años, varios investigadores, entre
ellos Tomás Mazón, al cual agradezco que su obra sea mi fuente de inspiración
para escribir estas modestas líneas, redescubren los documentos y los traducen.
Estas actas de interrogatorio aportan gran información de primera mano de cosas
que sucedieron y que formaban parte de sombras poco documentadas. Como que al
despedirse de la tripulación de la Trinidad, se entregaban los testamentos por
si el otro regresaba a España, que la decisión de volver por África fue
personal de Elcano, lleno de razonamientos. Seguro, que tras sopesar los
riesgos influyó la posibilidad de alcanzar la fama, y así fue.
Nos gustaría pensar que Bartolomé volvió
a España, pero no consta nada de su vida desde su apresamiento en Malaca. Una
persona de esa fortaleza habría acabado regresando de uno u otro modo, o eso me
hubiera gustado. A cobrar no fue, eso seguro.
EDCA
A.C.T. Fernando III el Santo
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