La muerte de un rey
siempre crea incógnitas, estas tienen que ver con la falta de certeza de cómo será
la nueva era que traerá el próximo soberano. Y si el rey fallecido es de la
talla de Alfonso VI de León y Castilla, y a ello añadimos que no dejó heredero
varón, esas incógnitas se recrudecen especialmente.
El hecho es que, el
Rey Alfonso, ideó un plan testamentario que a punto estuvo de cuajar en la
definitiva unidad de los Reinos Hispánicos. Casó a su hija mayor, Urraca, primera
reina del Occidente Cristiano, con el Rey Alfonso I el Batallador, consiguiendo
de esta manera unificar los reinos de León, Castilla, Navarra y Aragón, además
de los condados de Sobrarbe y Ribagorza. Para que este plan tuviese éxito, de
este matrimonio debía nacer un heredero que bajo su corona unificase todos los
reinos.
Desde un primer
momento, este matrimonio estuvo plagado de desacuerdos y traiciones mutuas entre los soberanos, que
afectaron sobre todo al territorio leonés. El Reino vivió una época belicosa
que fluctuaba con las idas y venidas de sus reyes, que hasta en cuatro
ocasiones se separaron y reconciliaron, mediando durante estos años
encarcelamientos de ambos reyes a manos de sus consortes, guerras y
separaciones territoriales.
Las principales
causas de estos problemas, las tenemos que buscar en las diferentes formas de
entender la política del momento, pues mientras Alfonso pretendía reforzar la
libertad de las villas y ciudades, apoyado por la pequeña nobleza, Urraca
defendía el viejo orden feudal leonés apoyado por los grandes magnates. Además
estaba el tema religioso, pues la
Iglesia de Aragón y la de León tenían notables diferencias,
siendo la principal que mientras el obispado toledano tenía autonomía como
primado de España, Aragón dependía directamente de Roma.
Así las cosas, los
obispos Gelmírez de Santiago y Bernardo de Toledo, acordaron realizar un
concilio que tratase de arreglar los problemas del reino. Este tuvo lugar en Palencia
el 26 de octubre de 1113, y en él parece que se acordó entre otras cuestiones
la nulidad del matrimonio de Urraca y Alfonso, alegando la consanguinidad de los monarcas.
Tendríamos que
esperar algo más de cuatro siglos, para ver un rey que uniese todas las tierras de España bajo la misma corona, más quede aquí el recuerdo en su “Noveno Centenario”
al primer Concilio que se celebró en Palencia, al que seguirían muchos más
tanto en el siglo XII como en el XIII, dando constancia de la importancia que
tuvo nuestra tierra en aquellos gloriosos siglos.
26/04/2013
Luis Carlón Sjovall
A.C.T. Fernando III el Santo
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