La ignorancia, el aburguesamiento y el odio programado, son las principales
armas con que cuentan los usurpadores de la legitimidad patria para confundir y
“tele”-dirigir al pueblo en pos de sus propias ambiciones. Parte fundamental de
este plan de control se perpetra por medio de la (muchas veces burda)
manipulación de los símbolos, y no hay símbolos que enardezcan más la rabia de
estas tristes masas apesebradas que las banderas, símbolo máximo de las
tradiciones y libertades de un pueblo.
En España, de esto, como de casi todo lo malo, sabemos
bastante. La más zafia y grotesca manipulación la vemos en la llamada “bandera
republicana” cuya franja morada añadida durante la
II República se impuso por medio de una
vulgar mentira, basada en el presunto hallazgo de un pendón castellano comunero
amoratado por el tiempo, y que nos cuentan confundió a propios y extraños
haciéndolos creer que el color propio castellano no era el “rojo carmesí”, sino
el morado “masón”. Y digo morado masón, porque fue la logia castellana
“Sociedad de los Caballeros Comuneros”, también llamados “Hijos de Padilla”
quienes eligieron, y posteriormente impusieron este color a partir del ya
lejano año de 1821. Tardaron más de cien años en conseguir que el morado
llegara a la enseña nacional, pero ahí acabó, y aún hoy tenemos que ver con
cierto sonrojo pendones de Castilla insultantemente amoratados, así como
banderas tricolores “republicanas”, como símbolos del odio y la ignorancia para
vergüenza y bochorno de todos los españoles de bien.
No es el único caso de usurpación de símbolos históricos, ya
que por ejemplo otro tipo de bandera se ha convertido lamentablemente en muy
popular, me refiero a la bandera estrellada originada en Cuba a mediados del S.
XIX. Fue un tal Narciso López, francmasón, quien creó esta bandera
caracterizada por un triangulo equilátero que simboliza la grandeza del poder
que asiste al Gran Arquitecto del Universo y cuyos lados iguales aluden a la falsa
divisa masónica de libertad, igualdad y fraternidad; la estrella de cinco
puntas refiere la presunta perfección del maestro masón: fuerza, belleza, sabiduría, virtud y caridad.. Esta
bandera, fue utilizada como patrón por la masonería en el resto de lugares en
que actuaron contra los intereses de España. Así, hoy podemos ver diseños similares
tanto en tierras ya tristemente desarraigadas de España además de Cuba; como Puerto Rico,
Filipinas, Argentina, Uruguay, Brasil o el Sahara español; así como en diferentes regiones de nuestra
Patria, siendo Cataluña la que –mancillando la histórica y gloriosa senyera-
lamentablemente la ha acogido con más fuerza, como nuevo símbolo de la creciente usurpación
de su verdadera naturaleza, tradición e historia.
Además, tenemos el caso vasco, cuyas banderas históricas
representativas de las libertades e historia provinciales, hijas de sus viejos fueros,
han sido poco menos que eliminadas en favor de una bandera de un partido
político con ambición nacionalista que imitó la divisa del Reino Unido de la Gran Bretaña –no sin el apoyo
de la masonería británica- desvirtuando, al igual que en Cataluña, su naturaleza
y tradición. Y así, con esa enseña política, humillarse arrojándose
simbólicamente a los brazos de la “Pérfida Albión”, enemigo secular de España y
la Fe Católica , y
como no, refugio tradicional de infinidad de logias masónicas.
Como vemos, lo que se nos acaba imponiendo como símbolos, no son fruto de errores, avances o
casualidades, si no más bien las consecuencias de un plan oculto perfectamente
trazado, dispuesto a eliminar del orbe cualquier esperanza para las libertades
del hombre, empezando por los propios símbolos. No es casualidad por tanto, que España -ejemplar garante de libertades y principal sustento de la Tradición Católica- haya sido especialmente agredida desde
hace siglos por los grupos que forman el “nuevo orden mundial”…
Pero eso es otro tema, hoy hablamos de falsas banderas, de la era pos-revolucionaria
modernista masónica que padecemos seguiremos hablando, Dios mediante, otro día.24/06/2015
Luis Carlón Sjovall
A.C.T. Fernando III el Santo
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