España no
nació tras la conquista de Granada en 1492, mucho menos lo hizo tras la
Constitución de Cádiz de 1812 o la actual de 1978. España es una realidad
antiquísima que hunde sus raíces incluso más allá de la conquista romana de la
Península Ibérica; y así nos lo transmitieron en sus escritos ya desde antiguo
fenicios, griegos y romanos. Esta realidad intrínseca, que en forma de
monarquía tradicional católica ha sido común desde siempre para todos los
españoles, desde que así fue reconocida durante el III Concilio de Toledo en
589, se ve ahora gravemente amenazada, siguiendo la estela traicionera iniciada
en los siglos XVIII y XIX por la herejía, masonería y sus diferentes tentáculos,
haciendo ver a no pocos españoles, unas veces por ignorancia, y otras por
malicia o traición, que España es un problema; cuando en verdad es la nuestra Madre
Patria, y por tanto la solución.
El 12 de
octubre de 1492, las naves castellanas comandadas por el almirante Cristóbal Colón,
descubrían la hasta entonces “terra ignota” americana, abriendo así un proceso
de expansión que duraría más de cuatro siglos de cultura hispana a lo largo y
ancho del mundo. Aquella gesta civilizatoria de medio mundo, hija y
continuadora de la gloriosa Reconquista, fue el mayor proyecto común de todos
los españoles. Durante tres siglos, la Monarquía Española fue capaz de dar luz
y orden al mundo de una forma nunca anteriormente. Pero como bien sabemos, ya
desde el origen de la creación, no a todo el mundo le place la luz en el mundo,
y así progresivamente ese orden fue atacado primeramente desde fuera de
nuestras fronteras, añadiéndose posteriormente, ya también desde dentro, la
herejía religiosa a las siniestras doctrinas revolucionarias, que a su vez
acabarían alumbrando ya en el siglo XIX las doctrinas políticas y morales
imperantes en las sociedades contemporáneas, y que a día de hoy, son la mayor
amenaza para la supervivencia de España como nación.
Ya en 711 la
secta mahometana, apoyada al igual que ocurre ahora por siniestros traidores,
intentaron borrar del mapa de la Historia a nuestra Nación. No lo consiguieron,
porque ni entendieron entonces, ni lo entienden ahora, que España no es un
territorio concreto, ni unas leyes temporales; España es una misión santificada
por Dios; es sueño garante de libertad, sabiduría, belleza y valor; es lo que
siempre seremos, lo que fueron nuestros ancestros y lo que han de ser quienes
vengan detrás, y es nuestro permanente anhelo y mayor orgullo. Por todo ello,
si hay que morir como murió el rey Don Rodrigo defendiendo la bandera frente al
bárbaro extranjero y los traidores propios, lo haremos; pero que nadie dude que
de ahí saldrán nuevos “Don Pelayos”, que sabrán recoger el fértil y siempre
vivo legado milenario, y así, devolver la esperanza los hijos de España.
Hoy, la
patria es nuevamente traicionada por sus hijos. Unos la odian, otros la
ignoran, y el resto se acobarda vergonzosamente a la hora de defenderla. Nada
nuevo. Y es lógico de alguna manera que tras más de doscientos años de
ignominia institucionalizada, la desmemoria sea el pan nuestro de cada día. Se ha obligado al Pueblo a tragar con todo lo
peor que ofrecía el mundo, a la vez que se le negaba todo aquello honorable y justo
que en derecho merecía conocer. Como ejemplo supremo de todo lo dicho, valga la
tan renombrada Constitución de 1978, la
cual entre sus luces y sombras, nos impone a todos los españoles el aberrante
fraude histórico, además de intolerable discriminación que supone la aceptación
y reconocimiento de las llamadas “Nacionalidades Históricas”; en contraposición
a los verdaderos reinos, condados y señoríos realmente históricos. Así mismo, y
en la misma dirección se reconocen oficialmente junto al castellano, a las
lenguas catalana, vascuence y gallega; de nuevo en flagrante acto
discriminatorio frente a otras como por ejemplo el valenciano, mallorquín o
aranés. El sentido de tales disposiciones injustas no puede ser otro que
separar, discriminar y finalmente romper la sana convivencia entre españoles.
Quinientos
veinticinco años después de que España encadenase un doce de octubre la
Reconquista de España a la Conquista del mundo, vemos como la traición y el
incumplimiento de la ley es aceptado, financiado y publicitado impunemente.
Vemos como la mayor parte de la población de Cataluña –como ya ocurrió y ocurre
en Vascongadas- vive entre el permanente temor y desesperación, pues frente a
los intolerables abusos secesionistas, se encuentran con dejadez y olvido por
parte del Estado. Y también vemos desde hace décadas unos partidos políticos
que se llaman constitucionalistas, y que tantas veces no son capaces de cumplir
y hacer cumplir esas mismas leyes que tanto defienden. Esas Leyes que tan laxas
son para los traidores sediciosos, como estrictas en su ejecución para quienes con
todo el derecho exigen su cumplimiento.
A doce de
octubre de 2017, apenas unos pocos están dispuestos a seguir luchando por la
Nación Española. Por una supervivencia que no nos engañemos, no solo depende de
frenar el Golpe de Estado que con luz y taquígrafos se ejecuta desde hace más de un mes en Cataluña; sino de cambiar
radicalmente la mentalidad, comenzando por eliminar esa aberración llamada “nacionalidades históricas”, así como a todos
los partidos políticos y sindicatos que defienden el mal llamado nacionalismo,
que no es otra cosa que separatismo camuflado. Sería un buen comienzo, hacia la
recuperación de las libertades y derechos perdidos. Mientras no se empiece por
ahí, y tengamos claro que esta satrapía manejada por oscuros entes e ideologías
extranjeras no lo hará nunca, la Unidad de España dependerá solo de que el
pueblo apoye a quienes con lealtad, valor y pocos medios, mantienen viva la
defensa de la Verdad Histórica, así como el Espíritu y la Unidad de la Patria.
¡VIVA ESPAÑA Y LA VIRGEN DEL PILAR!!!