El 9 de abril de 1609, Felipe III de España decretó la expulsión de los moriscos. Mucho se ha hablado sobre este hecho, pero lo que sabemos objetivamente al respecto es poco. Expongamos pues los hechos y llegaremos a entender el motivo de la firma de este edicto.
¿Quiénes eran los moriscos? Los moriscos fueron los musulmanes bautizados tras la Pragmática de los Reyes Católicos del 14 de febrero de 1502, motivada por la primera rebelión del Albaicín. Esta orden que, desde nuestra perspectiva actual parece una atrocidad contraria a la libertad individual y a los derechos humanos, era una medida traumática pero conforme al Derecho de la época. Desde la invasión islámica de la Península Ibérica, poblada por gentes de religión cristiana, los cristianos sufrieron aplastamiento social y persecuciones intermitentes, fugas masivas hacia el norte (hasta el siglo XII), conversiones colectivas forzadas y el martirio continuado de misioneros. Todo esto mientras se construían las bellísimas salas de la Alhambra.
Una vez finalizada la Reconquista, queda una población, los andalusíes, que no se consideraban españoles y que se levantaron en armas en varias ocasiones. Destacable sería la rebelión de las Alpujarras (1568-1571), verdadera guerra apoyada por elementos extranjeros, argelinos y otomanos. No debemos olvidar que Europa, con España a la cabeza, estaba en guerra con el Imperio Otomano. Por ello era probable que a los moriscos se les considerase enemigos dentro de casa.
La población morisca estaba compuesta por 325.000 personas en un país de unos ocho millones y medio de habitantes. Sobretodo se concentraban en los reinos de Aragón -constituyendo el 20% de la población total-, y de Valencia, -con un 33% del total de habitantes-. Por el contrario, en Castilla la situación era muy distinta ya que, de una población de 6 millones de personas, entre moriscos y mudéjares solo juntaban unos 100.000 habitantes.
La gran mayoría de los expulsados, salieron embarcados desde los puertos de Levante hacia el norte de África, si bien es cierto que muchos de ellos hacían un viaje de ida y vuelta, regresando rápidamente a la Península. Las deportaciones se prolongaron hasta 1614.
Sin entrar a valorar las expropiaciones de los bienes de los moriscos, ni el impacto de la expulsión en la economía, se podría decir que la medida fue la adecuada, teniendo en cuenta la situación bélica de la época y la disposición beligerante a favor de los turcos de parte, o gran parte, de los moriscos. A pesar de lo traumático de la decisión -analizándolo desde la perspectiva de la época-, más allá de que la expulsión fuera, de hecho, más o menos efectiva en cuanto a la reducción o eliminación de la población de origen islámico en España, fue válida desde el punto de vista militar ya que se atajó la espiral de violencia . Violencia promovida y alentada tanto por agentes turcos como por los propios líderes moriscos.
Por otra parte, es importante también alabar los esfuerzos de los diferentes reyes durante toda la Reconquista por la asimilación -respetando religión y costumbres- de los habitantes de los territorios que iban siendo reintegrados a la España cristiana. Actualmente parece haber una visión un tanto distorsionada de lo que fue está expulsión y de Al-andalus en general. Ni la España musulmana era una sociedad tan tolerante, ni la expulsión fue una medida arbitraria.
Tito Castellano - ACT Fernando III el Santo.