Espada Lobera, "En el Valle está el Camino"



Antiguamente se estudiaba una cosa llamada Teología de la Historia en la que se podía constatar como la Historia de la Humanidad no es algo que le trajese al pairo al Cielo, sino todo lo contrario, y así se demostraba cómo el Buen Pastor siempre ha ido velando por sus ovejas a lo largo de los siglos, percibiéndose su mano muy especialmente en momentos de tribulación y error en los que fue suscitando santos que podemos definir como providenciales, v.gr. San Agustín, San Benito, Santo Domingo, Santo Tomás, San Ignacio y un largo etcétera que, de momento, puede culminar en Santa Teresa de Lisieux (la santa más grande de los tiempos modernos, San Pío X dixit) y en Juan Pablo II el Grande.

Todo ello viene al caso del Valle de los Caídos y la catarsis que la Gracia ha ocasionado allí con motivo de la vil persecución de ZP y sus secuaces. Y no es que haya surgido en Cuelgamuros un santo de la altura de los citados o se haya aparecido Nuestra Señora en Majestad, sino algo mucho más sencillo y por ello se puede ver allí el dedo de Dios: una reunión de fieles conscientes de que forman el Cuerpo Místico de Cristo que se han juntado para abrazarse a la Cruz y simplemente orar como Dios manda, en recogimiento y devoción; todo un símbolo de lo que debemos hacer en estos tiempos tan perversos.

Y resulta curioso comprobar el lugar que el Cielo ha escogido: la Cruz más colosal de España y cuya basílica desde hace tiempo se estaba convirtiendo en un teatro de máscaras y disfraces, a cada cual más grotesco, como he tenido ocasión de comprobar año tras año por estas fechas. Y así, la Gracia recibida por tantos fieles valientes con motivo de la persecución progresista ha logrado la catarsis de trastocar esa mascarada en un auténtico símbolo de que la esencia de España no ha muerto y del camino a seguir en nuestra época. 

En una época en que la herejía más al uso ha cercenado cualquier referencia a lo sobrenatural, en que los católicos hemos abandonado en el combate la espada de la Fe y pegamos tiros de fogeo con la pistola del humanismo que nos ha prestado el liberal, desde luego es una Gracia tremenda que en el Valle se hayan juntado un puñado de fieles para defender la Cruz “a la española”: con coraje humilde, con esperanza firme, con autenticidad y señorío. Ése es el Camino, dejémonos de partidillos y partidetes, de males menores cada vez mayores, de humanismos sensibleros y demás “ismos” que al final no han pasado de “esparajismos” y sencillamente abracémonos a la Cruz, eso sí, “a la española”…Deus Vult. 

17/11/2010
Juan Herrero De la Fuente
A.C.T. Fernando III el Santo

La Espada Lobera, "Santiago, Apóstol de España"



Desde que en el año 1126 el Papa Calixto II instaurase por vez primera el jubileo compostelano, incontables son los peregrinos que desde todos los rincones de la Cristiandad se han dirigido hasta Santiago de Compostela en busca de la indulgencia plenaria que este camino concede.

A Santiago el Mayor, uno de los discípulos favoritos de Nuestro Señor, se le encomendó la evangelización de las tierras de Hispania, y fue así que tras dedicar los primeros años a evangelizar en su Judea natal, embarca hacía España entrando probablemente por algún punto de la Bética, para continuar por las actuales Coimbra, Braga, Iria Flavia, Astorga, Zaragoza (donde se le apareció la Virgen del Pilar) y Valencia, desde donde probablemente embarcó de nuevo hacia oriente. En Judea, Santiago fue decapitado por orden del rey Herodes Agripa, al incumplir la prohibición de predicar el cristianismo.

Es San Jerónimo quien nos ratifica que -“Cada uno descansaría en la provincia dónde había predicado el Evangelio”- refiriéndose a los apóstoles, y así fue que Atanasio y Teodoro, los principales discípulos del Apóstol, se apoderaron de sus restos, y se encaminaron a España para que reposaran en el lugar mandado. Tras un azaroso viaje, los discípulos llegaron al remoto bosque de Libredón, donde los bueyes que cargaban con el carruaje se negaron a continuar, entendiendo este hecho como una señal, los discípulos enterraron a Santiago en este remoto paraje.

Durante siglos, nadie sabía donde se encontraban los restos del apóstol, pues posiblemente por miedo a posibles saqueos, Atanasio y Teodoro se cuidaron de ocultar su ubicación. Pero la Tradición cristiana nunca dudó de su presencia en España como nos cantó el Beato de Liébana -¡Oh Apóstol, dignísimo y santísimo, cabeza refulgente y dorada de España, defensor poderoso y Patrono nuestro!- en el lejano siglo VII.

Pero fue a principios del siglo IX, durante el glorioso reinado de Alfonso II el “casto”, cuando un ermitaño llamado Pelayo, observó una extraña luz en el bosque de Libredón, y tras comunicárselo al obispo de Iria Flavia, Teodomiro, se descubrió que esta luz marcaba el lugar donde se encontraba el “Arca Marmórea”, o sea, el sepulcro del Apóstol Santiago.

Quiso el rey Alfonso II ser el primer peregrino jacobeo, y al llegar al “Campo de las estrellas” mandó construir una iglesia para honrar cristianamente los restos del Apóstol, y el obispo Teodomiro trasladó el antiguo obispado de Iria Flavia hasta la nueva sede episcopal de Santiago de Compostela.

Poco tiempo después, como nos cuenta nuestra tradición, el propio Apóstol Santiago se convierte en el primer cruzado de la Reconquista. Su primera aparición se remonta a la conocida como “Batalla de Clavijo” cerca de Logroño en el año 844, donde se encontraban las tropas cristianas del rey Ramiro I de León asediadas y con la perspectiva de una muerte segura. Durante la noche anterior al terrible desenlace, el Apóstol se le aparece al rey en sueños animándole a combatir sin reservas. Así lo mandó el valiente rey, y al grito de -“Qué Dios nos ayude y Santiago”-, hizo su aparición Santiago Matamoros espada en mano, aniquilando a todo el ejército sarraceno.

Después de esta batalla, el rey Ramiro I peregrinó a Santiago, y pidió que todos los españoles desde ese momento y en adelante, también lo hicieran en señal de devoción a su Santo Patrón.

Este "Año Santo Jacobeo", una delegación de la A.C.T Fernando III "el Santo" peregrinó a pie hasta Santiago de Compostela, y de esta manera reafirmar nuestra devoción al Santo Patrón de España.

11/11/2010
Luis Carlón Sjovall
A.C.T. Fernando III el Santo

Benedicto XVI, peregrino de la Fe


 La reciente visita pastoral del Santo Padre Benedicto XVI a España, a significado un verdadero “huracán” de aire fresco para todos los que defendemos la Tradición Católica de nuestra querida España. Por lo tanto, y frente a la cantidad de críticas lamentables recibidas por el Papa desde ciertos sectores de la sociedad española, la A.C.T Fernando III el Santo quiere dar las gracias al Santo Padre por su permanente empeño en salvar a España, así como reafirmarnos como Asociación Tradicionalista en nuestra completa obediencia a Roma.


"Benedictus qui venit in nomine Domini"