Padre Bernardo de Hoyos |
Para dejar una gran huella en la historia no hace falta tener una vida, ni muy larga ni muy conocida, pese a lo que se pueda pensar y para muestra, un botón.
El día 18, de este mes, tuvo lugar en Valladolid la beatificación del P. Bernardo de Hoyos S.J., nacido en la diócesis de Palencia (Torrelobatón) en el año 1711 y fallecido en Valladolid el año 1735. A pesar de la brevedad de su vida, el P. Hoyos supone un ejemplo para los jóvenes, y no tan jóvenes, de nuestros días. El tesón, el esfuerzo, el trabajo y la Gracia fueron los estandartes que enarboló este joven jesuita, al que le fueron suficiente 24 años para entregar su vida por amor.
Corría el año 1733 cuando al P. Hoyos le fue encomendada una misión por su amigo, el P. Cardaveraz, quien le escribió una misiva para que, con ayuda de un libro de la biblioteca del Colegio San Ambrosio de Valladolid (hoy Santuario nacional de la Gran Promesa), le ayudase a preparar el sermón de la octava del Corpus Christi, en la ciudad de Bilbao. Ese libro tenía por nombre 'De cultu Sacratissimi Cordis Iesu', del P. José de Gallifet, sobre la devoción al Corazón de Jesús. Bernardo, tras la transcripción de algunos de los párrafos del libro, quedó maravillado, y así lo deja recogido en sus escritos:
"Yo que no había oído jamás tal cosa, empecé a leer el origen del culto del Corazón de nuestro amor Jesús, y sentí en mi espíritu un extraordinario movimiento fuerte, suave y nada arrebatado ni impetuoso, con el cual me fui luego al punto delante del Señor sacramentado a ofrecerme a su Corazón para cooperar cuanto pudiese a lo menos con oraciones a la extensión de su culto".
En Mayo de ese mismo año, tendría lugar un acontecimiento que marcaría la vida del P. Hoyos y, por ende, del resto de los fieles de España. El Señor, en un acto de generosidad, se mostró a Bernardo y le entregó lo que, desde entonces, se conoce como “La Gran Promesa”. Cristo, mostrando su Sagrado Corazón a Bernardo, le prometió: “reinaré en España y con más veneración que en muchas otras partes” y le dio una misión que acompañaría al joven jesuita hasta el final de sus días: extender por toda España el culto y devoción a su Corazón. Desde ese momento, Bernardo no viviría para otra cosa.
A partir de entonces, Bernardo no cesa en su objetivo “dado”. Contacta con obispos, con miembros de renombre dentro de la Compañía de Jesús, con misioneros populares e incluso con la familia real para dar a conocer y extender el culto y devoción al Corazón de Jesús, obteniendo como resultado la celebración, en Junio de 1735, de la primera Novena pública al Sagrado Corazón.
Ese es el inicio de la Gran Promesa de Amor que perdura hasta nuestros días y que se condensa en la jaculatoria:
Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío
26/04/2010
26/04/2010
Álvaro Pinto Andrés
A.C.T Fernando III el Santo
A.C.T Fernando III el Santo